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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

(...) el Verbo se hizo MADRES y habitó entre nosotros

(...)  el  Verbo  se  hizo  MADRES  y  habitó  entre  nosotros

 

Este pequeño trabajillo -lleno de muchos recuerdos, bastante entusiasmo y poquito más- surge espontáneamente desde un vano intento: el de reflejar fielmente todas las desaforadas traquinas que cogían, todos los trapicheos que se tenían y todo el salpafuera que se les formaba a las madres de mi época cuando llegaba la temporada previa a las primeras comuniones.

 

Lo de vano intento es porque, sin datos fehacientes de protagonista principal, por mucho que quisiera estar y entrar en el meollo interno de las actividades en cuestión, sólo soy capaz reflejar las manifestaciones externas de aquel tejemaneje que a las mamás -en forma de jiribilla del tipo urticaria exantemática- les entraba periódica e intermitentemente ya desde los meses anteriores a mayo, obrando por ese motivo en ellas una especie de sinvivir que no zafaba, en la gran mayoría de los casos, hasta que -después de la magna ceremonia religiosa y de toda la pompa social inherente- el respetable cúmulo de drogas, contraprestaciones y compromisos adquiridos quedaban debidamente saldados.

 

El relato de esa rebambaramba es la que me empeño en hilvanar aquí comenzando con el rehilado, pespunteado, embastado y demás lances de aguja y dedal ejercidos en la tela ya cortada de mi flamante atuendo que aquella sacra ocasión parecía requerir.

 

El terno de gala para conmemorar mi primera eucaristía (además de otros estrenos para los familiares próximos) fue realizado en la vertiente artesanal por mi madre y mi tía Carmen, las cuales fueron dirigidas y supervisadas por Tanilita Medina (la mujer de Santiago el Herrero), una señora diplomada en corte y confección, no sé si por el Sistema Amador, que, además de armar en su taller bellos vestidos de mujer de los que venían en los figurines de moda, cortaba y cosía ropa de hombre con muy buen estilo y magnífica hechura.

 

Mi traje de caballero, primorosa labor de tres piezas, fue pagado en parte por los dos personajes de mi parentela citados anteriormente, que se avinieron a echar una mano como oficialas en aquel salón de costura tan concurrido. Además, como especie de redondeo y para apoquinar por el estipendio de los otros fluses, Luisito el Carpintero (mi padre), que por aquel entonces ejercía el oficio con dedicación exclusiva, limpió, raspó, aceitó, empastó, repasó y pintó las numerosas puertas del edificio de la modista que -para más inri sobre él- eran grandes, con resaltes, postigos, robustos batientes, dos enormes hojas por unidad, botaguas inferiores, recovecos miles y... demasiadas para un cuerpo con sólo dos manos.

 

Ni qué decir tiene que el pobre pintor acabó baldaíto de la cintura y a pique de irse con la boca sucia al Infierno de cabeza por mor de todas las pétimas que -masculladas entre dientes y formuladas a golpe de brochazo- le echó a los portones aquellos tan malengarbiados y ruines de trabajar.

 

 

"(...) Y EL VERBO SE HIZO MADRES"

 

Fue y vino, salió, entró, sopesó, aquelló, cortó, midió, hilvanó, cosió... Pasó noches de vigilia en las cálidas horas del mes de mayo; pero, al fin consiguió lo que ella quería.

 

Subió y bajó, compró, empeñó, pidió, pagó, cifró, gimió lloró, logró... Pasó días de frenético hacer y, allá por San Isidro descansó; pero, al fin había alcanzado lo que ella quería.

 

Limpió y calentó los yerrillos, roció, estiró, almidonó planchó, sudó, repasó... Pasó la víspera de Corpus Christi como un flan de Tamatina; pero, al fin tuvo todo dispuesto como ella quería.

 

Escarbó y cacareó, raspó, restregó, sobajió, bañó, estofó, arregló, apolisó, perfumó... Pasó la mañana como quien tiene azogue en el cuerpo y, ya cerca del toque "a dejar" salió; pero, al fin con lo que ella quería.

