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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

ALBADA

ALBADA Tu perfil en la penumbra
crece como estela.
Permanece su compás de tamiz
en la ceremonia de siluetas,
de aristas y de sedas.
Un silencio húmedo
se te desliza entre los dedos,
cualquier palabra se apaga,
cualquier brillo
gira y se esconde
para que tú no lo digas.

Así, tendida, se renueva en ti el laurel
y recuerdas el olor
de frutas que duermen.
Así parece que no has penado nunca,
que respiras una danza
feliz de naranja en verano.

Cuando amanezca te volveré a besar,
volveré sólo para besarte,
aunque de tanta luz
los labios me llenes,
aunque en la voz
te redoblen los nombres y las cosas.

Consentiré, por besarte,
las telas, no importa
si pierdo mañana sombras o lomas.

Ahora no quiero perturbar
tu borde acompasado
con las auroras en el deseo del lino.
No podría ser que al alba
siguiera tu piel envuelta en ondas,
sino que terminaras
de ungirte en mi asombro.

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