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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

Tradición teatral en La Aldea a propósito de la presentación del grupo La Gaviota

La dramatización siempre ha tenido arraigo en la sociedad local, sobre todo, que es lo que recordamos, desde los años del cambio social a la Transición, cuando por las fiestas los jóvenes, primero en Galas del Charco y luego en Culturaldea, representaban una obra teatral.

En ese tiempo comenzó a generarse una interesante dinámica teatral, tanto en el Instituto de Bachillerato (por donde pasaron muy buenos profesores de Lengua y Literatura) como en el Colegio de La Ladera, entonces receptor de toda la Segunda Etapa de EGB, a partir de 1973.  Se organizaban semanas de teatro y, sobre todo, por la fiesta de fin de curso, nunca faltaban una o dos obras de teatro infantil. Esta dinámica continuó desarrollándose en el Colectivo de Unitarias, después de 1986, y en otros colegios, hasta finales de los años noventa en que las iniciativas se aletargaron, volviendo a resurgir  a mitad de esta primera década del siglo XXI, con otros grupos como los del Proyecto Comunitario con sus representaciones etnográficas, Centro de Discapacitados, Centro de la Tercera Edad, etc.

 

 

 

 
Galas del Charco y Culturaldea
 

Las Galas del Charco siempre constituían, desde 1969 hasta principios de la década de 1980, una gran expectación. Las entradas se agotaban desde las primeras horas en que se abría la taquilla del Cine Nuevo. Se exponían actuaciones musicales y pequeñas dramatizaciones. No sé si se acuerdan de las participaciones de Isidro Vicente representando musicalmente a Nerón, de Enrique Valencia y de la cuadrilla de Esther Julia, entre otros.

Más tarde, tanto en Galas del Charco como fuera de ellas, después de 1978 los jóvenes estudiantes universitarios dramatizaban interesantes escenas teatrales o adaptaciones de obras literarias. Me viene a la memoria aquella célebre adaptación teatral-musical de Juan Salvador Gaviota o El Principito. Entonces comenzaba a implantarse en las escenificaciones la música como elemento para reforzar los contenidos de la obra, pues ya estaban generalizados los sistemas de reproducción del sonido en cintas magnéticas. Además, se cuidaba mucho el escenario con decorados y se trabajaba muy a fondo el color, utilizando diversos materiales como era el papel, los pañuelos de colores, las telas decorativas, la vestimenta…

 
El teatro en las escuelas
           

Tengo la experiencia personal de trabajar durante algunos años el teatro con niños de aquel Colegio de La Ladera y con otros profesores bastante inquietos e interesados en la dramatización. Por citar algunos diremos a Antonio Rodríguez, Pepín, Pilar Hernández, Marta, María Isabel, Abel, Ana María…

A veces, cuando me tropiezo con alguna fotografía de estas actividades, reflexiono y reconozco lo activos e interesados que eran los niños y niñas en el teatro, cómo creaban sus propios personajes y diálogos y cuánto aprendíamos de ellos. Y cómo da vuelta la vida, dice una expresión popular, lo digo porque recuerdo que en aquellos diálogos del teatro costumbrista, vestidos como la gente de antes, escenificaban encuentros, duelos y situaciones cotidianas diversas: “¿Cómo se encuentra comadre?..  ¡Ahí, mi niña...llena de dolores, dolores…! “ para la risa de todos; situaciones estas que para aquellas generaciones que ya sobrepasan los cuarenta años de edad, el óbito y los dolores ya no son teatro sino realidad en la edad adulta.

El teatro infantil se trabajó con mucho entusiasmo pedagógico desde la creación del Colectivo de Escuelas Unitarias, en 1986, labor que aún se mantiene creo, mediante la que llegamos a crear y adaptar pequeñas dramatizaciones en labor conjunta, que cada año se llevaba a un barrio distinto.

El teatro también se ha venido realizando en otros centros con profesores interesados como es el caso, por citar un ejemplo, de Paquito Rodríguez, ya jubilado, que llegó a componer pequeñas dramatizaciones tanto en el Colegio de Cormeja como luego en La Ladera. Pero preparar una obra de teatro en la escuela requería mucho esfuerzo por parte del profesorado, muchas horas de ensayo y de compromiso, a veces invirtiendo dinero de su bolsillo y siempre expuestos a algún problema en el día del estreno: ponerse enfermo un alumno, la familia no mandarlo a clase o no colaborar en el vestuario, etc. Por eso la organización de este tipo de actividad requería y requiere una enorme fuerza de voluntad por parte del profesorado para superarse él mismo y para infundir ánimo a sus alumnos, por lo que muchos, para evitarse líos, no se aventuraban en ello. Y de líos va la parte principal de este artículo en ARTEVIRGO.

