DESDE LA ALDEA A BELÉN DE JUDEA
(Pascuas y Epifanía de los años cincuenta y tantos)
Varios cajones vacíos de coñac Domecq, y para cubrirlos cuatro sacos de guano distraídos del ajuar agropecuario de la tía Josefa. Una tonga enorme de piedras amañaditas recolectadas en el camino de Los Majanos. Tierra arcillosa cogida en el Llano del Cura. Las cajillas de conserva Conchita con el trigo recién nacido que por santa Lucía habíamos plantado.
Desértico serrín del que producían los serruchos de Luisito el carpintero: padre y compinche máximo del rebumbio belenero programado. Mujo y berraza salvaje de la Acequia de Arriba. Unas cucharadas de harina para coronar las montañas y, de la tienda de Tomasito Valencia, algunos pliegos de papel bazo.
Algo de culantrillo de la bomba y cantonera del tanque de la Mina. Media docena de verolillos raquíticos traídos desde Artejeves. Marullos de paja amarillita desprendida por nosotros de las pacas que vendían en el Almacén de Los Picos o en el de Pepito Franco.
Una tira larga de platina —con aspecto de rivera— del chocolate inglés que comían en casa de Mame, la de Erncarnita Marrero y, proveniente del estropicio de un espejo accidentado, un trozo algo cortante e irregular con la clara vocación de ser el agüita limpia del remanso.
Picón remolidito o adecuadamente escachado. Hojas de papel azul oscuro —de empaquetar los tomates y cubrir los ceretos— lleno de unas imposibles estrellitas deformadas. Borras de café, lentejas y hasta algo de gofio, para señalizar los caminos, vericuetos y atajos. Tiras y jirones de algodón hidrófilo (eso ponía en el rollo) para imitar algunos difusos celajes y fijarlos con pinceladas de engrudo en un firmamento ya rebosante de astros.
Utilizando todo eso, y poco más, construíamos en un rincón de nuestra vivienda la idealizada escena de un pueblito de la Palestina romana de hace aproximadamente dos milenios largos.
Luego, ese diseño tridimensional de bucólico espacio rústico, más o menos dispuesto y asentado, constituía el campo de batalla o de disputa donde todos queríamos emplazar, según nuestra propia visión intransigente, las figuritas de barro y el atrezo que reposaba en un pequeño arcón desde el año pasado.
Después de limpiar con cuidado a los protagonistas principales y secundarios, hacíamos un mínimo esbozo de orden estratégico e íbamos colocando:
Una casuchilla o chupenco de corcho con un pesebre adosado. La Sagrada Familia (que no sé por qué se empeñaban en decirle “el misterio”). Buey, mula, pastores, ovejas y, a las tantas de aquella fría noche de diciembre, la mujer lavando. Un increíble puente curvado, palmeras para el desierto, cinco o seis aldeanos portando ofrendas, la Estrella de Oriente prendida en el cielo, un bando de tuneras y detrás de él, con el traste al aire, el hombre cagando.
Una jurria de animalillos en un corral. Nadando en la laguna espejada del final del torrente, unos patos impasibles y algún que otro cisne blanco.
Sobre la techumbre del establo, en el mismito borde y compitiendo con el gallo, el viejo ángel anunciador de alas rotas, con los brazos extendidos llevando una pancarta y a pique de matarse si se llegaba a caer (como otras veces) desde donde se había engaliado.
Casitas pequeñas en las laderas de los escarpados riscos. El anacronismo de la cuidadora de unos pavos americanos llegados a Galilea quince siglos más tarde de aquel frío veinticuatro. En una cuevita tipo Acusa, una señora mayor con la rueca en alto hilando una gran parva de lana, y un ganado de cabras recogidas en la majada bajo la atenta vigilancia de su amo.
Un agricultor arando con una yunta de vacas y otro —costal lleno de sementera al hombro—, un pizquito más atrás que él, sembrándola.
Los Reyes Magos y sus pajes que, por las urgencias propias del seis de enero, comenzaban a lucir en una punta del escenario evangélico y pasito a pasito les hacíamos acortar distancias a fin de que entregaran cuanto antes el incienso, el oro, la mirra y nuestros regalos.
Mirando fijamente el agua del arroyo plateado con una imaginaria caña de lanzar en las manos (se la habíamos roto hacía mucho tiempo): un ensimismado e imperturbable pescador que, al mojar la yerbita del riachuelo y de los lugares cercanos al estanque, absorbía siempre demasiada humedad; ese personaje, recuerdo muy bien, lo acabamos perdiendo totalmente resquebrajado.
