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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

Historias cruzadas con “La casa de La Aldea”

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El desarrollo y acontecer de estos pequeños escritos comparten varias cosas: lugar, tiempo, tempo y amorosa dedicación (creo). Surgieron en la Semana Santa de hace unos años…

El primero sucedió el sábado anterior al Domingo de Ramos. La jornada era un clásico de esas fechas: brisonera incipiente e indina y día perezoso más largo de luz y de calor.

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Estaba entrando el agua, Demetria y un servidor nos habíamos dado el tute limpiador y, después de zafar, nos estábamos premiando: yo disfrutaba con un botellín fresquito y ella se satisfacía poniendo las patas en alto mientras veía las novelerías que vomitaba la tele.

A mediodía en peso, cuando el resol del patio es más brillante, quizá deslumbrado por tanta reverberación de luces y sonidos apareció. Era un abejorro de culo blanco, de esos que esclavizan en los invernaderos para fertilizar cosecha, zafras y cuentas corrientes. Entró en el patio atropelladamente pero también ligero, más como un experto singue que como un panzudo avión tipo Hércules o DC3 de la moderna aeronáutica del siglo XX.

Desorientado y errático él, yo curioso e interesado en sus evoluciones, nos cruzamos por unos minutos en el cómputo total del Tiempo, luego… la vida siguió su curso y deriva.

El segundo tema, cortito e intenso, habla de la relación de fiel cariño entre la buganvilla (la que tiene una bicolor sonrisa en cascada) y su amiga, dueña y cuidadora: Deme, guía local de la ya nombrada almunia y catalizadora de su biocenosis.

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=Bombus canariensis=

Gordo, negro, amenazante, velludo, clónico, y torpe por su borrachera de solitario valor, llegó dando tumbos de pared a pared, aquel Espartaco furtivo.

Planeó desde la buganvilla hasta la mesa vacía, giró por entre la cerveza rozando la espuma rebosante de mi vaso, cruzó luego a través del pendular vaivén del helecho y tocó el envés de sus hojas tachonadas con esporas de vida. El roce inesperado desequilibró su timón y lo hizo errar como un spitfire herido pero, cerca de la puerta de la cocina, pudo enderezar sus flexibles alerones y remontar buscando esa salida que se le resistía.

Sol, sombra, sillas, espejo y la pila del agua. Fregona, escocia de una columna, hojas de un poto que cuelga, otra silla, toldo, jardineras, piedras de la playa y tambucazo con y contra el teso frío que aguardaba pacientemente sus evoluciones.

La manifiesta torpeza en el suelo de sus grotescas patas contrasta con su ímpetu y cuasi ligereza en el aire amigo: giros, planeos sosegados, ascensos, barriletes, descensos en picado, fintas, breves aterrizajes y, giros… demasiados giiiirooosss. El encuentro (encontronazo) con una violeta africana determina el final de su tormentosa derrota, punto final en su cuaderno de bitácora. La prevista colusión de Vida y Destino ponen reposo al indómito abejorro que nunca ha sabido, que no ha querido resistir ni adaptarse; que no deseó nunca cooperar, ni morir entre rafia, envuelto en la esclavitud de las sutiles mallas del cómodo invernadero.

Gordo, negro, saturnino, quieto, amenazante, muerto y velludo: simplemente un himenóptero rebelde y fugitivo…

Llegó visita: Paca y la mía le dan a la taramela rivalizando con la tele que berrea sus noticia (ellas hacen lo mismo pero media octava más alto que el dichoso aparato). Mientras, ajeno al guineo que suena, yo contemplo el cadáver del animal sobre una aterciopelada hoja con la que él compite. Admiro su tersura, su callada presencia, su porte guerrero rebelde y, en el temblor espasmódico de sus nervudas alas: el victorioso gesto por su ansiada liberación, su adiós definitivo…

 

 

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La Papelera


Del muro añejo de piedra
y en su socaire que la ensombrece,
se teje y crece de savia henchida,
desgajando con ahínco lo tejido
en multicolor cascada de flores,
la papelera amiga.

Pone sus gracias con rosa y plata
la coqueta buganvilla agradecida
en su faz enramada de verde,
y loca por corresponderte, Deme,
la mata trepa, yergue y se mece
a la sombra del añejo sostén de roca,
que como tú, también la protege y quiere.

 

 

Enrique García Valencia, La Aldea / 2007

15 comentarios

Briginia Correa. -

El Expolio. Nadie sabrá jamás cuánto dolor hubo en nuestros corazones. Cuánto luchó la matriarca por salvar el arraigo . Y lo logró. Igual que cortó, hilvanó y cosió los trajes de comunión, lloró, gritó, se resistió y rezó . Se cansó y pidió al de arriba que aplazara el juicio hasta más ver.
Y entonces, de donde no había nada plantó, medió, limpió, pintó , habló y luego rió, cocinó, cantó , lavó ´, invitó y amó.
Así nació "La casa de la Aldea" y no de otra manera.
Briginia (tataranieta).

Enrique García Valencia -

La poesía deliciosa (como Rafael dice) nació un día que, en la conjunción astral, estaba predestinado a la contemplación de las "pequeñas" cosas, a sus requilorios vitales y al nosequé de la efímera belleza que te llama.
Tu comentario me sorprende, me agrada, me hace revivir mis maravillosos paseos por otros entrañables dueros de secano. Gracias.

Rafael Rubio -

Una poesía deliciosa que me ha hecho revivir momentos maravillosos de mis paseos por el Duero.

