DE UN GRAN ÁRBOL COMUNAL
Ahora que todavía mi memoria está fresca y mi tino permanece sano, relatarles quiero de ciertas personas, vivencias y lugares en una entrañable semblanza que con un enorme árbol genealógico comparo. De él hablo al imaginármelo con su poderoso tronco, ramas y hojas e, incluso, me lo puedo figurar extendiendo la familiar sombra de su entramado desde el borde de Los Manantiales —donde con su profunda raíz retorcida el agua busca porfiado— hasta el canto abajo de La Marciega, los alrededores que lindan con La Playa y Los Caserones, por la parte de allá del barranco.
Ése es el laborioso intento que me ocupa con este escrito y sé que lo voy a lograr como Tinda que me llamo; porque además de mi esfuerzo, con dos ayudantes cuento para conformar este agradable trabajo: uno es Pepe —el padre de mis hijos, mi marido e inseparable compañero—, el otro, un amigo escribano, hijo de Demetria Valencia y nieto de coma Pepa Montesdeoca, la de Las Briginias de Los Llanos.
Empezaré diciendo que vivían en aquellos ventosos parajes que antes he citado—escapando como pobres a su amparo— una gran insalla de personajes con su parentela; unos de afuera, como quien dice... recién llegados, y la mayoría formando parte de aquel paisaje desde los tiempos inmemorables que se pierden en el pasado.
Si fuera a nombrarlos usando algún orden, comenzaría por la punta de abajo, en la zona más cercana al Charco, y así lo haré, iniciando el somero repaso con: Teófilo, los Ramos, los García, Vicente Benítez, Pepito el del agua, y Maximiano —ni qué decir tiene que, todos ellos, con sus familias y parientes más cercanos—.
Seguiría el avance hacia arriba mencionando a mi tío Nicolás, Quevedo y su hermano, Periquito Saavedra, Mariquita la de mastro Tomás, Adita, los de Guayedra, y los Moganeros con todo su rancho.
Empato con las Godoy, Pancho Gloria, mi tía Elisa, los de Juan García, los de Sarita, Nicolasito Rodríguez, tía Consuelo, las de seña Florentina y mi padre: Pedro Rodríguez, rodeado de mis seis hermanas y de mi único hermano.
Allá, Rafael Pistoleras; más acá, Saturnino, el padre de Fidelia, sumados a Juan Guerra, Panchito Suárez, los del Barranco María, los Calixtos y Vicente el Indiano.
Ya la jurria de gente voy cerrando con Ezequiel, Panchito Díaz, Domingo Rodríguez, Pepito Sosa, seña Mariquita, los de Abranito, Pepa Martel, Jesús, una abuela de Maruca (la de Pepe el de Camilo), los García, y Miguel Valencia que, junto con Vicente el Indio, eran hijos de Fermina Ojeda y de cho Damiano.
Todo un champurriado de apellidos, algunos apodos o sobrenombres, más sitios y rincones que —al canto atrás de mi cabeza— perviven reunidos o mixturados en un conjunto de vivencias entrelazadas e inseparables, como inseparables son las raíces, tronco y ramas de ese árbol comunal e imaginario del cual les comencé hablando, y que sus buenos frutos, como lo son: Saavedras, Ramos, Seguras, Morenos, Herreras, Valencias, Ojedas, Díaz, etcétera, acrecientan a los anteriormente nombrados y se unen al Bienestar de los apelativos amigables formulados en una forma cariñosa y nada ofensiva; así, había y hay: Chas, Jurguillas, Isleños, Pilatos, del Guardia, Grandes y Beninas varias, Blancos, Calixtos, Valentines e Indios de ultramar o Indianos.
Del Roque hasta La Cruz, del Alambique a la Carretera y al Camino Real, de la Cuestilla del Cruce al Callejón, al Badén, a la Vuelta, a las Casas Grandes de la Era y, cruzando desde la punta de arriba hasta el mismito Charco, ligándolo todo, el Barranco Grande de La Aldea encorsetado entre monturrios y majanos: inquietante, pedregoso, torrencial, imprevisible, marrullero, húmedo arenal orlado con los cien tonos verdosos de higueras achaparradas, tarajales, bandos de tuneras, orillas de espigado carrizo, escasos frutales y centenarias palmeras e, incluso, bastante productivo también por mor de los pequeños oasis que se definían en llanos y cercados donde se plantaba de todo lo que se tenía como sementera, de todo aquello que germinara y diera básicamente para refañar algo que llevarse a la boca, o con la idea de llenar un poco más nuestros tristes platos.
