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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

DE UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO

DE UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO

Sólo una vez vivió (malvivió), por apremiantes motivos laborales, alejado de su casa y de su familia, en un lugar frío, bastante extraño por su aspecto e infausto según mi propia catalogación. Seguro que, no me atreví a preguntárselo aunque por intuición y empatía siempre lo supe, nunca llegó a entender del todo el motivo de aquel fastidioso paréntesis que duró demasiados meses.

Tuvo que residir todo ese tiempo en la calle Aguadulce, en el domicilio oficial de las guaguas cuando todavía eran de madera. Era un sitio poblado de ruidos y rebullicio, de gente rara a la que no comprendía, de suciedad y olores extraños, de un frenesí y jiribillas lejanas a su idiosincrasia, muy distantes de su saber estar. En mis esporádicas visitas al lugar, por algún mandado de mi madre, no me gustaba verlo metido en aquel salpafuera de gentes rudas en el trato. Yo sentía tener que volverme a casa y dejarlo allí mientras él intentaba disimularme su pesadumbre con una media sonrisa de contrariedad.

Estaba acompañado de otros congéneres, pero no llegó a hacer buenas migas con ellos. Se le antojaba que eran anodinos, que tenían muy poca personalidad y que vivían allí vegetando o resignados con su suerte. Él no se sentía así y lo dejaba traslucir. Era (siempre lo ha sido) demasiado casero y familiar hasta las vetas más profundas para intentar amañarse siquiera a aquel ambiente. Añoraba mucho su hogar y se le notaba demasiado. Él nos había ido conociendo desde el gateo, nos ayudó con los primeros peninos, nos había majado los dedos a todos, nos escondió cuando jugábamos a virgo, nos había servido muchas veces de pasarela circense, de grupa paquidérmica, de templete escénico, de diversión, de apoyo, de consuelo, de refugio…

El banco de carpintero de mi padre nos ha acompañado siempre. Por años y años ha permanecido en nuestra casa, forma parte de ella y figura como uno más de los seres con los que hemos crecido, convivido y madurado. Fue, es y será siempre un cachorro de banco: fuerte, pesado, útil y poderoso. Nunca lo vimos hacer una mueca de disgusto, ni le oímos refunfuñar o protestar; ni siquiera cuando (por estúpidas razones de espacio) mutilaron su excesiva longitud arrojó una queja o produjo un gemido, nada de nada. Aquella vez, cuando le cortaron un trozo, si acaso, exhaló un largo y prolongado suspiro oloroso: el hálito de la buena madera seccionada.

Jamás se quejaba por nuestro trato torpe y un tanto brusco: si le dábamos un tambucazo al errar nuestros golpes con el pesado martillo del carpintero, disimulaba; si -por impericia- clavábamos alguna tacha en su recia estructura, miraba hacia otro lado; o si, al limpiarlo de serrín lo rascábamos más de la cuenta por nuestra prisa y urgencias de juego, simulaba estremecimientos de perruno placer.

Había que estar muy atento, y en el momento adecuado, para poder oírle algún tipo de manifestación sonora; sólo leves crujidos producía su maderamen cada vez que, para su traslado, lo desarmaban (odiaba eso). Emitía, entonces, una especie de ronroneo cadencioso que dejaba traslucir el desasosiego que le invadía por lo incierto de su futura ubicación, inquietud lógica en todo ser con un mínimo de sentimientos (y de tino).

Algunos inaudibles gruñidos de protesta quejosa le pude oír cuando, poco a poco, fueron desapareciendo la mayoría de sus íntimos amigos e inquilinos: murió de peritonitis aguda Calderillo Engrudo, quedó tullida y algo asmática la compañera Garlopa Grande, la artrosis degenerativa se llevó por delante al camarada Berbiquí Brocas, sesteando su jubilación quedaron Gubia y Barrenas, el garrotejo inclemente inmovilizó al estilizado Gramil Doble, mi querido cepillo Guillame (preferido entre todos) sufrió una depresión cuando vio las primeras maderas con rebajes hechos a máquina… y, así o de forma parecida, casi toda la jarquilla primera fue siendo sustituida por un nuevo personal especializado más acorde a los tiempos y a los avances de la técnica.

