EL HABLA Y LA CULTURA ORAL. Hilvanes sobre habla, toponimia y cultura oral
El habla de nuestra Isla, como en el resto del Archipiélago, con su peculiar expresión oral, en el contexto del castellano de Canarias y su léxico, constituye uno de sus más interesantes elementos etnográficos. Algunos pueblos destacan por una expresión oral muy cadenciosa y peculiar como es el caso de Agaete, que además se ha caracterizado por la costumbre, cada vez menor, de poner sobrenombres o “nombretes”, a casi todos los vecinos. Cuentan que uno de fuera encontró novia en este pueblo y le advirtieron que seguro le pondrían nombrete; él se creía muy listo y para evitar algún apodo empezó a visitarla de noche, para que no lo vieran y en su pueblo se jactaba de ello, pero los culetos ya lo habían bautizado: el Búho. Y eso del sobrenombre de culetos le viene a los de Agaete por los colores de su equipo de fútbol, azul y grana, como los del equipo culé barcelonés.
Gran Canaria, en sus diferentes ambientes (marinero, agrícola, ganadero…), cuenta con un rico léxico y fraseología, dentro del contexto general del habla canaria, sobre lo que se han realizado diversos estudios con criterios científicos y metodológicos.
Esta riqueza del lenguaje canario se comprueba en la toponimia insular. Hay un libro, La Toponimia de Gran Canaria, editado por el Cabildo de Gran Canaria que en sus 12.800 topónimos recoge con toda amplitud su realidad geográfica, histórica y etnográfica. Pero son muchos más los topónimos que existen y ya se está revisando ese catálogo para ampliarlo. En esa obra encontramos numerosas referencias, unas 719, al antiguo lenguaje canario, donde vemos que la mitad de los municipios llevan nombre aborigen (Arucas, Telde, Tamaraceite, Tocodomán, Artenara…). También aparecen unos 862 arcaísmos castellanos (Angostura, Cañadones…) así como los 399 portuguesismos (Cabuco, Ribanzo, Laja…) y 38 americanismos (Ñameritas, Matazón…), 28 arabismos no castellanizados (Gurugú, Jarcón…) entre otros extranjerismos y demás orígenes de su toponimía. Así tenemos que sobre sucesos y hechos históricos hay unos 270 nombres propios y que 1.831 voces hacen alusión a la realidad socioeconómica insular y 1.046 nombres son de referencia histórico-cultural, creencias mágico religiosas y leyendas populares. Aunque el papel más destacado de la toponimia insular está en la naturaleza viva con 2.135 fitotopónimos y 798 zootopónimos. Repito que esas cifras toponímicas son mayores. Recientemente dos cronistas oficiales de esta isla, don José A. Luján (en colaboración con el filólogo lagunero don Gonzalo Ortega) de Artenara y don Rafael Sánchez, de Ingenio, han publicado sendos libros sobre la toponimia de sus municipios. Y por nuestra parte, en colaboración con el citado filólogo, tenemos en proyecto acometer el estudio toponímico de La Aldea, donde se dan curiosos nombres propios, el último que recuerdo comentar es el de Pozos de Balango, hace poquito con Paco Suárez, el de Extensión Agraria, que iba de excursión a este lugar, el pasado sábado. Se halla en la planicie que llega a los riscos de Cueva Nueva, seguramente el antiguo Benafurel y toma el nombre de unos pozos-charcos allí existentes para captar aguas pluviales en cuyos brocales crecían balangos, unas plantas de por allí. ¿Desde cuándo? Supongo de toda la vida, al menos en 1915, se recoge por escrito, en un parte de defunción, el lugar de Pajares de Balango, de un pastor desriscado en El Arco, Tasarte, Antonio Marrero González, que allí falleció, el 28 de enero de aquel año, en presencia de su viuda y porteadores, cuando iba sobre una parihuela, camino del médico, hacia Agaete; su cuerpo continuó, en un viaje más largo: Guía, cabeza del Partido Judicial, donde se le haría la autopsia y se enterraría. Un cuento que aún se mantiene en la tradición oral y del que hemos contrastado su veracidad entre los archivos del Juzgado de Primera Instancia y las referencias orales. O sea, un cuento de verdad. Porque en el seno de la sociedad tradicional se generaron muchos, algunos convertidos en leyendas, y vaya usted a saber qué tuvieron de verdad. Y de esto tenemos una rica tradición oral.
