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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

LECTURAS

La boca

La boca

Boca que arrastra mi boca:

boca que me has arrastrado:

boca que vienes de lejos

a iluminarme de rayos.

 

Alba que das a mis noches

un resplandor rojo y blanco.

Boca poblada de bocas:

pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas

hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,

a sed de morir despacio,

das a la grama sangrante

dos fúlgidos aletazos.

El labio de arriba el cielo

y la tierra el otro labio.

 

Beso que rueda en la sombra:

beso que viene rodando

desde el primer cementerio

hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca

enmudecido y cerrado

hasta que un roce celeste

hace que vibren sus párpados.

 

Beso que va a un porvenir

de muchachas y muchachos,

que no dejarán desiertos

ni las calles ni los campos.

 

¡Cuánta boca enterrada,

sin boca, desenterramos!

 

Beso en tu boca por ellos,

brindo en tu boca por tantos

que cayeron sobre el vino

de los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos, recuerdos,

besos distantes y amargos.

 

Hundo en tu boca mi vida,

oigo rumores de espacios,

y el infinito parece

que sobre mí se ha volcado.

 

He de volverte a besar,

he de volver, hundo, caigo,

mientras descienden los siglos

hacia los hondos barrancos

como una febril nevada

de besos y enamorados.

 

Boca que desenterraste

el amanecer más claro

con tu lengua. Tres palabras,

tres fuegos has heredado:

vida, muerte, amor. Ahí quedan

escritos sobre tus labios.

 

 

 

(Imagen de la firma tomada de eldardodelapalabra.blogspot.com)

FELIZ NUEVA VARIANTE, MARIO

Hasta cada verso, hasta cada palabra honesta, hasta cada cuento... De ahí no te querrás ir, Mario Benedetti. En el infinito de tu claridad, seguiré aprendiendo a ver.

Presentación de Zarapito. Crónica de Canarias

Presentación de Zarapito. Crónica de Canarias

El próximo 11 de diciembre de 2007 a las 20.00 h., en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés (última planta del antiguo Galerías Preciados), Anroart Ediciones, SL presenta la obra Zarapito. Crónica de Canarias. En el acto intervendrán Alberto Anaya y los autores, Luis Pérez Aguado y Justo Pérez Aguado.

ZARAPITO. CRÓNICAS DE CANARIAS es una obra ambiciosa, no sólo por su contenido, sino por su presentación. Un tomo de formato muy atractivo (28 x 24 centímetros), a todo color sobre un papel de máxima calidad y encuadernado en tapa dura.

Hace ya cerca de treinta años, que apareció por primera vez esta Historia de Canarias que hoy, con las lógicas adaptaciones de las nuevas investigaciones que nos traen los nuevos tiempos, les volvemos a mostrar.

Nació con la intención de enseñar divirtiendo. Y con el mismo ánimo vuelve a presentarse en esta ocasión. Los dibujos han sido respetados en su mayoría, a pesar de las reservas del dibujante –por aquello de que los nuevos tiempos requieren soluciones diferentes y la propia evolución del artista–.

El texto, que pretende ser serio y riguroso, está acompañado de ilustraciones en ocasiones escoltadas de algún anacronismo. Estos usos e inventos, generalmente contemporáneos, que los autores colocan o atribuyen a otras épocas, tienen como objetivo el de acercarnos a la historia a través del humorismo, al mismo tiempo que interesar por el contenido.

Los autores se han saltado, a la torera, como ellos mismos expresan, los “prejuicios conservadores” con que muchos adultos tratan por todos los medios de conservar y se apoyan en que la fantasía es una fuerza fundamental del espíritu, porque, aunque con anacronismos, la historia siempre seguirá siendo historia, y acercarnos a ella a través de la ironía y la “trola” ya es un notable paso hacia adelante. No olvidemos, por otro lado, la curiosidad del niño, cuyo proceso de conocimiento se desarrolla con frecuencia irregularmente, y las ideas y cosas que, en ocasiones, a los adultos nos parecen necias o superfluas, son las que a ellos les interesa.

Los autores se muestran persuadidos, por ello, de que la rigurosidad del texto y la estimulación de la fantasía a través de la parodia en las ilustraciones, forman parte de un adecuado combinado didáctico, que llevará a los chicos a comprender la verdad histórica que, de nuestras islas, le mostramos.

 

FICHA:

Pérez Aguado, Luis; Pérez Aguado, Justo. Zarapito. Crónicas de Canarias.

