LAS CANARIAS

En un viejo mapamundi de geografía política con mil doscientas cincuenta cagadas de moscas repartidas aleatoriamente sobre él, y colgado demasiado alto para mi gusto en la pared frontal del aula, el puntero de don Federico Rodríguez Gil, allá por los años cincuenta y tantos, se posaba sobre un conjunto de siete de aquel largo millar de puntitos negros dispuestos entre un sinfín de líneas entrecruzadas; dicho septeto tenía una disposición y coloración especial, lucía a modo de la típica constelación astral y se situaba al noroeste de África: nuestro tan cercano como soslayado continente de pertenencia física.
Si te aproximabas engaliado en un banco veías que aquel especial grupito de las tantas deyecciones "moscateles" no eran tales excrementos, sino nuestro archipiélago puesto allí por la deferencia del geógrafo hacia las posesiones españolas en suelo africano. Estoy seguro -a pesar de haber llovido bastante- que la escala no era la correcta, las islas estaban algo estofadas para que pudieran lucir entre tanto color, espacio, rayas, símbolos y nomenclatura de la cartografía convencional.
Nuestro profesor -con su didáctica y metodología oficialista- se empeñaba en que memorizáramos todos los territorios que, como españoles, debíamos conocer fielmente al dedillo. Yo -por aquel entonces- no me sentía (lo recuerdo muy bien) perteneciente a aquel coloreado mundo político de naciones, provincias, países, comarcas y reinos que, escalonados por nuestro mentor, iban desde el Mundo y Europa hasta Canarias pasando antes por La Península, Baleares, Ceuta, Melilla, Ifni y el Sájara español; eso sí, obviando o no haciendo el debido hincapié en municipios, pagos y pueblos grancanarios del entorno próximo a La Aldea, desconocidos para mí hasta épocas posteriores.
Siempre me sentí, y me vi, como de otra manera y en otro orden: de menor a mayor. Intuí que era de mi madre Demetria cuando la vislumbraba -yo teta en boca y mano apoyada en su generosa mama- desde aquella posición pectoral suya tan nutricia y calentita. Luego supe que era Briginia y Valencia, pues todas las caras deformadas que yo recuerdo alongadas al cajón-cuna (en casa del carpintero, cuchara de fierro) para alimentarme, juliarme las impertinentes moscas, gritarme con voces atipladas parrafadas ininteligibles, aperruñarme las pobres manitas y hasta besarme con sus restallones besos sonoros; todos aquellos rostros con bocas parlantes en dos octavas subidas, todas aquellas componentes de la insalla familiar -como digo-, constituían el muestrario de mi clan, parentela y tribu briginio-virginiana.
Luego, al crecer apenas un pisquillo más, fui de Los Llanos, pero... de los más cercanos: Almacén de Los Picos, Tanque de Los Majanos, barranco Tocomán, tienda de José Benina y, por mor de la escuela obligatoria, hasta los quiciales del cementerio de La Julaguilla. Todo eso bajo la atenta y discreta mirada de: madres, comadres, tías, vecinas, abuelas, primas..., que se erigían, donde quiera que estuvieran, en guardianas del colectivo de familios que pululaba a sus anchas por aquella sociedad rural y globalizada de mi entrañable infancia.
Más tarde -acompañado de mi jurria de amigos- fui siendo de otros lugares más lejanos: hicimos riñas de tomates con todos los barrios adyacentes al nuestro; nos peleábamos con los diablos del Pinillo porque entullían, en sus represalias deportivas, el campillo de fútbol cercano al Fuerte de Villanueva; me bañé de tapadillo en todos los tanques de la vecindad; robé cochinilla en cualquier bando de tuneras que estuviera desvigilado en las horas más proclives a mis intereses y llegué -con mi bandilla de coetáneos- cerca del remoto punto más occidental y prohibido de nuestra isla y pueblo: La Playa.
Y... cuando en éstas estaba, cuando mejor iba la cosa para un servidor, me pusieron unos martirizantes zapatos apresando mis incontrolables ñames que habían estado siete años "a la laja", me sobrevistieron con un cubrepolvo mariquita que llevaba mi nombre bordado a mano en el bolsillito superior, me regalaron una maletilla de cartón con tres estúpidas cosillas dentro y, a empujones e incluso con falsas promesas descaradas, me introdujeron en la Escuela Pública "El Barrio" de niños, que es lo que reza aún en mi cartilla escolar de aquella nebulosa época pretérita.
Volvemos de nuevo al mapa situado demasiado alto y las cuatro paredes de aquel carcelario mundo interior, a los nuevos compañeros de fatigas, a la enseñanza sin periodo de adaptación de la escuela oficial y al acento algo ceceante, diferente e impasible que esgrimía nuestro profesor andaluz en su diarias explicaciones.
En el mundo exterior permanecía la didáctica empírica y extraoficial, estaba en todo aquel rancho de mujeres a las cuales yo oía y reconocía al pasar por la calle, que grupalmente componían el sabio matriarcado que nos educó cuidándonos como pudo y supo; esa saga femenina que nos protegió almohadillando nuestra feliz niñez desde aquella sutil ginecocracia formativa, y que -usando las herramientas de su inteligencia emocional bastante desarrollada- ejercían un tutelaje férreo y colectivo sobre toda la marabunta de chiquillos propios y ajenos.