 

Más ancha que cumplía, fue y entró a misa mayor, rezó, miró, comparó, comulgó, entronó, paseó, retrató, visiteó... Pasó momentos de orgullo contenido y, ya pasadísimo el mediodía chillaban sus callos; pero, al fin entró en su casa rendida, como toda ella quería.

 

Sirvió y apenas comió, bebió,refañó, contentó,regaló, sonrió, colocó, repartió, ordenó... Pasó el resto del día como en una nube y, ya entrada la calurosa noche del mes de junio, se botó en la cama; por fin había conseguido lo que ella quería.

 

Con los párpados entreabiertos, se engruño, se estiró, giró, volteó, se ladeó, se revolvió, maquinó cómo finiquitar algunos pagos, se oyó pensar en lo bien que le quedaron las puertas a Tanilita, contó mentalmente los recordatorios que sobraron, bostezó, rezó, rejertió con las sábanas, se tapó, se destapó...

Pasó en duermevela hasta la madrugada y, llegando ya las claras de aquel viernes que amanecía -después de muchas vueltas- cogió al fin la postura debida.

Suspiró aliviada ya de tanta tensión, fechó satisfecha los ojos enrojecidos, se hizo un ovillo enroscada como un lirón y... se quedó profundamente dormida como ella quería.

 

 

 

Enrique García Valencia, La Aldea, primavera de 2010

 

 

 

 

P.D. A la memoria de Carmen y Josefa Valencia Montesdeoca (para mi fortuna, dos de mis tres madres) y, al nombrarlas a ellas, para todas las mujeres que -sin haber gestado nunca ningún familio- ejercen como tales mamás haciéndolo igual de bien, con similar dedicación y con el mismo celo que lo desempeñan las propias progenitoras biológicas.

 

IMAGEN TOMADA DE: http://blogdelosimposibles.wordpress.com/2009/05/03/feliz-dia-de-la-madre/

 

24 comentarios

Enrique -

Julián, un siglo de estos, cuando nos volvamos a ver, te dejo el teléfono de las muchachas para que las puedas llamar.

Yo paro más por aquí ahora, y por el cyber de vez en cuando. Me gustó hablar contigo. Nos veremos.

Julián Valencia -

enrique me gustaria saludar a fabiola y maria hilda gracias por el ratito de ayer en el locutorio

Enrique -

Ay, Pepito, yo también me tuve que vestir dos veces. La primera vez, no sé por que diablos, las fotos no salieron y las que revelaron estaban mal. Así que, me vi de nuevo en pleno agosto sudando la gota gorda dejándome poner el cuello duro y el lazo para la foto.

A partir de ahí, ya no me preocupé más por ir al Cielo o al Infierno, había acumulado tantas (y tontas) indulgencias plenarias que , aún hoy, con mis cincuenta y dos años, me permito ser un bergante por que sé que iré a la Gloria Eterna por tanto que me hicieron sufrir en base a una lucida (que no lúcida) Primera Comunión.

Un abrazo GRANDE, Pepito. Nos veremos ambos, dentro de cien años, en el Paraíso con lustrosas túnicas de santos HECHAS A LA MEDIDA.

Pepe Valencia -

De mi Primera Comunión, tengo un bello recuerdo, que después, al crecer, y ser más observador, se me tornó un poco subrrealista y a la vez cómico. Te cuento: Como todos los niños de la época, llenos de ilusión ese día, queríamos hacernos la correspondiente foto para el recuerdo. Ni que decir tiene que como es natural estábamos a la despensa de los mayores, y con el ajetreo y las prisas por ver a los familiares para ver si se dejaban caer con algunas perrillas, nos fuimos rápidamente a Las Marciegas a ver a mi abuelo el indiano y mi abuela María Dolores. A la vuelta, ya habían desaparecido de la plaza el par de fotógrafos de la época. Así que nos fuimos a casita entre sollozos por no hacerme la foto y entre las promesas de mi madre de que al año siguiente me la haría con mi hermana Antonia, como así sucedió cumplidamente. El motivo satírico-subrrealista, es que cuando pasaron los años y me dió y nos dá por hojear las fotos de nuestros recuerdos, me encuentro con que las ansiadas fotos de aquel evento, me dá sentimiento, pues el traje tan elegante confeccionado por mi madre y mi abuela Francisca, ya me quedaba corto de todo por el espigueo que había dado. De todas maneras, eso es historia verdadera con buenos sentimientos que es lo que perdura.

