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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

POEMAS

ALLÁ

ALLÁ

 

Donde mi sonido te engendra,
donde ya no es bruma
y me serpea como agua
y me devuelve
hasta allá, hasta tu sal,
tan náufrago de la resaca de tu sal.

En el solar luminoso
me quedarás respirando
como late la arena,
como besa el salitre
los ojos horizonte tendidos,
como el rubor abrasa
las conchas y la espera.

Allá estarás, aunque no
te lleve mi son mordido.
Allá estabas y no quise
libarte ni en mi voz.

Y este amor de palabra
palpitante, que sacude
mis labios solos,
nunca te nombrará.
Siempre allá,
adentro,
quedarás a salvo,
libre tu verdad
del tiempo y su letal
caricia.

SEPTIEMBRE

 


 

 

Ha de volver un septiembre

de luz salobre, siempre rompiente.


Entre azules y blancos

de nuestro septiembre

iremos a divisar

los orgasmos de la lava,

sin atender a los cangrejos que bullen

entre caracolas.


Aunque ningún sol es bastante,

aunque ninguno repetirá el prodigio,

un septiembre habrá de ser.


Ha de volver un septiembre

de luz devota, silente.

Por nosotros tendrá un incienso

y en ese tiempo

transitaremos desorientados

entre rituales.


Aunque ningún dios sea bastante,

aunque ninguno repetirá el milagro,

un septiembre habrá de ser.


En un tiempo nuevo

alzaremos el templo

de nuestro océano,

inundando las salinas

de los ojos reunidos.


Tempestades de cristales,

rayos de sal, calor bajo las plantas,

círculos templados por la sangre,

rocas y arenas confiadas

a nuestro abandono.

MAYO



Basta un mayo roto
por el tallo, un ramo
de palabras solícitas,
ecos de las frutas aireadas.
Mirar los celajes intensos,
como siempre que las horas
escarban y encuentran.

Del cielo las alturas,
de mi fluir los vértigos.

Luego todo mayo es un pasaje,
un paso que cimbrea
y turba los empeños.

¿Cómo olvidar lo podrido,
cómo evitar el lento aleteo
del tedio?
¿Puede este cielo oscurecer
tanto haz de escombros?
¿Pueden tantos ojos heridos
transitar entre vistas
y perfumes gratos?

Es de infames
practicar la orfebrería
aburrida de la ceguera,
y no es preciso un mayo
que derrame sus jugos
entre el asombro y el espanto.

Osado mayo, que pretendes
aromas y vuelos de insecto,
esconde tus preciados
delirios, deja de pintarme
banderas en las pestañas,
que no veo lo que miro
y no existo lo que me vivo.

No emergen los poros
de las márgenes alegres
ni de las veladuras.

Qué solo quedas en este agrio himen...

LOS DÍAS

 

 

 

Tu che dentro mi vedi, e’l mio mal senti
e sola pur finir tanto dolore,
con la tua ombra acqueta i miei lamenti...

Francesco Petrarca

Que quede para los días exactos la palabra ampulosa y sometida. Nada en unos oídos es así de extremo, cada son pertenece a una breve navegación hacia el territorio que pisan. Tengo que ir hacia esas caderas derretidas, aunque me espere una alfombra temible, aunque no adolezca de esfuerzos lunares. Que eso siempre se ve venir llegando desde las pestañas hasta el vuelo diáfano de los papeles rotos.

Precisamente las hojas no son espacio para el trémolo y no me importa que el musgo deje de contemplarme, sobre todo cuando reciba cada día los espejos que me regalan. En ese momento podré sentir más que nunca las virtudes de cada ángulo, la fresca violencia que encerraron los pensamientos lejos del coto del sentido común. Y si algunos brazos estiran su quehacer cósmico sólo podré recordarme de parte a parte, al sacudirme definitivamente entre el humo y las risas justas. Ahora mismo empiezo a buscar la certeza perdida en unas manchas en una pared, en la cabeza de una muñeca rota, en moscas sin patas, en aquel trayecto rocoso que escalé de manos de gentes azules, sudoroso.

También ese gato que me ve pasar pisando los minutos advierte el olor escondido en las manos a la hora de las hojas eternamente cayéndose. Con su pelaje pardo mella la traición de ojos que se sueñan cercanos.

ABRIL

Bastábale al clavel verse vencido...
Francisco de Quevedo

 

En abril se forjan las promesas
de las corolas amarillas.
Amanece el abril luminoso
para inventar el capricho,
con una escalera
hacia el placer y el esmero.
Atrás las rémoras,
atrás la oscuridad,
es la hora de los espejos,
de la gracia y la forma.
Las laderas vierten su perfil
en los dorados aleros,
para morder airosas
los espacios de la velocidad.
Firmes sus gavias,
resopla consonante abril
robando destellos
por las azoteas,
rezumando diabluras
que parecen virtud.

En los cofres las prendas
del dolor. No hay cara
ni nombre que no sufra
del marco o del ídolo.
Abril ha sido robado
por los tiranos de las sedas
que resuellan agazapados.

¿Volverá abril a los ojos
de la risa y la caricia?
Nunca se sabe.
Nunca se sabe
qué nuevo niño rey
robará el cáliz
de los altos besos usurpados.