A través de todas ellas: manuelas, briginias, guirras, conformes, panchas, beninas, zamoras, siguirillas, malenas..., -fuente natural de nuestra Enseñanza Primera y Primaria- con mucho cariño en este día especial de celebración autonómica, quiero dedicar una pequeña composición -trufada de licencia poética- a la mitad más entrañable de nuestra población total: las féminas canarias.
SONETO A LA DEVOCIÓN NUNCA ROTA
Dejando jirones en su camino,
fluyendo, nuestras vidas nos transportan,
vamos tras los ideales que acortan
la angustia que jalona su destino.
Son, mientras viajamos, señal y sino,
marcas fijas de las cosas que importan,
hitos de ese viajar que nos aportan,
que enriquecen nuestro espectro divino.
Carisma son, como amigas se erigen,
y con su voluntad y fiel entrega
te protegen, te miman y te eligen.
Personas de gran calidad que anega,
entes que por su corazón se rigen,
almas del amor que no se doblega.
Versos que se dirigen
a gente legal desde alfa al omega:
mujeres, canarias, madres, colegas...
La Aldea, primavera de 2010
Enrique Montesdeoca Briginia y Valencia
P.D. Para la ya gloriosa e inolvidable alma británica que -por su gran amor a nuestro archipiélago y a mí mismo- transmutó la mayor parte de su irrenunciable esencia escocesa, en un ferviente corazón canario lleno de incondicional e indesmayable cariño por nuestra Tierra; también va por ella.
35 comentarios
Enrique -
Encarnita Marrero lo más que tenía eran uvas y ¡mangos", no te agonies por eso, lo pasado... pisado.
Memorias, salú!
julian valencia -
Enrique -
Hay que compartir las cosas que hemos mamado del Pueblo de la manera que sepamos hacerlo, es una de las pocas maneras de preservar aspectos de nuestra Cultura que no deben perderse, cada cual desde su parcela tiene que aportar su granito de arena para construirla y/o reconstrirla.
Un abrazo, nos veremos esta semana, Dios mediante.
Juani Ramírez -
No soy tan mayor como tú, en mi cole no había moscas,pero muchos de los giros que haces son conocidos por experiencia propia o ajena.
Un abrazo tío. Nos vemos.
Enrique -
Un abrazo, las vivencias y las gracias, Julián, por participar.
julian valencia -
Enrique García Valencia y Hermano -
Estos días en la radio publicaron "¿Es todo adrede?", el relato que hace relación al decimoctavo cumpleaños de Marta, lo Enrique-cí algo más y quedó un pelín mejor. Te tengo una copia.
Memorias, besos MIL.
Enrique -
Es verdad que compartimos toda una serie de vivencias que son imposibles de borrar o de soslayar, están en todas las personas con algo de empatía y de sentimientos.
Un beso grande, GRANDÍSIMO.
FABIOLA GARCIA VALENCIA -
Olga -
Me quedé un rato trabada con la posdata sin poder moverme de ella.
Besos, muchos recuerdos de todos y ánimo amigo Enrique.
Enrique Seguirilla de Corazón -
Yo me quejaba de mis clases cuando el alumnado pasaba de 25 hasta que me di cuenta de ese dato. A partir de ese día... me seguí quejando, pues don Federico era un fuera de serie y yo sólo un simple mortal.
Mi tío Tomás Valencia se pudo casar con tu madre gracias a que, previamente, años antes, tu tía Sunción lo cuidó en la tuberculosis que padecía, cooperó a su sanación y contribuyó a que no se muriera (eran tiempos sin antibióticos-penicilinas por mor de la puta postguerra).
Un abrazo Orlando.
Orlando Diepa -
Enrique del Jardín del Edén -
Un abrazo, Manuel.
Lo del Edén es por La Aldea (dista mucho de ser un paraíso, pero tú sabes cómo somos los aldeanos).
Manuel el del huerto -
Te escribo estas letras para que sepas que te leo, aunque no siempre tenga algo que decir al respecto.
En todos tus escritos hay algo que me identifica y que siento como mío.
Animarte a que sigas escribiendo y que nos hagas sentir a tus lectores ese saborcillo o gustillo a tiempos pasados. Tiempos recordados con cariño y dulzura, aunque no siempre fueran dulces.
un abrazo de Manuel
Enrique -
Las sagas con sobrenombre masculino (jerreros, valentines, valerios, redondos...) no los puse porque no me daba juego, aunque fueran matriarcados en su esencia.
Besos y memorias tantas para todos.
Yaiza152000 -
Enrique -
Gracias a ti, tío.
Un abrazo GRANDE, memorias tantas.
Enrique Briginia -
Las Briginias (como otras tribus de mujeres aldeanas) estaban tan bien organizadas sin ellas saberlo (¿o sí?) que dirigían todos los cotarros usando su maña heredada y su gran inteligencia emocional.