Tío -

Y llegó tu tío y recordó, contó, midió, sopesó, admiró, envidió, enseñó, presumió y atesoró todos y cada uno de los nidos de aquellos panales de aquellas pecheras-canesús tan lindos que, tan guapas ellas, llevaban mis primeras "primeras" sobrinas en su parafernalio día de una de sus mayores fiestas familiares (y también de las religiosas).

Un beso Grande, GRANDE.

Virginia tierra virgen arroba @39 -

Cuántas veces he visto el album de las fotos en blanco y negro de la familia. Una foto para cada uno de mis tíos y mi madre... también hay fotos de niños que no recordamos quiénes son... Y llegó el Kodak color y el nido de abeja aprendido por mi madre en las largas tardes de la península. Mi primera comunión, en Úbeda, marcada con aires de cambio pero en un contexto "Cuéntame total". Después vinieron las de mis primas llenas de color, de cajitas redondas de bombones Quality Street y nancys vestidas ídem. Las estampitas y el minifestejo... simplemente bonitos recuerdos.

Enrique -

Querida amiga Luci, me alegra y gusta que te haya gustado el escrito.

El ritmo de la narración es tan frenético como el frenesí que le entraba a las nuestras por aquellos meses anteriores al evento.

Un beso GRANDE.

Enrique -

Querido Benjamín y tribu, muchos memorias les mando desde La Aldea de mis entretelas y entretenimientos.

Vete sacando las fotos de donde las tengas escondidas para echarles un vistacillo rápido (entre carcajada y carcajada) cuando tu madre no nos vea ni oiga.

Saludos y Salú!

Luci Delgado -

Hace tiempo que entraba a los comentarios.Este de la madres y las comuniones merece que pase tecleando un ratito. Cada vez que lo releeo me imagino los sudores de mi madre y de mi abuela para conseguir lo que tu madre quería, Me gustó mucho el ritmo que le das a la narración.
Un beso, gracias por deleitarnos con tus escritos.

Enrique kak2009 -

Estimada amiga Yaiza 152000 Quintana y Hernández, sí que me acuerdo (con envidia mercantilista) de la limosnera que llevaban los trajes de las niñas colgando de la cintura, las cuales limosneras acababan al final de la jornada de visiteo estibadas de monedas de cinco pesetas de plata y de duros de papel resobado (¡qué iban a importarnos a nosotros los callos que no teníamos y las bolsas que nos hacían los zapatos nuevos!).

Un beso para ti, coetánea amiga. Memorias para todos los de tu familia.

Enrique -

Fabiola querida, los trajines de tu Primera Comunión serían igual que los míos, pero con la variante que conllevaba tiempos y lugares muy distintos y distantes a los de mi propia eucaristía: barrio de San José de hace más de cuarenta años.

Los trapicheos de nuestras madres: pidiendo, cifrando, empeñando, maquinando, comprando, subiendo, bajando (aquella Barranquera Ancha), gimiendo, logrando..., fue tal cual a la acaecida en La Aldea de 1966, de eso estoy totalmente seguro aunque no tenga los datos fehacientes de la protagonista principal del salpafuera: MAMÁ.

Un beso GRANDE, hermana.

Benjamín -

Amigo Enrique hace bastante tiempo que no nos vemos y mucho más que hicimos la comunión primera.
Mi trajito de fiesta era militar con cordones hombreras y botones dorados, cada vez que veo las fotos me da un sofoco como los de la andropausia que dicen por ahí que sufren los hombres.
Los trabajitos de las madres y de los padres los comprendemos ahora que nosotros también lo somos. Antes era todo exigir y exigir sin reparar en los sacrificioa que costaban las cosas.
Un abarazo y muchos recuerdos de a tribu.