Así mismo, cuando fueron llegando los advenedizos: don Engrudo Blanco, doña Sierra Circular, su hijo Cepillo Integral Bosch, las hermanas Fresa Dora, Cala Dora y Lija Dora, mister Black and Decker y otros, él fue aceptándolos a todos e intentando una mediación amistosa, una aproximación gradual de los recién llegados con los de siempre: con las férreas sargentas trinca maderas, a los martillos de orejas, a los cepillos que no entendían la escasez de garepas en el entorno, con el pesado nivel de burbuja, al metro articulado y hacia todos los enseres que en su interior se guardaban -o se cobijaban buscando la seguridad de su enmarañado marsupio- y que él se empeñaba en tutelar.

taladro

Los avances del voraz progreso se fueron llevando por delante a las jardineras guaguas que circulaban por la capital de la provincia. Unos vehículos más ligeros, modernos y metálicos sustituyeron gradualmente a los pesados anteriores, más lentos y de madera. El transporte de pasajeros en Las Palmas de Gran Canaria ganó en rapidez y eficacia. Ganó también nuestro banco porque, entonces, los guagueros dejaron de contratar carpinteros, los chapistas ocuparon lugar destacado en las reparaciones, y él pudo retomar con nosotros al barrio de San José. Ya nunca nos ha abandonado, se trasladó con nuestra postrer mudanza hasta Miller Bajo y allí continúa tan campante, haciendo gala de ese buen carácter de palo recio que Dios le dio.

No cumple ahora la misión para la que fue creado: pero no le importa, está en su casa y eso es lo que cuenta para nuestro amigo. Si tiene que servir de armario, poyo de cocina, estantería u otra cosa, no se corta ni un pisco, pone su mejor cara y coopera; sólo el haber conocido a la cuarta generación: los hijos> de los hijos> de los hijos >del carpintero y de Demetria, ya compensa y le vale la pena.

Todo es un volver a empezar. Como antaño, participando con ellos en sus diversiones, sirviéndoles de escondite en el juego de trapo-quemao, siendo la pasarela de sus desfiles, convirtiéndose en casita de muñecas, dándoles su amistad, su apoyo… y quizá, hasta majando los dedos a los chicos, aunque la bisabuela grite y Luis, desde lo alto, le eche pestes y pétimas al sargento-trincador y que, de broma (entre guzpatas para consolar a los familios), lo amenace a él con desarmarlo: por bruto y por malo.

Enrique García Valencia, segunda generación / 1949

51 comentarios

Enrique Vital Agrícola -

Un chisguete es un trago de vino, pues... ni con diez chisguetes dentro podrías reconocer a Banco debajo de tanta capa de adorno cariñoso y con tanto maquillaje idealizante, fruto de nuestro cariño hacia él (cariño mutuo, añado).
Cuando YO lo repare y me lo lleve mi casa te invitaré a tomarte unos chisguetes de su mueble bar (comentario 28), así se podrán conocer y tú le podrás contar que, en tú muy próxima jubilación (por la edad), te vas a dedicar a tallar troncos de cualquier madera en vez pulir tarugos de niños empeñados en no estudiar (esa broma última a Banco le gustará y le hará hasta sonreír).
Y, Manolo, no estás mayor: eres el MAYOR de todos los vitales agrícolas que van quedando disponibles. Abrazos varios.

Manuel Reyna -

quería decir "chirguete"

Manuel Reyna -

¡Qué gozada Enrique! Y mira que tardé en leer el cuentillo del banco… pero, nunca es tarde. Mi abuelo Manuel era un enamorado de trabajar la madera y tenía muchas de las herramientas antiguas que nombras. Me encantaba sentarme a su lado y observar cómo de un trozo de madera iba apareciendo el busto de alguien de la familia, o una estatua o un animal. Por desgracia para él y para nosotros la visión le jugó una mala pasada y tuvo que dejarlo. Recuerdo intentar emularlo cuando era un “chisguete” y con un trozo de “Samanguila” (madera blanda según él) hice varios relieves que regalé. Hoy no conservo ninguno de esas “obras maestras” jejeje…
Con respecto al susodicho banco de maestro Luis, me gustaría que pusieras una fotita. Quiero conocerlo. Gracias por trasportarme a aquellos tiempos.
Memorias tantas de un maestro que pide por señas la jubilación anticipada. ¡Que mayor estoy p’a estos trotes!

Enríete García Valencia -

Virginia, tu madre tiene razón, Banco es de buena madera dura y las polillas lo van a tener difícil para meterle el diente a la estructura principal (quizás a las puertillas que sonríen... le podrían hacer caries pero, no creo). A la Abo -a lo que hemos llegado- le molestan mucho hasta sus propias colonias y perfumes, es una herencia de fumadora pasiva vía carpintero, ¡quéselevacer! Banco tiene las quemaduras del cigarro, bronquitis crónica no, gracias a Dios.
Besos muchos.

Virginia Correa García -

Me acabo de acordar de otra cosa . Estoy restauraurando otra cosa de herencia de mi otro abuelo que no conocí el pobre y le pregunté a un taxista (yo también tengo delito) y me dijo que después de lijarlo lo mejor es ponrle gasoil no fuera a entrarle comején en la madera y después un barniz el que yo quisiera, mejor de escama dado a muñeca ya que le tienes tanto cariño. Pues nada cuando fuimos limpiar el banco esta última vez que le paso la superaspiradora Marilda le digo a mi madre "me dijo un hombre que bueno pasarle una manita de gasoil para los bichos" Mi madre sin hablar me contesta " Este banco no tiene comején en la madera" y yo lo arreglo rápido y el mal olor que da que le puede dar asma a Abo o algo no, no no qué se sabrá ese hombre... ñó... casi no salgo de esa . Me río al escribirlo acordándome. Fin.

