Blogia
ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

El suave frescor del Floïd

El suave frescor del Floïd

Al ser el benjamín de la familia, con la protesta habitual y razonable de mis cinco hermanos, mi padre, Panchito Ramírez, que no lo hacía con los demás hermanos, con cincuenta largos, me permitía compartir con él sus arreglos matinales.

Me espumaba, cada mañana antes de salir a la escuela de Don Federico, la cara, con su vieja brocha de soltero. Me afeitaba con la maquinilla (sin hojilla) de mango gris y me frotaba finalmente, tras limpiármela con una toalla, la cara con FLOïD. Después de colocarme encima de la tapa de la vasija del baño, que era mi atalaya, no quitaba ojo de sus muecas: labio arriba, estirar el mentón, alargar la piel con su mano… para acertar con el modo exacto de atrapar la barba, que compartía conmigo a través del espejo guiñándome el ojo con complicidad paternal. Me desesperaba su tardanza en refrescar la cara con  FLOïD pero tenía siempre una explicación. Esperaba que la piel de la cara se estirase y secase bien, sabía que entre más tardara en aplicarse aquella loción con un poco de alcohol, más placentera sería el notar la frescura en la piel.

Ese momento, ese olor embriagador, está en mi pituitaria junto al de la colonia VARÓN DANDY. Comparten espacio en mi mente junto a la foto fija que llevo en mi retina; como mi tribuna estaba, justo detrás de las anchas espaldas de mí padre, sólo veía su cara en el espejo y su camisilla blanca que, siempre, de verano a invierno utilizaba.

Allí, en la repisa del lavabo, siempre estaba, junto a la botella roja de  ODAMIDA, el frasco de FLOïD, de color naranja, con la etiqueta de un joven que reía y que desde cualquier posición que lo miraras, siempre te sonreía. Cuando se acababa el contenido,  furtivamente, yo las atesoraba en lo alto del armario del baño para olerlas en secreto.

Él, al igual que mi madre, seguramente estarían disfrutando del poder jugar con un  chiquillo a su edad. Lo que yo guardaba como tesoro, con mi ingenuidad, con el tiempo, supe que era un secreto a voces entre toda la familia.

8 comentarios

JESÚS MELIÁN MARTÍN -

Antes que nada un saludo y decirte que aunque tardío,mi comentario,este escrito,porque en verdad ya habíamos hablado del mismo en una ocasión,me hace mirar atrás con una mezcla de nostalgia y un sinfín de sensaciones que después de tanto tiempo,aún siguen archivadas en mi memoria.Toda la parafernalia que en aquellos años se concentraba en un armarito tocador en el cuarto de baño de mi vetusta casa,de techos tan altos,que costaba alcanzarlos hasta con la mirada.Perfectamente ordenados y claramente diferenciados los compartimentos:uno de mi abnegada madre,Paula;otro de mi infatigable padre,Lorenzo,y el más alto de mi abuelo paterno,Chanito,"Paye"para toda la familia.Los tres me llamaban tremendamente la atención y pesar de no alcanzar siquiera a mirarme bien en el espejo,ya me las ingeniaba para acceder libremente a ellos,eso sí con la puerta cerrada y con el pestillo pasado.Como no podía ser de otra manera,ese pequeño armarito atesoraba en tan reducido espacio un sinnúmero de lociones,cremas y demás potingues que evocan y despiertan en mi memoria las sensaciones olfativas que aún hoy conservo en la correspondiente casilla de los olores en mi "cabecita loca" de aquel entonces.Comenzando por el estante de mi abuelo lo que más me llamaba la atención era la vaina en la que cada mañana deslizaba su precisa navaja una y otra vez sobre el curtido cuero de la misma,con tanta maestría como él siempre hacía.Me gustaba verlo siempre que me dejara,claro que para eso tenía que colarme con él e ingeniármelas para poder entrar con la simple excusa de hacer pis o de lavarme la boca.Una vez dentro no perdía detalle de todos y cada uno de sus movimientos,me encantaba aunque también es cierto que nunca me instó a hacerlo,de alguna manera supongo que pensaba que no era apropiado para mi edad,apenas contaba por aquel entonces con cinco o seis años y ya apuntaba maneras,manías y algún que otro entretenimiento digno de concurrir a las exposiciones de la sección femenina de aquel entonces.Me gustaba reciclar los retales que sobraban de las labores de mi madre y confeccionaba con mi propia "cajadeloshilos"vestidos para mis marionetas y mi guiñol,que tenía hasta cortinaje y telón,no podía ser menos.Muchas de las sesiones de guiñol las disfrutaba solito en la azotea de mi antigua casa en el cuarto de pileta.Aún guardo algunos de aquellos enseres y los sigo utilizando al día de hoy.De vuelta al armario para no irme por las ramas,que no me cuesta nada,atisbo detras de la vaina la barra de jabón de afeitado "LEA"y la brocha de pelo de cabra,la navaja desgastada de tanto y tanto uso con su veteado mango de nácar color hueso,recuerdo con temor la hoja de la navaja,pues era de acero macizo e imponía,al menos a mí.A la derecha donde siempre y adosada a la pared del mismo el consabido "Flöid" de llamativo color naranja y mejor aroma,que decir al respecto.Sólo quedaba espacio para un pequeño tubo de callicida y un vaso para su aseo bucal diario. Cuando cambio de estante,para poder cambiar el "chip"diré que mi padre tenía por hábitos exactamente los mismos casi,la única diferencia era la máquina de afeitar,una Guillette de hoja doble,por ambos lados,claro,pues de eso hace treinta y ocho años,nada menos.También recuerdo en su estante el "César Imperator",una emulsión para después del afeitado(after shave del ayer).Su brocha de pelo de cabra y el jabón en crema LEA en su lustroso tubo azul y blanco.También había una suerte de artilugios en un vaso de cristal que yo me afanaba en reconocer y probarlos como no podía ser menos;así sería que en una de mis sesiones de tocador furtivas,me quede sin la punta de una mis preciosas cejas hasta tal punto fue el desbarajuste entre la una y la otra que inevitablemente tuve que despuntar la otra para que existiera cierta simetrìa lógica y estética,por supuesto,entrambas.Ni que decir tiene que como colofón de mi desastrosa hazaña,tremenda reprimenda la que me llevé,dos o tres días seguidos,para que de alguna manera me sirviera de escarmiento.En fin que para eso nos instruimos frente al espejo,aunque en mi caso la soledad no fue mi mejor aliada.Tardó algo más de un mes en corregirse por sí solo, porque me prohibieron terminantemente estar solo en el baño y cuando lo hacía era estrictamente el tiempo justo y necesario,me vigilaban,seguro. Llegados a este punto y al último estante era mi preferido,el de mamá,por sus colores,botellas de cristal y tarros de crema Ponds,recuerdo perfectamente que el dermogético era Zainf rosado,alguna barra de labios,una pequeña cajita con colorete rosa tostado y una polvera con su borla;me llamaba la atención la cajita verde y negro de Pinaud,uno de los primeros rimmels que cayeron en mis manos y después de éstas, en mis pestañas para probarlo y ver el resultado,desastroso como era de esperar pues la cajita contenía un tubito de aluminio con una pasta negra y un cepillo miniatura para aplicar la máscara.Mejor lo dejamos porque se me pusieron los ojitos moraítos como de martirio,mira por donde ,que no de llorar,de entrometido y curioso,la naturaleza,que le vamos a hacer. Y este es a mi modo de ver el microcosmos que uno va tejiendo a lo largo de su vida,queramos o no queramos siempre habrá un armarito que al abrir sus puertas dejará fluir,no sólo los aromas que ahora mismo se misturan en mi pensamiento sin dejar de recordar todos y cada uno de ellos. Gracias Ezequiel por cada una de tus historias hiladas con sabiduría y paciencia.Abrazo correspondiente y gracias por darme esta oportunidad.Besos .