Mª Luisa Quintana Hdez -

Perdona Enrique.Soy la autora del comentario anterior.No me di cuenta y firmé con mi nick

yaiza152000 -

Hola amigo Enrique, como siempreleo con mucha emoción y cariño tus alegres escritos.El recuerdo de mi primera comunión es muy entrañable.Mi traje con alforjas y bolsillo incluido lo hizo mi madre ayudada por su cuñada Luisita la mujer de mi tio Abel.Luisita decía que mas que una niña de comunión parecía una novia por lo alta y delgada que era.lo peor que llevaba era lo del ayuno ya que desde la cenano había comido nada.No te digo nada lo del peinado.Me levantaron desde las siete de la mañana para lavarme el pelo , secármelo y hacerme los dichosos tirabuzones.Después quedaba lo peor de todo que era ir casa por casa de los familiares y amigos para regalarle el recordatorio y eso conllevaba el que nos dieran unos durillos que nos alegrabnan el alma.También recuerdo que años mas tarde la hizo mi hermano Octavio con un traje de militar con galones y todo.Parecía el ministro del ejercito de tierra.Un saludo para tí, para tu madre y para toda tu familia

FABIOLA GARCIA VALENCIA -

POR SUPUESTO TU PRIMERA COMUNION NO LA PUEDO RECORDAR PORQUE NO LA VIVI, PERO LA MIA CON LAS MISMAS PROTAGONISTAS TIENE EL DETALLE ENTRAÑABLE DE TENERLAS A ELLAS COMO PARTICIPES DE LA MISMA( me refiero a esas tres MADRES tuyas y por supuesto mias tambien). Mi primera comunion no llevÒ consigo ese trajin hacedor familiar, pero si esa reunion entorno al acontecimiento.Carmen fuè la que vino desde la Aldea ,pues las dos no podian dejar la casa sola.Un saludo de hermana.

Enrique Saavedra Molina -

Querido Pepe, todo lo que tú cuentas en el comentario sucedía aquí también, hay cosas que no puse porque había que aligerar el ritmo del escrito, pero cuando digo que "LE CHILLABAN LOS CALLOS" era porque el visiteo a que nos sometían acababa irremediablemente así.

Lo del ayuno fue lo que más trabajo me costó, nos metían tanto miedo con la ortodoxia de los rituales y ritos que no nos atrevíamos a romper tanta norma tonta e innecesaria(como ha demostrado más tarde la politica de la Santa (sata) Madre Iglesia cambiando lo que le conviene en cada momento. Amén).

Gracias por tus comentarios y tu deferencia hacia mí, ya sabes que el cariño, además de mutuo, crece cuando se reparte.

Memorias tantas, un abrazo aldeano GRANDÍSIMO.

Enrique -

Papito, hermano, qué vaina aquella la de los estrenos de la Primera Comunión.

En aquel tiempo yo era bueno y modosito, sólo al juntarme con ustedes he ido cogiendo cola de diablo (cuernos no, por favor).

Memorias para todos, en especial para tu querida costilla e hija. Besos.

Enrique -

Olga, las traquinas que se cogían las madres son universales como tú dices; las de hoy en día difieren en la forma, pero no el el fondo (seguro, yo no estoy al tanto).

Un beso para toda la pandilla y otro especial para ti.

Enrique -

Querida Gloria, me acuerdo al dedillo de un montón de cosas relativas a la niñez y... se me olvidan tontamente sucesos de la semana pasada. En fin, qué le vamos a hacer.

Es verdad que todos los trajines de las primeras comuniones se vivían de otra manera, se implicaba la familia y lo vivía todo el mundo en la medida de cada cual.

Un beso GRANDE desde La Aldea.

