DE UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO
Sólo una vez vivió (malvivió), por apremiantes motivos laborales, alejado de su casa y de su familia, en un lugar frío, bastante extraño por su aspecto e infausto según mi propia catalogación. Seguro que, no me atreví a preguntárselo aunque por intuición y empatía siempre lo supe, nunca llegó a entender del todo el motivo de aquel fastidioso paréntesis que duró demasiados meses.
Tuvo que residir todo ese tiempo en la calle Aguadulce, en el domicilio oficial de las guaguas cuando todavía eran de madera. Era un sitio poblado de ruidos y rebullicio, de gente rara a la que no comprendía, de suciedad y olores extraños, de un frenesí y jiribillas lejanas a su idiosincrasia, muy distantes de su saber estar. En mis esporádicas visitas al lugar, por algún mandado de mi madre, no me gustaba verlo metido en aquel salpafuera de gentes rudas en el trato. Yo sentía tener que volverme a casa y dejarlo allí mientras él intentaba disimularme su pesadumbre con una media sonrisa de contrariedad.
Estaba acompañado de otros congéneres, pero no llegó a hacer buenas migas con ellos. Se le antojaba que eran anodinos, que tenían muy poca personalidad y que vivían allí vegetando o resignados con su suerte. Él no se sentía así y lo dejaba traslucir. Era (siempre lo ha sido) demasiado casero y familiar hasta las vetas más profundas para intentar amañarse siquiera a aquel ambiente. Añoraba mucho su hogar y se le notaba demasiado. Él nos había ido conociendo desde el gateo, nos ayudó con los primeros peninos, nos había majado los dedos a todos, nos escondió cuando jugábamos a virgo, nos había servido muchas veces de pasarela circense, de grupa paquidérmica, de templete escénico, de diversión, de apoyo, de consuelo, de refugio…
El banco de carpintero de mi padre nos ha acompañado siempre. Por años y años ha permanecido en nuestra casa, forma parte de ella y figura como uno más de los seres con los que hemos crecido, convivido y madurado. Fue, es y será siempre un cachorro de banco: fuerte, pesado, útil y poderoso. Nunca lo vimos hacer una mueca de disgusto, ni le oímos refunfuñar o protestar; ni siquiera cuando (por estúpidas razones de espacio) mutilaron su excesiva longitud arrojó una queja o produjo un gemido, nada de nada. Aquella vez, cuando le cortaron un trozo, si acaso, exhaló un largo y prolongado suspiro oloroso: el hálito de la buena madera seccionada.
Jamás se quejaba por nuestro trato torpe y un tanto brusco: si le dábamos un tambucazo al errar nuestros golpes con el pesado martillo del carpintero, disimulaba; si -por impericia- clavábamos alguna tacha en su recia estructura, miraba hacia otro lado; o si, al limpiarlo de serrín lo rascábamos más de la cuenta por nuestra prisa y urgencias de juego, simulaba estremecimientos de perruno placer.
Había que estar muy atento, y en el momento adecuado, para poder oírle algún tipo de manifestación sonora; sólo leves crujidos producía su maderamen cada vez que, para su traslado, lo desarmaban (odiaba eso). Emitía, entonces, una especie de ronroneo cadencioso que dejaba traslucir el desasosiego que le invadía por lo incierto de su futura ubicación, inquietud lógica en todo ser con un mínimo de sentimientos (y de tino).
Algunos inaudibles gruñidos de protesta quejosa le pude oír cuando, poco a poco, fueron desapareciendo la mayoría de sus íntimos amigos e inquilinos: murió de peritonitis aguda Calderillo Engrudo, quedó tullida y algo asmática la compañera Garlopa Grande, la artrosis degenerativa se llevó por delante al camarada Berbiquí Brocas, sesteando su jubilación quedaron Gubia y Barrenas, el garrotejo inclemente inmovilizó al estilizado Gramil Doble, mi querido cepillo Guillame (preferido entre todos) sufrió una depresión cuando vio las primeras maderas con rebajes hechos a máquina… y, así o de forma parecida, casi toda la jarquilla primera fue siendo sustituida por un nuevo personal especializado más acorde a los tiempos y a los avances de la técnica.