Padrino y Tío -

Tío y Padrino te quieren muchísimo, Yurena de mis entretelas; el haber convivido en el barrio del Tablero, en Transportistas y en el C.P. Las Torres nos da unas gotas de cariño especial añadido vía roce. Lo mismo pasa con BANCO, él le ha sabido sacar partido a todas las situaciones de contacto con las nietas del carpintero, por ejemplo: había una diversión de la que han participado todas ustedes y el susodicho elemento, era la de ponerse de pie sobre él y luego, a la de tres, tirarse a los brazos del comparsa de turno (comparsa o cooperante porque en ese juego los protagonistas eran BANCO y las confiadas saltarinas).
Un beso grande-grande.

SOBRINA E AHIJADA, YURENA -

Mi recuerdo del banco obviamente es solo en miller bajo, pero que recuerdos...La verdad que ha sido super útil , de guardabolsas de supermercado, sujeta arboles de navidad, guarda regalos de reyes con candado incluido, sujeta butsit en las que recuerdo los calamares y como no la famosa tortilla........y muchas cosas más.
Que recuerdos los del banco los cuales nos recuerdan a tì, Luis.
Te queremos mucho Enrique.

Enrique Ciclo Medio -

Siempre he tenido en cuenta tus opiniones sobre los trabajillos que van saliendo. Me alegra que te hayas decidido a hacer comentarios en la bitácora de Marcial-Artevirgo.
Agradecimiento y sentimiento de amistad vieja es lo que te quiero transmitir en la presente reseña. Besostantos.com

Yolanda -

Desde que leí el soneto que le hiciste a Ana por su jubilación no he dejado de leer cosas tuyas, Tere me dejó el nombre del blog y ahora entro cada rato libre que tengo.
El banco como símbolo de lo viejo que perdura por sentimieto y agradecimiento está muy bonito, lo he releído varias veces y siempre me deja un regustito agradable.
Recordándote, besos.

Enrique García -

La cantidad de banquillos hechos con tablas de cocina para cortar que habrá por ahí desperdigados.
Me alegra saber de ti, hace tiempo que no nos tropezamos (no hay tiempo).
Un fuerte abrazo y memorias .

Barrameda Hernández -

Mucho tiempo que no pasaba por el club. No están las cosas para mucho tiempo libre. Al leer lo del banco me vinieron a la cabeza muvchos recuerdos de los trabajos con madera que hicimos juntos. Un abrazo

Tío de Correas García -

El banco es a Luis lo que Luis es al banco, un binomio en igualdad que, tienes razón, en esta última singladura de Miller Bajo se llegó a convertir en un "trinomio" al introducirse el Patio en la escena y campo de actuación del carpintero con su soporte de trabajo, su númerosa familia y los allegados más cercanos.
Banco seguía impertérrito todas las peripecias ocurridas en el lugar, incluso cooperaba en algunos menesteres (trabajosos o no), como por ejemplo... LAS FIESTAS DE CUMPLEAÑOS (de todas ustedes)Y EN LAS DE NAVIDAD, AÑO NUEVO Y REYES.

Besos, uno especial para la segunda biznieta del susodicho: Alexandra

Virginia Correa García -

Yo desde que me acuerdo ya estaba en Miller Bajo porque mi abuelo se jubiló desde que pudo y me acompañó toda mi niñez de vuelta al cole. Mi abuelo era de los que no les molestaban las visita y en nuestro querido patio se sentaba entre el corrillo que formaban las vecinas y amigas que venían con el pretexto de preguntar algun punto de aguja a mi abuela y echar la tarde charlando. -"¿Cómo está luisito? -Bien.. Dos pa'lantate, dos patras.." y otrs chistillos.
No recuerdo que nunca nunca me llamara la atención , se pegaba el pobre todo Barrio Sésamo con nosotras, me refiero mi hermana y Dácil y Yanira y Tom y Jerry y hasta se echaba sus carcajadas.
Ah el Banco, sigue perfecto, hasta le pusimos un hule un poco cursilon pero se sigue usando que es lo que importa.
Un Besito Luis y Familia Cibernética.

Enrique García -

Querida Montse, hace tiempo que no te veo pero sé de ti por terceras personas. Me alegra que Pilar les haya dejado el nombre del blog, así habrá más contacto.
Las vivencias de las personas entre sí y de éstas con los objetos y con los lugares que les han venido acompañando son bastante entrañables, luego depende de cada cual darles matiz prosaico o poético a esas interrelaciones; quizá idealicemos a veces en demasía pero... ¡qué caramba! ya la rutina cotidiana tiene su parcela de tonos grisáceos.
Un beso grande de aquel Enrique sureño.

