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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

LOS DÍAS

 

 

 

Tu che dentro mi vedi, e’l mio mal senti
e sola pur finir tanto dolore,
con la tua ombra acqueta i miei lamenti...

Francesco Petrarca

Que quede para los días exactos la palabra ampulosa y sometida. Nada en unos oídos es así de extremo, cada son pertenece a una breve navegación hacia el territorio que pisan. Tengo que ir hacia esas caderas derretidas, aunque me espere una alfombra temible, aunque no adolezca de esfuerzos lunares. Que eso siempre se ve venir llegando desde las pestañas hasta el vuelo diáfano de los papeles rotos.

Precisamente las hojas no son espacio para el trémolo y no me importa que el musgo deje de contemplarme, sobre todo cuando reciba cada día los espejos que me regalan. En ese momento podré sentir más que nunca las virtudes de cada ángulo, la fresca violencia que encerraron los pensamientos lejos del coto del sentido común. Y si algunos brazos estiran su quehacer cósmico sólo podré recordarme de parte a parte, al sacudirme definitivamente entre el humo y las risas justas. Ahora mismo empiezo a buscar la certeza perdida en unas manchas en una pared, en la cabeza de una muñeca rota, en moscas sin patas, en aquel trayecto rocoso que escalé de manos de gentes azules, sudoroso.

También ese gato que me ve pasar pisando los minutos advierte el olor escondido en las manos a la hora de las hojas eternamente cayéndose. Con su pelaje pardo mella la traición de ojos que se sueñan cercanos.

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