Así mismo, cuando fueron llegando los advenedizos: don Engrudo Blanco, doña Sierra Circular, su hijo Cepillo Integral Bosch, las hermanas Fresa Dora, Cala Dora y Lija Dora, mister Black and Decker y otros, él fue aceptándolos a todos e intentando una mediación amistosa, una aproximación gradual de los recién llegados con los de siempre: con las férreas sargentas trinca maderas, a los martillos de orejas, a los cepillos que no entendían la escasez de garepas en el entorno, con el pesado nivel de burbuja, al metro articulado y hacia todos los enseres que en su interior se guardaban -o se cobijaban buscando la seguridad de su enmarañado marsupio- y que él se empeñaba en tutelar.
Los avances del voraz progreso se fueron llevando por delante a las jardineras guaguas que circulaban por la capital de la provincia. Unos vehículos más ligeros, modernos y metálicos sustituyeron gradualmente a los pesados anteriores, más lentos y de madera. El transporte de pasajeros en Las Palmas de Gran Canaria ganó en rapidez y eficacia. Ganó también nuestro banco porque, entonces, los guagueros dejaron de contratar carpinteros, los chapistas ocuparon lugar destacado en las reparaciones, y él pudo retomar con nosotros al barrio de San José. Ya nunca nos ha abandonado, se trasladó con nuestra postrer mudanza hasta Miller Bajo y allí continúa tan campante, haciendo gala de ese buen carácter de palo recio que Dios le dio.
No cumple ahora la misión para la que fue creado: pero no le importa, está en su casa y eso es lo que cuenta para nuestro amigo. Si tiene que servir de armario, poyo de cocina, estantería u otra cosa, no se corta ni un pisco, pone su mejor cara y coopera; sólo el haber conocido a la cuarta generación: los hijos> de los hijos> de los hijos >del carpintero y de Demetria, ya compensa y le vale la pena.
Todo es un volver a empezar. Como antaño, participando con ellos en sus diversiones, sirviéndoles de escondite en el juego de trapo-quemao, siendo la pasarela de sus desfiles, convirtiéndose en casita de muñecas, dándoles su amistad, su apoyo… y quizá, hasta majando los dedos a los chicos, aunque la bisabuela grite y Luis, desde lo alto, le eche pestes y pétimas al sargento-trincador y que, de broma (entre guzpatas para consolar a los familios), lo amenace a él con desarmarlo: por bruto y por malo.
Enrique García Valencia, segunda generación / 1949
51 comentarios
Enrique Vital Agrícola -
Cuando YO lo repare y me lo lleve mi casa te invitaré a tomarte unos chisguetes de su mueble bar (comentario 28), así se podrán conocer y tú le podrás contar que, en tú muy próxima jubilación (por la edad), te vas a dedicar a tallar troncos de cualquier madera en vez pulir tarugos de niños empeñados en no estudiar (esa broma última a Banco le gustará y le hará hasta sonreír).
Y, Manolo, no estás mayor: eres el MAYOR de todos los vitales agrícolas que van quedando disponibles. Abrazos varios.
Manuel Reyna -
Manuel Reyna -
Con respecto al susodicho banco de maestro Luis, me gustaría que pusieras una fotita. Quiero conocerlo. Gracias por trasportarme a aquellos tiempos.
Memorias tantas de un maestro que pide por señas la jubilación anticipada. ¡Que mayor estoy pa estos trotes!
Enríete García Valencia -
Besos muchos.
Virginia Correa García -
Padrino y Tío -
Un beso grande-grande.
SOBRINA E AHIJADA, YURENA -
Que recuerdos los del banco los cuales nos recuerdan a tì, Luis.
Te queremos mucho Enrique.
Enrique Ciclo Medio -
Agradecimiento y sentimiento de amistad vieja es lo que te quiero transmitir en la presente reseña. Besostantos.com
Yolanda -
El banco como símbolo de lo viejo que perdura por sentimieto y agradecimiento está muy bonito, lo he releído varias veces y siempre me deja un regustito agradable.
Recordándote, besos.
Enrique García -
Me alegra saber de ti, hace tiempo que no nos tropezamos (no hay tiempo).
Un fuerte abrazo y memorias .
Barrameda Hernández -
Tío de Correas García -
Banco seguía impertérrito todas las peripecias ocurridas en el lugar, incluso cooperaba en algunos menesteres (trabajosos o no), como por ejemplo... LAS FIESTAS DE CUMPLEAÑOS (de todas ustedes)Y EN LAS DE NAVIDAD, AÑO NUEVO Y REYES.