Por la tardecita, cuando llegara la tímida corriente eléctrica de los Rodríguez, añadiríamos algo de luz mediante un bombillo previamente colocado; debo manifestar que el susodicho, si ya de por sí era disminuido de vatios, se iba oscureciendo paulatinamente con las diminutas cagadas de la legión de moscas que en invierno soportábamos.
Al finalizar la obra, todavía con los últimos estertores del salpafuera general y del doméstico zafarrancho —mientras una Virgen casi ya de parto adoptaba una compungida cara de circunstancias—, nosotros poníamos la guinda al pastel belenístico con la escandalera de los tres o cuatro villancicos incompletos que conocíamos; los cuales, inmunes al desaliento, inclementes con los tímpanos ajenos e insensibles a las críticas soterradas, nos empeñábamos en destrozar berreándolos, uno por uno, todo el dichoso rato.
Y... santas pascuas, aleluya, amén; la diversión y el embullo formado por el montaje del nacimiento —fruto deseado de nuestras ilusiones navideñas— había dado por ese día todo de sí colmando de satisfacción y alegría nuestras más íntimas entretelas infantiles: ¡ya teníamos el belén armado!
Lo siguiente, en la mesa de la cocina, entre olores de adobo para el baifo y aromas de una nueva moda culinaria llegada con las truchas de batata: la trabajosa y elaborada redacción personal de una carta kilométrica (ofensa a las más elementales reglas de la Ortografía y a los parámetros de la mesura en el pedir) solicitando TODOS los juguetes que, embelesados, veíamos en La Placeta al pasar por la tienda de Purita; dicha misiva, por supuesto, dirigida a los Señores Reyes Magos de Oriente para que pudieran elegir lo que ellos quisieran poner en nuestros anhelantes zapatos receptores; los cuales, llegada la víspera del día señalado, colocaríamos a pares y en apretado grupo cerca de la ventana; eso sí, debidamente limpios de polvo, raspaduras y barro e, INUSUALMENTE, lustrosos y muy bien abetunados, como tan sólo, en septiembre, por las fiestas de nuestro querido patrono san Nicolás lo habían estado.
Enrique García Valencia, La Aldea, años cincuenta del siglo pasado.
33 comentarios
Enrique García Valencia -
Sólo un tocayo del Altísimo con un jango como el tuyo (dejando aparte a Ana la de Bigote) podía salir tan airoso -y encima tan contento- de tanto "desembarate" como el que se formaba al armar el dichoso belén de mis culpas.
Mis hermanas y yo todavía comentamos las anécdotas surgidas durante tantos años de belenismo aficionado, y, como muestra, el botón de la aberración más sublime: que nuestro padre (impío pasivo y anticlerical activo) se volvíera forofo del Nazareno sólo por aquellos días, sólo por aquellos días tan empapados de almibarada Navidad y..., claro, imbuido y espoleteado por el inmenso cariño que sentía por nosotros.
Gracias tantas por tus comentarios que, como el que le hiciste a Zequielito, son verdaderas muestras de que, además de belenes, tenias tiempo para aprovechar en los estudios académicos, como así lo demuestra el dominio que posees en el área del lenguaje (no digo ya de la lengua, con la cual me piropeas, en vivo y en directo, cada vez que nos vemos). Gracias tontas y tantas, tocayo de Aquél.
Jesús Melián Martín -
Loly Verde -
¡NOTICIA:YA SOY ABUELA!.Es una preciosa niña y se llama Candela.Estamos en Argentina donde nación el 22 de febrero y me gustaria compartir contigo fotos de este gran evento que me cambia la vida día a día.Dime como puedo enviartelas.
Besos y achuchones.
Loly
Enrique -
Agradecido por tu comentario, un abrazo; nos vemos en cualquier recodo de este BELÉN nuestro que es La Aldea eterna.
Pepito el de Lucila -
Recordar que dentro de cincuenta años,los niños de ahora, que ya serán hombres,creo que también dirán lo mismo,los Belenes de antes si eran bonitos, sabéis por que?.
Por que la Navidad, antes y ahora, y después, Es Fantástica y tiene mucha Magia,donde las gentes de bien,por lo menos una vez al año,se reencuentran, gracias,por escribir estas cosas tan bonitas.
