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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

La finca de Castañeta

La finca de Castañeta

La finca de Castañeta es un lugar entrañable, del que tengo muchos recuerdos. Desde pequeño estuve muy relacionado con ella.

Se encuentra situada entre el Barranco de Tejeda-La Aldea y una cadena montañosa.

Los primeros recuerdos que tengo son de cuando caminaba con mi padre entre los tomateros, que ya estaban “amarrados al burro”; esto quiere decir que se encontraban ya a la máxima altura. Yo iba delante de él. De buenas a primeras miraba hacia atrás y ya no lo veía. Mi alma daba un vuelco, de miedo. Yo gritaba llamándolo:

-Papáaaaaa

Y el aparecía siempre sonriendo:

-Estoy aquíiiiiiiii.

Y así se repetía una y otra vez, hasta que me di cuenta de que era un juego entre ambos.

Finalmente llegábamos a una enorme higuera de higos blancos que me parecía un gigante de grandes brazos. Bajo su sombra nos sentábamos a comer unos deliciosos higos.

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Durante la zafra del tomate se cosechaba mucha fruta que era recogida por los camiones en grandes cajas. Terminado el periodo de los tomates se plantaba millo.

Siempre se recogía gran cantidad de piñas, mazorcas. Luego se hacían juntas entre los medianeros, vecinos y familiares para desgranar el millo.

Una vez me pareció tan enorme la cantidad de piñas que le dije a mi madre:

-Mamá, mamá, papá es rico.

-¿Y de qué, mi niño? -Me preguntó ella.

-Yo, feliz, le respondí:

-De palotes (llamados carozos, piezas que quedan tras desgranarlas).

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A un lado de la finca mi padre construyó un hermoso gallinero del cual estábamos todos orgullosos. En cierta época se escuchó que había un ladrón de gallinas rondando por el pueblo. Yo, ni corto ni perezoso, me fui al gallinero y clavé unos palitos delante de la puerta para que el presunto ladrón no pudiera abrirla para robarnos las aves.

Gracias a Dios que aquel sujeto no apareció por allí.

¡Bendita inocencia!

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2 comentarios

Juan Antonio -

María Luisa

Son muchos los recuerdos que me vienen a la memoria de la finca de Castañeta.
De muy pequeñito me impresionaban las enormes higueras de higos blancos que eran todo un mundo por descubrir, y los mangueros, tuneras y limoneros que daban toneladas de fruta.
Los medianeros que eran la prolongación de la familia: Nicolás y Alberta, y Pepe y Amelia.
La recolección de las piñas de millo que era toda una fiesta, pues se hacían juntas para desgranarlas con familiares, vecinos y amigos.

Recuerdo que quedó para siempre en mi mente, como esculpido en piedra, eran los enormes destrozos del barranco Grande que arrasaba las fincas de Castañeta que lo bordeaban, empezando por la de José Sosa y terminando por la de tití Daniel.
La acción del barranco sobre las fincas y la continua lucha por defenderse de sus bravas aguas y la recuperación de los terrenos, una vez que arrasaba con todo, es materia de un trabajo aparte.
Un beso.
Juan Antonio

Mª Luisa Quintana Hdez -

Querido Juan Antonio,recuerdo con mucha nostalgia aquellos domingos después de almorzar cuando íbamos a Castañeta ó a Tocodomán.Te diré que una noche fuimos papá y yo a Castañeta a buscar algo de verdura y de fruta para traer para Las Palmas de Gran Canaria a la familia ya que se le presentó un viaje de improviso.Descamisamos las piñas y dejamos allí las camisas.Al día siguiente cuando los medianeros llegaron y se encontraron aquello allí,pensaron que habían entrado a robar.Muchas gracias por este escrito y regresa pronto.