Así era y así será (gracias a Dios)
Un beso y memorias tantas.
Enrique -
Un ABRAZO GRANDE, besos también.
Enrique -
Corríamos detrás de los camiones, fuera del campo visual del chófer, y ajustándonos a la velocidad del vehículo, íbamos desenroscando los citados artilugios.
A Rafael Camejo y a mí no nos cogieron de milagro.
Las CANARIAS que teníamos por madres nos hubieran dado moquenque del bueno y nos hubieran dejado verdes o rojos como aquellas tapas de luces.
Don Federico era granadino, tienes casi toda la razón, como casi siempre.
En el cuartillo de la escuela (retrete inútil: teníamos que ir al Barranquillo, cerca de tu casa actual, para hacer aguas mayores y menores), en un tiempo, se guardaban los instrumentos de La Banda Municipal, ya te contaré un lance que tuvo que ver con Bembaré, Aco el de Facundo y una jurria más de los grandes.
Gracias por tus aportaciones.
Enrique -
Gracias tantas y, palabra de honor, ya estoy comenzando con otra idea que habla de la CAUSALIDAD.
Enrique -
Tú también (tan bien) eres señal e hito de las cosas que importan y que Enrique-cen mi aspecto humano cuando te veo: se me suaviza el rostro con las risas y sonrisas que le haces poner en él.
Gracias y memorias tantas a la tribu.
Enrique Saavedra -
El soneto (Dios padre me lo perdone) fue un atrevimiento, pero... a lo hecho, pecho.
Un abrazo GRANDE, PEPE.
NANDO -
Ezequiel Ramírez -
Mary Luz -
Paseando vi un tirititero que estaba sudando la gota gorda ,para deleite de los transeúntes, y dije como decía abuelita Pepa : Bien trabajan por no trabajar. Palabras savias.
Todos los recuerdos de nuestra infancia giran en torno a ellas y me siento afortunada por ese cariño verdadero que nos tenían.
Yo también soy afortunada de ser de las Briginias.
Gloria Bertrana -
¿Te has parado a pensar que tal vez esa sensibilidad que demuestras al escribir también te venga de la "herencia" de todas esas mujeres que te rodeaban en la infancia?
Es sólo una intuición.
No sé si sería cosa de los pueblos, pero mientras te leía recordaba que en el mío ocurría lo mismo: siempre estábamos "vigilados" por las abuelas, vecinas o madres de otros, estuviera o no la nuestra delante.
Un besote.
Enrique Seguirilla Tan Bien -
Don Fedrico era de Málaga, y doña Carmen (mis palabras no la ofendan) de mucho más pa'rriba. Ambos entrañables en el iempo.
Un abrazo,Orlando Diepa Medina el de Jacintita la de la Higuerrilla.
Ezequiel Ramírez -
Siso -
Acabo de leer tu relato. Me habías indicado esta mañana, cuando pasaste Palmilla arriba que tenías algo de Canarias pero de canarias. En efecto paisaje nuestro, cuentos nuestros de recuerdos nuestros. Ya te contaré aunque te adelanto el encanto y recreo del espíritu, si está bien dicha la expresión de este nuevo cuento tuyo. Felicidades y la maña no pierdas en continuar con el trabajo y estilo admirable, palabra de honor.
Saludos
Benjamín -
Quien te vería con tu baby de colegial modoso y tu maletilla de cartón, si hay fotos debes ponerlas no te cortes. Sabes lo de acuerdo que estoy contigo en lo de matriarcado, en mi casa son todo mujeres ¡gracias a Dios!
Un abrazo, tío (y como tedigo siempre, DEJATE VER).
José Saavedra Molina -
José Saavedra Molina -
Me pareció genial, como tampoco podía ser menos, la posdata. Y no digo nada de la poesía porque no me salen las palabras. Sólo te diré: MUCHÍSIMAS GRACIAS ENRIQUE. Y, aunque me repita, porque ya te lo he dicho muchas veces, QUE NUNCA LAS MAÑAS PIERDAS. Y QUE LA VIDA, SI AÚN ES POSIBLE, PORQUE YA POSEES BASTANTES, TE COLME DE BENDICIONES. Un abrazo.
Orlando Diepa Medina -
Enrique -
Llegaron a las manos (y a las sillas en alto) por mor de dos conceptos deportivos y nacionalistas distintos: uno del centro de España y el otro del noreste penínsular.
Me dio vergüenza ajena ver a dos samagos hechos y derechos matándose por "cosas" aparentemente forasteras.
Quizá esté yo equivocado pero si me llamaran a jurar diría que, más que apasionamiento deportivo, era ACULTURACIÓN.
Ninguno de ellos ni sus dos bandos sinpatizantes (los conozco de viejo) hablan ya de la U.D. Las Palmas, del Ferreras, del Tenerife Deportivo o del Artevirgo Femenino club de fútbol aldeano.
Será que ya estoy algo mayor; pero, a mi parecer, y si me llamaran a jurar...
¡Feliz día de Canarias, muchachas y muchachos!