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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

La Aldea de San Nicolás: Las lluvias, riqueza para nuestro pueblo

La Aldea de San Nicolás: Las lluvias, riqueza para nuestro pueblo

Foto del Arenal, Castañeta, La Aldea. Tal vez de los años 1.953 ó 1.954.

 

Las tan deseadas lluvias han sido como la lotería para los aldeanos. En épocas de sequía, rezábamos para que lloviera. Siempre mirábamos al cielo para ver si era tiempo de sur, o si estaba cerrado, con nubes oscuras, sobre la cumbre, que era donde deseábamos que cayera la lluvia para que se llenaran las presas, o eran unas simples gotas que sólo mojaban la tierra, o eran para "más calor".

Hubo períodos hasta de siete años sin caer una gota. Se pueden imaginar la fiesta que formábamos cuando llovía de tal forma que en poco tiempo se llenaban las presas, y empezaba a correr el Barranco de Tejeda-La Aldea, para nosotros el Barranco Grande, a llenarse los pozos hasta el brocal, a adornar las montañas todos los caideros, a llegar el Barranco de Tocodomán, popularmente llamado El Tocomanero", hasta Castañeta, donde se une con el Barranco Grande.

A veces corría tanto el Barranco Grande que producía grandes destrozos en las fincas y en las casas que se construyeron en su cauce.

Cuando llovía mucho, mi abuela se santiguaba y exclamaba:

-¡Ay, Santa Bárbara bendita, sólo nos acordamos de ti cuando está tronando!

Y nosotros pedíamos:

-¡San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol!

Mi padre era partidario de cooperar en la construcción de un fuerte en la finca de José Sosa, entre todos los propietarios de las fincas que le seguían hacia abajo, puesto que por la de él, se metía el barranco e iba arrasando a todas las demás, pero, lamentablemente, muy pocos quisieron apoyar ese proyecto.

En la foto se puede observar el destrozo producido por una crecida del barranco, que solía entrar por la finca del Sr. Sosa y continuaba por las otras hasta llegar a la de mi padre, Antoñito Quintana, para seguir a continuación por la del pariente Daniel, para luego unirse a la corriente principal del barranco, al chocar con el risco.

Apenas se percibe la figura de un trabajador en funciones de recuperación del terreno y un trozo de fuerte que quedó en pie, puesto que la fuerza de las aguas abrió un enorme boquete por donde entró el barranco.

Foto actual del fuerte de Castañeta.

El Arenal fue arrasado por la corriente varias veces y vuelto a recuperar para el cultivo por mi padre. La ruina era total cuando desaparecía el fuerte, un muro de piedra y cemento de grosor considerable que hacía de contención a las bravas aguas del barranco, y también el cultivo, la tierra y materiales que hubiere en esa parte de la finca de Castañeta.

Finalmente mi padre decidió construir un fuerte que perduara en el tiempo. Le hizo unos buenos cimientos y aplicó abundante cemento y piedra con el fin de no tener que reconstruirlo nunca más. Y así sucedió con el que se percibe en esta foto.

Una vez corrió tanto el barranco y con una crecida muy grande. Él se levantó muy temprano, aún sólo alumbraba la luna, y se sentó a observar hacia Castañeta, desde el lugar donde posteriormente se construyó el Matadero. Cuando aclaró el día vio que el barranco se había introducido en la finca y había arrasado todo. Se quedó pálido, meditando qué hacer para reconstruir todo cuando dejara de correr el barranco.

Después de un par de horas de estar sin moverse, pudo observar cómo la altura del barranco iba descendiendo e iba apareciendo el fuerte.

- Me llegó el alma al cuerpo, me comentó una vez recordando este episodio.

Otra vez sucedió que por la tarde fue toda la familia a ver los tomateros del Arenal. Tan hermosos estaban, amarrados al burro, y llenos de óptimos tomates que nos mirábamos en él.

A la mañana siguiente, mientras aún estaba mi padre en casa desayunando, llegaron los medianeros y le dieron una mala noticia:

-Antoñito, anoche entró el barranco y se llevó todo el Arenal.

-Habrá que reconstruirlo de nuevo, dijo con mucha paciencia y tranquilidad.

Las inundaciones y destrozos del año 1.953, fueron terribles, como se puede ver en la imagen primera. Los hombres recuperaron el terreno para el cultivo a pico y pala.

Correntía de agua. Imagínense un barranco como éste bajando por nuestras calles.