Anroart Ediciones. 252 páginas. 28 x 24 cm. Tapa dura, color (papel satinado 150 gramos). PVP 35,00 €. ISBN: 978-84-96887-43

 

C/ Santa Juana de Arco, 46

35004 Las Palmas de Gran Canaria

Teléfono: 928 339021

mailto:manroart_ediciones@yahoo.es

Anroart Ediciones, SL

 


 

TÚ ME QUIERES BLANCA, de Alfonsina Storni

TÚ ME QUIERES BLANCA, de Alfonsina Storni

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Vázquez Figueroa y la liberación de la cultura

Vázquez Figueroa y la liberación de la cultura

Loable iniciativa la del escritor tinerfeño Alberto Vázquez Figueroa , que regala su último libro en versión electrónica, en formato PDF. En su blog, http://www.vazquezfigueroa.blog.com, se puede leer un interesante comentario sobre las razones que lo llevaron a publicar gratuitamente Por mil millones de dólares de forma simultánea a la aparición de las ediciones impresas en rústica y en tapa dura. Se podría aprovechar la ocasión para empezar a "reeditar" sus novelas anteriores en PDF y ofrecerlas a los muchos lectores que tendría con seguridad.

Parece que escogió un momento difícil y se le reconoce el riesgo de competir con el gigante Harry Potter, que amenaza con hacerse eterno, otra vez.

Sólo le pongo unos perillos a la edición digital de esta novela: la veo muy desangelada, con el mero texto y nada más, no cuesta mucho añadir una portada sencilla con alguna imagen. Además, en los datos de derechos de copia debería aclararse la gratuidad de la edición digital.

De cualquiera de las maneras, la novela está ahí, para leerla y disfrutarla.

Al autor, simplemente, enhorabuena y gracias.

Altazor, de Vicente Huidobro

Altazor, de Vicente Huidobro

CANTO I (fragmento final)

Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
La muerte se ha dormido en el cuello de un cisne
Y cada pluma tiene un distinto temblor
Ahora que Dios se sienta sobre la tempestad
Que pedazos de cielo caen y se enredan en la selva
Y que el tifón despeina las barbas del pirata
Ahora sacad la muerta al viento
Para que el viento abra sus ojos

Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
Tengo cartas secretas en la caja del cráneo
Tengo un carbón doliente en el fondo del pecho
Y conduzco mi pecho a la boca
Y la boca a la puerta del sueño

El mundo se me entra por los ojos
Se me entra por las manos se me entra por los pies
Me entra por la boca y se me sale
En insectos celestes o nubes de palabras por los poros
Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
Mis ojos en la gruta de la hipnosis
Mastican el universo que me atraviesa como un túnel
Un escalofrío de pájaro me sacude los hombros
Escalofrío de alas y olas interiores
Escalas de olas y alas en la sangre
Se rompen las amarras de las venas
Y se salta afuera de la carne
Se sale de las puertas de la tierra
Entre palomas espantadas

Habitante de tu destino
¿Por qué quieres salir de tu destino?
¿Por qué quieres romper los lazos de tu estrella
Y viajar solitario en los espacios
Y caer a través de tu cuerpo de tu zenit a tu nadir?

No quiero ligaduras de astro ni de viento
Ligaduras de luna buenas son para el mar y las mujeres
Dadme mis violines de vértigo insumiso
Mi libertad de música escapada
No hay peligro en la noche pequeña encrucijada
Ni enigma sobre el alma
La palabra electrizada de sangre y corazón
Es el gran paracaídas y el pararrayos de Dios

Habitante de tu destino
Pegado a tu camino como roca
Viene la hora del sortilegio resignado
Abre la mano de tu espíritu
El magnético dedo
En donde el anillo de la serenidad adolescente
Se posará cantando como el canario pródigo
Largos años ausente
Silencio

Se oye el pulso del mundo como nunca pálido


La tierra acaba de alumbrar un árbol.

 

 

TEXTO COMPLETO EN EL SIGUIENTE ENLACE: http://www.nietzscheana.com.ar/huidobro.htm

 


Soneto XXXIV, de Francisco de Aldana

Soneto XXXIV, de Francisco de Aldana

 

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,

tras tanto variar vida y destino,

tras tanto de uno en otro desatino

pensar todo apretar, nada cogiendo,

 

tras tanto acá y allá yendo y viniendo

cual sin aliento inútil peregrino,

¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,

yo mismo de mi mal ministro siendo,

 

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria

del mundo es lo mejor que en él se esconde,

pues es la paga de él muerte y olvido,

 

y en un rincón vivir con la victoria

de sí, puesto el querer tan sólo adonde

es premio el mismo Dios de lo servido.

