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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

De las casillas viejas y su patio

De las casillas viejas y su patio

Preludio. Este pequeño relato tiene que ver con un entrañable lugar: el particular patio de la vieja casa de Los Llanos, escenario de mis recuerdos iniciales, mis incipientes experiencias con el entorno y mis primeros contactos conscientes con el cariño y arropamientos familiares.

La pala mecánica puso fin al sitio al que ahora me refiero pero, reconvertido por mor del sentimiento en patio interior de vivencias felices, me acompañará siempre, estará al canto atrás de mi corazón –metido entre los repliegues del Recuerdo- hasta que el tractor de la muerte pelona me sorribe y me mande pa’ La Julaguilla, y aun así (durmiendo el Sueño de los Justos), creo sin sombra alguna de duda, que voy a soñar eternamente con el solar que tanta impronta me dejó y que ahora, hilando estas frases de diletante empedernido, evoco para ustedes… y para mí.

 

De las casillas viejas y su patio

Amanece al golpito, lenta y perezosamente. Huele a limpio y el aire admite aromas del agua guisada de apio recién hecha. Había llovido a chuzos durante toda la madrugada y las lajas del patio brillan como espejos de azabache pulido. Los melindros dejan caer monótonamente sus últimas lágrimas de plata compitiendo en su llorar con las santamarías y con los alerones del tejado de la casa de en medio. El techo de la cocina (cubierto con tierra verde de San Clemente), compinchado con el aguacero y la noche, dibujó curiosos graffitti esmeralda sobre la tachonada pared de piedras enjalbegadas que lo sostiene. Las nubes siguen escupiendo alguna chispilla.

Mi tía Josefa, con un saco vacío de guano en la cabeza a modo de chubasquero, se protege de las tres garujillas que siguen cayendo. Va y viene, aquellando no sé qué, entre el llano y el pajar; parece ser que la jaldúa se puso anoche de parto y acabó pariendo esta mañana.

Retumban los truenos alejándose del valle, hacia Tasartico, y justo a rente de las tejas que cubren la casa de arriba, se ve al Raborratón saltar en todo su apogeo buscando al Tocomán que bajará bramando entre Villanueva y el Pinillo.

Juego a no mojarme los pies, voy a la laja, y para ello peono sobre el empedrado que ahora se parece a un gran damero con muchas posibilidades para moverme. Giro y salto entre los charcos, miro el cielo intentando descubrir por ca’ Cha Lijandra el arco iris que no aparece todavía y vigilo a mi madre para que no me vea descalzo: es demasiado temprano para recibir moquenque.

Por entre las agujas del pino amigo silba el poco viento que queda. Un chuchango enorme se arrastra parsimoniosamente dejando tras de sí una brillante estela de baba. En la vecindad cantan y se contestan los madrugadores gallos. Mi abuela, caña en mano e intentando no mojarse el borde de sus naguas canelas, inspecciona el patio de su casa que es particular y se moja cuando llueve como los demás. Jardín de mi infancia, amplio, enlajado, resguardado, cálido… Puente de mando de un matriarcado que se escalona desde la Briginia mayor hasta la Demetria menor y maire. No cuento la insalla de hermanas, primas, tías, parientas y allegadas.

Casi todo en él es femenino y acogedor, tutelador y gestor de cariñoso trato. Matriz a cielo abierto tapizada de doméstico confort. Están presentes muchos elementos de esta ágora de la ginecocracia familiar: las flores, las plantas, la talla, la palma, la tienda, la tierra verde que chorrea, las hormigas, las gatas que dormitan y amamantan, las macetas y jardineras de Carmen, la cocina, la cocinilla de fuelle y la de mecha, las barbas-del-diablo que florecen de relancia, la olorosa comida que me llama…

chuchangos

Hoy nos movemos a gusto en este impluvio: mi padre, mi tío Tomás, yo mismo, el perro Caracol, algún gato galán forastero y el pino camarada que se mece, proyectando su sombra en nosotros, al paso de las horas que marca efectivo. Bajo el árbol, un poyo circular, goro de muchas reuniones, de algunas decisiones y de vespertino descanso. Hacia el cielo un laberinto de ramas entrelazadas y los celajes más gandules que se deslizan perezosos con sus panzas ya blancas y livianas.