Besos, uno especial para la segunda biznieta del susodicho: Alexandra
Virginia Correa García -
No recuerdo que nunca nunca me llamara la atención , se pegaba el pobre todo Barrio Sésamo con nosotras, me refiero mi hermana y Dácil y Yanira y Tom y Jerry y hasta se echaba sus carcajadas.
Ah el Banco, sigue perfecto, hasta le pusimos un hule un poco cursilon pero se sigue usando que es lo que importa.
Un Besito Luis y Familia Cibernética.
Enrique García -
Las vivencias de las personas entre sí y de éstas con los objetos y con los lugares que les han venido acompañando son bastante entrañables, luego depende de cada cual darles matiz prosaico o poético a esas interrelaciones; quizá idealicemos a veces en demasía pero... ¡qué caramba! ya la rutina cotidiana tiene su parcela de tonos grisáceos.
Un beso grande de aquel Enrique sureño.
Hermano -
Hoy visité la Casa y me acerqué a verlo, tuve que hacerlo porque, lo hemos idealizado tanto que necesitaba reconocerlo como lo que realmente es: UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO de recia madera cariñosa al contacto, a pesar las prisas de mi mano.
Besos muchos, hermana.
Montse E. -
El recuerdo de los padres y de lo que vivimo con ellos es muy bonito de recordar.Un beso de todos.
Fabiola Garcia Valencia -
y o tambien lo conoci lo disfrute, lo utilice, y tambien, por supuesto ,me majé. Recuerdo su ubicación en el cuarto de la azotea en la casa de San Jose ,y tb recuerdo como Papa simulaba llegar cargado con un saco de maderas y de herramientas ,allá por el mes de Diciembre-Enero y que guardaba cuidadosamente en el banco de carpinteria.En realidad huelga decir , que los RRMM de Marilda y mios estaban a buen recaudo.Ya en su penultima morada (Miller Bajo) los recuerdos se van transformando ,pues el banco en sí, tambien cambia su utilidad. Sirve como soporte de pequeños trabajillos que Papa hace ya proxima su jubilación, tb hace de soporte de barreño de ropa sucia pendiente de su distribución y posterior lavado. Soporte de cocina Butsir para freir calamares ,preservando de este modo de salpicaduras de aceite la cocina, etc .
Hoy en dia está cubierto con un plastico- hule de colorines y por supuesto sigue siendo soporte de de tantos recuerdos de nuestras vidas..
La vision que mas me gusta ,es por supuesto , que cuando lo miro , esta Papa a su lado , con su camisa entreabierta, su pelo lacio engominado, su tos seca y repetitiva por mor de su vicio su talante sonriente, amable, educado, gracioso , ocurrente, inventivo, etc.
Por cierto ¿no estabamos hablando de un banco de carpinteria?. En realidad el banco es solo una excusa para hablar de Papa.
Un beso querido hermano..
Antonio Enrique -
El carpintero siempre estaba contento, haciendo bromas o ayudando a cualquiera. No conociste el Banco pero te voy a regalar una imagen donde aparece como templete escénico: el dueño, a la tardecita y después de la jornada, sentado sobre él y la chiquillería en el suelo y alrededor oyéndole abobada cómo contaba un cuento. Las historias, a veces, eran alargadas al máximo con injertos propios del cuentista pues su público no se contentaba con poco; él no tenía problemas para la invención, aspiraba de su cigarrillo, lo apoyaba en el Banco (había muchas quemaduras en su lomo), se daba algo de tiempo, nos daba emoción a nosotros y, seguía impertérrito con el añadido correspondiente.
La sesión nunca acababa a gusto de todos, siempre queríamos más y más.
Luci -
Desde el recuerdo muchos besos, te sigo.
Enrique -
-por la inercia del desnivel del terreno-
cogía tanta fuga el vehículo que llegaba en un volío desde el Almacén de Los Picos hasta el citado tanque, sitio con algo de curva y, al no haber peraltaje en la carretera... vuelco, consuelo a los damnificados y, vuelta a empezar.
Lo del trompo (la porreta)está escrito en otro relato que, quién quita que se publique.
Las alcobitas, como daban poco trabajo, me acuerdo que estaban pintadas a dos colores y los roperillos tenían hasta patas.
Añadir que el banco era cómplice del carpintero, pues escondía en su interior (con candado por Navidad) tal virguería de juguetes artesanales.
Besos muchos, hermana.
