De las casillas viejas y su patio
Preludio. Este pequeño relato tiene que ver con un entrañable lugar: el particular patio de la vieja casa de Los Llanos, escenario de mis recuerdos iniciales, mis incipientes experiencias con el entorno y mis primeros contactos conscientes con el cariño y arropamientos familiares.
La pala mecánica puso fin al sitio al que ahora me refiero pero, reconvertido por mor del sentimiento en patio interior de vivencias felices, me acompañará siempre, estará al canto atrás de mi corazón –metido entre los repliegues del Recuerdo- hasta que el tractor de la muerte pelona me sorribe y me mande pa’ La Julaguilla, y aun así (durmiendo el Sueño de los Justos), creo sin sombra alguna de duda, que voy a soñar eternamente con el solar que tanta impronta me dejó y que ahora, hilando estas frases de diletante empedernido, evoco para ustedes… y para mí.
De las casillas viejas y su patio
Amanece al golpito, lenta y perezosamente. Huele a limpio y el aire admite aromas del agua guisada de apio recién hecha. Había llovido a chuzos durante toda la madrugada y las lajas del patio brillan como espejos de azabache pulido. Los melindros dejan caer monótonamente sus últimas lágrimas de plata compitiendo en su llorar con las santamarías y con los alerones del tejado de la casa de en medio. El techo de la cocina (cubierto con tierra verde de San Clemente), compinchado con el aguacero y la noche, dibujó curiosos graffitti esmeralda sobre la tachonada pared de piedras enjalbegadas que lo sostiene. Las nubes siguen escupiendo alguna chispilla.
Mi tía Josefa, con un saco vacío de guano en la cabeza a modo de chubasquero, se protege de las tres garujillas que siguen cayendo. Va y viene, aquellando no sé qué, entre el llano y el pajar; parece ser que la jaldúa se puso anoche de parto y acabó pariendo esta mañana.
Retumban los truenos alejándose del valle, hacia Tasartico, y justo a rente de las tejas que cubren la casa de arriba, se ve al Raborratón saltar en todo su apogeo buscando al Tocomán que bajará bramando entre Villanueva y el Pinillo.
Juego a no mojarme los pies, voy a la laja, y para ello peono sobre el empedrado que ahora se parece a un gran damero con muchas posibilidades para moverme. Giro y salto entre los charcos, miro el cielo intentando descubrir por ca’ Cha Lijandra el arco iris que no aparece todavía y vigilo a mi madre para que no me vea descalzo: es demasiado temprano para recibir moquenque.
Por entre las agujas del pino amigo silba el poco viento que queda. Un chuchango enorme se arrastra parsimoniosamente dejando tras de sí una brillante estela de baba. En la vecindad cantan y se contestan los madrugadores gallos. Mi abuela, caña en mano e intentando no mojarse el borde de sus naguas canelas, inspecciona el patio de su casa que es particular y se moja cuando llueve como los demás. Jardín de mi infancia, amplio, enlajado, resguardado, cálido… Puente de mando de un matriarcado que se escalona desde la Briginia mayor hasta la Demetria menor y maire. No cuento la insalla de hermanas, primas, tías, parientas y allegadas.
Casi todo en él es femenino y acogedor, tutelador y gestor de cariñoso trato. Matriz a cielo abierto tapizada de doméstico confort. Están presentes muchos elementos de esta ágora de la ginecocracia familiar: las flores, las plantas, la talla, la palma, la tienda, la tierra verde que chorrea, las hormigas, las gatas que dormitan y amamantan, las macetas y jardineras de Carmen, la cocina, la cocinilla de fuelle y la de mecha, las barbas-del-diablo que florecen de relancia, la olorosa comida que me llama…
Hoy nos movemos a gusto en este impluvio: mi padre, mi tío Tomás, yo mismo, el perro Caracol, algún gato galán forastero y el pino camarada que se mece, proyectando su sombra en nosotros, al paso de las horas que marca efectivo. Bajo el árbol, un poyo circular, goro de muchas reuniones, de algunas decisiones y de vespertino descanso. Hacia el cielo un laberinto de ramas entrelazadas y los celajes más gandules que se deslizan perezosos con sus panzas ya blancas y livianas.