Las telarañas, perladas de gotitas minúsculas, ponen cortinillas de fantasía a los machinales de la pared del cuarto de atrás y esconden eficazmente a las tejedoras. Un oscuro alcalde, cual experto albañil, no pierde el tiempo y va formando su casa-cuna con hileras de barro que amontona al soco de la cornisa de la casa nueva.

Patio interior lleno de briginias que al calor del fuego, en el tiempo de la cena, te cuentan de brujas, de ir por leña y suspiran hondamente mientras protegen sus manos callosas e hinchadas bajo faldriqueras de dril. Decimos adivinanzas, chascarrillos, retajilas y los rezados de la doctrina. Las mayores se resisten a contarnos cómo se jugaba a pámpano roto, se miran entre ellas y se ríen, no sé muy bien de qué.

Brilla la Sajarita, buscamos el Carro, las Cabrillas y las fugaces que atraviesan el cielo de banda a banda: formulamos deseos en lo que se calienta la comida y ponen la mesa. Pedimos un niño para mi madre al paso de una estrella; ríe y me pega con su caña mi abuela. Caza un perinquel cerca del bombillo que con su luz atrae a las pajaritas nocturnas. Se oscurece más y se enfría la noche con el terral que baja y se aposenta como un manto helado.

Te eriza el frío como si estuvieras en pelete, te tientan las sábanas pero el terror infantil a los moros y demás parafernalia de los cuentos de miedo no te dejan ir solo al catre. Contigo van tus tías que te arropan y resignadas echan, por tu mandato, el antepenúltimo vistazo bajo la cama.

santamaria

Mañana, si no llueve, alimentaremos a las hormigas con pisquitos de pan, haremos un remo en el pino con la soga larga, jugaremos a las tienditas, iremos a ver la jaldúa que parió dos baifillas: una berrenda y otra culeta: dicen que el ubre no le cabe en medio de las patas. Pondremos el falsete en la mimosa por si cae algún linacero de los que rondan las jaulas de los canarios…

Después del almuerzo, para combatir el tedio de la tarde: la lotería. Alguien coge la banca; cinco almendras el cartón, el que gane se llevará una buena embozada, medio almud para garapiñadas. Se escarruja la vocalista y sangolotea las bolas mientras canta:

-¡Las banderitas de Italia!

Virgo!

-¡Los gallegos al trancazo!

Ambos!

-¡Los dos patitos!

Terno!

-¡Caga y tuerce!

Premio!

-¡La edad de Cristo!

Alto la bola! ¡Pa mí la embozá de almendras, la banca y la calabaza!

30 comentarios

Enrique Pancho Primo -

Desde mi autoriEDAD (te paso algunos años)como primo y pancho mayor que te llevó al cuadril, al burro grande y a la pelela, te digo ,Ale, que eras y seguirás siendo el "panchillo" preferido de Luis por su afición correspondida y que, entre otras cosas y comentarios, me has dejado añulgado con alguno de tus recuerdos que mi memoria (me folla a veces) tenía algo postergados: Fafá, el pobre Mustafá se me había traspapelado entre tanta remembranza y ahora me siento algo culpable -por él y por su madre Greña- ya que nos acompañó desde que naciste y vino a morir cuando, tú ya pendejú, cambiabas el registro del tono de voz y mirabas pa'l cañizo insistentemente.
Hay olores y vibraciones del recuerdo que actúan a su libre albedrío, hoy tu comentario ha sido la espoleta que desató muchos de ellos postergados al canto atrás de mi cerebelo. Gracias por ello.
Quizá mi afición al relato (devenido de las nuestras y del Pancho Mayor) sea también una retroalimentación y recreación de ese Patio Interior que tan fuerte impronta puso en los que se criaron en él rodeados de tanto cariño, buena crianza e indesmayable desvelo familiar.
Abrazo, besos, y memorias mil.