Unos cuentos o leyendas han quedado para siempre en la toponimia, con parajes relacionados, por ejemplo con la presencia del Diablo, o con temas de la muerte, las ánimas o las brujas con sus aquelarres y bailes a la luz de la luna, tanto en la orilla del mar como en las altas montañas; más de 90 topónimos hacen este tipo de referencia por toda Gran Canaria y, probablemente, las zonas geográficas con mayor encanto están en las alturas de Inagua (El Llano de las Brujas y La Degolladas de Las Brujas) aunque los mismos topónimos y otros como Bailadero los encontramos en diferentes municipios como Artenara, Tejeda, Mogán, San Bartolomé de Tirajana, La Aldea y Telde, municipio que siempre se ha relacionado con el mayor número de prácticas brujeriles en la sociedad de antaño. Esta riqueza de la cultura oral se manifiesta también en relatos históricos, refranes, romances, cuentos relacionados con tesoros o dineros enterrados por el accidentado litoral del Suroeste, como son los cuentos de La Cueva del Dinero en Playa del Asno, Cena Juan y Coge El Paso o El Dinero de Barranco Oscuro, ambos en Tasarte. Y de almas en pena tenemos nuestra leyenda más encantadora, la del Cuervo de Zamora en Guguy, que desde que en 1980, en que la recogí en un reportaje periodístico hasta hoy he observado varias versiones, cambios lógicos que se van sucediendo en este tipo de relato y vaya usted a saber qué se contará de la misma dentro de un siglo.
La historia oral se compone también de las referencias y testimonios de las personas de edad sobre la historia, costumbres y tradiciones que no han sido aún recogidos en los textos escritos. Entre otras están las experiencias de la economía tradicional en la agricultura, pastoreo, industria, extracciones de madera, carboneo, etc. Igualmente lo es la aportación de la gente relacionada con la mar y sus puertos como, entre otras, las estrategias de localización de puestos en alta mar por marcas, los recuerdos del cambullón y cabotaje, etc. Pero estos relatos orales muchas veces están cargados de imprecisiones, de olvidos y modificaciones. Por tanto, son fuentes que, como cualquier otra, desde el punto del método científico de investigación, deben ser contrastadas para verificar el hecho real. No saben ustedes cuántos cuentos hemos oído de gente algo mayor sobre supuestos hechos que no son reales o no son generalizables o simplemente son ambiguos. Les digo que también lo escrito hay que contrastarlo porque como dice el refrán “el papel aguanta lo que le pongan”. El escepticismo científico aconseja, mucha prudencia en unos y otros casos.
A los cuentos se unen otros elementos orales del folclore como el romancero popular y demás expresiones musicales y de la propia sabiduría popular. Y en este caso también se requiere mucha prudencia a la hora de su análisis porque es muy común afirmar «este es un romance inédito» cuando muchas veces son populares recogidos en libros de textos no muy antiguos. No hay más espacio para contarles más, pues de continuar estaríamos hilvanando más de la cuenta.
2 comentarios
Fco. Suarez M (Siso) -
Se te olvidó nombrar a las Viejitas, si no estoy equivocado.
Gracias por tus comentarios.
En estas cosas hay tanto por comentar, por escribir... que es mundo donde las letras, los cuentos y los pensamientos se lían conformando como un rico encaje o calado. Cuando investigué el tema del Pleito recogí algunos versos pero no me centré en ello, fui más a la estructura histórica y no la etnohistórica. Lo peor es que ya se ha muerto casi el 90 por ciento de los informantes.
Te animo a que escribas estas cosas, animo a los lectores interesados a expresar sus sentimientos que como decía el humorista canario Viera "to es empezar".
Este fue un texto que me dio por escribir una tarde de domingo, para descansar de otros trajines, no fue la intención de bordar o calar sino hilvanar y los hilvanes hilvanes son.
saludos
Enrique el de Luis, el de Panchito el del Sindicato; el de Demetria la de coma Pepa Briginia. -
Lo de los nombretes siempre me ha llamado la atención, sobre todo los que hacen mención a la familia entera. La Aldea no se queda atrás ni al margen de otros pueblos a la hora de nominar a todo quisque (en una época hasta a los coches y camiones); me imagino que el origen de los apellidos se entronca con esta interesante faceta del ingenio popular de los cristianos.
Clanes como los Valerios, Briginias, Valentines, Ruices, Beninas..., derivados de los apellidos y nombres, se mezclan con otros más festivos (con perdón) de procedencia más socarrona: Conformes, Redondos, Correlonas, Guirres, Mosquitos...
Hay una parte de la tradición festivo oral de nustros pueblos que eran los cantares de pique y contesta. Durante el Pleito de La Aldea se daban muchos ejemplos (no los he visto recogidos), mi tía Josefa Valencia se sabía bastantes, como muestra dos:
"Hay va Tomasa
con las bembas tiesas
a decirle a los civiles
que nos lleve presas"
"Adiós cha Bárbara Brito,
ya se te cabó el punto,
que ponías en la mesa
de tres a cuatro condutos"
Un abrazo grande para Paco el de Siso.