Las telarañas, perladas de gotitas minúsculas, ponen cortinillas de fantasía a los machinales de la pared del cuarto de atrás y esconden eficazmente a las tejedoras. Un oscuro alcalde, cual experto albañil, no pierde el tiempo y va formando su casa-cuna con hileras de barro que amontona al soco de la cornisa de la casa nueva.
Patio interior lleno de briginias que al calor del fuego, en el tiempo de la cena, te cuentan de brujas, de ir por leña y suspiran hondamente mientras protegen sus manos callosas e hinchadas bajo faldriqueras de dril. Decimos adivinanzas, chascarrillos, retajilas y los rezados de la doctrina. Las mayores se resisten a contarnos cómo se jugaba a pámpano roto, se miran entre ellas y se ríen, no sé muy bien de qué.
Brilla la Sajarita, buscamos el Carro, las Cabrillas y las fugaces que atraviesan el cielo de banda a banda: formulamos deseos en lo que se calienta la comida y ponen la mesa. Pedimos un niño para mi madre al paso de una estrella; ríe y me pega con su caña mi abuela. Caza un perinquel cerca del bombillo que con su luz atrae a las pajaritas nocturnas. Se oscurece más y se enfría la noche con el terral que baja y se aposenta como un manto helado.
Te eriza el frío como si estuvieras en pelete, te tientan las sábanas pero el terror infantil a los moros y demás parafernalia de los cuentos de miedo no te dejan ir solo al catre. Contigo van tus tías que te arropan y resignadas echan, por tu mandato, el antepenúltimo vistazo bajo la cama.
Mañana, si no llueve, alimentaremos a las hormigas con pisquitos de pan, haremos un remo en el pino con la soga larga, jugaremos a las tienditas, iremos a ver la jaldúa que parió dos baifillas: una berrenda y otra culeta: dicen que el ubre no le cabe en medio de las patas. Pondremos el falsete en la mimosa por si cae algún linacero de los que rondan las jaulas de los canarios…
Después del almuerzo, para combatir el tedio de la tarde: la lotería. Alguien coge la banca; cinco almendras el cartón, el que gane se llevará una buena embozada, medio almud para garapiñadas. Se escarruja la vocalista y sangolotea las bolas mientras canta:
-¡Las banderitas de Italia!
-¡Virgo!
-¡Los gallegos al trancazo!
-¡Ambos!
-¡Los dos patitos!
-¡Terno!
-¡Caga y tuerce!
-¡Premio!
-¡La edad de Cristo!
-¡Alto la bola! ¡Pa mí la embozá de almendras, la banca y la calabaza!
30 comentarios
Enrique Pancho Primo -
Hay olores y vibraciones del recuerdo que actúan a su libre albedrío, hoy tu comentario ha sido la espoleta que desató muchos de ellos postergados al canto atrás de mi cerebelo. Gracias por ello.
Quizá mi afición al relato (devenido de las nuestras y del Pancho Mayor) sea también una retroalimentación y recreación de ese Patio Interior que tan fuerte impronta puso en los que se criaron en él rodeados de tanto cariño, buena crianza e indesmayable desvelo familiar.
Abrazo, besos, y memorias mil.
Pancho (el chico) -
Lo dicho; que me alegro mucho de no tener que esperar a verte para poder disfrutarte. Y como se a ciencia cierta que eres quien más y mejor disfruta con lo que haces (porque es justo, porque de lo contrario no serían tan buenos y porque porque bueno fuera que no a estas alturas!), me congratulo en pensar que podremos recrearnos en disfrutar tus relatos, al tiempo que estará a salvo buena parte de nuestra memoria colectiva y que ésta será magistralmente contada. Besos y abrazos, primo.
Enrique -
Me gusta que te haya gustado, un abrazo.
Pepe Valencia -
Otro Más -
Mantas usadas y trapos que arropaban los calderos: horno a fuego lento.
Conchas de lapas y cemento que se convertían en macetas en las manos de Carmen. Verguillas trenzadas en macramé,jardineras de la misma artesana. Una barrica de aceitunas que había en el escusado: retrete de vaciado complicado. Pajarera repleta de canarios: el hilo musical. La tierra verde que servía de aislante contra las goteras. El culantrillo que siempre acababa languideciendo...
Otra de la saga de las Brigínias -
una lata de aceite con asa: el regador.
una lata de melocotón en almíbar atada a un palo largo : artilugio para regar los helechos
boca con agua a la hora de planchar: plancha vaporizadora manual de Carmen
cine de verano : Josefa contando cuentos.
bidón con herrumbre : deposito de agua.
garrafón con orines : abono ecológico para las flores.
carburo : conservante de plátanos.