Pancho (el chico) -

Comer, rascar … y leerte; pues fue entrar (mi hermana que me lo alusó el otro día) y no despegar el culo de la silla hasta terminar de leer todos tus “cuentillos” de una sentada. Leerte, Enrique, como antaño fue escucharte; motivo éste por el cual no me encuentro entre los sorprendidos con tu capacidad comunicadora o por la empática abstracción en la que quedamos sumidos (lelitos y enganchados, vamos) la mayoría a la primera de cambio. Y es que de casta le viene al galgo. Si lo sabrá éste, que entre sus primeros grandes y mejores amigos tuvo al inefable Pancho; quien igual lo enseñaba a silbar con “Ay Pancho, Pancho, contigo me marcho …”, que se inventaba el episodio de "La zorra y El Cuervo en el Andén Verde", y a quien aromáticamente tan bien describes al mentarle por ahí en otro de tus artículos. Tal es así que lo clavaste (y nunca mejor dicho) ante mis propias narices, pues no en vano coincido plenamente contigo en lo que igualmente te he leído por aquí en alguna parte sobre la relevancia de nuestra memoria olfativa. Retrosentido que viene a ser, sin ir más lejos, una de las más absolutas particularidades de nuestro patio; un patio-cosmos (por cosmogónico y no por estelar, precisamente) donde cada elemento, fuese éste ser vivo o simplemente cosa inanimada o sensación, ocupaba su lugar por designio divino para desempeñar una cuasi-mítica función. Desde el goloso olor a garapiñones de almendra enfriándose sobre el poyo y Carmen gritando desde lejos “Que te estoy viendo las ideas, mala seta”, cuando fijabas tu vista en ellos más de diez segundos, a los chancos viejos y embarrados que Josefa, siempre con el culo a dos manos pero igualmente dispuesta a complacerte aunque se te antojaran el mismito cielo y las estrellas, se cambiaba en el Cuartillo para no “emporcarlo todo” como ella misma decía; pasando por la auténtica “jungla” de plantas que el esmero de nuestras tías y una perspectiva infantil (de reducida talla y desbordada fantasía) hacían que lo habitara; o por un resabiado Fafá (regalo de quien te quiso), siempre bien dispuesto acompañante más que perro, y por esas sucesivas camadas de gatillos que mencionas en alguna parte, muchos de los cuales acabaron mal parados por antojárseles acabar justo debajo del pie de Fefa (que precisamente no eran piecesitos de azafata), cuando ésta salía del cuartillo con la quesera en brazos y una nube de gatos malcriados que maullaban desesperadamente exigiendo más que implorando su ración de suero, provocaban a ésta un traspié y el correspondiente desequilibrio.
Lo dicho; que me alegro mucho de no tener que esperar a verte para poder disfrutarte. Y como se a ciencia cierta que eres quien más y mejor disfruta con lo que haces (porque es justo, porque de lo contrario no serían tan buenos y porque … porque bueno fuera que no a estas alturas!), me congratulo en pensar que podremos recrearnos en disfrutar tus relatos, al tiempo que estará a salvo buena parte de nuestra memoria colectiva y que ésta será magistralmente contada. Besos y abrazos, primo.

Enrique -

Pepe, las palabras son como la masa de barro informe, hay que darles la estructura que tú prefieras para formar la vasija que contenga lo que quieres plasmar y comunicar a los demás. Tengo la suerte de contar con agradables recuerdos que son los que dan engobe lustroso a cada pequeña pieza que humildemente intento pulir con mi diletante hacer.
Me gusta que te haya gustado, un abrazo.

Pepe Valencia -

Como siempre, rebuscas las palabras adecuadas y das en el clavo. Es extraordinario como con tu prosa lírica nos traes a nuestra memoria recuerdos maravillosos del ayer.

Otro Más -

Tres teniques y un gánigo viejo: tostador de café y de cebada.
Mantas usadas y trapos que arropaban los calderos: horno a fuego lento.
Conchas de lapas y cemento que se convertían en macetas en las manos de Carmen. Verguillas trenzadas en macramé,jardineras de la misma artesana. Una barrica de aceitunas que había en el escusado: retrete de vaciado complicado. Pajarera repleta de canarios: el hilo musical. La tierra verde que servía de aislante contra las goteras. El culantrillo que siempre acababa languideciendo...

Otra de la saga de las Brigínias -

...Un cajón de coñac con patas, parecía la cuna de Jesús : maceta
…una lata de aceite con asa: el regador.
…una lata de melocotón en almíbar atada a un palo largo : artilugio para regar los helechos
…boca con agua a la hora de planchar: plancha vaporizadora manual de Carmen
… cine de verano : Josefa contando cuentos.
…bidón con herrumbre : deposito de agua.
…garrafón con orines : abono ecológico para las flores.
…carburo : conservante de plátanos.