Hermano -

El banco sigue siendo soporte de muchas cosas, su relato fue "colgado" en Artevirgo el día 12 de octubre como homenaje al carpintero que no tenemos físicamente con nosotros y usándolo a él, otra vez, para menesteres ajenos a su original cometido.
Hoy visité la Casa y me acerqué a verlo, tuve que hacerlo porque, lo hemos idealizado tanto que necesitaba reconocerlo como lo que realmente es: UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO de recia madera cariñosa al contacto, a pesar las prisas de mi mano.
Besos muchos, hermana.

Montse E. -

Hola Enrique, te leimos en navidad cuando hablabas un poco de la tierra de mi padre. Ya sabes que está muy mayor y no se acuerda de casi nada. Me gustamucho lo escribes mi hermano me avisa cuando ve algo.
El recuerdo de los padres y de lo que vivimo con ellos es muy bonito de recordar.Un beso de todos.

Fabiola Garcia Valencia -


y o tambien lo conoci lo disfrute, lo utilice, y tambien, por supuesto ,me majé. Recuerdo su ubicación en el cuarto de la azotea en la casa de San Jose ,y tb recuerdo como Papa simulaba llegar cargado con un saco de maderas y de herramientas ,allá por el mes de Diciembre-Enero y que guardaba cuidadosamente en el banco de carpinteria.En realidad huelga decir , que los RRMM de Marilda y mios estaban a buen recaudo.Ya en su penultima morada (Miller Bajo) los recuerdos se van transformando ,pues el banco en sí, tambien cambia su utilidad. Sirve como soporte de pequeños trabajillos que Papa hace ya proxima su jubilación, tb hace de soporte de barreño de ropa sucia pendiente de su distribución y posterior lavado. Soporte de cocina Butsir para freir calamares ,preservando de este modo de salpicaduras de aceite la cocina, etc….
Hoy en dia está cubierto con un plastico- hule de colorines y por supuesto sigue siendo soporte de …… de tantos recuerdos de nuestras vidas..
La vision que mas me gusta ,es por supuesto , que cuando lo miro , esta Papa a su lado , con su camisa entreabierta, su pelo lacio engominado, su tos seca y repetitiva por mor de su vicio su talante sonriente, amable, educado, gracioso , ocurrente, inventivo, etc.
Por cierto ¿no estabamos hablando de un banco de carpinteria?. En realidad el banco es solo una excusa para hablar de Papa.
Un beso querido hermano..

Antonio Enrique -

La broma era:"... y lucía delgado Pérez."
El carpintero siempre estaba contento, haciendo bromas o ayudando a cualquiera. No conociste el Banco pero te voy a regalar una imagen donde aparece como templete escénico: el dueño, a la tardecita y después de la jornada, sentado sobre él y la chiquillería en el suelo y alrededor oyéndole abobada cómo contaba un cuento. Las historias, a veces, eran alargadas al máximo con injertos propios del cuentista pues su público no se contentaba con poco; él no tenía problemas para la invención, aspiraba de su cigarrillo, lo apoyaba en el Banco (había muchas quemaduras en su lomo), se daba algo de tiempo, nos daba emoción a nosotros y, seguía impertérrito con el añadido correspondiente.
La sesión nunca acababa a gusto de todos, siempre queríamos más y más.

Luci -

De vez en cuando entro en artevirgo y te releo. Ahora quiero comentarte que en un momento determinado de la lectura sentí envidia de todos los que han conocido el Banco. Todos hemos tenido experiencias parecidas pero no tan originales como las ocurridas en la carpintería y casa del protagonista de tu bonita historia.
Desde el recuerdo muchos besos, te sigo.

Enrique -

Realmente se llamaba Juan Ojeda, el Herrera fue heredado (eso es lo de menos). El carricoche consistía en una caja de tomates de los Betancores, dos ejes, ruedas adecuadas y una soguilla para girar el eje delantero. Lo que no era adecuado era la cantidad de familios que se subía de una sola vez; así, con ese peso
-por la inercia del desnivel del terreno-
cogía tanta fuga el vehículo que llegaba en un volío desde el Almacén de Los Picos hasta el citado tanque, sitio con algo de curva y, al no haber peraltaje en la carretera... vuelco, consuelo a los damnificados y, vuelta a empezar.
Lo del trompo (la porreta)está escrito en otro relato que, quién quita que se publique.
Las alcobitas, como daban poco trabajo, me acuerdo que estaban pintadas a dos colores y los roperillos tenían hasta patas.
Añadir que el banco era cómplice del carpintero, pues escondía en su interior (con candado por Navidad) tal virguería de juguetes artesanales.
Besos muchos, hermana.