Aquí y allá casas de piedra seca con tejas de barro, gañanías, corrales, chiqueros, alpendes y demás chupencos para los animales, amén de las rotundas e incontables cercas de cañas trenzadas con varas erigidas (ilusamente) para combatir el rebumbio constante del diablo viento que nos traía la Barda; ventanero que —al soplar como un inclemente Barrabás de los demonios— solía apandar sin compasión todo lo que se encontrara a su paso.
Y, detrás, alrededor, en medio de todo eso: la gente, las personas, el rancho de familias, los buenos vecinos como hermanos..., un gran grupo imbuido y reforzado por la solidaridad, por la alegría de contentarse con lo poco que tenía, pues las mínimas cosas corrientes que la circunstancia o el azar pudieran ofrecerle, eran apreciadas y valoradas como si fueran el mejor de los regalos inesperados.
Para sacar las familias adelante —en aquellos tiempos remotos— había que trabajar mucho y, encima, soportar resignados las mil penas, penurias o enfermedades que intermitentemente pasábamos aquí abajo, ya que —allá arriba—, un sólo Dios Misericordioso no podía dar abasto a la hora de tender su santa mano benefactora sobre tanta preocupación y sobre tanto cristiano necesitado.
De esto que les digo hace ya más de sesenta años y aún lo recuerdo tal como se imprimió en mi memoria de entonces (no sé si con el afán y zangoloteo de mi mente alguna cosilla he trastocado, debiendo aducir que si hubiera dejado a alguien atrás, no ha sido intencionado).
Lo tengo casi todo presente, lo evoco con soltura y lo veo como si fueran antiguos retratos; aunque debo añadir que para ayudarme he tenido que usar: lápiz, papel, la emoción de un tiempo ya acabado y todos estos garabatos que con mucho gusto, una servidora: Tinda Rodríguez Ojeda, para ustedes escribió, y que ha puesto en limpio el hijo de un tal Luis García Vega, el de Panchito el del Sindicato.
Tinda y Enrique, La Aldea de San Nicolás, invierno de 2012*
*Acotación:
El presente escrito fue acabado en enero de este joven calendario, y empezado a esbozar, e intentar definir como tal, desde noviembre del pasado año.
33 comentarios
suso Valencia -
laura gonzalez -
Jesús Melián Martín -
Enrique el de Demetria -
Gracias por tanto por tu seguimiento y tu manifestación por escrito de que conectas con mi forma de expresar vivencias y sentimientos.
Gracias tantas y... las mañas no pierdas, Suso.
Jesús Melián Martín -
Tinda-Enrique -
Como dice tu poesía "para no olvidarnos", para que al menos quede algo de memoria escrita recuperable por y para otros.
Un abrazo GRANDE, Pepe (grande pero breve, pues... con estos calores, tú me dirás). Nos vemos, quizá en la cuevilla de Hilario o entre ola y ola del Verilillo.
Enrique Segudilla de Corazón -
Besotes también para una de mis segidillas preferidas: tú.
Pepe Valencia -
Teresita seguidilla -
Enrique el de Demetria -
De todos los trajines para conformar el escrito y hacerlo lo más universal posible para que se entendiera fuera de La Aldea: LA CARA ILUSIONADA DE LA GESTORA DEL MISMO: BENIGNA (Tinda).
Un beso GRANDÍSIMO, prima.
malu -
Muchos nombres los reconozco y de ellos tengo recuerdos y no me importa de que lado de las Marciegas estén, lo que si sé es que ya están en la memoria de muchos otros y encima con rima, alegría y buen humor aldeano.
Te quiero Tinda, te quiero primo. Gracias.
Enrique -
Le daré a Tinda tus felicitaciones, gracias. Un beso GRANDE:
Enrique -
El paisaje existencial (Maragall abandera esta tendencia) es para un servidor EL PAISAJE con mayúsculas; no podría, ni aunque quisiera, separar lo sensorial y lo emotivo de los elementos móviles que lo comparten y lo conforman: LOS CRISTIANOS.
Ahora mismo, si recreara en mi mente el paisaje de Artejeves no sería sin los de Miguelito Zarazá y mis vivencias en el lugar junto a esa familia y a otras, ya que la impronta del espacio físico se grabó junto a ellos (por ejemplo) y ya es una marca existencial e indeleble tatuada al canto atrás de mis retinas, alma y corazón aldeano.