angelines -

Hola;tengo una nuera Aldeana y por ella supe hoy de esta pagina.
Son bellos recuerdos k nunca se olvidan yo como tengo mas edad k Uds. mi recuerdo es la colonia Tabù k mi padre se ponia. Perdonen mi osadia de entrar en vuestros recuerdos.

Doramas -

Recuerdos, recuerdos, que nunca se olvidan. Lo mejor el olorcito.

Ezequiel Ramírez -

María Luisa, tambíén recuerdo a Carmita,madre, con esa crema limpiadora, y otras. El problema es que venían en inglés y como sólo teniamos nociones de francés no sabíamos leerlas:

NIVEA CREAMS
PONDS COLD CREAM
VISNU
Depués vinieron las distribuidoras de AVON y fastidiaron nuestros recuerdos...

Mª Luisa Quintana Hdez -

Ezequiel, muchas felicidades por tu escrito.yo como niña recuerdo a mi madre limpiándose la cara con un tónico que se llamaba visnúy luego se ponía la cremaque se llamaba Dermogético que según tuvieras la piel se ponían el blanco o el rosado y mas tarde la crema Pond.Yo también me ponía en el baño a observarla dándose con un ligero masaje con un algodón el tónico.Le decía que me pusiera a mi también.Las colonias que usaba era Heno de Pravia y Lavanda.¡Qué recuerdos aquellos !

Orlando Diepa -

Chacho, niño... Yo también me pelaba, pero menos. Como llegó la moda del pelo largo, la moda de los "pelús", nos hacíamos los longuis y, como no íbamos al barbero, a Miguel Angel (Kalise) y a mí (Orlando el venezolano), éramos la sombra uno de otro, nos cogía mí tía Encarna (la madre de Marcial) o mí tio Paco (el padre de Miguel Angel) y nos pelaban directamente. Los dos jodínganos sabían pelar, eran amañaos... Al final, de los 16 a los 18 no nos pelamos, sólo en las barberías unisex de Las Canteras en Las Palmas, cuando vinimos a estudiar. Lo demás, igual: Barón Dandy, 1916, Pachuli...
Aunque no toque los temas, estoy siempre leyendo todos los artículos y comentarios. Saludos a todos y Pachuli Mípiruli.

Ezequiel Ramírez -

¡Claro que me acuerdo! ¿quién no recuerda esos olores, los polvos en el cuello y la brillantina?...y la pertinente pregunta de Antonio el barbero al finalizar el corte: ¿Está bien así o lo quieres un poco más largo?.......

JOSE RAMON -

Te acuerdas Ezequiel? Los sábados por la tarde pasabas por las barberías y el olor a floid, a colonia, brumel, a Barón Dandi, jejejeje, parecía que le habían echado “garrapatin” a un perro, que tiempos aquellos, yo los añoro se vivía mejor y mas que ahora, bueno siga escribiendo, que yo seguiré soñando, gracias mil.