ADVIENTO

En la antigua calle Real, frente al Ayuntamiento, se edificó a principios del siglo pasado, una casa con unos llamativos adornos de estructura irregular en la parte baja del frontis; dichos ornamentos fueron diseñados en forma de grandes mosaicos y confeccionados con trocitos de loza policromada e intensamente colorista. En ese extraño alicatado, los familios de mi generación y de décadas posteriores creíamos ver y veíamos un sinfín de posibles detalles inexistentes que la fantasía de cada cual se encargaba de adornar convenientemente para mayor disfrute quimérico.
Los salones delanteros de la citada vivienda fueron en los años cincuenta una tienda-bazar donde, mucho antes de Navidad, se exponían colgados con hilo carreto del techo y paredes, e incluso dentro de unas vetustas vitrinas, una enorme colección de juguetes propios de aquella época bastante cercana a la posguerra.
Ni que decir tiene que las visitas al lugar eran bastante frecuentes, con cualquier excusa nos llegábamos a los quiciales del comercio; el mandado más peregrino, aunque fuera por otro itinerario apartado, tenía casi siempre una desviación hacía ese lugar y parada momentánea en la Tienda de Purita, que es el titulo general de esta historia; en el relato, mi hermana Digna, con el pretexto de que había sido enviada a hacer unos encargos y de encontrarse en La Plaza con Luis, nuestro padre, aprovecha la coyuntura, se da un paseo (después de la escuela) hasta el sitio de exposición y se embelesa durante unos minutos con la magia que emanaba de todo aquel colgante panorama juguetero.
El comienzo de la narración sitúa a la niña frente a la casa intentando desentrañar el significado del revestimiento de la fachada; además, se relatan unas cálidas vivencias desarrolladas en el tiempo de asueto después de la sesión de la mañana dentro de la jornada partida del horario de la escuela pública de entonces, y se rememora fugazmente un cachito de nuestra historia e intereses infantiles.
PRINCIPIO: Trece de diciembre de 1955, santa Lucía.
Extasiada delante de tanta tesela y peonando su mirada por ellas,
pugna Digna por adivinar el esotérico mensaje que le entraña.
Titilan los fragmentos a la luz del mediodía que acaba,
y ella, absorta, mistifica zangoloteando su mente entre tanto trocito agrietado.
Duda, frente a la mixtura, entre aceptar la prosaica realidad de lo que son,
y que ella recusa bobaliconamente, o aferrarse a la explicación que su lógica mágico infantil le aluza.
Pergeña, sin poder zafarse del abigarrado panel, su propio código imaginario y,
mientras pasa el dedo a rente de los filos, ve lo que su fértil fantasía le va aconsejando.
Aquí una virgen la Virgen María. Allí, media rueda de un carro.
Allá, una flor lila más o menos definida se concatena con otra de color azul pálido y de encendido ciclamen.
Cerca, unas frutas cortadas por el estropicio pretérito de un plato.
A la izquierda, algo parecido a un pequeño pájaro.
Un cisne, una muñeca, lo que debió ser un árbol, unas estrellas de colorines,
una rana, el borde de un traje, el agua del mar,
el jociquillo de un perro chispiao, una naranja...
Abajo del todo, la cenefa que se repite intermitentemente entre los demás cachos.
Los cientos de pizcos configuran en su entelequia una tramoya de personajes ficticios y, el multicolor rompecabezas de su sinsentido sólo posee un rival:
el interior de la Tienda de Purita lleno de realidades tangibles, imaginadas y deseables; el Todo abarrotado.
Entra por una puerta, ve, toca, huele, oye, saborea el chute delicioso de sensaciones que le ensaliva la boca, sale por la otra puerta e intenta, sin conseguirlo, memorizar la carta de los Señores Reyes Magos.
De allí, salto-salto, para observar el singular diseño de la casa del Mestre: zócalo, frontispicio de caracoleo, letras y remate.
Comprar en la mercería de Encarnita la cinta de asilla, ver la figuritas del pesebre de Navidad y recoger algún recado para la madre de Mame: canutillos de hilo, quizá el tinte ala de cuervo, botones, alguna que otra muestra, pedir el último figurín y entregar el del mes pasado.