 


Yo no quiero líos del grupo de La Gaviota

 

 

El pasado día seis del corriente, sentado en la parte alta del ya viejo Cine Nuevo (cuántas escenificaciones extraordinarias se han realizado en él a lo largo de medio siglo) disfruté como no la hacía desde hacía tiempo frente a un escenario, esta vez con actores muy conocidos de todos, los del grupo La Gaviota, que escenificaban la obra Yo no quiero líos.

Bien es verdad que la obra en su naturaleza es divertida, con todos los líos que en ella se traman. Pero según pasaban las escenas, yo retrocedía en mis recuerdos de varias décadas atrás, cuando actores adultos de la representación como Ray, Feque, Fefo (José Francisco)… eran niños inquietos de aquella inquieta generación que tantas escenificaciones teatrales hicieron para los padres y madres, y extraordinarios actores infantiles que siempre lo fueron, como otros más. Con ellos estaba otro amante del teatro, el profesor Paquito Rodríguez, que tanto trabajó en la escuela la dramatización y que en la obra estuvo inmerso en su rígido papel, dominando todas las situaciones, como él lo sabe hacer. Las felicitaciones se alargan en el mismo listón a los demás actores, que nunca había visto en un escenario y que gratamente me sorprendieron. Más sorpresa tuve cuando vi entrar en escena a los actores más nuevos, precisamente nuestros alumnos actuales del Instituto y cómo sincronizaron tan bien el tiempo generacional.

Con toda sinceridad, vuelvo a expresar que fue muy grata y sorpresiva la escenificación del Yo no quiero líos, un juicio crítico que todos los asistentes al acto también firmaron a tenor de los comentarios que oímos.

En algún momento de la representación observé algunos detalles a corregir, en mi opinión, algo en lo que desde hace muchos años venimos insistiendo en las aulas: utilizar el lenguaje sencillo en cuanto a la expresión con la dicción propia, con el bonito acento que tenemos los canarios. Cuántas veces nos enfadábamos en La Ladera porque, no sé por qué, los niños desde que hacían una escenificación dejaban a un lado su expresión natural para pronunciar las “eses” y los “vosotros” y algunos hasta las “zetas”, algo que ya tenemos regulado oficialmente en nuestra comunidad autónoma a través de la Academia Canaria de la Lengua y en las orientaciones pedagógicas en el área de Lengua para todos los niveles educativos. Hace unos años hice tal sugerencia, para que adecuaran la expresión oral de los actores, a la realidad del habla nuestra, de la representación del Auto de Reyes, sin ningún efecto, pues aún siguen ajustándose igual al texto. Esto es algo, repito, que por sentido común, debería tenerse en cuenta.

Y volviendo a la representación teatral del pasado seis de septiembre, diremos que, como tantos, nos acercamos a los actores y actrices a felicitarlos y a animarlos y casi todos coincidimos en la necesidad de que este grupo de La Gaviota se consolide de forma autónoma. En nuestra opinión, debería trazarse unos objetivos fáciles de entrada, tales como el ensayo de otra obra que no suponga mucho esfuerzo, ya que a los jóvenes estudiantes una vez que comienza el curso la mente se les complica con tanto trabajo y contenido; la solicitud de ayudas económicas a las instituciones públicas y privadas y no sé qué más cosas. Un primer paso sería escenificar esta obra en otros puntos de la isla, dándola a conocer con copias a las instituciones.

 


 

Y como decía Amable Hernández, aquel recordado e instruido vecino de La Placeta, cuando se retiraba o se callaba de una conversación diciendo “mutis”,  palabra de la terminología teatral que significa acción de retirarse del escenario, escenario este de líneas que he recompuesto a mi modo de ver y manera de recuerdos sobre la actividad teatral del ayer más próximo que, como ven, engarza con el futuro, ojalá que buen futuro tenga el grupo La Gaviota, lo que coadyuvaría al mejor desarrollo cultural de nuestro municipio.

En La Palmilla a 18 de septiembre de 2007

Francisco Suárez Moreno

             

           

 

1 comentario

José Miguel Perera (Juampi) -

Gracias, Siso, por enseñarme parte de esta historia teatral del pueblo.

También estuve en la obra y comparto en su totalidad el comentario que haces sobre la misma.

Ya sabía yo de la participación de nuestras alumnas, y es evidente que fue una de las grandes alegrías de la noche.

Luego, como uno siempre está rumiando ideas para intentar llevar a cabo, por supuesto que la del teatro ha estado por mi cabeza, más yo viniendo de la Lengua y la Literatura. Es más, tengo una idea desde el primer año que llegué a nuestro instituto que necesita de un trabajo previo por mi parte y que me guardo hasta que de una vez me ponga a ello.

Pero el cauce deseable sería continuar con este grupo de La Gaviota, quizás haciendo escuela de lanzamiento desde el instituto y los colegios. Un proyecto educativo aldeano teatral, como tenemos otros... Pero bueno, me freno un poco porque son tantas las cosas, aunque la piedra está tirada. Veremos.