"Reconocimiento de la vanidad del mundo", Francisco de Aldana

 

 

ARTE POÉTICA, de Jorge Luis Borges

ARTE POÉTICA, de Jorge Luis Borges

 Mirar el río hecho tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua.

 

 

Sentir que la vigilia es otro sueño

que sueña no soñar y que la muerte

que teme nuestra carne es esa muerte

de cada noche, que se llama sueño.

 

 

Ver en el día o en el año un símbolo

de los días del hombre y de sus años,

convertir el ultraje de los años

en una música, un rumor y un símbolo,

 

 

ver en la muerte el sueño, en el ocaso

un triste oro, tal es la poesía

que es inmortal y pobre. La poesía

vuelve como la aurora y el ocaso.

 

 

A veces en las tardes una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo;

que nos revela nuestra propia cara.

 

 

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,

lloró de amor al divisar su Ítaca

verde y humilde. El arte es esa Ítaca

de verde eternidad, no de prodigios.

 

 

También es como el río interminable

que pasa y queda y es cristal de un mismo

Heráclito inconstante, que es el mismo

y es otro, como el río interminable.

 

(El Hacedor)

DENTRO DE TI ESTÁ EL SECRETO, de Amado Nervo

DENTRO DE TI  ESTÁ EL SECRETO, de Amado Nervo

 

Busca dentro de ti la solución de todos los problemas,
hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales.

Dentro de ti está siempre el secreto; dentro de ti están
todos los secretos.

Aun para abrirte camino en la selva virgen,
aun para levantar un muro, aun para tender un puente,
has de buscar antes, en ti, el secreto.

Dentro de ti hay tendidos ya todos los puentes.
Están cortadas dentro de ti las malezas y lianas que
cierran los caminos.

Todas las arquitecturas están ya levantadas dentro de ti.
Pregunta al arquitecto escondido: él te dará sus fórmulas.

Antes de ir a buscar el hacha de más filo, la piqueta más
dura, la pala más resistente, entra en tu interior y pregunta...

Y sabrás lo esencial de todos los problemas,
y se te enseñará la mejor de todas las fórmulas,
y se te dará la más sólida de las herramientas.

Y acertarás constantemente,
pues que dentro de ti
llevas la luz misteriosa de todos los secretos.

ME HE QUEDADO SIN PULSO Y SIN ALIENTO, de Ángel González

ME HE QUEDADO SIN PULSO Y SIN ALIENTO, de Ángel González

 

Me he quedado sin pulso y sin aliento

separado de ti. Cuando respiro,

el aire se me mueve en un suspiro

y en polvo el corazón, de desaliento.

 

No es que sienta tu ausencia el sentimiento.

Es que la siente el cuerpo. No te miro.

No te puedo tocar por más que estiro

los brazos como un ciego contra el viento.

 

Todo estaba detrás de tu figura.

Ausente tú, detrás todo de nada,

borroso yermo en el que desespero.

 

Ya no tiene paisaje mi amargura.

Prendida de tu ausencia mi mirada,

contra todo me doy, ciego me hiero.


LECCIONES DEL KAMASUTRA, de Mahmud Darwish

LECCIONES DEL KAMASUTRA, de Mahmud Darwish

Con la copa engastada de lapislázuli

la espero,

junto al estanque, el agua de colonia y la tarde

la espero,

con la paciencia del caballo preparado para los senderos de la montaña

la espero,

con la elegancia del príncipe refinado y bello

la espero,

con siete almohadas rellenas de nubes ligeras

la espero,

con el fuego del penetrante incienso femenino

la espero,

con el perfume masculino del sándalo en el lomo de los caballos

la espero.

No te impacientes. Si llega tarde

espérala

y si llega antes de tiempo

espérala,

y no asustes al pájaro posado en sus trenzas.

Espérala,

para que se sienta tranquila, como el jardín en plena floración.

Espérala

para que respire este aire extraño en su corazón.

Espérala

para que se suba la falda y aparezcan sus piernas nube a nube.

Espérala

y llévala a una ventana para que vea una luna bañada en leche.

Espérala

y ofrécele el agua antes que el vino, no

mires el par de perdices dormidas en su pecho.

Espérala

y roza suavemente su mano cuando

poses la copa en el mármol,

como si le quitaras el peso del rocío.