Enrique -
Otro de los recuerdos es el de las enormes camas de hierro y el aroma limpio de sus colchones rellenos de paja; por tener, tenían también empapadores (zaleas de oveja) para prevenir que las "fugas nocturnas" de alguno/a pusiera otros perfumes distintos a los habituales de agua, jabón y relleno estofaíto con el palo de la escoba o la caña de abuelita Pepa.
De cuando desapareció nuestro perro Caracol no me quiero acordar.
Besos muchos.
Digna B. García Valencia -
Luego recuerdo que por el mes de Mayo me despertaba con un olor a azucenas que Abuelita Pepa tenía plantadas en el patio de algún vernagal roto y algunos cajones de coñac que Papá les había puesto patas.
En verano, al ser los días más grandes la tertulia nocturna aguantaba un poco más en el patio, y en las noches de más calor salía de un agujero de la pared un perenquel y alguien con voz de misterio decía :"¡ el de todos los años !".
Digna .
Tío Padrino -
El agua era acondutada y repartida jarro a jarro dependiendo de las necesidades de cada planta.
De esa parecida forma, "ellas", también repartían su cariño en nosotros (ustedes sí lo conocieron)pero no pisco a pisco, sino aborbotones, nadie padecía sed de él y NUNCA hubo rivalidad ni celos entre las "matas" nuevas que iban llegando, todas iban recibiendo ternura y dedicación sin necesidad de ir a otras fuentes ni pozos distintos a sus grandes corazones raidos de amor por TODOS nosotros.
Briginia Correa. -
Enrique -
Yo sé también de otros patios, en otros lugares y con otras gentes. Por acordarme, puedo hasta visualizar la "esparramá" que había detrás de la casa de tus tías en Aguatona, con sus rocallas naturales de balos y tajinastes que se escalonaban hacia el barranquillo de Las Jolletas.
Besos y muchas memorias.
Luci Delgado -
Ya nos veremos. Besitos.
Tío Único Correas -
El momento fue tan natural que nadie se molestó (si alguien dijo algo Josefa lo atajaría justificando la acción al momento); estaba también tu padre para inmortalizar ese momento de Patio Interior, tu madre para sacar ropa seca y Carmen para enjuagar y tender los pilfos embarrados.
Besos de un tío, muchos.
Silvia Correa García -
Enrique Valencia Montesdeoca -
El Patio y las Casillas Viejas son siempre un referente en mis ensoñaciones (quizá algo bucólicas, no importa) y en mi historia, mis primeros recuerdos está allí: DOS SOPLADERAS, UNA LILA OSCURO Y OTRA BLANCA, COMPRADAS POR MIS PADRES EN ALGUNA FIESTA DEL PUEBLO Y ENGANCHADAS EN LOS PALILLOS DE JUNCO QUE SE USABAN ENTONCES PARA LLEVARLAS.
Besos muchos y memorias tantas, esperando que las vacaciones les hayan sentado bien.
Mary Luz -
Esperaba con anhelo esta historia y desde el comienzo me conmueve. Esperando la profundidad emocional decidí darte la mano y caminar junto a ti por esos recuerdos. Muchos rescate de mi memoria y otros los vi atreves de tus ojos. Igual que tu olí; también lloré.
¡El saco de guano! ¿Y el beletén?...
Yo si volvería a nacer en el mismo lugar, pero con las cuatro señoras: Josefa, Carmen, abuelita Pepa y madrina Salomé. Luego ellos, tu padre y el mio; el uno siempre risueño y el otro más serio.
Dejaría que me dieran vueltas en el remo del pino hasta marearme y seguiría caminando tras de ti y tú espantándonos. Te marchabas a explorar la Cueva del Medio Día.
Hoy me monté contigo en una montaña rusa emocional, gracias por permitir que te acompañara
Enrique -
El patio (tu Patio) sigue ahí, al canto atrás de tus entrañas -no hace falta que "vuelvas" a él-, tu comentario demuestra con creces lo "en presente" que está. Yo me imagino (in-tuyo) los otros recovecos de ese espacioso patio interior que no mencionas pero que son comunes a todos nosotros.
