PAISAJES Y PERSONAJES EN EL RECUERDO (VI).DON JOSÉ MATÍAS, EL FOTINGO
Habrán leído en la prensa la noticia de que el sábado pasado se presentó, en la Playa de La Aldea, un viejo coche restaurado, marca Triumph, modelo Herald, 13/60, del desaparecido José Matías, cofundador de la industria panadera local PAVIMASA. A la novedad de la recuperación de un coche antiguo por la familia de su hija Paca Matías, se unió el recuerdo a su propietario, popular y apreciado personaje local, en cuya larga vida llegó a tener hasta tataranietos. La noticia también añadía que don José Matías había ejercido en su juventud como un diligente propio, con la particularidad de cubrir en pocas horas, a pie, los largos y sinuosos caminos de herradura, cuando este pueblo carecía de carreteras, lo que le valió el sobrenombre de el Fotingo, al decirle en una ocasión el Juez de Guía, en su asombro por la rapidez con que en el mismo día había cubierto dos veces el trayecto de La Aldea a Guía: «pues usted corre más que un fotingo» (Ford-T de principios del siglo XX), lo que él se encargó de transmitir y repetir una y otra vez, añadiéndole además que él «se ponía de Agaete a La Aldea en dos horas», cuando a paso normal se tardaba medio día. Y es que la restauración de su viejo Triumph, G.C. 58443 y su presentación, en la que estuvo presente el párroco, familiares y amigos, supuso un emotivo recuerdo de este célebre personaje local pionero además en la repostería industrial de este pueblo.
Por un lado, la restauración de una joya de automóvil histórico como ésta es un motivo de alegría. Recuerden que, en aquellos años cincuenta y sesenta de expansión económica local, a pesar de las crisis cíclicas de las sequías, se importaban muchos coches ingleses, franceses, alemanes... La Triumph Motor Company había sido un fabricante británico de automóviles que, nacida a finales del siglo XIX como constructora de bicicletas, luego pasaría al sector de coches. En concreto, el modelo Triumph Herald era un coche de dos puertas introducido en el mercado europeo hacia 1959. Había sido diseñado por el italiano Michelotti en la variedad de modelos berlina, descapotable, coupé y furgoneta. El Triumph Herald 13/60 se presentaba con éxito en octubre de 1967, en el Salón del Automóvil de Londres. El frontal fue rediseñado con un sombrero similar al Triumph Vitesse y ofrecía un tablero de instrumentos de madera, entre otros extras de aquel entonces. El motor se ampliaba a 1.296 centímetros cúbicos, con un carburador Stromberg 150D, que ofrecía una potencia de 61 CV (45 kW). Este Herald 13/60 se siguió fabricando hasta diciembre de 1970, cuando su línea, de finales de los años cincuenta, principios del los sesenta, ya estaba un poco obsoleta, y se había fabricado la alternativa, primero en 1968, de un nuevo Triumph Herald 1200, y luego la berlina Triumph 1300.
Por otro lado, este hecho ha sido motivo para el recuerdo de aquel popular personaje que fue don José Matías, industrial de la panadería con la que inició su negocio en El Estanco, donde además producía todo tipo de dulces que luego se vendían en los diversos carrillos que entonces había, en la heladería Horchatería Central de Miguelito León, en los cafetines de los cines y en la dulcería de la Placeta de la familia Benítez. Todos saboreábamos aquellos sabrosos queques carbonatados al paladar al precio de una peseta o las ensaimadas (los panillos de media peseta), los rosquetes de anís, entre otros dulces que nos llenaban el estómago a módicos precios; y hasta nos llevábamos pleitos en los estudios, con aquello que Carmita Afonso solía decir en el Colegio, centro de segunda enseñanza de La Palmilla, cuando trincaba a sus alumnos fumando en el baño: «¡eh… salgan, salgan… y cómo sale el humo, como la panadería de José Matías cuando amasaba con leña…!».