Espérala

y habla con ella como la flauta

con la temerosa cuerda del violín,

como si fuérais dos testigos de lo que os reserva el mañana.

Espérala

y pule su noche anillo a anillo.

Espérala

hasta que la noche te diga:

no quedáis más que vosotros dos en el mundo.

Entonces llévala con dulzura a tu muerte deseada

y espérala...

 

 

Traducción del árabe por María Luisa Prieto

 

EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE, de Mark Haddon

EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE, de Mark Haddon

Christopher es un joven de quince años que no quiere que lo toquen. No le gustan los rodeos, ni las evasivas, ni las mentiras. Tiene una memoria infinita y nada escapa a sus dotes de observación. Las matemáticas y la física son lo que más le interesa. Pero tiene dificultades para relacionarse con los demás, porque la forma de relacionarse con los demás de casi todo el mundo no es la forma de relacionarse con los demás que él acepta. Unos lo toman por loco, otros por un genio, otros lo llaman retrasado, pero a él no le importa nada, sino lo que es verdad.

Por eso, cuando descubre que alguien ha matado a Wellington, el perro de su vecina, toma la decisión de investigar su muerte, como lo haría el mismísimo Sherlock Holmes. Buscará la verdad de un caso que lo va a llevar a encontrar nuevas verdades y viejas mentiras en su vida que, hasta entonces, transcurre apacible entre la convivencia con su padre y las actividades de su colegio. Su mundo limitado entre su barrio y su colegio va a agrandarse a medida que investiga y escribe lo que le sucede como si todo lo que la pasara fuera el argumento de una novela.

Una excelente novela para aprender de un personaje tan extraordinario como inusual, un héroe a la medida de nadie. Ternura, inteligencia y sorpresa ante la mirada de un chico que ve donde muchos “normales” son simples ciegos.

Un libro divertido, que invita a pensar y a aceptar la felicidad, aunque sea diferente a la felicidad de la mayoría.

El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, lo podemos encontrar en español en la editorial Salamandra, colección Narrativa Salamandra.

 

EL VIAJE DEFINITIVO, de Juan Ramón Jiménez

EL VIAJE DEFINITIVO, de Juan Ramón Jiménez

Se celebra este año 2006 el quincuagésimo aniversario de la concesión del Premio Nobel al poeta de Moguer.

Por ese motivo y porque ya estaban tardando, aniversarios aparte, en el Centro Virtual Cervantes se publica una monografía sobre Juan Ramón . Allí se pueden encontrar una selección de sus textos, estudios de su obra, cronología y notas biográficas.

Juan Ramón Jiménez dedicó su existencia a la poseía. De entre tanto que escribió, proponemos la lectura de El viaje definitivo, una honda meditación sobre la belleza de la vida, a pesar de la muerte.

 

... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

cantando;

y se quedará mi huerto, con su verde árbol,

y con su pozo blanco.

 

 

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando,

las campanas del campanario.

 

 

Se morirán aquellos que me amaron;

y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,

mi espíritu errará nostáljico…

 

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol

verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido…

Y se quedarán los pájaros cantando.

 

Tomado de «Corazón en el viento», en Poemas agrestes, 1910-1911

 


ÍTACA, de Constantino Cavafis

ÍTACA, de Constantino Cavafis

 

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes,

o al colérico Posidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al salvaje Posidón encontrarás,

si no los llevas dentro de tu alma,

si no los yergue tu alma ante ti.

 

Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos nunca vistos.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes voluptuosos,

cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender, a aprender de sus sabios.

 

Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento.

Tu llegada allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.

 

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

 

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

Entenderás ya qué significan las Ítacas.

 

 

Traducción del griego por Pedro Bárdenas de la Peña

INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA A UN RELOJ, de Julio Cortázar

INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA A UN RELOJ, de Julio Cortázar

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.

Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

OLVIDO de Ángel Guerra

OLVIDO de Ángel Guerra

Todos los sábados paraba allí el ciego. La niña pálida, feúcha, con los labios mimosos y los ojos tristes, estaba siempre en el balcón, entre un marco de clavellinas. Con las manos en las sienes descoloridas, por donde resbalaban unos ricillos coquetones, escuchaba los lamentos de la guitarra, cuyas cuerdas hería la áspera mano del ciego.