Enrique -

El perinquel salía de un agujero cercano a la puerta de atrás de la tienda, cerca del bombillo, allí se apostaba al acecho para cazar las mariposas nocturnas que, borrachas de luz, se ponían a su alcance.
Otro de los recuerdos es el de las enormes camas de hierro y el aroma limpio de sus colchones rellenos de paja; por tener, tenían también empapadores (zaleas de oveja) para prevenir que las "fugas nocturnas" de alguno/a pusiera otros perfumes distintos a los habituales de agua, jabón y relleno estofaíto con el palo de la escoba o la caña de abuelita Pepa.
De cuando desapareció nuestro perro Caracol no me quiero acordar.
Besos muchos.

Digna B. García Valencia -

De las casillas viejas tengo miles de recuerdos. Los primeros son (como no había TV) nos acostábamos con "ellas" en las mismas camas y con la luz apagada empezaba el diario hablado (no el de RNE) sino lo que el día había dado de sí, supongo que nosotros los familios nos dormíamos y "ellas" seguirían hablando de sus cosas hasta que les venía el sueño y el cansancio.
Luego recuerdo que por el mes de Mayo me despertaba con un olor a azucenas que Abuelita Pepa tenía plantadas en el patio de algún vernagal roto y algunos cajones de coñac que Papá les había puesto patas.
En verano, al ser los días más grandes la tertulia nocturna aguantaba un poco más en el patio, y en las noches de más calor salía de un agujero de la pared un perenquel y alguien con voz de misterio decía :"¡ el de todos los años !".
Digna .

Tío Padrino -

Veintitantos años antes, nosotros también jugábamos detrás de la tienda en un espacio que ustedes no llegaron a conocer. El lugar era un vergel que "ellas" mantenían a golpe de baldes de agua de Gómez (era más dulcita)acarriada con muchos trabajos, tierras de calidad apropiada y muchísima dedicación amorosa.
El agua era acondutada y repartida jarro a jarro dependiendo de las necesidades de cada planta.
De esa parecida forma, "ellas", también repartían su cariño en nosotros (ustedes sí lo conocieron)pero no pisco a pisco, sino aborbotones, nadie padecía sed de él y NUNCA hubo rivalidad ni celos entre las "matas" nuevas que iban llegando, todas iban recibiendo ternura y dedicación sin necesidad de ir a otras fuentes ni pozos distintos a sus grandes corazones raidos de amor por TODOS nosotros.

Briginia Correa. -

Ay, cuántas veces he soñado con la casa de los LLanos.. Cuando me quise traer a Rubito amarrado con cables de telefonía, jugando con Orlando detrás de la tienda que olía a jabones, al garaje que estaba al lado y cosas de la tienda. A la hora de la siesta íbamos a comprar "kalises" que nunca nos cobrara Tomás y después jugábamos a las estampas con Orlando que como era más chico terminaba llorando. La talla con agua, Josefa y Carmen y cuando dormíamos todos juntos en la habitación del fondo con el Corazón de Jesús encendido y Dácil que dormía con los ojos entreabiertos... Besitos Familia cibernética . Briginia Correa García.

Enrique -

Querida Luci, lo bueno si breve...,no sé que pensarás tú de la frasecilla, me imagino que no compartirás del todo su sentencia.
Yo sé también de otros patios, en otros lugares y con otras gentes. Por acordarme, puedo hasta visualizar la "esparramá" que había detrás de la casa de tus tías en Aguatona, con sus rocallas naturales de balos y tajinastes que se escalonaban hacia el barranquillo de Las Jolletas.
Besos y muchas memorias.

Luci Delgado -

Se acabaron las vacaciones y la buena vidorra. Llegamos ayer y lei lo del patio. Da buenas sensaciones y te hace recordar otros patios de tu vida. Me gustó mucho y me llego a emocionar.
Ya nos veremos. Besitos.

Tío Único Correas -

Al final del Patio, hacia el Medio Llano, un bidón raido de agua fresquita, verano canicular, cuatro sobrinas,un Orlando cómplice y una foto: enchumbamiento general, bidón medio vacio y caras de mataperros desinquietos en su salsa.
El momento fue tan natural que nadie se molestó (si alguien dijo algo Josefa lo atajaría justificando la acción al momento); estaba también tu padre para inmortalizar ese momento de Patio Interior, tu madre para sacar ropa seca y Carmen para enjuagar y tender los pilfos embarrados.
Besos de un tío, muchos.