Una vuelta por La Alameda, jugar a carabina, a la soga, a las cuatro esquinitas o a perrogato.
Esperar a su padre que fue, en un saltillo, a comprar tirafondos y unas hojas de engrudo a la ferretería del alcalde, en Lomito Blanco. Es la tercera semana de diciembre, jueves después del ángelus y hoy no habrá que ir a la escuela por la tarde.
Por un caminito, cansadita de andar, a la sombra de un árbol me puse a descansar; estando descansando que por allí pasó, un muchachito rubio y de mí se enamoró. Rubito de cabello, rubito de color, estrecho de cintura, así los quiero yo...
Cánticos infantiles alrededor del Quiosco y un leve furrungueo en la zona de Eloy, Pancho Araújo o Natalio.
Llega Luis con el engrudo, los tirafondos, un cartuchillo con el trigo para el belén y el sombrero un poco ladiao.
La niña coge el grano y la mano del que llega. Silba el padre una melodía guajira con variaciones desconocidas de su Habana infantil y, en las peculiares notas de su son lejano, bullen cientos de teselas sonoras que hablan de cachumbambés, que saben a padre, raspan como garepas desafinadas y huelen al acre Mécanicos blanco sin filtro fundido con los efluvios cuasi prohibidos del afamado Ron del Charco.
FINAL:
El reloj, en la recoleta esquinera, ronronea antes de tañer la solitaria campanada.
La madre, en la cocina, tiempla un descomunal flan e induce al margullo a las renuentes galletas que se empeñan en flotar en un lebrillo raido de pastosa Tamatina.
El padre, en su sagrada e imperturbable siesta del carnero de antes del almuerzo, fantasea oníricamente con una cuba repleta de aguardiente añejo.
Nosotros, en la espera de la comida, plantamos el trigo para el nacimiento en latas vacías de sardinas, teñimos con anilina verde el serrín generado por el serrucho de Luis y, con las herramientas de la casa, reparamos en el sepulcral silencio exigido por el reposo del carpintero una desvencijada cajilla de Conservas Conchita que se resiste a ser usada.
Enrique García Valencia, La Aldea, diciembre de 2010
33 comentarios
Enrique el de Los Llanos -
El mosaico del cual habla el relato "ADVIENTO" no deja de ser una talisca plana y bidimensional en la forma, aunque estructural plena en su intención.
El artista que la realizó gozó haciéndola y fluyó con ella al conformarla a su antojo, y mucho después de eso siguió fluyendo al comprobar su aceptación e, ilusionadamnete, al comprobar, día a día, la constatación de que sus intenciones artísticas más personales eran entendidas por algunos (pocos o muchos) de su entorno próximo o lejano.
Date una vuelta por la casa (ahora de Isidro Sosa Sosa, frente al Ayuntamiento) y observa detenidamente la labor, métete en el alma del operario, seguramente un oficial o peón, y admira la arte-sanía y el jeito en la ejecución e imagina las intenciones del autor, puede que te miren con cara de pasmaos al verte enconclillado allí, no te importe, TÚ a lo tuyo.
Un abrazo físicamente suave (debido a tu estructura), y fuerte de corazón a corazón, tanto para ti como para AQUELLA que te ayuda con las taliscas de San Clemente u otros lugares.
Saludos y... ¡salud!
May el del Barrio -
Enrique García Valencia y Vega -
La pequeña desilusión de mi hermana Digna dio pie a que se creara el pequeño opúsculo de Adviento que hemos colgado en Artevirgo este año, asi que, no hay mal que por bien no venga (o..., ¿debería ser al revés).
Un abrazo GRANDE desde Rejonia capital.
Ya nos veremos, Dios mediante, antes de que este año que se finiquita (entre compras apresuradas y empujones varios) dé la boquiá final.
Pepe Valencia -
Pepe Valencia -
Enrique García Valencia -
Este trabajillo de "La Tienda de Purita" tiene mucho de entrañable para mí, gracias por "conectar".
Un saludo, nos veremos -Dios mediante y fugazmente- un día de estos que quedan para finiquitar el año. Salú!!