No faltaba nunca. Allí silenciosa, absorta, en éxtasis, sus ojos melancólicamente húmedos, se llenaban de la luz borrosa de la tarde y sus oídos seguían con deleite las notas de la guitarra, por cuya boca parecían salir elegías lamentosas como ayes de un preso por las rejas, y de cuyo fondo se levantaba un acento dolorido, quejumbroso, como si dentro llorara el alma de un niño sin madre.

Sonaba el cantar, siempre triste, como el recuerdo de la patria en el destierro. Aquello eran lágrimas hechas voces, tristezas recónditas sollozando dentro.

Vibraban en el aire y luego desfallecían, y a lo último, cuando se extinguían los sonidos, el eco a distancia resurgía con dejos dolientes de despedida.

La niña dejaba caer la limosna, que recogía el ciego, besándola y aún lo seguía con la mirada al atravesar la calle desierta, hasta que su silueta se esfumaba paulatinamente a lo lejos.

Llegó a establecerse entre ambos un dulce cariño. La niña acudía siempre al balcón con el solícito afán de una novia a la cita.

De la vida del ciego nada sabía, ni aun su nombre, y apenas si comprendió que aquel espíritu se rendía a un gran dolor, y que acaso, acaso, en medio de la soledad del alma, no podía desahogar las penas sino cantando. Por eso las coplas eran lúgubres y los romances narraban amoríos desgraciados.

Compadecida, todos los sábados lo esperaba a la caída de la tarde. Y cuando se esbozaba en lontananza la figura del músico callejero, resaltando las líneas angulosas del sombrero abollado; y se percibía el color verdoso del gabán desgarrado y mugriento por donde asomaban las carnes tostadas, con la vieja guitarra al brazo, tambaleando, como un sonámbulo que anda, y la camisa sucia abierta mostrando el vello enmarañado del pecho, sentía nacer una alegría inexplicable, y sus ojos se iluminaban rápidamente con un fulgor extraño.

Llegó un sábado. El ciego parose bajo el balcón de la niña pálida. Sonó la guitarra y los cantares fueron saliendo como suspiros de un corazón que se desahoga.

Callaron las cuerdas gemebundas, y extendió el sombrero para recibir la limosna. ¡Nada! La calle estaba silenciosa y el balcón desierto. ¿Dónde estaba ella?

Volvió al sábado siguiente, lleno de dudas, pero aún con la última esperanza. Sus coplas fueron aquel día más tristes, la guitarra parecía gemir desolada. Con mano trémula, como el náufrago al agarrar una tabla, extendió el despachurrado sombrero. ¡Nada!

Sin duda lo había olvidado ya; tal vez hubiera muerto. ¿Muerto? ¡Quién sabe!

Sintió entonces todo el amargor de la vida; volvió los ojos vacíos al cielo, como una desesperada súplica; en su espíritu rebosó el odio, la tristeza, el amor, todo, al contacto de mil recuerdos; estrechó entre sus brazos nerviosos la guitarra, su única amiga, como para ahogar aquella voz que respondía a su dolor; crujieron las débiles tablas rotas y arrojó las astillas a la calle, como el cadáver de una adúltera en un rapto de delirio, pero sollozando…

Y allá lejos, rítmico, soñoliento, aun repetía el eco las últimas notas del cantar de la niña.

EL GIGANTE EGOÍSTA, de Oscar Wilde

EL GIGANTE EGOÍSTA, de Oscar Wilde

Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante.

Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el Otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura, que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.

—¡Qué felices somos aquí! —se decían unos a otros.

Pero un día el Gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.

—¿Qué hacen aquí? —surgió con su voz retumbante.

Los niños escaparon corriendo en desbandada.

—Este jardín es mío. Es mi jardín propio —dijo el Gigante—; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.

Y de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:

"ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA

BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES".

Era un Gigante egoísta...

Los pobres niños se quedaron sin tener donde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás.

—¡Qué dichosos éramos allí! —se decían unos a otros.

Cuando la Primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el Invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer. Sólo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños, que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida.

Los únicos que ahí se sentían a gusto, eran la Nieve y la Escarcha.

—La Primavera se olvidó de este jardín —se dijeron—, así que nos quedaremos aquí todo el resto del año.

La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.

—¡Qué lugar más agradable! —dijo—. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros también.

Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.

—No entiendo por qué la Primavera se demora tanto en llegar aquí— decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco, espero que pronto cambie el tiempo.

Pero la Primavera no llegó nunca, ni tampoco el Verano. El Otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.

—Es un gigante demasiado egoísta—decían los frutales.

De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el Invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.

Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era sólo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.

—¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la Primavera —dijo el Gigante y saltó de la cama para correr a la ventana.

¿Y qué es lo que vio?

Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Sólo en un rincón el Invierno reinaba. Era el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse.

—¡Súbete a mí, niñito! —decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño.

El Gigante sintió que el corazón se le derretía.

—¡Cuán egoísta he sido! —exclamó—. Ahora sé por qué la Primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a derribar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños.

Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho.

Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa, y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en Invierno otra vez. Sólo aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó gentilmente entre sus manos, y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la Primavera regresó al jardín.

—Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos —dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, echó abajo el muro.

Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás.

Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante.

—Pero, ¿dónde está el más pequeñito? —preguntó el Gigante—, ¿ese niño que subí al árbol del rincón?

El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.

—No lo sabemos —respondieron los niños—, se marchó solito.

—Díganle que vuelva mañana —dijo el Gigante.

Pero los niños contestaron que no sabían dónde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste.

Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.

—¡Cómo me gustaría volverlo a ver! —repetía.

Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.

—Tengo muchas flores hermosas —se decía—, pero los niños son las flores más hermosas de todas.

Una mañana de Invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el Invierno pues sabía que el Invierno era simplemente la Primavera dormida, y que las flores estaban descansando.

Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado y miró, miró…

Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del jardín, había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.

Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de ira, y dijo:

—¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?

Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies.

—¿Pero, quién se atrevió a herirte? —gritó el Gigante—. Dímelo, para tomar la espada y matarlo.

—¡No! —respondió el niño—. Estas son las heridas del Amor.

—¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? —preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.

Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:

—Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso.

Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.

A LA FLOR DE GNIDO, de Garcilaso de la Vega

A LA FLOR DE GNIDO, de Garcilaso de la Vega

Si de mi baja lira

tanto pudiese el son que en un momento

aplacase la ira

del animoso viento

y la furia del mar en movimiento,

 

y en ásperas montañas

con el süave canto enterneciese

las fieras alimañas,

los árboles moviese

y al son confusamente los trujiese:

 

no pienses que cantado

sería de mí, hermosa flor de Gnido,

el fiero Marte airado,

a muerte convertido,

de polvo y sangre y de sudor teñido,

 

ni aquellos capitanes

en las sublimes ruedas colocados,

por quien los alemanes,

el fiero cuello atados

y los franceses van domesticados;

 

mas solamente aquella

fuerza de tu beldad seria cantada,

y alguna vez con ella

también seria notada

el aspereza de que estás armada,

 

y cómo por ti sola

y por tu gran valor y hermosura,

convertido en vïola,

llora su desventura

el miserable amante de tu figura.

 

Hablo de aquel cautivo

de quien tener se debe más cuidado,

que está muriendo vivo,

al remo condenado,

en la concha de Venus amarrado.

 

Por ti, como solía,

del áspero caballo no corrige

la furia y gallardía,

ni con freno la rige,

ni con vivas espuelas ya la aflige;

 

por ti con diestra mano

no revuelve la espada presurosa,

y en el dudoso llano

huye la polvorosa

palestra como sierpe ponzoñosa;

 

por ti su blanda musa,

en lugar de la cítera sonante,

tristes querellas usa,

que con llanto abundante

hacen bañar el rostro del amante;

 

por ti el mayor amigo

le es importuno, grave y enojoso:

yo puedo ser testigo

que ya del peligroso

naufragio fui su puerto y su reposo,

 

y agora en tal manera

vence el dolor a la razón perdida

que ponzoñosa fiera

nunca fue aborrecida

tanto como yo de él, ni tan temida.

 

No fuiste tú engendrada

ni producida de la dura tierra;

no debe ser notada

que ingratamente yerra

quien todo el otro error de sí destierra.

 

Hágate temerosa

el caso de Anajárete, y cobarde,

que de ser desdeñosa

se arrepintió muy tarde,

y así su alma con su mármol arde.

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Triste aniversario, el del asesinato de Federico García Lorca. Pero hay que recordarlo, para que nunca vuelva el tiempo de matar a los poetas. Quien quiera olvidar, que olvide, a quien quiera que los demás se olviden, que le duela el recuerdo.

 

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

 

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

 

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

 

FEDERICO GARCÍA LORCA


CONSEJOS A LOS JÓVENES LITERATOS de Charles Baudelaire

CONSEJOS A LOS JÓVENES LITERATOS de Charles Baudelaire

Los preceptos que se van a leer son fruto de la experiencia; la experiencia implica una cierta suma de equivocaciones; y como cada cual las ha cometido –todas o poco menos-, espero que mi experiencia será verificada por la de cada cual.

