Blogia
ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

A modo de preterición

A modo de preterición
En la umbría, desde la fresca escocia del risco y a su soco, incapaz de expresar con palabras la armoniosa conjunción del entorno, y después de vanos intentos sin poder atrapar ni un ápice, opto por relajarme procurando (sin conseguirlo) atesorar el estallido de sensaciones fugaces que me circunda inundando totalmente todos mis sentidos.

Rápido se mueve el viento sobre la mar, allá, más afuera, cercano ya al trazo horizontal. Lo dicen aquí: el alargado diseño de los celajes -binzas en lo alto- y la brisonera que, desarretada, le silba sin poder parar a los filos del sufrido Veril. Las olas intentan poner rítmica monotonía y tempo adecuado en la sinfonía total del entorno.

El titilar del reflejo de los charcos se sitúa en la pared del risco y la yerba que tapiza sus fondos se mueve valseando al son y compás de flujo y reflujo.

Tres cabozos, tres, van tras sus sombras persiguiéndolas con el afán de los que viven su propio juego; son los dueños del biótopo costero y campean a sus anchas por él.

Flota una cáscara de semillas de girasol sobre el fulgor del agua inquieta. Con el paso de las horas arrecia el calor y el color de la jornada se fija en las cansadas retinas. Todo se anima al mediodía con la pleamar en las charcas y barranqueras del estero.

Debajo de la aparente barahúnda, subyace la ubicua calma del lugar que me llena y me sosiega. Me voy, enrolado en la barquita de pipa vacía, por las procelosas aguas cercanas navegando de poza en poza. La brisa de la imaginación es la mejor aliada del piloto que parece timonear la nao con un desgobierno intencionado.

Los roques desde El Veril

A rente del agua, ahora algo aquietada, veo los dos roques. Allá son, lejanos e íntimos, familiares y distantes; negro el uno y colorado el otro, combinan sus perfiles eternos con la cambiante luz del día que los matiza al paso solar del tiempo.

Me amodorro pellizcando un poco de sueño, y el Sueño me apotala en su dulce ensenada con la fuerte maroma de sus pellizcones certeros…

 

Enrique García Valencia, La Aldea / 2007

arcoiris en El Perchel

 

(Fotografías: Francisco Suárez Moreno)

23 comentarios

Gloria Bertrana -

Enrique, eso de que "diluvie primero y no escampe por varios días en Artenara" puede tener dos lecturas: una, "a ver si se ahogan de una vez los artenarenses", jejeje...y la otra, "cuanto más caiga arriba, más nos llega abajo".
De cualquier manera, agradecidos estaríamos los unos y los otros con la bendición del agüita.
PD: Espero verte en la comida-despedida de Diego el día 27 para darte un abrazo.

Somos Costeros -

Nunca hemos sido los aldeanos desagradecidos, aceptamos el regalito cumbrero de Las Arenas y pagamos el bonito presente con algo que le viene muy bien a GLORIA y a su afición de oler a mojada tierra. En correspondencia esgrimimos un deseo que, por siglos, los del final del Barranco Grande -los del fondo de esta noosfera- hemos tenido y alimentado con esa forma de hidalguía muy nuestra: preferimos que si ha de llover, antes de que lo haga en la sedienta Aldea, diluvie primero y no escampe por varios días en Artenara y... también en Tejeda.

Gloria Bertrana -

Hace poco, un día de esos en los que le da a una por “filosofar”, hablábamos un amigo y yo de la FELICIDAD con mayúsculas. Y yo le explicaba que, en mi caso, llegada a cierta edad en la que ya tienes cubiertas realizaciones familiares, laborales y sociales, encuentras la felicidad compartiendo momentos con personas especiales, dejándote llevar por emociones y sentimientos, disfrutando de las pequeñas cosas a las que antes no dabas importancia, como respirar el olor a tierra húmeda después de la lluvia, que me encanta.
Es uno de esos momentos el que tan bien has plasmado en “A modo de preterición”. Disfrutar del sosiego y la calma de un fantástico lugar inundándote de sensaciones difíciles de describir. Y a la vez, compartirlo con nosotros y transportarnos también allí.
No he olido a tierra húmeda, pero sí a salitre de mar.
Gracias, Enrique y…acepto esa invitación de ir a Montaña Arena, que como tú dices, es más usada por los aldeanos que por los artenarenses. Con humor les diría: “Tómenselo como un regalito que les mandamos desde la cumbre.”