Enrique -
Las vivencias de allí es lo que intento plasmar aquí publicando estos relatos; me gusta que te gusten.
Besos muchos, memorias tantas (no tontas).
LUCI -
Gracias por compartir tus vivencias con todos nosotros. Felices fiestas, salud y amor para ti tu familia.
Enrique -
"Sobre la techumbre del establo,en el mismito borde y compitiendo con el gallo,... a pique de matarse..."
Felices fiestas con mucha salud para ti, y para tu jarquilla* también.
*Lo de "harca" me transporta a los años cincuenta (mientras hacíamos el portal) y me recuerda así mismo a un tal Franco rodeado de su guardia mora.
Enrique -
La mayoría de nuestros compañeros venían a jugar a nuestra casa o alrededores, nosotros casi nunca íbamos a sus territorios (por más que nuestra matrona nos alentara a hacerlo).
Los bombillitos llegaron a nuestro belén cuando, estando ya en Rejonia Capital, sobró algo de dinerillo para reponer barro por plástico y para añadir innovaciones eléctricas.
Un abrazo grande con salud para ti y los tuyos.
Siso -
"Y... santas pascuas, aleluya, amén; la diversión y el embullo formado por el montaje del nacimiento fruto deseado de nuestras ilusiones navideñas había dado por ese día todo de sí colmando de satisfacción y alegría nuestras más íntimas entretelas infantiles: ¡ya teníamos el belén armado!"
Felices fiestas, mucha salud, algo de dinero y de amor a toda la harca.
Enrique -
Hay en el nacimiento cosas curiosas, la mujer lavando a las tantas de la noche (cuando no la Virgen) o los anacronismos varios como el de los pavos y las tuneras (especies llegadas de América).
Un beso y muchísimas felicidades dichosas.
Enrique -
El seráfico personaje acabó escoñado de alas por su intrínseca tendencia -más que a planear en vuelo rasante- a engaliarse en lugares demasiado altos y peligrosos para sus frágiles alas y para la poca estabilidad de su peana; en fin...
Besos y abrazos para ti y para toda tu familia.
Enrique -
Trozos de espejos sí que teníamos para dar y repartir, ya que en la carpintería de mi padre se solían enmarcar y/o cortar.
La parafernalia, zafarrancho y salpafuera te los podrás imaginar a poquito que sueltes tu capacidad de imaginación o de visualización: ¡se armaba el belén!
Besos y abrazos achuchonados. Más besos.
Juani -
Me gustó bastante tu relato y lo viví imaginando el zafarrancho que tu madre tenia que aguantar como la mia.
Un saludo afectuoso con los mejores dseos de paz, salud y prosperidad.
Francisco Reyes -
El trabajo del belén siempre ha sido uno de los momentos de estas fechas que mas me gustaron desde siempre. Al tuyo parece no faltarle de nada, tiene hasta el famoso caganet semiescondido detras de rocas o arbustos.
Esparamos verte por Alvareda como en otras veces. Por aquí todo igual, tarabajo y trabajo con mucho aguante para soportar esta vaina,
Felices navidades para ti y para los tuyos de parte de todos. Un abrazo.
Olga -
La mujer lavando en plena noche era otra de lñas cosas que me hacian gracia. Nosotros montamos todos los años uno en casa pero todo ha cambiado,ahora casi que no hay tiempo ni espacio.
Un beso. Nos vemos.
Gloria Bertrana -
Qué gracia ne ha hecho lo del trozo de espejo roto y la platina del chocolate (que en mi casa no sé si era inglés o no). Mientras lo leía no podía evitar sonreir acordándome de los belenes que, año tras año, hacía con mi padre...y más tarde con mis hijas.
Hoy en día hasta lo tradicional se moderniza. Salía el otro día en un telediario que una belenista andaluza puso en el Belén una oficina del paro con una fila de pastorcillos esperando para entrar y solicitar empleo. Ella explicaba que su padre, que era un belenista tradicional, se enfadaba con ella cuando hacía esas cosas. Hay veces que la "modernidad" o el adaptarnos a la vida actual nos hace perder las tradiciones.
Gracias por compartir, querido Enrique.
Un achuchoncito.
Enrique -
Yo te aseguro que algunas de las figuritas parecían tener vida propia, me las llegaba a imaginar moviéndose por la noche a "sus libres albedríos" haciendo vida social por todos aquellos andurriales cercanos a Belén(Spielberg me robó esta parte y la aplicó en la meca del cine).