 

I

DE LA SUERTE Y DE LA MALA SUERTE EN LOS COMIENZOS

 

Los jóvenes escritores que hablando de un colega novel dicen con acento matizado de envidia: "¡Ha comenzado bien, ha tenido una suerte loca!", no reflexionan que todo comienzo está siempre precedido y es el resultado de otros veinte comienzos que no se conocen.

... Creo más bien que el éxito es, en una proporción aritmética o geométrica, según la fuerza del escritor, el resultado de éxitos anteriores, a menudo invisibles a simple vista. Hay una lenta agregación de éxitos moleculares; pero generaciones espontáneas y milagrosas jamás.

Los que dicen: "Yo tengo mala suerte", son los que todavía no han tenido suficientes éxitos y lo ignoran.

Libertad y fatalidad son dos contrarios; vistas de cerca y de lejos son una sola voluntad.

Y es por eso que no hay mala suerte. Si hay mala suerte, es que nos falta algo: ese algo hay que conocerlo y estudiar el juego de las voluntades vecinas para desplazar más fácilmente la circunferencia.

 

II

DE LOS SALARIOS

 

Por hermosa que sea una casa es ante todo —y antes de que su belleza quede demostrada— tantos metros de frente por tantos de fondo. De igual modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo una serie de columnas escritas; y el arquitecto literario, cuyo sólo nombre no es una probabilidad de beneficio, debe vender a cualquier precio.

Hay jóvenes que dicen: "Ya que esto vale tan poco, ¿para qué tomarse tanto trabajo?" Hubieran podido entregar trabajo del mejor; y en ese caso sólo hubieran sido estafados por la necesidad actual, por la ley de la naturaleza; pero se han estafado a sí mismos. Mal pagados, hubieran podido honrarse con ello; mal pagados, se han deshonrado.

Resumo todo lo que podría escribir sobre este asunto en esta máxima suprema, que entrego a la meditación de todos los filósofos, de todos los historiadores y de todos los hombres de negocios: "¡Sólo es con los buenos sentimientos con los que se llega a la fortuna!"

Los que dicen: "¡Para qué devanarse los sesos por tan poco!" son los mismos que más tarde quieren vender sus libros a doscientos francos el pliego, y rechazados, vuelven al día siguiente a ofrecerlo con cien francos de pérdida.

El hombre razonable es el que dice: "Yo creo que esto vale tanto, porque tengo genio; pero si hay que hacer algunas concesiones, las haré, para tener el honor de ser de los vuestros".

 

III

DE LAS SIMPATÍAS Y DE LAS ANTIPATÍAS

En amor como en literatura, las simpatías son involuntarias; no obstante, necesitan ser verificadas, y la razón tiene ulteriormente su parte.

Las verdaderas simpatías son excelentes, pues son dos en uno; las falsas son detestables, pues no hacen más que uno, menos la indiferencia primitiva, que vale más que el odio, consecuencia necesaria del engaño y de la desilusión.

Por eso yo admiro y admito la camaradería, siempre que esté fundada en relaciones esenciales de razón y de temperamento. Entonces es una de las santas manifestaciones de la naturaleza, una de las numerosas aplicaciones de ese proverbio sagrado: la unión hace la fuerza.

La misma ley de franqueza y de ingenuidad debe regir las antipatías. Sin embargo, hay gentes que se fabrican así odios como admiraciones, aturdidamente. Y esto es algo muy imprudente; es hacerse de un enemigo, sin beneficio ni provecho. Un golpe fallido no deja por eso de herir al menos en el corazón al rival a quien se le destinaba, sin contar que puede herir a derecha e izquierda a alguno de los testigos del combate.

Un día, durante una lección de esgrima, vino a molestarme un acreedor; yo lo perseguí por la escalera, a golpes de florete. Cuando volví, el maestro de armas, un gigante pacífico que me hubiera tirado al suelo de un soplido, me dijo: "¡Cómo prodiga usted su antipatía! ¡Un poeta! ¡Un filósofo! ¡Ah, que no se diga!" Yo había perdido el tiempo de dos asaltos, estaba sofocado, avergonzado y despreciado por un hombre más, el acreedor, a quien no había podido hacer gran cosa.

En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno más caro que el de los Borgia, pues está hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro sueño ¡y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay que guardarlo avaramente!

