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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

EN TU RECUERDO

 

Te vas a otro lugar, Yonay, a regalar tu sonrisa y tu nobleza, a compartir tu espíritu grande por otros caminos. De tanto darnos tu amor, gastaste entre nosotros tu corazón, y nos hiciste felices, porque tu cariño nos llenó por siempre.

Pasaste de alumno a amigo y compañero, y de ti aprendí a ver con paciencia las dificultades, a esperar siempre lo mejor, a tener confianza en todo lo bueno que puede ocurrir. Cuántas cosas discutimos, cuántas preguntas, cuántas conversaciones de todos los temas. Te gustaba jugar a no dejarte convencer y, al final, con tu sonrisa pilla alejabas cualquier malhumor, cualquier roce, y lanzabas la carcajada cuando los demás nos apasionábamos con las opiniones, las críticas, las peleíllas.

No sé qué más decir para ti, porque me dueles. Tan sólo quiero darte las gracias por enseñarme a no desertar nunca de la felicidad.

 

 

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