Vamos con algún detalle más del porqué de su sobrenombre, el Fotingo. Decíamos que le provino de su velocidad peatonal, como la de los Ford T de entonces, muy populares allá por los años veinte del siglo pasado, y casi que se lo puso él mismo en su pueblo, cuando contó lo que le había dicho el Juez de Guía. Aunque lo más curioso es que el asombro de la autoridad judicial no fue tanto por la rapidez en cubrir el trayecto a pie de Guía a La Aldea, cerca de 50 kilómetros, sino porque lo había hecho dos veces en el mismo día. Dicen que salió de madrugada para estar a primera hora en el Juzgado de Guía para cumplimentar el encargo de unos papeles y de regreso La Aldea tuvo que volver nuevamente a dicho Juzgado por lo que al verlo el Juez se asombró con «usted, Matías otra vez por aquí (…) pues corre usted más que un fotingo». Y es que le gustaba la velocidad, primero a pie por los caminos cumpliendo su función de propio y luego con su moto y vehículo a motor, aunque siempre con la máxima atención a la carretera, por lo que no se le conoció accidente alguno. Cuentan que, en una ocasión, venía en su Triumph a toda marcha de Agaete a La Aldea, tiempos de socavones en aquella carretera, uno de los cuales sorteó con su peculiar habilidad, al tiempo que se tropezó de frente con la motorizada de tráfico, que en un principio imponía un tremendo respeto y miedo. Ante aquella maniobra de don José Matías, no lo pararon, quizás con el susto en el cuerpo tras la operación repentina pero necesaria de Matías; pero, éste, se detiene y les grita con su característico nervio, algo más o menos así: «que conste que la carretera estaba mal». Y tenía razón; hoy este tipo de anomalías de la red viaria es una tremenda responsabilidad de la Administración. Otros mil cuentos deben haber de este personaje que nosotros desconocemos y que no tienen cabida en este artículo, sobre todo de su juventud, momento en el que destacó como parrandero en fiestas: dicen que en una ocasión, en uno de nuestros campos cuando iba a ver a su novia, se acabaron los voladores y mala era una fiesta sin ellos, cuando de repente se oyeron una y otra vez animando a la fiesta ¿voladores? No, eran los disparos al aire de su revólver, algo que la gente del lugar le agradeció mucho.
Para acabar esta breve crónica, les contaremos una última anécdota de don José Matías: la primera Vuelta Motorista a la Isla, organizada por el Moto Club de Gran Canaria, cuya primera etapa se celebra el domingo 17 de agosto de 1960, generó una enorme expectación popular por toda nuestra geografía, gracias al ambiente creado en la prensa de entonces. Aquella mañana, el pueblo de La Aldea se agolpaba a la orilla de la carretera desde el cruce de La Ladera hasta la Playa. La carrera venía de Las Palmas por el Sur y acababa en Agaete. Sirenas, guardias civiles, policías locales… le daban al evento mayor apasionamiento. Vino a llegar a La Aldea, después de la gente esperar tanto tiempo, a eso del mediodía. Tras pasar los primeros corredores, don José Matías debió calcular que aquello no era correr como él sabía hacerlo en su terreno. Y el ambiente adquirió tintes extraordinarios. Don José Matías, ya hombre maduro pero muy activo, empezó a competir con los motoristas desde La Ladera hasta La Playa; terminada una “pega”, volvía para arriba a toda velocidad para enlazar con otro corredor más, entre los mil aplausos de la gente, más aún, cuando en algún tramo lograba sobrepasarlos. En fin… que el espectáculo lo dio aquel día el señor Matías en su Montesa de 125 centímetros cúbicos. Claro que divirtió a su pueblo, pero no a su familia: cuando llegó a su casa debió recibir la correspondiente reprimenda.
Nuestro personaje de hoy murió de avanzada edad y con calidad de vida, y dejó una larga descendencia de hijos, hijas, nietos, bisnietos y tataranietos. Y a lo que íbamos: el pasado sábado volvió su halo, sus recuerdos, sus mil y una anécdotas, dentro de su siempre azul Triumph Herald 13/60.
Seguramente muchos lectores de Artevirgo sabrán muchas más anécdotas y cuentos de este singular aldeano. Estos medios de comunicación digital permiten completar estos contenidos, a lo que los animamos a todos.
En La Palmilla a cuatro de octubre de 2010.
Francisco Suárez Moreno
Cronista Oficial de La Aldea
13 comentarios
Josefa Álamo y Matías -
Honorio Mayor Hernández -
Mª Luisa Quintana Hdez -
Enrique García Valencia -
Memorias tantas.
Juan Antonio -
Narraré un par de anécdotas sobre el Sr. Matías.
Él era un enamorado de la velocidad y quería demostrar sus dotes con su moto.
Pero no a todo el mundo le gustaban aquellos alardes en pleno pueblo. Cierto día, sobre las 2 de la tarde, me encontraba en la Barbería de Antonio (Suárez Ojeda) en La Placeta, pues allí solía leer el diario. En ese momento nos percatamos que don José Matías iba y venía a toda velocidad por la antigua calle General Franco. Al poco tiempo apareció Panchito el Barbero (Francisco Suárez Segura) en la esquina de su casa, delante de la entrada de la Herrería de José Álamo, comentando con gesto serio que eso no podía ser, que era peligroso correr de esa forma por todo el pueblo. Allí esperó paciente a que regresara por donde se encontraba y lo mandó a parar. Yo no sé qué autoridad tenía, no sé si era Concejal del Ayuntamiento, pero sí sé que era un hombre de semblante adusto y que imponía respeto. Cuando estuvo a su altura lo paró y le recriminó su actuación y le dijo: Y ahora dejas la moto aquí y daré cuenta a la autoridad. No sé al fin qué sucedió. Tal vez posteriormente aquélla le habrían llamado la atención y devuelto la moto.