Enrique el de Demetria -

Las papeleras de tu realidad, Olga querida, tienen (que yo lo sé) cascadas multicolores de futuras realidades felices; tú has sembrado lo que has de recoger.
Beso. Bezos. Muchos besos.

Olga -

En la casa del Burrero había una papelera roja donde me cobijaba a veces y fantaseaba en mi mundo infantil de entonces, mi mundo infantil de ahora tiene otras papeleras, "papeleros" de pelicula y papelones de realidad.
Muy bonito tu particular vuelo del moscardón errante y libre. Besos

Enrique García Valencia -

Desgajando con ahínco lo tejido
en multicolor sonrisa de flores,
la papelera amiga yergue su bicolor promesa
de apretados farolillos chinos en ciernes que auguran visitas de amigo a la sombra de una carretá (si quieres)
de fresquitas y espumosas cervezas con,o sin abejorros.

Benjamín -

La colusíon de mi dilecta y las niñas hizo que no pudiera visitarte en semana santa y sacarte esas mil cervezas con espuma y sin abejorros que me debes, ya nos veremos.
Ya conocía la historia del bombus y me gustó verla con las mejoras que le pusiste e ilustrada como dice Gloria, le da un toque.
Deliciosa la pequeñez grande de la papelera y su protectora.
Un saludo, besos y abrazos.

Enrique García Valencia -

Gloria,no sé si en tu terruño ancestral de Artenara quedarán abejorros como los del tema, si quedara alguno es porque sería silvestre y del país, estos bombus de los que te hablo son clonados y modificados genéticamente: toda una barbarie que el Espartaco Furtivo no quiso, no supo, no le dio la gana de aguantar.
Pa mí, pa mi gusto es que... optó por una eutanasia plena de goce libre y de autonomía para decidir su fin.
Besos, memorias tantas.

Gloria Bertrana -

Lo has expresado tan bien que parecía que era yo la que estaba sentada con el botellín de cerveza en la mano, observando los ires y venires del gracioso abejorro. Y mira por dónde, me cayó tan simpático que no me esperaba tan triste final para él, jejejej.
Tú tienes la facilidad de plamar en un papel una historia simple y hacer que disfrutemos de ella y...eso es de agradecer.
Y lo de ilustrar el texto con las fotos, como si de un cuento de niños se tratara, me ha encantado.
Un besote.

José Saavedra Molina -

Definitivamente, Enrique, eres un crack, que nos Enrique-ce a todos los que tenemos la gran suerte de estar entre tu "gente", la que pasa inadvertida por la vida, sólo para la "gran turba", y que, sin embargo, ocupamos un lugar tan digno en tu interior. Millones de gracias de nuevo por ser como eres. Un abrazo. Y, no cambies nunca.

Enrique el de Los Llanos, La Aldea. -

A MªLuisa de La Aldea y a Pepe Saavedra de Gáldar: todas estas cosillas que yo escribo (para mí es una necesidad y un disfrute) están inspiradas y emanan de ustedes mismos que, junto con el terruño nuestro, me han proporcionado siempre temáticas domésticas, entrañables y próximas.
Nada es mío, todo es de todos e intento devolverlo Enrique-cido a donde vino.
Gracias por darme las gracias y por completar-complementar los recuerdos colectivos con los comentarios y vivencias de ustedes.
Memorias tantas, besos.

José Saavedra Molina -

Tienes, Enrique, el don de introducirnos e imbuirnos en esas historias tuyas, y nuestras. Tienes, por supuesto otros muchísimos y buenos dones, pero este de saber sacarle la poesía a las cosas sencillas, pienso que, al menos a mí, me transporta a mundos más idílicos dónde lo importante es "lo simple", "lo sencillo", "lo humano". Gracias por ser como eres y por tenerme entre tus amigos. Un abrazo.

Mª Luisa Quintana -

Me haces recordar la papelera que tenía mi abuela en la casa.Ella siempre con la escoba en la mano.Nunca se cansaba de barrer.Ya echaba de menos tus alegres escritos.Yo cogía las hojas de la papelera y me hacía una diadema para el pelo o me lo ponía a un lado de la cabeza.Gracias por tus alegres relatos.Muchas memorias para tu madre.

Enrique García Valencia -

El muro añejo de piedra, la papelera amiga y el abejorro de culo blanco fueron el trío protagonista de aquella víspera de Semana Santa, los figurantes actuamos como la comparsa que los enmarcó en aquel bonito día.
La papelera de Encarnita Marrero era muy bonita pero... ni punto de comparación con la de Deme: la bunganvilla de la sonrisa bicolor en cascada que se luce muy coqueta en su umbrío patio; todo se pega, hasta la coquetería de los dueños y amas.
Besos con sabor a brisonera indina y a sancocho pascual.

Mary Luz -

¡Que suerte tienen el abejorro y la papelera!, ¡ser objeto de tus escritos!
Hacia días que necesitaba recrear mis ojos y mi mente con algo que me haga ver lo importante que es cualquier cosa en la vida; ¡la importancia de un abejorro y una papelera!
Esto viene a ser el homenaje a la papelera que tenia Encarnita Marrero en el muro (buenas decapitaciones se llevaron) y aquellos abejorros que buenos sustos padecieron de aquellos familios que molestaban sus paseos por las flores de Carmen (me incluyo en esas herejías).
Gracias por tantas cosas Enrique. Memorias tantas