Enrique -
Los cachumbambés de mi padre eran siempre fruto de pelea entre los que esperaban impacientemente y los que disfrutaban plácidamente del subibaja; alguna vez nos lo llegó a hacer para cuatro, pero no funcionaban debidamente, sienpre se caía alguien llorando y entonces... juego acabado.
Memorias tantas para ti y para todos los tuyos.
Siso -
Mil gracias por cada cuento de Pascua que nos haces cada día, o mejor cada año, subiendo el listón de la calidad literaria peculiar, muy muy diferente a los relatos otros de otros lares.
Y en el plano personal hecho público; gracias por lo de siempre: tocar el timbre, entrar, dar por la ventana el relato del momento, mirar para el Drago que en su día, lo más seguro, quiza ya no esteremos en estos mundos, se hará inmortal por tu realto del "Gato del Drago de Siso", y, sigo hablando, porque ya uno es como los de antes, hablando y desviando el tema a un lado y a otro, y, decía, sales otra vez por la puerta de la verga, como un volador.
Enrique, para todos... eres admirado por tus escritos y por tus cosas buenas. No es alabanza porque no las necesitas.
Siso
Francisco Reyes -
Me gusta la forma en que hablas de tu hermana tu padre y tu tiempo de navidades.
Un abrazo de Nayala, Patricia y mio.
Enrique Saavedra Molina -
Siempre he tenido la suerte de ser querido y mimado (desde que era un familio sin conocimiento, fue así) entonces, ese gran privilegio y honor ha hecho que me vierta yo también en los demás con todo el cariño posible, lo que vi hacer... hago, no tengo otra opción ni mérito: NO SÉ SER RUIN, me pongo la careta agresiva sólo para evitar agresiones, por lo demás...
Los escritos, cuentillos y opúsculos que cuelgo en ARTEVIRGO, son el reflejo de toda una época (ha durado sesenta años) de vacas gordas afectivas, un aprendizaje y maduración constante de mi normal-media inteligencia emocional. Ahora rengueo un pisquillo de la puntita abajo del corazón; pero me iré reponiendo poco a poco.
Las claves y guiños extraíbles de los trabajillos, y que yo veo que tú sabes detectar y atrapar, están ahí para todo el mundo, vertidas al Pueblo de donde yo las mamé.
Un abrazo Grande Pepe; no, mejor GRANDÍSIMO, me quedo yo mejor (egoísmo puro).
José Saavedra Molina. -
Enrique el Aldeano -
Teselas audibles de aquella Aldea global que sonaba con las miles de voces familiares, con mil arrullos del campo y de las montañas de nuestro entorno cercano.
Un abrazo para ti y para tu tribulación de tribu.
Benjamín -
Siempre lo haces, trasmites sentimiento profundo y tocas las fibras del corazón.
Si no supieramos tu devoción por La Aldea, no te podríamos perdonar tanto alejamiento.
Un abrazo tío, nos vemos por la navidad.
Recuerdos de la tribu.
Enrique García Valencia -
La idea de los relatos (además de disfrutar yo haciéndolos) es que, de alguna manera, le sirvan a alguien más para pasar un tiempo agradable, para conectar con sus propias vivencias y para que me manden achuchoncitos como tú lo haces.
Gracias por conectar; un pequeño GRAN beso para ti con sabor a belén aldeano, verde y mojado.
Gloria Bertrana -
ya extrañaba yo algún escrito tuyo. Dos días antes de tu aviso estuve a punto de mandarte un mensaje para decirte que ya se echaban de menos esos textos que hacen que retrocedamos en el tiempo y disfrutemos (de nuevo) de épocas pasadas. Eres capaz de rebrotar todas esas experiencias y emociones vividas antaño. Tú cuentas tu historia y los demás, mientras leemos, retrocedemos a nuestra propia infancia y volvemos a disfrutar de momentos que, por las prisas de la vida, ni siquiera recordábamos.
Que sepas que es un placer leerte, pero mayor deleite es evocar vivencias y ternuras varias, parar el tiempo loco en el que vivimos durante unos minutos y deleitarnos no sólo con tus palabras sino con nuestros propios recuerdos.
Gracias por ello.
Un achuchoncito.
Enrique García Valencia -
Los trajines de "Digna" ya sabrás, o podrás imaginarte, porque los sé ta bien, también.