El Barranco de Tocodomán nace en El Hoyo, por lo tanto, no tiene mucho recorrido, pero cuando llueve por la zona alta, con mucha intensidad, acumula en poco tiempo un gran caudal y con facilidad se desborda y se lleva por delante todo lo que está a su paso.

Recuerdo una vez que se metió en la finca de mi abuelo, que la llamábamos El Barranco, justo frente del Matadero, ocasionando grandes destrozos.

También cuando bajó en tromba por la calle principal, General Franco, y desaguó por el callejón entre la casa de mi abuelo y la de Paquito el Cubano, frente del Cine Nuevo, siguiendo por las fincas hasta unirse al Barranco Grande. Probablemente entró por El Estanco recorriendo, como si de un paseo triunfal se tratara, la calle principal.

Vagamente recuerdo cuándo el barranco se llevó por delante el puente de La Playa, dejando al pueblo incomunicado con la capital de la isla y con el puerto. Por fin lo reconstruyeron a conciencia perdurando hasta nuestros días.

Estas son imágenes que quedan en nuestra retina y que salen a la luz cada vez que se llenan las presas, cuando llueve por la Aldea o hay sequías.

Nosotros seguimos la costumbre de mi padre que siempre que llueve o hay atisbo de que ocurra, llamamos a alguien del pueblo para preguntar si ha llovido, o si se llenaron las presas, pues sabemos que en la lluvia está la lotería para los aldeanos.

Fotos cedidas por Paquito el de Ciso y otros amigos aldeanos.

 

 

5 comentarios

Marcial -

Querido Juan Antonio:
quiero mostrarte mi espanto y mi dolor por la catástrofe sufrida por el pueblo chileno, del que tú también formas parte.
Espero que te encuentres bien. Recibe en nombre de los que participamos en ARTEVIRGO mucho afecto y solidaridad.

carmelo -

Enrique y Juan Antonio un saludo de todo corazón de Carmelo González,me ha emocionado los recuerdos que me han hecho revivir aquellos tiempos de cuando era niño y jugaba a los estanques cuando llovia,en las calles de tierra.Seguiré leyendo todos los comentarios que hagan en artevirgo,son todos maravillosos.Un abrazo de Carmelo.

José Ramón Yváñez -

Pues yo me acuerdo de un sr. Que se llamaba D. Leoncio, que vivía en Castañeta, y tenia tomateros plantados cerca del barranco, para que el barranco no se llevara los tomateros, acordaron las mujeres de rezar el santo rosario, con tan mala suerte que el agua siguió creciendo y se llevo unos surcos de tomateros.
Se asomo el Pariente Leoncio a la puerta de la choza donde rezaban, y grito con voz serena,” que recen los de abajo, ya nosotros no tenemos por que rezar”.

Será verdad? Será leyenda ¿?, cualquiera sabe cristiano.
Muchas gracias por estos escritos , me encantan, un saludo grande.

Mª Luisa Quintana Hdez -

Gracias hermanito por rcordarme relatos de nuestra niñez.Recuerdo que un año que estaba corriendo el barranco Grande,papi nos llevó a la salida de la escuela a Castañeta para verlo.Antoñito Miguel no vino con nosotros porque se quedó jugando en la alameda.Cuando llegó a casa y vio que no estábamos le preguntó a abuelita que a donde habíamos ido.Cuando llegó a la altura de lo de tití David, por cierto que era la parte mas honda del barranco nos preguntó que si por allí hacía pie para pasarlo.Nosotros inconscientemente le dijimos que sí.Se metió y si no es por un hijo de José Álamo, se ahoga.También me acuerdo bastante cuando nuestro querido y añorado padre untaba el queso y lo ponía para que se pusiera duro y partirlo cuando llovieta.

Enrique el de Demetria -

Yo me acuerdo que una vez (sería por el año 1955) el barranco Tocomán se desbordó inundando gran parte del Barrio, por la panadería de José Matías, por donde vive Marcial y Rosa y hasta cerca de la casa de Lola la de Juana María.

Al año siguiente (creo recordar) construyeron un muro de hormigón, el Fuerte, frente al Pinillo, justo por debajo de Villanueva (allí sigue tan campante) y ya nunca más hubo barranqueras entrando en la citada zona.

Muy bonito y entrañable tu relato, Juanantonio. Me llego a la fibra cardiaca, al canto atrás del corazón.

Un abrazo húmedo de lluvia desde La Aldea.