Tinda, cuando me contaba su HISTORIA adoptaba un tono como de romancera, giraba a través de unos elementos e iba agrandando el círculo incluyendo más y más elementos de forma concéntrica, como las ondas en el agua de un estanque algo agitado por el esfuerzo de hacer uso de la evocación y de la memoria algo adormecida.
Su maestría en el relato oral fue lo que yo intente plasmar intentado sumar algo de rima asonante que le diera al artículo ese tonillo de "romance del ciego" que te atrapa y te mete en la trama.
Gracias de nuevo por tu aportación, interés, paciencia con este aficionado y... por tu amigable muestra de cariño.
luci Delgado -
Besos y enhorabuena a los dos por este relato tan próximo en sentimientos y no tan lejano en el tiempo, gracias. Luci
Siso -
Este que ahora sí que deje llegar es el tercero y ya no me acuerdo o mejor no he podido enlazar contenidos del primero y del segundo.
Más o menos quería decirle a Tinda y a Enrique que cuentan de un pasaje y sus gentes que es un todo común con tanta gente; en mi caso nací primero y luego pasé muchos días y noches allá abajo en La Marciega donde vivió mi familia. Y, por tanto decía que era de agradecer revivir esos cliches intangibles pero recordables. Y hasta fantaseé con conceptos del paisaje existencial término que acuñó hace más de un siglo la generación de escritores del 98.
Sobre este tipo de composición que suele hacer el amigo Enrique, esta vez con los recuerdos de Tinda y los suyos quisiera decir que, no sé si me entenderán, que en la vida cotidiana los sentimientos estéticos engendrados en y por el paisaje forman parte de vivencias personales; el paisaje es una realidad subjetiva y un sentimiento estético; en una persona que no observa no hay paisaje aunque haya territorio; por ello, sin criterios estéticos y emocionales no se conceptualiza el paisaje. Mas si queremos darle un barniz literario, estético y emocional como lo suele dar nuestro amigo hay que haber vivido, haber observado y todo ello caligrafiarlo estéticamente. Pero, en alusión a cuando alguien dice: te faltó nombrar a éste o a el otro, de un paisaje y de sus gentes en bionomio inseparable, yo estoy convencido que el paisaje existencial lo crea cada persona con sus mundos vividos. A lo mejor mi Marciega empezaba en las Casas, la Era de las Casa Grandes, El Callejón abajo hasta el llano de Dominguito, el cercado de Cha Eulalia y allá en Los Mantiales las casas de mi tía Eladia Oliva y el de Tinda, Pistolera y otros que vivían en Los Mantiales tenía dirección contraria. Clao que sí o sii yo recapitulara con Tinda ella me recordaría cuando me cogían en brazos y me llevaban para su casa para que mi madre y mi tía Felipa descansaran un poco.
Dicho todo esto, un abrazo a Tinda y un golpito de ánimo, de adelante a Enrique para que siga escribiendo que nos tenía sin la golosina. Se lo damos con la letra en estribillo de varias canciones como la de Naiara Ruz una de cuyas estrofas dice:
Adelante por los sueños que aún nos quedan
adelante por aquellos que están por venir.
Adelante porque no importa la meta
el destino es la promesa de seguir
Adelante.
Enrique -
Me gusta que te guste el relato del TÁNDEM. Un abrazo.
Enrique -
La señora, Tinda para toda La Aldea, realmente se llama Benigna que, por otra parte, es también el sobrenombre de su familia materna: Las Beninas, título que ella lleva con mucho orgullo y distinción.
Un abrazo, Pepe.
Juani -
Muy bonito el relato en total con unas fotos que innspiran ternura.
Un saludo y muchos ánimos.
José Saavedra Molina -
Enrique Saavedra y Molina -
Rafael Pistoleras era uno de los personajes mas atrayentes que yo admiraba de pequeño (hace un milenio), me parecía de películas o de tebeos de héroes y villanos.
El relato de Tinda fue hecho en borrador y a mano y enriquecido con su relato oral mitad romance y mitad artículo-ensayo gesticulado o escenificado por ella. Una gozada para mi haber cooperado con mi granito de arena, más ún: un privilegio.
Memorias tantas desde (en todos los sentidos) una calurosa Aldea.
Enrique -
La señora, aunque octogenaria, NO TIENE EDAD, su vitalidad y simpatía e inmensa empatía por todos la hace inmune, para nuestros ojos, al paso del tiempo que no cesa.