 

IV

DEL VAPULEO

 

El vapuleo no debe practicarse más que contra los secuaces del error. Si somos fuertes, nos perdemos atacando a un hombre fuerte; aunque disintamos en algunos puntos, él será siempre de los nuestros en ciertas ocasiones.

Hay dos métodos de vapuleo: en línea curva y en línea recta, que es el camino más corto. (...) La línea curva divierte a la galería, pero no la instruye.

La línea recta... consiste en decir: "El señor X... es un hombre deshonesto y además un imbécil; cosa que voy a probar" -¡y a probarla!-; primero..., segundo..., tercero... etc. Recomiendo este método a quienes tengan fe en la razón y buenos puños.

Un vapuleo fallido es un accidente deplorable, es una flecha que vuelve al punto de partida, o al menos, que nos desgarra la mano al partir; una bala cuyo rebote puede matarnos.

 

V

DE LOS MÉTODOS DE COMPOSICIÓN

 

Hoy por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que andar deprisa; de modo que hay que apresurarse lentamente; pues es menester que todos los golpes lleguen y que ni un solo toque sea inútil.

Para escribir rápido, hay que haber pensado mucho; haber llevado consigo un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, y casi en casa de la querida. (...)

Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar de modo liviano, disponer las masas en tonos ligeros y transparentes. La tela debe estar cubierta –en espíritu- en el momento en que el escritor toma la pluma para escribir el título.

Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus pruebas de manera fantástica y desordenada. Una novela pasa entonces por una serie de génesis, en los que se dispersa, no sólo la unidad de la frase, sino también la de la obra. Sin duda es este mal método el que da a menudo a su estilo ese no se qué de difuso, de atropellado y de embrollado, que es el único defecto de ese gran historiador.

 

VI

DEL TRABAJO DIARIO Y DE LA INSPIRACIÓN

 

(...)

Una alimentación muy sustanciosa, pero regular, es la única cosa necesaria para los escritores fecundos. Decididamente, la inspiración es hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios no se excluyen en absoluto, como todos los contrarios que constituyen la naturaleza. La inspiración obedece, como el hombre, como la digestión, como el sueño. (...) Si se consiente en vivir en una contemplación tenaz de la obra futura, el trabajo diario servirá a la inspiración, como una escritura legible sirve para aclarar el pensamiento, y como el pensamiento calmo y poderoso sirve para escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo de la mala letra.

 

VII

DE LA POESÍA

 

En cuanto a los que se entregan o se han entregado con éxito a la poesía, yo les aconsejo que no la abandonen jamás. La poesía es una de las artes que más reportan; pero es una especie de colocación cuyos intereses sólo se cobran tarde; en compensación, muy crecidos.

Desafío a los envidiosos a que me citen buenos versos que hayan arruinado a un editor.

(...)

¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente, puesto que todo hombre sano puede pasarse dos días sin comer, pero nunca sin poesía?

El arte que satisface la necesidad más imperiosa será siempre el más honrado.

 

VIII

DE LOS ACREEDORES

 

(...) Que el desorden haya acompañado a veces al genio, lo único que prueba es que el genio es terriblemente fuerte; por desgracia, para muchos jóvenes, ese título expresaba no un accidente, sino una necesidad.

Yo dudo mucho de que Goethe haya tenido acreedores (...). No tengáis acreedores jamás; a lo sumo, haced como si los tuvierais, que es todo lo que puedo permitiros.

 

IX

DE LAS QUERIDAS

 

Si quiero acatar la ley de los contrastes, que gobierna el orden moral y el orden físico, me veo obligado a ubicar entre las mujeres peligrosas para los hombres de letras, a la mujer honesta, a la literata y a la actriz; la mujer honesta, porque pertenece necesariamente a dos hombres y es un mediocre pábulo para el alma despótica de un poeta; la literata, porque es un hombre fallido; la actriz, porque está barnizada de literatura y habla en "argot"; en fin, porque no es una mujer en toda la acepción de la palabra, ya que el público le resulta algo más precioso que el amor.

(...)

Porque todos los verdaderos literatos sienten horror por la literatura en determinados momentos, por eso, yo no admito para ellos –almas libres y orgullosas, espíritus fatigados que siempre necesitan reposar al séptimo día-, más que dos clases posibles de mujeres: las bobas o las mujerzuelas, la olla casera o el amor. –Hermanos, ¿hay necesidad de exponer las razones?

15 de abril de 1846