Silvia Correa García -

Me encanta leerte por tu amor a la natruraleza y la sensibilidad que tienes a todo lo que te rodea. De vez en cuando necesitamos oir a gente así.... como tú. Qué suerte que eres mi tio!!

Enrique Valencia Montesdeoca -

El vaivén del remo con la soga larga de Josefa me lleva y me trae, por segundos, a situaciones y a momentos casi olvidados. Mi hermana Digna me trajo a la memoria (ella conoció el patio antes que nosotros) lances que yo tenía sepultados bajo varias capas de olvido: mis diabluras de familio desinquieto que pagaban todos los demás (quéselevahacer) y el acoso y derribo al monedero de abuelita Pepa siempre dispuesto a "dejarme" media peseta para golosinas, la cual daba la vuelta por la calle hasta el mostrador de tu padre donde se fundía en pastillas de anís de a perra chica la unidad.
El Patio y las Casillas Viejas son siempre un referente en mis ensoñaciones (quizá algo bucólicas, no importa) y en mi historia, mis primeros recuerdos está allí: DOS SOPLADERAS, UNA LILA OSCURO Y OTRA BLANCA, COMPRADAS POR MIS PADRES EN ALGUNA FIESTA DEL PUEBLO Y ENGANCHADAS EN LOS PALILLOS DE JUNCO QUE SE USABAN ENTONCES PARA LLEVARLAS.
Besos muchos y memorias tantas, esperando que las vacaciones les hayan sentado bien.

Mary Luz -

¡Hola Enrique!
Esperaba con anhelo esta historia y desde el comienzo me conmueve. Esperando la profundidad emocional decidí darte la mano y caminar junto a ti por esos recuerdos. Muchos rescate de mi memoria y otros los vi atreves de tus ojos. Igual que tu olí; también lloré.
¡El saco de guano! …¿Y el beletén?...
Yo si volvería a nacer en el mismo lugar, pero con las cuatro señoras: Josefa, Carmen, abuelita Pepa y madrina Salomé. Luego ellos, tu padre y el mio; el uno siempre risueño y el otro más serio.
Dejaría que me dieran vueltas en el remo del pino hasta marearme y seguiría caminando tras de ti y tú espantándonos. Te marchabas a explorar la “Cueva del Medio Día”.
Hoy me monté contigo en una montaña rusa emocional, gracias por permitir que te acompañara

Enrique -

Los potajes nos quedarán igual a los de las abuelas y a los de las madres cuando decidamos parar de tanto corre-corre y les dediquemos el tiempo y el tempo que ellas les dedicaban en su corre-corre más pausado y más amoroso que el nuestro.
El patio (tu Patio) sigue ahí, al canto atrás de tus entrañas -no hace falta que "vuelvas" a él-, tu comentario demuestra con creces lo "en presente" que está. Yo me imagino (in-tuyo) los otros recovecos de ese espacioso patio interior que no mencionas pero que son comunes a todos nosotros.
Los gallos y kíqueres cantando y contestándose a la porfía es otra de las sensaciones sonoras que perduran en la memoria de las cosas de entonces.
Memorias para ti también y... feliz san Ramón Nonato (dentro de lo que cabe, ya que suele ser víspera de incorporaciones al tajo),besos.

Más. Lo del atardecer cumbrero, si mirabas hacia el oeste y hacia el fondo del valle, lo entiendo perfectamente por su belleza sin parangón: era La Aldea iluminada por los últimos rayos del Sol.

Gloria Bertrana -

Dices k siempre te has resistido a desear nacer de nuevo y volver a vivir lo vivido. Y sin embargo yo daría una parte de mi vida por volver a “activar” mis infantiles sentidos en Artenara. El olor a ese patio recién barrido por mi abuela con la escoba y baldeado con zotal, el aroma de los quesos colocados en lo alto del cañizo en la cueva, la esencia de la tierra húmeda después de un día de lluvia… El sonido del gallo anunciando el amanecer de cada día, el sonsonete del reclamo de las perdices, las campanas de la Iglesia avisando a Misa…El tacto rudo y áspero de la mano de mi abuelo, que tanta seguridad me daba, mientras me llevaba con él a recoger los huevos de las gallinas…La vista de ese amanecer o atardecer cumbrero, único, fantástico, observado por los ojos de una niña…Y el sabor de los potajes de mi abuela, que no sé por qué, a mí no me quedan igual…
Sí, definitivamente, me encantaría poder “volver”, aunque sólo fuera por unos días.