Pepita -

Aclaración: quise decir "hasta el tanque de Juan Herrera".

Pepita (la hija del carpintero) -

Yo, al ser un poco más pequeña, soy del 52, mis recuerdos del banco y la carpintería están relacionados con los juguetes que mi padre nos hacía agudizando la imaginación ya que no habían otros medios y los reyes magos en aquella época llegaban a la Aldea con los camellos casi vacíos.
Ya quisiera la "condená" Barbie, que tiene de todo, tener una alcobita de madera decorada y pintada de color, de las que se hacían de aquella carpintería; pero lo más que recuerdo es cuando nos hizo unos zancos de madera, que casi nos matamos con ellos, y un carricoche que enfilábamos cuesta abajo y sin frenos hasta llegar al tanque de Juan Perera. Sin contar, que lo cuente Enrique, cuando le hizo un trompo,o mejor dicho, la madre del trompo, tan grande y hermoso que los chiquillos no querían jugar con él.
También recuerdo como el banco sirvió de improvisada mesa de cocina. Un día que mi madre estaba mala, mi padre quiso cocinar un pulpo y le dijeron que le diera unos golpes; mi padre, ni corto ni perezoso, le dio una tollina con el mazo de carpintero...pero comimos pulpo blandito, blandito.
¡Ah! se me olvidaba, nosotros éramos los que teníamos lo lápices mejor afilados del colegio, pues nos los afilaba mi padre con el formón.
Pepita, la hija del carpintero

Enrique G. -

Jose, en todas las casas había de esos arcones, ya no se usan casi nada. Me alegra saber que el de tu madre ha encontrado un empleo de los buenos porque el de trancar la comida por necesidad, estoy seguro, no le gustaría mucho.
En aquellos tiempos había mucha penuria. Mi padre cuenta que iba a coger higos con su abuela y que para que él ,estando subido en la higuera, no se comiera ninguno, ella no dejaba de exigirle y de decirle: "Silba Luis. Luisillo, silba que yo te oiga".
Memorias, besos y abrazos.

Enrique -

Paca, el banco ya decidió lo que quería.Soportará que lo desarmen de nuevo para viajar hasta el salón del unigénito varón del carpintero y allí, pulido y limpio, con todos sus fluses de maderamen brillando, aceptará de buen grado y agrado su nuuevo trabajo, servir de: comedido mueble bar, secreter de puertillas abiertas, biblioteca de libros escogidos y soporte de la tecnología cibernética que su dueño quiera cargarle encima. Así lo desea y así será (Dios mediante).
Memorias tantas, besos mil.

Jose G.G. -

En casa de mi madre no hay banco de carpintero, hay todavía un gran caja canaria en forma de arcón que se usa para guardar ropa. Era de mi abuela y creo que de mi bisabuela. Dice mi madre que lo usaban en aquellos años para trancar el gofio, los higos pasados, el queso, lasw manzanas y más cosas. Eran tantos en la casa que no quedaba otro remedio. Yo me acuerdo que cuando era chico y estaba sin usarlo me metía dentro para esconderme, olia a mil cosas mezcladas. Ahora huele a ropa de cama limpia y a bolas de olor.
Muy bonito y emocionente tu relato, me gustó mucho y estamos esperando mas. Un fuerte abrazo.

Paca Armas -

Se me ocurre pensar que quizá el banco tambiém pueda estar algún día en un ""museo importante, de los de nuestro pueblo , digo en La Aldea""; al igual que hay otras cosas que son también entrañables e importantes como el banco de Luis.Si así fuera ¿qué pensaría Luis cuando lo viera? seguro que él siempre pensó que a la familia le iba a pesar mucho y no sabe él , el partido que le estamos sacando. Saludos y sigamos a ver qué vamos a hacer con el banco.

Enrique García Valencia -

Hermana, al final, el banco estará a cuerpo de rey, ya lo verás. Se reparará y se adecentará totalmente, si acaso... dejaré las puertillas algo flojas para que, al descolocarse entreabiertas, siga sonriéndonos como siempre.

Los tangos silbados y cantados se corvertían, a veces, en canciones tarareadas por mor del dichoso e infausto "Mecanicos blanco sin filtro" atravesado en los labios del vocalista.
Besos mil.