Un beso grande, nos veremos en Rejonia alrededor del veintitrés.
Enrique -
Me gusta que te guste el ADVIENTO, ahora ya sólo me queda que tu costilla y Matías me dejen escribir NAVIDAD y EPIFANÍA sin volverme loco de la cabeza con su alegato, y guineo constante.
Un beso aldeano GRANDISIMO.
Olga -
El belén de mi casa era decorado con alpiste porque crecía amarillento y tapado a la sombra.
Los pasos de la niña delante del mosaico de loza y recogiendo los recados y el figurín me llevaron a mi mundo infantil.
Gracias por compartir, un besazo.
zapalocu -
Enrique García Valencia -
Yo me los imaginaba, a tus hermanos y a ti, disfrutando "a tienda cerrada" de todo lo que nosotros sólo podíamos acariciar con la mirada y solamente algunos momentos del día.
En todas las ocasiones que paso por delante de la casa no puedo dejar de sonreír por mor de la tesela oriental, ya no me pre-signo en su honor con la señal de la cruz, ahora me alegro en nombre de todos nosotros y... se me alarga la comisura de mis labios en un esbozo de risa (contenida).
Un beso, y MEMORIAS TANTAS para todos.
Enrique García Valencia -
Lo de la Tienda de Purita como escrito surgió hace alrededor de ocho o diez años, cuando descubrimos por unas fotos miradas con lupa que la Virgen era una geisha. Digna, mi hermana, sufrió un pequeño disgustillo que se le fue quitando poco a poco; yo para contentarla le decía que aquel trocito de mosaico era la representación china o japonesa de la Madre de Dios según la óptica de los orientales (no coló mucho, pero nos hizo reír algo).
Lo de la Tienda de Purita como realidad de ilusión infantil en las fechas de los Reyes Magos, es "inenarrable", por eso sólo queda como un esbozo de narración, retocada para Artevirgo y para la radio y mezclada con otros lances de una vida de familios que comenzaban a vivir sus ilusiones e inquietudes.
Un abrazo, grande, GRANDÍSIMO, desde una Aldea verde-verde como un gran Belén.
Enrique Hermano -
Esta misma tarde me encontré con Conchita Ríos y me manifestó que cada vez que oía un cuentillo mío por la radio, se acordaba de muchas cosas; pero que, en su recorrido mental, siempre iba a tener a la imagen de nuestro padre jugando con nosotros como un familio más; cuando los demás padres, aunque en el fondo tan cariñosos como el nuestro, en la forma más serios y aparentemente distantes con las cosas de los familios.
Me hizo emocionar por la forma en que me lo dijo y por su propia añoranza de padre que en aquel momento tenía.
Un beso GRANDE, hermana.
La Lotería está al caer y la "pedrea" lo está preparando todo para recalar a Miller y estar con todos el veintidós, Dios mediante.
Memorias.
Mª Luisa Quintana Hdez -
Juan Antonio -
La tienda de juguetes de Purita, mi madre, con la virgencita esperando con los brazos abiertos a que los niños fuéramos a visitarla y, los más devotos, a besarla. Y cuántas anécdotas en la tienda en vísperas de Reyes. Cuántas peticiones a los padres entre suspiros, lágrimas y llantos porque a los más pequeños se les antojaba algo. Y si era en época de sequía en que los padres no se atrevían a gastarse los ahorros que les quedaban, se agravaba la situación. No obstante, siempre había unas pesetillas para comprar algo, además de pintar la bicicleta del año anterior y fabricar artesanalmente un carrito de madera, con restos de materiales reutilizables. ¡Cuánto me gustaba conducir aquel carro por los caminitos de El Estanco, bordeados de altas y verdes hierbas, y algunas veces adornados con charcos! También me viene a la memoria los partidos de campeonato que celebrábamos contra los del Barranquillo Hondo en que muchos de aquellos contrincantes, con el paso de los años, fueron mis compañeros en la UD San Nicolás. El que ganaba el partido se llevaba la copa fabricada con el tubito de madera de un carrete de hilo y cuya base era parte de la estructura de un portalámpara, todo ello recubierto con platina. ¡Qué hermosa era y qué ilusión ganarla!