Un abrazo fuerte, Enrique.

Enrique de Dos Hermanas (no Sevilla) -

Mi memoria trabaja por bandas, hay cosas que recuerdo muy bien, otras que no tanto y algunas que por mi bien debo haber olvidado.
En cuanto a las vivencias infantiles y juveniles (eliminando la ñoñería y la ramplonería) decir que conservo olores, sabores, texturas, empatías, sonidos...
El patio olía a limpio después de la lluvia pero también había aromas de pinocha mojada al reblandecerse la torta de la cocina, el tufillo de la leche que al hervirse se requemaba un poco, el humo del fogar donde se tostaba el millo y decenas más en una mistura propia del lugar. Sonaba a voces de mando, de cariño y de trabajo continuo, a cánticos de pajarillos, a los tangos silbados de Luis...
Todo ese champurriado de sensaciones materiales y humanas conforma mi PATIO PARTICULAR que, llueve el Tiempo y no se moja como los demás.

Fabiol Garcia Valencia -

Del patio me acuerdo, del pino tambien, del poyo tambien ,de las lajas del suelo, del saco de guano a modo de chubasquero como no tbien,de las casillas claro que no ,pues por edad es imposible, pero de ellas , de ellas (Carmen y Josefa )como no las vamos a recordar y añorar. Como bien dices ,ejercieron de madres , y nos dejaron su saber en nosotros.

Pepita García Valencia -

yo también me acuerdo de todo eso y ademas tenemos algunas fotos que cuando las vemos nos hacen evocar aquella época. Yo estoy en sagalejo y Marilda en camisilla con el culo al aire, tendríamos cuatro y dos años, que yo cuando la veo evoco todo lo que tú escribes en este relato . Yo también pienso que lo que somos ahora tiene mucho que ver con las vivencias que tuvimos en esa comuna familiar repleta de cariño . Yo cuando estoy agobiada por el trajín en que vivimos ahora desearía volver a esos años, aunque fuera un ratillo. Besos Pepita.

Enrique -

Ahora paramos más por el ciber de Santa Catalina, nos queda más a mano y es más amañaíto con las terrazas cerca y el parque para los familios.
No deja de ser esta zona una especie de patio central pero, en este caso, poblado de gentes desconocidas que van al corre-corre u ocupado por grupúsculos de compañeros que forman sus cotos privados por algunas horas; un buen sitio para estudiar la fauna humana que formamos todos los huéspedes del lugar.
Nos veremos un mes de estos, besos muchos y memorias.

Olga -

Semanas que no bajaba al barrio, ahora me encuentro con tu patio y me meto en sus rincones tan tuyos.Me imagino todo gotendo y el ir y venir de los ocupantes de las casas sorteando los charcos.
En la casa de mi abuela habia un patio algo parecido y era el centro de reunión de todos nosotros.
Besos y muchos recuerdos.

Enrique el de Los Llanos -

Benjamín, mis tías además de masticarnos todo lo que supusiera un problema para nosotros, nos mimaban con "mano dura"; cada uno tenía su preferida (su segunda madre) y con ella desarrollábamos la correspondiente estrategia de chantaje amoroso que, cuando somos familios, ejercemos "egoistamente" sin sentir. Más que al patio y a quella época, es a ellas a las que echo de menos.
Besos y abrazos para ti y para tu atribulada tribu.

Enrique García Valencia -

Te contesto MªLuisa desde el cibercafé donde ahora, ya nada familios, se reune la panda a contar cuentos de miedo y de brujas: crisis, guerras, genocidios, accidentes, incendios, novelerías de la caja tonta...
Como puedes ver las cosas han cambiado "para distinto" aunque los rituales siguen siendo casi los mismos.
Desde el patio interior de los recuerdos, un saludo afectuoso, un beso y memorias.

