A VECES EL PESIMISMO
La aseveración corriente de que querer es poder es una creencia lícita, incluso benefactora, pero, al fin y al cabo, una creencia. A diario puede uno tropezar con personas voluntariosas, dotadas de una inexplicable capacidad para sonreír o ver con optimismo cualquier hecho, suceso y hasta cualquier contratiempo. Nadie le puede asegurar a uno que el sol saldrá mañana, ni tampoco que mañana estará vivo para llevar a cabo los planecillos que maquinará esta noche en duermevela. Pero tampoco necesitamos inyectarnos de chispas de sonrisas y alegrías placenteras, para que las endorfinas nos permitan olvidar el fatalismo a todas luces evidente desde que uno comienza a hacer uso de la razón. Otra cosa será comenzar a hacer ese uso lo más temprano posible. No es que el optimismo no tenga que ser bienvenido, no. Es que nos llevará muy fácilmente a la ingenuidad o, lo que es peor, a la arrogancia de la autosuficiencia.
3 comentarios
Marcial -
Pero ¿y si sólo fuera cosa del día o de las "vibraciones"?
A lo peor mañana me levanto dando brincos de privado y me echo un comentario con chirivitas.
No me hagas mucho caso, haz como yo.
perera (II) -
Perera -
Me refiero a, por ejemplo, una situación en medio de la muerte segura: quizás no quepa optimismo. Tampoco tiene que derivarse de ello fatalismo indefectiblemente, ni mucho menos. Lo que a mí sí que no me parece desdeñable en absoluto es el sentimiento de ESPERANZA ante determinadas situaciones en apariencia (o no) negativas.
De todas maneras, y quizás dando una vuelta de tuerca a lo que planteabas (casi por el lado contrario), me quedo con aquellas afirmación de Walter Benjamin que venía a decir que en media de la alegría de la revolución siempre debía estar presente el amigo maltratado, la mujer que sufre, la persona infeliz. Acordarse de ellos en el momento cumbre de la fiesta: he ahí OTRA vivencia de la cosa. En medio del GRAN OPTIMISMO, el recuerdo del MAYOR SUFRIMIENTO.
Un abrazo.