Y de La Plaza, qué decir, cuántas remembranzas, los juegos, las charlas, los intentos de subida al kiosco. Y la noche del 24 todos dispuestos asistir a la misa de medianoche para besar al Niño Jesús, recién nacido.
Esto daría para escribir algunas entradas más, que ya irán cayendo con el tiempo.
Espero que tú continúes con la loable tarea de dar rienda suelta a tu memoria y nos vayas regalando momentos como el que has relatado. Son recuerdos del ayer que recobran vigencia hoy día y que nos hacen volar junto a ti.
Un abrazo.
Juan Antonio
Digna Bel+en García Valencia -
Tudices que sufrí un disgutillo, cuando ví que no era la Virgen si no una Geisha, no lo mío fué un Shock. Cuando lo sufres te pasan por la cabeza mil cosas, porque no te lo quieres creer, llegue a pensar en un minuto que habian cambiado los azulejos. Que bien expresas lo de las manos de Papá, su aspereza y su olor, es una sensación que nunca olvidaremos, sobre todo si está tú para recordarlo.
Un abrazo de Digna
Enrique García valencia -
Nuestros recuerdos fundidos conforman nuestra época y Vida.
Besos aldeanos para ti.
Enrique García valencia -
Las teselas de "espejos rotos" de la memoria colectiva se pueden ir juntando y así conseguir formar, al estilo de La Tienda de Purita, un panel multicolor de remembranzas entrañables que nos van a reafirmar y completar como aldeanos que somos.
Un abrazo.
Luci Delgado -
Un beso lúcido de Lucía.
Ezequiel Ramírez -
Enrique -
Gracias tantas y memorias mil para ti y para los tuyos.
José Saavedra Molina -
Una vez más, y gracias a esa portentosa y prolífica sabiduría que te dio, por un lado, La Naturaleza y, por otro, todo el bagaje de tus experiencias, vivencias y cultura adquiridas, has vuelto a hacerlo. ¡Con qué maestría, con qué arte eres capaz de sacarle el máximo partido a las cosas más simples!. Esta vez has traído a colación unas teselas o mosaicos y ¡hay que ver cómo sabes darles vida!. Ni te imaginas los gratísimos momentos que me has hecho revivir. Ya sabes, al ser tú y yo coetáneos, también tengo mis recuerdos de la niñez y, en este momento, puedo afirmar que, aunque diferentes a los tuyos, has conseguido que revivan los míos. Eres genial, Enrique. ¡Qué gozada! ¡Qué momentos tan agradables me has regalado con tu escrito!. Que el Todopoderoso, si es posible, que lo dudo, te acreciente esa imaginación y esa tan particular manera de hacernos más felices a los que tenemos la suerte de leerte y de tenerte entre nuestros mejores amigos. Un abrazo muy cordial.
Enrique García Valencia -
Rápidamente se rehizo, y ahora cuenta a sus dos nietas todo un sinfín de anécdotas relativas a la época aquella de la Tienda de Purita donde figura una virgen de rasgos orientales que las niñas de su generación solían proteger de las escupitinas sacrílegas de los niños mataperros.
Saludos y salud desde este Adviento aldeano reverdecido por las recientes lluvias venidas desde ca' Cha Lijandra y que, gracias al Niño Manuel, nos han dejado el pueblo como un belén de los de entonces.
Enrique García Valencia -
Cuando Digna, mi hermana mayor, hace unos años descubrió en unas fotos hechas por su hija, que la tal tesela representaba a una geisha o personaje de porcelana china, sufrió un pequeño disgustillo que le aquelló su tramoya de recuerdos; tuvo, a regañadientes, que cambiar y recolocar casi toda su remembranza infantil con respecto a dicho panel de la Tienda de Purita para que le cuadraran las cuentas, y los cuentos a sus nietas.
Estos días, aunque ya más reconciliada con la prosaica realidad, pugna en y con su entelequia de entonces para, al hablar del tema, no referirse a la "virgen" reflejada en uno de aquellos pizquitos tan motivadores de ilusión y fantasía.
Memorias tantas desde este Adviento aldeano mojado con aguas venidas de ca' Cha Lijandra hacia arriba que han dejado a La Aldea como un belén.
¡Salud!