Enrique Pancho Primo -

Primo,el marsupio del banco albergaba tanta fantasia y tantas posibilidades de uso que, mientras no tocaramos las herramientas vetadas, nos servía para muchas cosas. Para mí fue incluso poyo de física y química. Mi padre guardaba pinturas, anilinas, barnices, engrudo, disolventes... que daban mucho juego a la experimentación de laboratorio. Yo teñía, pintaba, mezclaba, precipitaba, experimentaba con texturas, construía pegando..., muchos sobresalientes de mis estudios salieron de allí.
Había normas que el carpintero imponía por el bien del banco y de nosotros; al final tú recogías,limpiabas y colocabas, él supervisaba y... tan contentos.
Memorias para todos: para ti, para tu descendencia, para tu "costilla" y para tu cadera.

digna garcia valencia -

El banco forma parte de nosotros como tantas otras cosas.
Pienso que tenemos que darle gracias a la vida por tenerle a él y a papá todo el día en casa. sobre todo en verano que era cuando teniamos vacaciones.
Todavia cuando paso por delante de alguna carpinteria, de las pocas que queda, el olor a serrin me transporta.
Y de una cosa estoy segura, nuestro banco es único como tambien lo era papa silbando tangos.A raiz de este relato salio a colacion mi eterna preocupacion inconfesada y es ¿que sera de nuestro banco el dia de mañana?...pero el autor del este cuento ya me tranquilizó.

Pancho (el Chico) -

La verdad es que de él en Miller Bajo apenas me acuerdo, salvo que en el verano del 73 (recuperaba yo en la Academia Buenos Aires, mientras Orlando hacía por nacer) me echó una mano prensando en repetidas ocasiones la muy rebelde suela de unas tan queridas como castigadas botas (Julio y Agosto en Las Palmas con semejante prenda; cuan guapo, pienso ahora, que debía encontrarme calzado con ellas).
Todo lo contrario que en San José, donde por edad fue para mi más un taller de juguetero (Mary Luz, haz que te miren eso, porque el garaje era verde) y particular País de las Maravillas, en cuyo interior habitaban tan fantásticos personajes como La Zorra y El Cuervo, La Jauría y La Liebre, Tito y su Burrito, Flippity y Flop, El Conejo de la Suerte, Elmer, Porky, Greñas, ... y no sigo.
Bien aciertas con lo de la complementariedad de los recuerdos a golpe de comentario: ahora recuerdo la casa de San José (singular donde las haya) y ver amanecer desde su azotea, casi desde donde mismo se encontraba el banco de Pancho.

Enrique -

Luis cantaba tangos de arrabal y, cuando se olvidaba del enrevesado lunfardo de sus letras, los silbaba entre martilleo y cepillado. Creo que al banco le gustaba tanto como a nosotros verlo siempre de tan buen talante.
El banco y las garepas de su alrededor fueron también echadero de perros que encontraban esas virutas bastante aparentes para sestear, hablo de: Greña, Mustafá, Gregorio, Kinda...
Besos, uno especial para Sibel.

Silvia Correa García -

El banco en silencio sigue oyendo los cantares y silbidos de Luis, tiene tantos recuerdos que es un gran tesoro para nosotros.
Me acuerdo que mi hermana y yo jubabamos muchisimo a su alrededor mientras Luis nos arreglaba alguna muñeca descabezada..........y con tu perra Kinda que se escondia en medio de tanta madera y tarros con tachas.

Enrique Valencia Vega -

Vega es el segundo apellido de mastro Luis el carpintero ,mi abuela se llamaba María Vega y procedía de Juncalillo. En su ajuar doméstico había algunos taburetes rústicos de sus primeros años de matrimonio, uno de ellos hemos heredado nosotros a través de mi padre que le tenía apego. Esa tecla cariñosa hacia elementos materiales, a esos talismanes familiares, siempre me ha llamado la atención. Yo, como cáncer que soy, me despido de ellos si, por algún motivo, tengo que apartarlos o cambiarlos por deterioro, les doy las gracias por los servicios prestados y... hasta les deseo buena suerte para su nueva etapa.
Memorias mil y un beso grande, Carola Caracola Carolina.

Carola -

Ese homenaje a tu padre, Enrique, es precioso y me trajina en la memoria, además hoy vigente, la banqueta de tres patas que está en mi casa de la Aldea.
Llegó a casa de la mano de mi hermana Antonia hace más de tres decadas. En ella se sentaron otras generaciones para ordeñar vacas, cabras..hasta pa echarse un carajillo, alguien que yo me sé. Hoy día sigue viva saboreando las posaderas con y sin reboso de los que llegan a casa y soportando algún que otro tufillo escapado. Allí está en medio del pasillo, lleva una eternidad mirandonos sin queja alguna, la casa casa cambia, pero ella sigue igual con sus tres patas y nosotros nos seguimos peleando a ver quién llega antes para sentarnos y tomar el café cada tarde. Y a veces pienso: "si hablara" tendría qué decir.
Un beso pa ti y pa el maestro Luis.

Enrique García -

Querida Olga, la máquina de mi casa es una Alfa también entrada en años, así que nos ha venido acompañando y mudándose con nosotros casi toda una vida. Su penúltimo servicio fue el de servirle a mi madre de aparato de ejercicios para la recuperación de sus rodillas operadas. A diferencia del banco de carpintero, yo encuentro a Alfa como más recatada e introvertida, quizá sea por mi poca relación con ella por motivo de roles, no por otra cosa, ya que con mis hermanas y mi madre "pega la hebra" y no acaba. Ocupa ahora lugar destacado en mi antigua habitación cerca de la ventana para tener mejor visión de las esporádicas labores de costura. Añadir que, si tu Singer canta, ésta más bien tararea de corrido todas las canciones que se sabe.
Un beso grande y memorias para todos.

