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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

reivindicación del absurdo

reivindicación del absurdo

Harpo mira de frente y grita su carcajada muda y cruel. Detrás de sus ojos-taladro se adivina una intensidad que no perdona ninguno de tus defectos. Él, con todo el postín atesorado en su sombrero de copa y su abrigo, no piensa perdonarte la vida ni consentirte el desliz más chiquitillo, porque, faltaría más, esto de la burla es algo muy serio. ¿Qué esperabas? ¿Medias risas? No… su carcajada se escribe y se oye JAJAJAJAJAAA, con tantas mayúsculas que el ridículo no te va a dejar encontrar vericueto donde esconderte.

Chico parece más diplomático, como si le hubieran abierto la boca con fórceps y le hubieran dado un baño de esmalte, para cristalizar su ausencia absoluta de interés por reírse de ti. Ni que fueras tan importante como para malgastar su mala hebra hebrea y ebria. Pero se me da prisa, señor fotógrafo, que me duele la mandíbula de forzarla tanto. Mejor sería que la tuviera ocupada con algo más suculento (un vino, un beso, un cucurucho, una sandía a bocajarro…) ¿Que casi se ríe? Claro que sí, pero, por favor un ja sin ganas y basta: un petit peu (ojito, que no es un pequeño pedo).

Ay, Groucho , ¿adónde miras, Groucho? No es al infinito, no. Ni posas indolente, con un delicado spleen de elegancia saturada de las sandeces ajenas. El ojo izquierdo a Dios, que no te habla, el derecho al futuro que amenaza con convertirte en persona de respeto. Por si acaso, la boca sostiene el bigote que te pintas para disfrazarte de Julius Marx, no vaya a ser que por un quítame allá esas risas, te confundan con un cómico. Con una pluma socarrona se te escapa el ej-ej-ej-ej, tos garbosa de habano más que risa.

Allá en el cielo anda Jehová persiguiéndolos, para que se apunten a un cursillo de fundamento en un mes. Ni por esas.

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