Un beso.

Pro Gloria Bertrana -

La costa de Artenara también tiene lo suyo: una platea oceánica sin parangón en el mundo canario, una cancha para el solaz y el divertimento, un espacio adecuado a la talasoterapia y al "echar problemas pa´fuera", una pesquería-marisquería abarrotada de todo avichucho y condimento que, por haber... hubo hasta Ranos en dicho lugar: Las Arenas, propidad cumbrera y usufructo aldeano por siglos.
Tenemos que ir. XXX

Primo -

Todos los retazos, tiras, retales y cachillos de recuerdos (hay quien lo encuentra fuera de lugar y sin valor) que contienen los comentarios conforman cuadrantes de la trapera inacabada de nuestras vidas, especie de "patchwork" que dicen pa'lla. A veces te falta un pisco de tal textura o color para acabar aquel remate y, llega fulanito o menganita con su propia banda de membranzas (no necesariamente almibaradas ni apotalantes al pasado) y termina de configurar lo que tú tenías a medio coser.
La tapa de bizcococho mojado de Corinita acababa alimentando a alguno de los cabozos retozantes de las charcas así como ahora -vía Mary Luz-alimenta o activa mi aletargada memoria en esa frecuencia.
Besos muchos, memorias mil.

Mary luz -

Al imaginar tus pasos por las rocas se me antojó ir a tu lado. Los silbos del “bufaero” me llegaron. La tapa de bizcocho, que compré a Corina y Antoñito en el bar,se mojo. Los charcos blancos nos esperaban. La caldera estaba alta, un chapuzón para refrescar y caminar el último tramo. Las plasta de Nívea en los hombros no hacen nada, el Sol de mi Aldea puede más que la crema.¡¡Que horas más buenas!!
Guardamos muchos recuerdos y nos olvidamos hasta de rememorarlos. Gracias por tocarnos el gusanillo de la nostalgia.

Amigo Enrique -

Me parece verte MªLuisa, sofocá y enchumbá de sudor
tirándote de margullo, primero a la pila del culantrillo de Peregrinita, y luego de panzazo o de "olita y pon" en plena marea espumosa. También las veo (no irías sola) sacando los bocadillos (ya encetaos y requetemordisqueados puntita a puntita camino abajo) para culminar una tarde de asueto, catarsis infantil y cansancio saludable.
Recuerdos de ayer y... memorias de hoy, besos.

Mª Luisa Quintana Hdez -

Perdonen por tener algunos errores ortográficos pero el escribir rápido y de noche da lugar a algunos fallos.
Muchas gracias.

Mª Luisa Quintana Hdez -

¡Ay, amigo Enrique!Cuántos recuerdos de mi niñez.
Caminando desde el pueblo hasta la playa cantando las canciones de moda de la época.Desde que llegábamos a la casa de mis tíos Abranito y Pregrina con visita incluida para tomar agua fresquita de la pila con culantrillo incluido ya que la que llevábamos estaba mas caliente que un caldero de leche al fuego.Luego llegábamos al roque y allí remojón y como nuevas.viendo las fotos me he trasladado mentalmente a esos años de niñez y juventud, oliendo tiodavía ese olor a marisco y esa brisa fresquita que nos alegraba el alma y nos despejaba nuestros pulmones...
¡Ah! y no tardes mucho en poner tus alegres relatos.
Memorias tantaaasss..

Cibe Raus Ente -

Todo se andará Luz, veremos cemento en sitios impensables. Cuando la "hongkonización" sea irreversible nos dedicaremos a escribir sobre aquellos cabozos del biótopo costero que conocimos antes de los parques acuáticos.
Canarias no se celebra, se "cerebra" querida mía. Beso.