Gracias mil por tu comentario y "conexión" con lo aldeano, querida amiga y vecina artenarense. Besos, memorias mil.
Enrique -
Había que arrimar el hombro y usar todos los recursos para tirar pa'lante y no había otra manera sino la de usr la cooperación y la SOLIDARIDAD.
Tinda, al contarme las cosas y las vivencias, se emocionaba y retrocedía con su mente al pasado quedando , momentáneamente, suspendido su relato, luego continuaba con su smpiterna sonrisa hilándolo para un sevidor y para todos.
Nayala nunca se olvida de mí, yo tampoco de todos ustedes, abrazos.
Enrique -
Gracias por tu interés; se lo traspasaré a Tinda.
Un saludo, aldeano, también.
Enrique -
Mis dotes literarias (pocas) las veo muy enrique-cidas por tu entusiasmo hacia mis escritos y artículos.
Gracias, tío. Memorias.
DE LAS FOTOS -
En la segunda, Tinda en EDAD DE MERECER se muestra al fotógrafo en una pose estudiada, mitad artificio y mitad naturalidad.
José Saavedra Molina -
Aparte de los lugares que mencionan me ha llamado muchísimo la atención que entre los apellidos aparezca, precisamente, el mío y entre los nombres uno como el de mi hermana que, como sabes procede de un diminutivo. No sé si ocurrirá así en el mencionado en el escrito. Y, por último, otro nombre que me sorprendió fue el de Rafael "pistoleras". Supongo que sabrás que su existencia la compartió sobre todo, y que yo sepa, entre tu querida Aldea y Gáldar. Precisamente uno de sus nietos, que lleva su mismo nombre, fue un gran amigo mío durante nuestra infancia, en la etapa de estudios secundarios. Yo recuerdo a "pistoleras" montado siempre en su caballo, con sus características pistoleras, bigote y sombrero tejano.
Así que, Enrique, como ya te he dicho en tantas otras ocasiones, muchísimas gracias por tus escritos. Siempre consigues sacarnos de dentro los mejores recuerdos y sentimientos. Y, por supuesto, yo también me uno a las peticiones de las otras personas que te han dejado sus comentarios. Espero que no se demore tanto como éste el siguiente escrito. Un abrazo.
Gloria Bertrana -
Francisco Reyes -
Como sabes nuestra aventura en Colombia se desarrollaba en el campo y ya te he contado casi todas las peripecias y vainas que tuvimos que sortear.
Repito que me ha gustado la historia de ese grupo de personas en ese tiempo viviendo como una gran familia.
Nos vemos una semana de esta, besos de Nayala y de la costilla.
Benjamín -
Me imagino a esa señora del relato y a ti mano a mano hablando aldeano y contando anecdotas de aquellos tiempos. Me emociona la parte en que cuenta que se contentaban con lo poco que había y que eran capaces de alegrarse con los pequeños regalos inesperados que el azar les ofrecia der vez en cuando.
Te echamos de menos enRejonia y en el blog. No nos dejes tanto tiempo abandonados. Un abrazo y pasa por Ferreras aunque se de csualidad.
Antonio Rodríguez Martín -
Como siempre, juegas con ventaja, amigo. De una parte, por contar con un testimonio y personaje de excepción, la muy querida y apreciada Tinda, reencarnación viviente del prototipo de canariedad que para mí tengo por modelo: humana, cariñosa, sencilla, dispuesta a la colaboración, alegre,... Y de otra, por las dotes literarias y de gusto exquisito con que Dios te ha dotado, tú has descubierto y difundido y yo quisiera para mí.
Sí. Te sobran cualidades. Pero..., tal vez te falte un punto de decisión para emprender el camino que apetecemos realices los que bien te queremos: ver publicados en formato libro todos tus trabajos periodísticos.
Espero no demores el compromiso contraído con muchos de tus lectores y que ansiamos ver cuanto antes. ¿Vale?
Un abrazo.
Enrique el de Demetria -
Gracias mil, memorias tantas.
TÁNDEM Tinda-Enrique -
Yo hilé el relato y puse también mi vocabulario y giros propios de las torpes herramientas académicas que he ido atesorando.
La intención común de ambos era la de contar; los motivos privados de TINDA se podrían resumir en su ilusión por la vida futura de sus recuerdos; mi intento primordial fue el de conservar y reflejar la frescura del trabajo inicial realizado por la primera parte del TÁNDEM.
Esperamos que les guste y que disfruten tanto como nosotros. Memorias tantas.
Mª Luisa Quintana Hdez -