Olga Vega -

Hoy que tenía un rato libre bajé y vi tu historia. En la casa de mi madre no se tira nada así que imagina la cantidad de cosas que nos han acompañado toda la vida. Tenemos todavia funcionando una maquina de coser Singer de las primeras que vinieron con la madera medio podrida de tanto potingue que le hemos puesto. Esta tambien canta cuando está alegre y bien engrasada.
Lo del banco de carpintero está muy bonito y te hace recordar otras cosas. Un beso con mucho cariño.

Enrique García -

Marisa del 49, me alegran tus comentarios de los escritillos y tu recibimiento de los mismos, eso me anima a seguir emborronando cuartillas para ver si cuaja algo de mediana calidad.
Mi padre en La Aldea siempre fue "Luisito el carpintero", aquí ,en la capital, ganó status pues los compañeros le llamaban "Mastro Luis" y, cuando desaparecieron las jardineras guaguas de madera se "reciclo" en cobrador, pasando a ser: Mastro Luis el 314.
Memorias para todos, un beso.

Enrique -

Me alegra Tere que el escrito te haya destapado tus propios recuerdos, tú sabes muy bien que, en aquellos tiempos, los carpinteros no ganaban como los de hoy en día, así que, además de la madera, los nuestros tenían que trabajarse otras cosillas más, léase: tomateros, pintura, turnos de cobrador, vigilancia...
Un saludo, memorias, XXX

Enrique -

Benjamín,las hermanas Fresa, Cala y Lija forman un trío de rubias cantantes parecido a aquél argentino que acompañó a Julio Iglesia(tocayo de tu padre) durante mucho tiempo.
La sonrisa del banco ES real, en cuanto una de las puertillas se abre descolocada... ya sabemos que está contento por algo (te lo podríamos jurar todos nosotros que, lo conocemos bien).
Memorias a tu jarquilla y ... ya nos veremos.

Benjamín -

Sabes que siempre me quedo con una frase o dos. Esta vez es la de "su media sonrisa de puertillas abiertas" y la de las trillizas Dora. Muy bonito el relato como siempre. Tu sabes que mi padre fue medio carpintero ebanista en Vegueta, el relato me suena mucho.
Recuerdos de la tropa, dejate ver que estás desaparecido.

Mª Luisa Quintana (generación del 49) -

Amigo Enrique, yo no tuve la suerte de conocer la carpintería de tu padre pero sí la de "mastro" Tomás.Cuando yo salía de la escuela de doña Sara siempre me quedaba mirando hacía adentro como Mastro Tomás como decían nuestros antepasados,serruchaba ó le pasaba el cepillo a los muebles que hacía.Fuertes trabajos pasaban los pobres para ganarse la comida de toda la familia apoyados por lo que recogían de las fincas.También recuerdo las guaguas apestosas de madera de Las Palmas de Gran Canaria.Nosotros los viajeros le gritabamos al chofer: páreme en Lugo y el chófer como era buena gente me paraba aunque no fuera la parada.Se paraban tropecientas veces antes de llegar a la parada.Sigue escribiendo en esta página ya que tus relatos son siempre muy bien recibidos.
Un saludo para tí y para toda tu familia.

TERE AMELIA DEL 49 -

HE LEIDO Y HE DISFRUTADO COMO SIEMPRE CON TUS RELATOS .QUE A LA VEZ ,ME SON FAMILIARES,SABES QUE PROCEDO DE UNA SAGA DE CARPINTEROS .
TANTO PATERNA COMO MATERNA.
Y ME HUELE LA MADERA Y ME SUENAN LAS HERRAMIENTAS.TAMBIEN ME RECUERDAS AL PILAR DE TU CASA ,Y AL PILAR DE LA MIA.
ESPERO QUE DE VEZ ENCUANDO NOS DELEITES CON ESOS RECUERDOS ENTRAÑABLES.XXX

Enrique Amigo Saavedra-Molina -

El banco en sí es ya un homenaje a la pervivencia de las "cosas" dignas de conservar porque, por mucho que cambien las modas y los modos, siempre estarán ahí debido a su valía.
La ferocidad de la llamada "vida moderna" llega a ser tan cruel que, a veces, vemos desechar, no sólo trastos y atarecos en uso, sino actitudes y sentimientos que siempre han sido un tesoro para quien los ha sabido valorar.
Gracias por conectar, amigo Pepe.