Enrique -

Hay personas que atesoran fragmentos de cosas a veces insignificantes para la masa pero válidas (valiosas) para ellas por alguna razón que escapa a la comprensión de los demás. La impronta que deja en nosotros las primeras experiencias con/en el mar es uno de los atesoramientos más frecuentes, y recuerdo recurrente a la hora de evocar tiempos de solaz y de interconexión con el Medio del que formamos parte, desde la cumbre hasta la costa.
Ahora mismo, de todo tu extenso comentario, yo me quedo (atesorándolo) con el trocito que dice "pásate por TU huerto del cole".
Gracias, salud y memorias para todos.

Manuel Reyna Guedes -

Hola querido amigo Enrique!
Hasta aquí me ha llegado el olor a risco mojado y salado. También me crié entre rocas, arena negra y mar salada en casa de mis abuelos maternos, en Melenara.
¡La de horas que pasé descalzo y brincando por aquellos charcones noveleriando...! Sólo y con Dios, aprendiendo de la madre naturaleza. Hace años que no me paseo por la marea y te digo que me han entrado ganas de hacerlo.
Como sabes soy más de campo, más de plantas, pero el isleño no debe olvidar su mar.
Un abrazo fuerte y pásate por tu huerto del cole.
Manuel Reyna

Luci Delgado -

Estamos en el ciber celebrando el dia de Canarias, te echamos de menos.
Si el agua de ese lugar es tan limpia y clara como las fotos los "cabosos y cabosas" del lugar son muy afortunados. ¡¡No se dejen meter el cemento del falso progreso!! porque luego ni jumo ni pelos, ni charcas, ni cuevones, ni tranquilidad, ni calma, ni roques, ni yerba valseando al son de las olas...
Besitos, salud, suerte y feliz dia de Canarias (broma).

Enrique -

Invierno, domingo, bajada desde Ayagaures, todo verde y escurriendo el agua, olores familiares a naranjeros y frutales, el carrizo de los cañaverales que se inclina a nuestro paso, la promesa de un día de diversión en un lugar entrañable.
Al fondo-fondo, enmarcando al Faro, el mar azul a rayas de distintos tonos haciendo juego con los pocos celajes que el sol hará desaparecer cuando se enfade, olores... siempre presentes los aromas ancestrales.
La Costa que nos convocaba sigue haciéndolo, nos veremos Olga. Besos.

Olga Vega -

La foto con los dos arcos iris me recuerda a la vista que teniamos desde la parte alta de Tirajana cuando algún domingo se programaba viaje hasta la Costa. Las costas del sur tenían un encanto menos contaminado que ahora aunque siempre nos quedan rincones para pasarlo en CONTACTO con la naturaleza.
Todo lo que cuentas me transporta a esos lugares y a experiencias parecidas.
Saludos de todos. Aparece de vez en cuando.

El de Demetria -

Siempre has sido más una Caracola que una Carola: fuerte y con buen diseño exterior y tierna, empírica, confortable y espiral de pensamiento libre en el interior vivo.
Las mareas llevan y traen recuerdos, vivencias, anhelos... no sólo se diluyen en fugaz espuma.
Besos mil.

Carola Valencia -

A modo de preterición me recuerda a aquellos días, en que, solitaria y por veredas, llegaba al cuevón con las plantas de los pies impregnadas de arenilla fina y dormida en el tiempo de la playa del puerto.
dejaba los bartulos amontonados y me enfilaba entre los flancos del verilillo a descubrir las risas extravagantes de las gaviotas que revoloteaban al son de las olas.
¡Cuántas tardes a la sombra de la adolescencia!
Si, también el entorno de los charcos descubrió en mí secretos con sabor a marea, sentimientos agónicos de las olas, antiguos paralelismos de bellezas desnudas y pensamientos prohibidos.
Gracias Enrique, por recordarme el silencio agotador de las sombras que se diluían con la espuma en semejante paraje y que ha dado sentido a mi vida.
Carola.