Otra vez se encontraba en La Playa hablando con un amigo de su pasión por la velocidad. El Sr. Matías con su veloz Montesa y su amigo con una de mucha menos cilindrada, y menos cuidada. Era ese tipo de moto que cualquiera de nosotros le ganaría aun corriendo en bicicleta. Era tanta la diferencia que había entre una y otra que nuestro personaje le propuso echar una carrera dándole una buena ventaja de tiempo. Había que cubrir el trayecto entre La Playa y el pueblo, para lo cual le daría una ventaja de 5 minutos. Así se hizo. El amigo inició su camino lentamente, pues su vieja moto no daba para más. Don José partió a los 5 minutos a toda velocidad, él calculaba que ya por Los Molinos lo adelantaría y luego lo esperaría sentado en el Barranquillo La Plaza. Pero llegó a aquel lugar y no lo encontró, pensó que tal vez había corrido más de la cuenta, pero lo atraparé por Los Espinos, se dijo, dándose ánimos, pero tampoco lo encontró al llegar a aquel lugar. Cada vez aceleraba más para poder verlo, pero ni por La Ladera, ni por ningún otro sitio lo encontró. ¿Qué habrá pasado, cómo pudo llegar al pueblo y no lo encontré por el camino?- se preguntaba. Llegó al Barranquillo La Plaza y dio vuelta por todo el pueblo y no lo localizó. Al fin se volvió a su casa disgustado por el resultado, ya que lógicamente esperaba ganar.
Cuando al fin vio a su amigo le preguntó: ¿Cómo pudiste llegar hasta el pueblo y no te encontré? No lo sé- le respondió- yo corrí todo lo que pude y llegué rapidito.
Al final se supo que el otro lo engañó, pasó el puente del Barranco Grande y después de la curva de Di Stéfano (siento que no recuerde su nombre) se escondió entre los árboles y al poco tiempo vio a su amigo pasar a toda velocidad montado en su Montesa.
¡Le quise dar una broma!, comentaba risueño.
Un saludo a Paca Matías, a Fefo y a toda la familia, y me alegro que se hayan reunido en La Aldea para la presentación del coche de don José, un personaje entrañable de nuestra historia aldeana, pues como decía Gregorio Marañón: El hombre es el que hace la historia.
Paquito, en mi blog de La Aldea escribí el artículo completo sobre don José Matías, tomando algunas referencias del tuyo.
http://premioseideas.blogspot.com/
José Francisco Navarro Matías -
Muchas gracias, Siso, por tu artículo; es bueno conocer la intrahistoria de los pueblos. Siempre he dicho lo siguiente: normalmente los motes se los ponían a las personas por algo gracioso que hiciesen, por algo negativo, por algo que dijesen... Sin embargo, a mi abuelo le decían el fotingo por algo bueno y positivo que hacía: ir a Guía caminando a llevar diligencias o a buscar medicinas para los médicos; de hecho casi que se lo puso él mismo, cuando repitió en La Aldea lo que le había dicho el Juez de Guía. Así que yo estoy muy orgulloso de ese mote y todos mis tíos y primos deberían estarlo. El fotingo se refería al coche, y ¡qué casualidad de la vida que a mi abuelo le gustasen los coches, la velocidad y las motos!
Saludos a todos
José Francisco Navarro Matías
Mª Luisa Quintana Hernández -
Jose Ramon Yvañez Araujo -
Myriam Álamo Matías -
Abrazos para todos los presentes y los ausentes que por cualquier motivo no han podido asistir a tan importante evento familiar.
Enrique García Valencia -
Maximiano me extasiaba con sus versificaciones que yo leía y releía y volvía a releerle a mi abuela que, aunque sabía hacerlo, la rejodíngana presbicia se lo impedía.
Quiterita (la madre de Corinita y Antonio Galván) porque tenía un halo especial de señora atrayente por su comportamiento y sus experiencias; había venido de Cuba y contaba a sus nietos y a los amigos de ellos cosas de tan lejana tierra que nos dejaba embobados, y como guinda sabía, y nos enseñaba, largas romanzas medievales, como por ejemplo la de "Sildana", donde un padre se enamora de su propia hija.
Y, por último, el ínclito José Matías, el tercer hermano conocido por mí, con su apariencia de dandy, sus chascarrillos, su triunph y... ¡su pan! Me encantaba que mi madre me mandara a comprar al Barrio y de paso trajera cinco panes cumplíos de ca' Fotingo ("pero no lo llames así"), ni que decir tiene que la mayoría de las piezas compradas llegaban a Los llanos sin sus bizcochadas tetillas.
Muy bonito y oportuno en el tiempo y en el estilo tu comentario, amigo Siso. Me entra envidia, y ahora mismito me voy a poner a hacer algo que (lo sé) no llegará ni a la suela de tu primer párrafo.
Un saludo afectuoso, nos veremos.
Josefa Álamo y Matías -
julian valencia -
Jesús Trujillo Matías -