Pepita -
Pepita (la hija del carpintero) -
Ya quisiera la "condená" Barbie, que tiene de todo, tener una alcobita de madera decorada y pintada de color, de las que se hacían de aquella carpintería; pero lo más que recuerdo es cuando nos hizo unos zancos de madera, que casi nos matamos con ellos, y un carricoche que enfilábamos cuesta abajo y sin frenos hasta llegar al tanque de Juan Perera. Sin contar, que lo cuente Enrique, cuando le hizo un trompo,o mejor dicho, la madre del trompo, tan grande y hermoso que los chiquillos no querían jugar con él.
También recuerdo como el banco sirvió de improvisada mesa de cocina. Un día que mi madre estaba mala, mi padre quiso cocinar un pulpo y le dijeron que le diera unos golpes; mi padre, ni corto ni perezoso, le dio una tollina con el mazo de carpintero...pero comimos pulpo blandito, blandito.
¡Ah! se me olvidaba, nosotros éramos los que teníamos lo lápices mejor afilados del colegio, pues nos los afilaba mi padre con el formón.
Pepita, la hija del carpintero
Enrique G. -
En aquellos tiempos había mucha penuria. Mi padre cuenta que iba a coger higos con su abuela y que para que él ,estando subido en la higuera, no se comiera ninguno, ella no dejaba de exigirle y de decirle: "Silba Luis. Luisillo, silba que yo te oiga".
Memorias, besos y abrazos.
Enrique -
Memorias tantas, besos mil.
Jose G.G. -
Muy bonito y emocionente tu relato, me gustó mucho y estamos esperando mas. Un fuerte abrazo.
Paca Armas -
Enrique García Valencia -
Los tangos silbados y cantados se corvertían, a veces, en canciones tarareadas por mor del dichoso e infausto "Mecanicos blanco sin filtro" atravesado en los labios del vocalista.
Besos mil.
Enrique Pancho Primo -
Había normas que el carpintero imponía por el bien del banco y de nosotros; al final tú recogías,limpiabas y colocabas, él supervisaba y... tan contentos.
Memorias para todos: para ti, para tu descendencia, para tu "costilla" y para tu cadera.
digna garcia valencia -
Pienso que tenemos que darle gracias a la vida por tenerle a él y a papá todo el día en casa. sobre todo en verano que era cuando teniamos vacaciones.
Todavia cuando paso por delante de alguna carpinteria, de las pocas que queda, el olor a serrin me transporta.
Y de una cosa estoy segura, nuestro banco es único como tambien lo era papa silbando tangos.A raiz de este relato salio a colacion mi eterna preocupacion inconfesada y es ¿que sera de nuestro banco el dia de mañana?...pero el autor del este cuento ya me tranquilizó.
Pancho (el Chico) -
Todo lo contrario que en San José, donde por edad fue para mi más un taller de juguetero (Mary Luz, haz que te miren eso, porque el garaje era verde) y particular País de las Maravillas, en cuyo interior habitaban tan fantásticos personajes como La Zorra y El Cuervo, La Jauría y La Liebre, Tito y su Burrito, Flippity y Flop, El Conejo de la Suerte, Elmer, Porky, Greñas, ... y no sigo.
Bien aciertas con lo de la complementariedad de los recuerdos a golpe de comentario: ahora recuerdo la casa de San José (singular donde las haya) y ver amanecer desde su azotea, casi desde donde mismo se encontraba el banco de Pancho.
Enrique -
El banco y las garepas de su alrededor fueron también echadero de perros que encontraban esas virutas bastante aparentes para sestear, hablo de: Greña, Mustafá, Gregorio, Kinda...
Besos, uno especial para Sibel.
Silvia Correa García -
Me acuerdo que mi hermana y yo jubabamos muchisimo a su alrededor mientras Luis nos arreglaba alguna muñeca descabezada..........y con tu perra Kinda que se escondia en medio de tanta madera y tarros con tachas.
Enrique Valencia Vega -
Memorias mil y un beso grande, Carola Caracola Carolina.
Carola -
Llegó a casa de la mano de mi hermana Antonia hace más de tres decadas. En ella se sentaron otras generaciones para ordeñar vacas, cabras..hasta pa echarse un carajillo, alguien que yo me sé. Hoy día sigue viva saboreando las posaderas con y sin reboso de los que llegan a casa y soportando algún que otro tufillo escapado. Allí está en medio del pasillo, lleva una eternidad mirandonos sin queja alguna, la casa casa cambia, pero ella sigue igual con sus tres patas y nosotros nos seguimos peleando a ver quién llega antes para sentarnos y tomar el café cada tarde. Y a veces pienso: "si hablara" tendría qué decir.