Mª Luisa Quintana Hdez -

Hola amigo Enrique.Comop siempre tus alegres relatosme hacen evocar mi infancia en nuestro querido pueblo de La Aldea.Recuerdo que mi casa tenía un gran patio en el que jugábamos además de los niños de la casa también lo hacían los de los vecinos. Aquello era una insalla de chiquillos impresionante. Como es normal allí también se entongaban los sacos llenos de piñas sin desgranar para cuando se pudiera juntar a la gente que venía a ayudar, degranarlas.como siempre los chiquillos que éramos el perrete, nos poníamos a saltar encima de los sacos y mi abuelo el pobre se envenenaba el alma con las perrerías sanas que nosotros cometíamos.Por la noche era otra historia ya que en el verano sacábamos para la calle las sillas y nos uníamos todos los vecinos de la zona a hablar.Recuerdo que los mayores contaban historias de brujas como era el caso de D.Pepe Mª y los chiquillos nos poníamos a jugar al escondite,al parchís....
Gracias por evocarme esos recuerdos infantiles.
Muchos saludos.

Benjamín -

No veo a tu madre dando moquenque desde por la mañana, si veo a tus tías haciéndote el gusto y mirando debajo de las camas una y otra vez (me contaste una vez que te masticaban el biscocho). Por aquí hay unas niñas que ven pelis de miedo y luego quieren dejar la luz encendida toda la noche.
Muy descriptivo y sentimental el relato que nos encantó como siempre. Ya no me acordaba de algunos cantos loteros.
Recuerdos de toda la tribu.

Enrique Amigo Saavedra -

Nido Cuervo tenía un encanto especial para este visitante esporádico que fui yo. Pocas veces estuve allí pero fueron las suficientes para permitirme captar lo que subyace de entrañable en esos lugares aparentemente corrientes y semejantes a otros. No hay que decir (preterición)que los catalizadores de lo especial de dicho lugar eran sus gentes (en plural) y sus hechuras amigables que te hacían querer aquel entorno a la manera familiar.
Abrazos, memorias tantas para todos.

Enrique García Valencia -

Siempre me he resistido a desear nacer de nuevo y a volver a vivir lo vivido. Si algún día cambiara de opinión (la edad nos hace variar bastante nuestras superfluas convicciones) y decidiera hacerlo, no les quepa duda: el mismo lugar con la misma gente.
Las Casillas Viejas (así las llamaban los vecinos) formaban un redondel de edificios más o menos añejos que acotaban el patio-edén central de mi niñez. El escrito sólo puede esbozar un poco alguna de aquellas entrañables vivencias desarrolladas allí; imaginen ustedes las demás.
Besos y memorias.

José Saavedra Molina -

Como siempre, Enrique, tienes el don de hacerme revivir momentos muy entrañables de la niñez. Me has hecho evocar, también, aquellas tardes sentados al soco de la "papelera", sobre unos "teniques", a mi padre Jesús, a Damiana, mi madre, mis primos y vecinos. Bien me acabas de decir que lo que narras aquí te rememora Nido Cuervo. Y, ¡claro que sí! Tienes toda la razón. Allí se contaban historias de brujas, se miraba a la Sajarita y mi padre, con toda su sabiduría popular, predecía si el invierno venidero sería seco o lluvioso.
Otras tardes, nos trasladábamos a Las Cuatro Esquinas, a la casa de una familia de jornaleros muy numerosa a jugar a "la ronda". Y allí tampoco se jugaba con dinero, se "arrallaban los millos". Y, mientras, los chiquillos jugábamos a lo que se nos ocurriera. Ésto si no había que ir primero al almacén de empaquetado de tomates, el del Repartidor, a llevarle la cena (que olía a gloria a esas horas de la tarde-noche) a las hijas y hermanas que trabajaban allí, hasta las tantas. Alrededor de las nueve de la noche volvíamos a casa para cenar. Y yo miraba al cielo y veía con notoria claridad infinidad de estrellas y la vía láctea. Jamás he vuelto a ver el cielo tan estrellado como entonces, supongo que será por aquello de la contaminación lumínica.
Sigue, Enrique, Enrique-ciéndonos, con esas vivencias tan lindas. De no ser por tí, quizás se habrían diluído, en medio de estos tiempos en los que vivimos a tanta velocidad. Gracias, Enrique, otra vez más. Has contribuído a traer, de nuevo, a mis queridos y añorados padres, a mi presente. Les has dado una nueva vida. Ahora los siento más cerca aún si cabe. Jamás se han ido del todo, pero hoy tú me los has acercado. Me has dado un hermoso regalo. GRACIAS.