José Saavedra Molina -

Precioso relato, como siempre sueles hacer, Enrique.
Y, lindo también el homenaje que, a través de su banco de carpintero, le haces a tu querido padre.
Tienes el don de retrotransportarnos a esos recuerdos de nuestra infancia que tan profunda huella han dejado en nosotros. Como siempre, muchísimas gracias Enrique por compartir todo eso con los demás. Y, NUNCA LAS MAÑAS PIERDAS. Un abrazo.

Enrique el de Luis García, el de Panchito el del Sindicato -

Fue un buen año el susodicho cuarenta y nueve, él y su generación (toda).
En el banco y con su cooperación se gestaron, entre otras cosas: banquillos como el tuyo, banquillos para ordeñar, banquillos para ir a la escuela si no había plaza, banquillos para las bordadoras y costureras de ca'Paquita Alemán, banquillos para poner las piernas, banquillos de betunero, banquillos tipo escabel de adorno, banquillos para un zapatero, banquillos para la iglesia...
!Mucho banquillo y... pocas perras para el banco!
Besos mil Paquita.

Enrique el de La Aldea -

Querida Gloria,la metáfora de la Utilidad de nuestros mayores que humildemente encarna nuestro amigo banco está ahí para ser valorada. El relato tiene(sin proponérmelo) varias lecturas; ésa es la que engloba las de tipo anecdótico doméstico que dan cuerpo al trabajillo.
Gracias por tus comentarios,besos tantos y memorias más.

Enrique Primo -

Lo bueno de los comentarios, Mary Luz, es que complementan los recuerdos de unos y de otros (ya lo hemos dicho otras veces). El garaje de tus hermanos, su construcción, secreteo de la labor y escondite del mismo, hasta la llegada del momento adecuado, es uno de los recuerdos que están aflorando ahora mismito según pulso las teclas del bicharango este. Hubo otros lances similares con casitas, carritos y hasta alcobitas para Reyes.

Estoy en La Naval celebrando la fiesta de la Virgen de La Luz, felicidades si es que te toca algo y... besosmemorias.com

Paca Armas -

Ahora estamos valorando que tú hablas del" Banco de Luis".Es hermoso , a mí me llega. Yo también tengo algo de Él.Tengo en casa un banquillo chiquito que me regalaron y que se hizo ahi, en el susodicho armatoste y con las mismas herramientas.Me gusta mucho y me ha servido de gran utilidad porque yo soy chiquitilla y no alcanzo a "algunas cosas".Lo conservo y lo cuido mucho y doy gracias a Luis y a la generación del 49 por él. Gracias

Gloria Bertrana -

¡Si ese banco de carpintero pudiese hablar, cuántas anécdotas y experiencias de vida contaría! Pero...aun así, no pudiendo hacerlo, te tiene a ti para ello, como hacen los buenos amigos.

Precioso relato, Enrique. Gracias por compartirlo.

PD: Seguro que estará contento de seguir siendo "útil" después de tanto tiempo. Ojalá nuestros mayores y nosotros mismos llegado el momento, tuvieramos también esa sensación siempre.
Un besote.

Mary Luz -

Yo conocí a tu viejo amigo. Huele, me huele a madera .Se encontraba en la faceta de estantería de los cómic, creo que de Porky; nunca olvidando su buen hacer de carpintero.
Tu amigo y tu padre, Luis, dieron vida a muchos de nuestros juguetes; recuerdo aquel garaje de color azul que muchos coches de mis hermanos cobijo.
Creo que hoy es un día especial, va por ellos una oración.
Un gran beso para ti.

COLOFÓN A MODO DE INTROITO -

Ahora está, al canto atrás del patio de la Casa, con sus recias espaldas apoyadas en la pared del final de la estancia. Sus ojillos medio abiertos vigilan los movimientos del lugar, no dejando pasar por alto nada en su renovada labor de testigo privilegiado de ese sitio. Una serie de hules protectores (a él no le gustan mucho esas machangadas) lo cubren preservando su todavía recio lomo polivalente y, plantado en sus cuatro macizas patas de riga, otea las idas y venidas de todos, desde el deambular doméstico de la esposa del carpintero hasta las esporádicas visitas de las biznietas de la susodicha señora: Andrea, Alexandra y Sibel (los penúltimos familios de la saga familiar y las tataranietas de él por derecho propio).
Se sabe útil -se le nota en la media sonrisa de sus puertillas entreabiertas-, sostiene el hornillo de gas de las urgencias de Demetria, mantiene el "baúl de sastre" que es el caos organizativo de la dueña, sirve de apoyo en la zona del tendedero, alberga todavía herramientas y utillaje vario, coopera con las esporádicas acciones de carpintería, orea en su costillar diversas prendas de ropa y... llena el lugar con su plácida presencia protectora: es el banco de siempre, un entrañable legado de Luis. Es, en definitiva, nuestro fuerte, querido y viejo amigo de toda una vida.