ASÍ NO ERA YO

ASÍ NO ERA YO

Así no era yo, transparente,
ni preguntaba nada.
Me bastaba mi cuerpo
y mi espíritu lo abarcaba.
Con ese encanto de hormiga
miré el rocío, gané tiempos
si miré las lomas
que subieron el aire.
Sufría los pájaros...
Y siempre esos celos que tuve
del cielo,
porque al mar lo quise
como a mí, como a ti ahora.
Abandonado de su sal
conocí a la gente y sus sabores,
anduve como los años,
perdido entre maestros,
al amparo de tanta idolatría.
Hasta me inicié en los ritos
de la seducción, busqué ambrosía.
Y ahora he de decirte
que sólo me quedan estos ojos de mí.

Obsérvame, ya no tengo bordes.

Y NOS ALIMENTAMOS

Y NOS ALIMENTAMOS Y nos alimentamos de cieno
de ceniza.
Sobre el légamo de la batallas
nos coagulamos.
Pregunto si no somos
materia dispersa,
grano que en reloj se muele.
Y aún ponemos límite a la sombra.
La usamos
fuera de nuestro cuerpo.

Se nos derrama agua
en la misma mano recipiente
que nos derrama.

PÁJARO

PÁJARO Sin azares
vigilando el ascenso
circular
por capas cálidas.

El aire, tu dominio raso.
Un árbol amargo.
La tierra granada.

Despójame de estos pies
casi juncos, cóncavos.
Sácame de este mar
falso y líquido,
que vea lo extenso agrandarse.
No sé vencer oleajes
con mis ojos de superficie.

Pájaro,
mis manos
no estaban ayer
tan desnudas.

AQUELLA VEZ

AQUELLA VEZ

Aquella vez sí me quiso
bajo la música, terrestre,
con los ojos
como muros destilando
proezas de sangre.


Me quiso
voraz
hacia el alba desmesurada.
Y los poros eran ciertos...
y la noche erguía
líquidos y notas cautivas
en la catástrofe estelar.


Sin embargo aplaqué el solsticio
por no amanecerme,
sin embargo
abandoné su mirra
al bálsamo del plenilunio.


Por eso fuimos innumerables
a través de los metales.

ALBADA

ALBADA Tu perfil en la penumbra
crece como estela.
Permanece su compás de tamiz
en la ceremonia de siluetas,
de aristas y de sedas.
Un silencio húmedo
se te desliza entre los dedos,
cualquier palabra se apaga,
cualquier brillo
gira y se esconde
para que tú no lo digas.

Así, tendida, se renueva en ti el laurel
y recuerdas el olor
de frutas que duermen.
Así parece que no has penado nunca,
que respiras una danza
feliz de naranja en verano.

Cuando amanezca te volveré a besar,
volveré sólo para besarte,
aunque de tanta luz
los labios me llenes,
aunque en la voz
te redoblen los nombres y las cosas.

Consentiré, por besarte,
las telas, no importa
si pierdo mañana sombras o lomas.

Ahora no quiero perturbar
tu borde acompasado
con las auroras en el deseo del lino.
No podría ser que al alba
siguiera tu piel envuelta en ondas,
sino que terminaras
de ungirte en mi asombro.

A FALTA DE TI

A FALTA DE TI En los roquedales el viento
que escribe gritos de lejos,
que marca la canción en la piedra
y pone vetas de beso y siseos.
Tu voz queda en los granitos
perforados a falta de ti.
Abajo la espuma sacude sus lágrimas,
abajo tanto naufragio de nuestra edad
acaricia lo que el viento deja
en los roquedales de tus frases azules.

A falta de ti ya está mi ser
horadado y me ensordece el ocaso,
y me duele cada ave,
y no sé qué guitarra hurgará
en los pretiles donde el viento repose
el hervor de tus risas.

Nada en esta tarde alta
nos devolverá nuestro rostro,
nada hará callar al viento
que taladra en mí su son
de arpa y desconsuelo.

A falta de ti, siguen
las notas cautivas, para que de noche
se me alcen contra todo sueño.

LOS CÓDIGOS DESATADOS

LOS CÓDIGOS DESATADOS

Cuando el tiempo devolvió las cifras
escondidas de la juventud cometida,
llegó, para estremecerme,
un idioma imprudente,
que desató los códigos
hasta dejarme ciego de mirar sin ver.
Fui llevado cada mañana
a una nueva certeza maldita,
a un nuevo cobijo blando y cálido,
condenado a los ingenios.

Ignorar da delicias y alegrías viejas,
da, entonces, el poder, el respeto,
la envidia desnuda.
Bienaventurado el que olvida,
porque no necesita devolver nada al espíritu.
Feliz sea por siempre
el que miente y acecha,
feliz sea, que le sobrarán ojos.
Digo que deseo
su eterna buenaventura.
Entre impulsos transcurra
su letargo de larva.

Cada mañana prodigo
planes certeros, estrategias solemnes.
Cada mañana un rito, un respirar ancho
que me devuelva la llave,
que someta los signos. Un pozo cavado,
un laberinto, un bastón… Ninguno
me basta si me acosa la palabra,
si, imprudente, desato los códigos
del tiempo.

Maldigo los bordes y las cercas.
Escupo a los guardianes de la sangre.
Seiscientas sesenta y seis veces
seiscientas sesenta y seis
quede su afán derrotado, cada mañana.
Ni parapetados en cifras
me esconderán de nuevo.