Los gallos y kíqueres cantando y contestándose a la porfía es otra de las sensaciones sonoras que perduran en la memoria de las cosas de entonces.
Memorias para ti también y... feliz san Ramón Nonato (dentro de lo que cabe, ya que suele ser víspera de incorporaciones al tajo),besos.
Más. Lo del atardecer cumbrero, si mirabas hacia el oeste y hacia el fondo del valle, lo entiendo perfectamente por su belleza sin parangón: era La Aldea iluminada por los últimos rayos del Sol.
Gloria Bertrana -
Sí, definitivamente, me encantaría poder volver, aunque sólo fuera por unos días.
Un abrazo fuerte, Enrique.
Enrique de Dos Hermanas (no Sevilla) -
En cuanto a las vivencias infantiles y juveniles (eliminando la ñoñería y la ramplonería) decir que conservo olores, sabores, texturas, empatías, sonidos...
El patio olía a limpio después de la lluvia pero también había aromas de pinocha mojada al reblandecerse la torta de la cocina, el tufillo de la leche que al hervirse se requemaba un poco, el humo del fogar donde se tostaba el millo y decenas más en una mistura propia del lugar. Sonaba a voces de mando, de cariño y de trabajo continuo, a cánticos de pajarillos, a los tangos silbados de Luis...
Todo ese champurriado de sensaciones materiales y humanas conforma mi PATIO PARTICULAR que, llueve el Tiempo y no se moja como los demás.
Fabiol Garcia Valencia -
Pepita García Valencia -
Enrique -
No deja de ser esta zona una especie de patio central pero, en este caso, poblado de gentes desconocidas que van al corre-corre u ocupado por grupúsculos de compañeros que forman sus cotos privados por algunas horas; un buen sitio para estudiar la fauna humana que formamos todos los huéspedes del lugar.
Nos veremos un mes de estos, besos muchos y memorias.
Olga -
En la casa de mi abuela habia un patio algo parecido y era el centro de reunión de todos nosotros.
Besos y muchos recuerdos.
Enrique el de Los Llanos -
Besos y abrazos para ti y para tu atribulada tribu.
Enrique García Valencia -
Como puedes ver las cosas han cambiado "para distinto" aunque los rituales siguen siendo casi los mismos.
Desde el patio interior de los recuerdos, un saludo afectuoso, un beso y memorias.
Mª Luisa Quintana Hdez -
Gracias por evocarme esos recuerdos infantiles.
Muchos saludos.
Benjamín -
Muy descriptivo y sentimental el relato que nos encantó como siempre. Ya no me acordaba de algunos cantos loteros.
Recuerdos de toda la tribu.
Enrique Amigo Saavedra -
Abrazos, memorias tantas para todos.
Enrique García Valencia -
Las Casillas Viejas (así las llamaban los vecinos) formaban un redondel de edificios más o menos añejos que acotaban el patio-edén central de mi niñez. El escrito sólo puede esbozar un poco alguna de aquellas entrañables vivencias desarrolladas allí; imaginen ustedes las demás.
Besos y memorias.
José Saavedra Molina -
Otras tardes, nos trasladábamos a Las Cuatro Esquinas, a la casa de una familia de jornaleros muy numerosa a jugar a "la ronda". Y allí tampoco se jugaba con dinero, se "arrallaban los millos". Y, mientras, los chiquillos jugábamos a lo que se nos ocurriera. Ésto si no había que ir primero al almacén de empaquetado de tomates, el del Repartidor, a llevarle la cena (que olía a gloria a esas horas de la tarde-noche) a las hijas y hermanas que trabajaban allí, hasta las tantas. Alrededor de las nueve de la noche volvíamos a casa para cenar. Y yo miraba al cielo y veía con notoria claridad infinidad de estrellas y la vía láctea. Jamás he vuelto a ver el cielo tan estrellado como entonces, supongo que será por aquello de la contaminación lumínica.
Sigue, Enrique, Enrique-ciéndonos, con esas vivencias tan lindas. De no ser por tí, quizás se habrían diluído, en medio de estos tiempos en los que vivimos a tanta velocidad. Gracias, Enrique, otra vez más. Has contribuído a traer, de nuevo, a mis queridos y añorados padres, a mi presente. Les has dado una nueva vida. Ahora los siento más cerca aún si cabe. Jamás se han ido del todo, pero hoy tú me los has acercado. Me has dado un hermoso regalo. GRACIAS.