Enrique García Valencia -

El mejor restaurante del mundo y el más tranquilo... dependiendo del relajo que a los comensales nos diera por programar o que surgiera espontáneamente porque, ésa es otra: el sitio actúa sobre sus visitantes (con su eterna sabiduría) dándoles en cada momento lo que necesitan grupalmente o de forma individual; cataliza la sesión vivificante el arrullo suave o el ronco resoplido del Bufadero.
Me encanta que te halla encantado recordar TERE. XXX

Enrique García Valencia -

El lugar, Benjamín, es muy parecido a las calas que frecuentábamos pa'tras pa esos sures que decía mama Nana.
El encanto del Norte las playas del Sur lo quisieran tener... ya tú sabes.
Recuerdos a tus muchachas, ya nos veremos aunque sea vía Artevirgo y smss.

TERE -

HOY ESTANDO TRABAJANDO;EN UN MOMENTO DE DESCANSO.LEO EL RELATO Y MI MENTE SE TRANSPORTA A UM PAR DE AÑOS(O MAS) Y CON LAS FOTOS FRESCAS Y LOS RECUERDOS .GOZO AL RECORDAR TAN CONOCIDO LUGAR:EL MEJOR Y MAS TRANQUILO RESTAURANTE DEL MUNDO .MUCHOS BUENOS MOMENTOS DE HORAS Y HORAS DE TRANQUILIDAD Y DISFRUTO.
GRACIAS POR TRANSPORTARME ESTA TARDE A ESE LUGAR ESPECIAL PARA MI.ME HA ENCANTADO.BESOS.

Benjamín -

Nunca pensaron tres feos cabosos, tres, salir tan favorecidos en ese retrato tan bonito que haces de ese lugar que seguro conoces bien.
Muy bonito y real.
Un abrazo, muchos recuerdos y salud.

Enrique García Valencia -

La costa norte de nuestra isla, desde Tinoca hasta Arguineguín (pasando antes por Gáldar, Guayedra, Guguy, Mogán...)está plagada de pequeños recovecos que, en la bajamar sobre todo, permiten disfrutar del relax y del relajo en los momentos de ocio marino con los que periódicamente nos premiamos (cada vez menos).
Son diminutos gurunchos, calitas, charcas, cuevones... cada uno con su encanto personal y su sello propio, se suelen repetir en otros sitios del litoral norteño de manera parecida debido al tipo de orografía del Archipiélago; todos ellos emanan un encanto especial y atesoran una variada oferta de posibilidades de estudio del Medio, de intimidad, de diversión, de tranquilidad... que no se consigue (a mi juicio) en ningún SPA urbano o turístico por más sofisticado que sea.
El escenario del relato está ubicado en La Aldea (por supuesto), cerca del Bufadero, en los cejos y veriles que la marea, el viento y demás elementos han ido conformando de manera especial para todos nosotros, los devotos de lo simple, próximo y natural: las pequeñas y gratas cosas que nos rodean y que, muchas veces, las miramos y remiramos pero no conseguimos "verlas".
Memorias tantas, besos.

Orlando el de Cesa -

En la primera foto, en la imagen no sólo veo, siento el camino a la playa de El Puertillo, nuestra pequeña cala de arena casi rubia, y me llegan los recuerdos y las sensaciones desde el calor al frío. El camino comenzaba en el cuevón del muelle, había que meterse entre aquellas olas del agua salada, algunas veces señoras olas, agua que nos devolvía fresquitos los botellines de cerveza que en el fondo depositábamos junto a las puestas de los peces y al lado de los peces (lagartos, gueldes y gambitas transparentes). A partir de ahí, parecíamos extrañas bailarinas por los picores en los pies descalzos, por la lava salvaje y los sacabocaos. Todo se compensaba cuando llegábamos a la arenita de nuestro Puertillo. A disfrutar de los margullos desde la peña. ¿Dónde está la foto de la peña?. En mí memoria. Por cierto, me llevé un disgusto el día que descubrí que ya no estaba la gran piedra, cercana a las escaleras del muelle, que se la habían llevado... Lo bueno es que ya tenemos más segura la cabeza al tirarte por allí.
Llevaba tiempo esperando otro relato, Enrique no tardes tanto, hombre.