Un beso pa ti y pa el maestro Luis.
Enrique García -
Un beso grande y memorias para todos.
Olga Vega -
Lo del banco de carpintero está muy bonito y te hace recordar otras cosas. Un beso con mucho cariño.
Enrique García -
Mi padre en La Aldea siempre fue "Luisito el carpintero", aquí ,en la capital, ganó status pues los compañeros le llamaban "Mastro Luis" y, cuando desaparecieron las jardineras guaguas de madera se "reciclo" en cobrador, pasando a ser: Mastro Luis el 314.
Memorias para todos, un beso.
Enrique -
Un saludo, memorias, XXX
Enrique -
La sonrisa del banco ES real, en cuanto una de las puertillas se abre descolocada... ya sabemos que está contento por algo (te lo podríamos jurar todos nosotros que, lo conocemos bien).
Memorias a tu jarquilla y ... ya nos veremos.
Benjamín -
Recuerdos de la tropa, dejate ver que estás desaparecido.
Mª Luisa Quintana (generación del 49) -
Un saludo para tí y para toda tu familia.
TERE AMELIA DEL 49 -
TANTO PATERNA COMO MATERNA.
Y ME HUELE LA MADERA Y ME SUENAN LAS HERRAMIENTAS.TAMBIEN ME RECUERDAS AL PILAR DE TU CASA ,Y AL PILAR DE LA MIA.
ESPERO QUE DE VEZ ENCUANDO NOS DELEITES CON ESOS RECUERDOS ENTRAÑABLES.XXX
Enrique Amigo Saavedra-Molina -
La ferocidad de la llamada "vida moderna" llega a ser tan cruel que, a veces, vemos desechar, no sólo trastos y atarecos en uso, sino actitudes y sentimientos que siempre han sido un tesoro para quien los ha sabido valorar.
Gracias por conectar, amigo Pepe.
José Saavedra Molina -
Y, lindo también el homenaje que, a través de su banco de carpintero, le haces a tu querido padre.
Tienes el don de retrotransportarnos a esos recuerdos de nuestra infancia que tan profunda huella han dejado en nosotros. Como siempre, muchísimas gracias Enrique por compartir todo eso con los demás. Y, NUNCA LAS MAÑAS PIERDAS. Un abrazo.
Enrique el de Luis García, el de Panchito el del Sindicato -
En el banco y con su cooperación se gestaron, entre otras cosas: banquillos como el tuyo, banquillos para ordeñar, banquillos para ir a la escuela si no había plaza, banquillos para las bordadoras y costureras de ca'Paquita Alemán, banquillos para poner las piernas, banquillos de betunero, banquillos tipo escabel de adorno, banquillos para un zapatero, banquillos para la iglesia...
!Mucho banquillo y... pocas perras para el banco!
Besos mil Paquita.
Enrique el de La Aldea -
Gracias por tus comentarios,besos tantos y memorias más.
Enrique Primo -
Estoy en La Naval celebrando la fiesta de la Virgen de La Luz, felicidades si es que te toca algo y... besosmemorias.com
Paca Armas -
Gloria Bertrana -
Precioso relato, Enrique. Gracias por compartirlo.
PD: Seguro que estará contento de seguir siendo "útil" después de tanto tiempo. Ojalá nuestros mayores y nosotros mismos llegado el momento, tuvieramos también esa sensación siempre.
Un besote.
Mary Luz -
Tu amigo y tu padre, Luis, dieron vida a muchos de nuestros juguetes; recuerdo aquel garaje de color azul que muchos coches de mis hermanos cobijo.
Creo que hoy es un día especial, va por ellos una oración.
Un gran beso para ti.
COLOFÓN A MODO DE INTROITO -
Se sabe útil -se le nota en la media sonrisa de sus puertillas entreabiertas-, sostiene el hornillo de gas de las urgencias de Demetria, mantiene el "baúl de sastre" que es el caos organizativo de la dueña, sirve de apoyo en la zona del tendedero, alberga todavía herramientas y utillaje vario, coopera con las esporádicas acciones de carpintería, orea en su costillar diversas prendas de ropa y... llena el lugar con su plácida presencia protectora: es el banco de siempre, un entrañable legado de Luis. Es, en definitiva, nuestro fuerte, querido y viejo amigo de toda una vida.