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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

La imagen del Che

La imagen del Che

La primera vez que supe de su existencia fue en casa de un amigo, que nos enseñaba los discos que había comprado por correo, en Discoplay. En la pared más ancha, solo y sobre una mesa llena de figuritas y quemadores de sándalo, a modo de altar, había un póster enorme, con la cabeza de una figura humana. Tenía una mirada de firme resolución, con un deje triste pero seguro. Sus ojos eran todo futuro. Arriba en la boina refulgía una estrella de cinco puntas, una por continente, una por revolución pendiente. Durante el rato que pasamos juntos ya no presté atención a nada. Ni su guitarra, ni sus discos de Pink Floyd, ni sus Adidas blancas, ni su nueva raqueta de aluminio. Nada apartó de mi pensamiento la imagen que respiraba ya, acompasada con mi veneración.

La segunda vez que la vi la creé yo mismo. De memoria la pinté en la habitación que nos habían prestado para llevar a bailar a las muchachas. Y, al menos durante un año, fueron sus ojos testigos de mi deseo adolescente y de bailes infinitos con música lenta: The Beatles, Adamo, Charles Aznavour… cualquiera servía para delirar abrazado al cuerpo de una muchacha, bajo su amparo plano y divino. Cuando mudamos nuestro territorio a otro bailadero, lo único que nos quisimos llevar fue lo que no podíamos: El Che. Y lo volví a pintar, pero ya con colores más psicodélicos, porque sólo teníamos pintura verde, blanca y roja. Así nos quedó una imagen que olió nuestros primeros cigarrillos y que inspiró nuestros conciertos de guitarra sin guitarra, nuestros primeros buceos en el alcohol.

Y me fue llevando el recuerdo de esta imagen por mi adolescencia infinita y total, hasta que con los años me dio por hacerme comunista y por flagelarme con el remordimiento de haber prostituido la más alta figura del panteón de la progresía.

Pero esa enfermedad se fue desvaneciendo como la foto con los tiempos, el pelo que se cae y el escepticismo que te narcotiza, para suavizar la espera de la derrota final, la pasividad.

Como un sueño malo andaba Ernesto Guevara en los recovecos de mi olvido, hasta la semana pasada, en que vi a un joven que llevaba una camisa carísima, preciosa, adornada solamente en el bolsillo con una reproducción pequeñita de la foto de mis juventudes. Y me dio por pensar adónde llevé yo el icono y adónde lo ha llevado la moda.

Nunca una foto significó tanto, sin pretenderlo. Nunca una foto quedó tan vacía, a propósito.

 

Aquí se queda la clara

la entrañable transparencia

de tu querida presencia,

Comandante Che Guevara.

 

 

HISTORIA DE LA FOTO EN PATRIAGRANDE


3 comentarios

chago -

quizas fuera un loco.un loco como describe pablo cohello (en veronika decide morir)a aquel que describe las cosas tal y como las ve y no aquel que contesta como un automata como nos hacen ver que deben ser las cosas a base de repetirlas y una y otra vez

Marcial -

Ahí lo andan discutiendo. Que si héroe revolucionario, que si mito, que si asesino, que si terrorista...
Hay películas, artículos, libros enteros para cada gusto. Desde luego que cada cual contará de la feria según le habrá ido en ella.
Yo, por lo pronto, no hablo del Che, sino de la foto que se ha convertido en la imagen más famosa y reproducida del siglo XX.

Gracias, amigo José Ramón, por leernos y participar con tus comentarios.

jose ramon yvañez araujo -

EL CHE, terrorista, o heroe?,alguien me podia contestar,gracias