El ángel de la "buena nueva", en concreto, se emperraba en engaliarse cada día en lo más alto del pesebre sin tener en cuenta aquellos vientos racheados que soplaban periódicamente en Judea, así perdió las alas: de una caída tonta(no sé si también le "daba" a la bota de los pastores que visitaba anunciando el nacimiento del Mesías).
Un abrazo fuerte, nos veremos, Dios mediante.
Memorias para tu tribu.
Enrique -
Yo también me recorría de la ceca a la meca, casa por casa, visitando los que en La Aldea había y a los cuales yo podía acceder (en algunos -de relancia- alcanzaba algo: pastillas, una lanbuja de turrón, un polvorón aplastao, un cacho de chocolate "La Isleña"...).
Un fuete abrazo, Pepe, para ti y para los tuyos. ¡Salú!
Enrique -
Un fuerte abrazo para todos ustedes. ¡Salú!
Enrique -
Besos y memorias tantas para todos ustedes.
Enrique -
¿Qué importa que haya en él algún hermafrodita? ¿Quién se va a fijar en esos pobres travestidos de Galilea?
Nadie, y si lo hicieran, seguro que cooperarian a la situación con su silencioso disimulo y con su mejor sentido del humor socarrón.
Besos MUCHOS para todos, en especial para Alessandra.
Enrique -
Lo que no me cuesta creer es que a la imaginación y creatividad de los belenistas modernos, les pasa como a los juguetes de los familios de esta época: lo hacen casi todo automáticamente, sin dejar campo a las "voladas" personales.
En fin...
Un abrazo GRANDE.
Enrique -
El entusiasmo que transmitía mi padre se extendía por todos nosotros y llegábamos a renunciar a nuestras sagradas horas de juego vespertino en aras del rebumbio belenero.
Con los años el ajuar del nacimiento fue enriqueciéndose y viajó en cada una de nuestras mudanzas transportando ese cachito de Belén de Judea a cada una de las casas y barrios de Rejonia donde habitábamos.
Un abrazo.
Benjamín -
Muy bonito el belen que te has montado este año. Felicidades de parte de todos. Nos vemos en Alvareda en el ciber como siempre, el venticuatro por la mañana. Un abrazo.
José Saavedra Molina -
Mis vivencias fueron otras, como es natural. Yo me quedaba embobado mirando los belenes que se montaban en algunos comercios como el de "La Imprenta El Norte" o en la tienda de Antoñito, frente al Mercado municipal,(no pongo el mote por el que lo conocía todo el mundo por respeto a su memoria, puesto que ya ha fallecido). Había otro Antoñito, el del músico, que ese sí que sabía decorar de manera muy atractiva su escaparate con toda clase de turrones, mazapanes, frutas escarchadas y golosinas, la mayoría de importación. Lo adornaba todo con virutas de colores, haciéndolo demasiado atractivo. Era todo un avanzado en eso. Pero aquello era sólo "mirar y dejar" (la economía de mis padres no nos permitía adquirirlos). No me quiero extender más porque para eso estás tú. Tú sí que tienes el don y sabes sintetizar, recoger y expresar con muchísima habilidad todas esas vivencias con las que nos ayudas a todos a revivirlas. Muchísimas gracias Enrique por ser como eres. Un abrazo enorme y saludos muy cordiales para todos los tuyos, especialmente para tu madre.
Y, que tengan todos unas muy felices fiestas.
ENRIQUE GARCÍA VALENCIA -
Vale que yo todavía tengo mando sobre ellas e, impasible -por no decir impertérrito-, les voy dando largas y no las dejo que me "armen el belén" antes de tiempo.
Ayer por la tardecita era el momento adecuado, y aquí está para todos ustedes el montaje que este año me dio por hacer; va con mis mejores y más almibarados deseos propios de estas fechas y de sus algarabías adyacentes, las cuales (gracias a Dios) son solamente una vez al año.
Salud, memorias tantas y... ¡dichosa Navidad, más una próspera Epifanía!
PACO RAMOS -
Mª Luisa Quintana Hdez -
Mª Luisa Quintana Hdez -
Virginia Correa García -
Carola -
Yo prefiero los belenes antiguos por ser más creativos. Que tengas unas navidades llenas de Paz y mucho Amor.
Pepe Valencia -