José Saavedra Molina -

Mi muy querido y más que amigo, HERMANO, Enrique. Aunque me repita en mi comentario, no puedo pasar de decirte lo profundo, tierno y hermoso que me ha parecido, como no podía ser menos, habiendo salido de tu tan bien cuidado estilo y memoria.
No sé si también era costumbre de esa época ahí en La Aldea,como aquí en Gáldar, la de, después de las celebraciones, pasarse la tarde visitando a todos los amigos y familiares para "llevarles un recordatorio", acción que a los chicos y chicas de nuestra época, nos llenaba de regocijo,(aunque nos salieran ampollas en los pies), puesto que esos familiares y amigos visitados, nos regalaban una pequeña aportación económica. Esos eran nuestros regalos en ese día "tan señalado". He sacado a relucir ésto puesto que, al cansancio de todos los preparativos previos, había luego que añadir aquellas grandes caminatas de casa en casa, (en esa época casi nadie poseía un coche para realizar esos traslados).
Por eso, Enrique, y por todo los desvelos de nuestras madres y padres por nosotros, NO SE MERECEN MENOS QUE TENERLOS EN UN ALTAR. Transmítele ésto último, por favor, a Demetria de mi parte. Y por supuesto que también tengo presente a Luisito y a mis dos progenitores ya desaparecidos.
Eso sólo en su presencia física, pero NUNCA de nuestra memoria.
Y para tí, que siempre nos deleitas con tan lindos escritos mi más admirado reconocimiento y mi deseo de que la Vida te colme aún más, si fuera posible, de todo lo mejor y más sublime que te mereces. Un abrazo.
P.D.- Aquí en Gáldar, como en esa época había que guardar ayuno desde la noche anterior y la ceremonia solía celebrarse sobre las once de la mañana, a su término, la parroquia nos daba, a todos los niños y niñas, un desayuno-chocolatada en la mismísima plaza de Santiago, rodeados de todos los familiares, amigos y allegados. Yo aún guardo algunas fotos del momento (en blanco y negro, por supuesto).

Papito Reyes -

Hola hermano, el niño de la primera comunión con su madre al lado sería bueno de verlo en vivo. No me imagino a un diablo como tu eres en esos andurriales de celebraciones que a ti tam poco te gustan. No te gusta ni ponerte para las fotos.
Tu padre el pobre fue a la fiesta con la cintura hecha polvo, seguro seguro que tambien estaba contento.

Olga -

Estamos tomando café en el cyber Paco y yo mientras le echamos un vistazo a l escrito, gracias por avisarnos.
Eel trabajo esta delicioso y la foto increible, ya sabes como soy yo ara las imagenes visuales. Los trajines de tu madre son universales, te lo digo yo. Un beso grande desde Alvareda.

Gloria Bertrana -

Enrique, me ha encantado ese estilo literario que has usado, entremezclando una secuencia de verbos en pasado que le han dado mucho movimiento a la narración. Pero fíjate que a pesar de todas las acciones que tu madre hizo (y que fueron muchas) yo sólo me imaginaba al pobre Luisito el carpintero trabajando como un negro en todas esas puertas jornada tras jornada, jejejeje.

Hoy en día, las madres y padres queremos exactamente igual (muchísimo) a nuestros hijos, pero la preparación de la comunión se vive inexorablemente de otra manera. Quiero decir que se tira más de “talonario” y menos de “tanta unión familiar para conseguir un objetivo”. No sé si nuestros hijos recordarán como tú todos esos quehaceres, labores y faenas materno-paternales encaminados a lograr que ese día su niño fuera guapísimo a recibir la Comunión. Ojalá sea así porque me parece muy bonito que aun te acuerdes con tanto detalle de toda la barahúnda que se armó.
Un abrazo para ti y otro para la protagonista de la historia, de mi parte.

Enrique el de Demetria -

Dice la madre que me parió que también le pagaron a la modista con un gallo adulto, pero segundón.

Tenía la familia dos en el gallinero y el del regalo, como no ostentaba mando sobre las gallinas y no podía desplazar al otro animal a la hora de engaliarse sobre las componentes del harén, fue elegido para amortizar la deuda contraída.

El infeliz del gallo acabó pagando el pato.