MARÍA LA DEL PARRAL. Nuevas andanzas y jechuras de una vieja conocida
Es veinticuatro de diciembre y, en día tan señalado, cruzó el Tocomán que corría María la del Parral. Iba ca’ de Achón y José el de Benina, los que ahora le dan fiao, a comprar unos cachillos para untarle el bezo a los suyos y poder pasar la fiestas como cualquier cristiano. Cruzó la pasadera, con cuidado, saltándola de bola en bola allá por El Estanco. Se agarraba la barriga por mor de unos jilorios que traía enroñados, también por los nueve meses casi cumplidos de su embarazo y, sobre todo, por los jalíos que en el vientre le venían tirando por el canto abajo. Apoyaba un cereto vacío en su cuadril; en la cabeza llevaba la urgente necesidad de estibarlo, un pañuelo nuevo y la idea de su mala suerte o, que un maloficio le habían echado: ni un mísero real que gastar, las dos cabras que no parían, los tomateros esmirriados, drogas en media Aldea y ni las gallinas le querían poner: tenían el culo amulao.
Se encontró con las de Antoñito Ramona y se quedó alegando un rato; acechaba la esquinilla de Fotingo de vez en cuando, le tenía media droga hecha al señor Matías entre pan redondo, cumplío y bizcochado. A escotero, siguió mi María andando sin dejar de pensar en el mal año que estaba pasando. Saludó por el camino a Lengo y a Nito, uno de Los Gemelos, que rejertiaba (no supo bien de qué) con una jetúa e inefable Amparo. El Callejón lo cogió a puño evitando mirar los lagartos. Paró un pisco en la casa de la partera para que le echara un ojo al balayo. Anduvo un poco más y se botó en los quiciales de Juana la de mana Estebana, ahora para darle a su bombo un descanso. Sería el sexto familio, después de tanta agua de perejil, de tanta friega y de tanto vaho. Estaba segura, lo suyo no era por buena mano...
Como tenía el barrenillo y el reconcomo supersticioso, dejó la tienda para más tarde y se fue en un volío al Molino Viento cruzando surtita Los Llanos. Los mil rezaos le dijo Eugenita, le hizo con pilfos viejos un hinsopo contra el mal de ojo, le dio un gajillo de ruda florecida y una lista de santos que los males quitan por ser sus mejores abogados: san Lázaro contra quemaduras, san Benito que sana el mal de orina , santo Domingo Savio patrón de parturientas, san Fermín la hidropesía, san Rufo de los afligidos, san Manuel que quita el mal del costado...y doce más que escribió al corre-corre en papel bazo. Al salir (nada convencida) se encontró con Pancho Malena que parecía estarla esperando. Le traía, de parte de su mujer -que la había visto llegar- , unas papillas nuevas recién escarbadas, batatas de yema güevo y, un cabillo de ajos del país que se lo tenía ofrecío desde que estuvieron ca’ de Pilarito Franco descamisando.
Con su ceretillo medio lleno se encaminó, contenta como unas pascuas, por el camino del Tanque de los Majanos a comprar lo que le faltaba para matar la gazuza que los hechizos de la curandera no le habían quitado. Le apuntaron el fiado hasta que Panchito Ramírez, a cuenta de la zafra, le anticipara un algo. Como ella quería darse un antojo, que desde agosto arrastraba, pidió con anhelo de embarazada unos trozos masusitos de un buen cherne salado: un burro grande, más mulo que otra cosa, los pobres tenderos le acabaron pesando en la inestable balanza. Con la ventrecha, la mitad de la cabeza y parte de la cola haría un buen reparto, Mariquita Guía, su comadrona, también saldría ganando.
Coronaron la compra: una botella de vino jerezquina y de turrón de barra unos truscos más bien medianos. La brindaron con una copita de anís los hombres que, al fondo del mostrador, se estaban mojando el pico y enyescando. Uno de ellos, Luis, el yerno de su coma Pepa, fue el que le dijo que en los Betancores estaban ya casi listos los adelantos. Bebió, hizo las correspondientes regañizas al licor, dio las gracias, cogió la carga, salió a la calle, dobló la esquina del comercio y, en un singuío, se puso en el barranco. Para atravesarlo, se hizo con el delantal un rodete para calzar mejor el inesperado aguinaldo. Peonó por la pasadera pisando con mucho cuidado y, a la mitad del vado... (sin ton ni son) le da a la mujer una risa floja seguida de un arrebato. En lo que Barrabás se restriega un ojo, sacó y bandió al agua que bajaba: el hisopo contra el mal hecho, la apestosa ruda y la lista que tenía en el papel bazo. Pudo ser que, al estar gandía, el anisao la hubiera desarretado; ella no sabía, pero... lo que se dice ahora, veía que de repente todo iba requetebién, que sus agonías y preocupaciones no eran para tanto.
¡No le hacían falta sortilegios, ni atadillos, ni yerbas, ni listas de lejanos y desconocidos beatos! Ella confiaba más en los que hoy mismo habían sido sus protectores y sus verdaderos santos: santa Achón, san José Benina, la buena de Sampedrito y su marido san Pancho.
No había zafado de cruzar el barranco cuando pegó a llover del Hoyo pa’bajo, lluvia granadita de la que no hace daño. Una buena rociá para los pendejos de tomateros que no le quieren medrar ni por Dios ni por su poderosa mano. Para no enchumbarse eslapó a correr y, entre resuellos y risitas nerviosas, pensó en el rico "santoral" que para mañana ya tenía muy bien cifrado: sancocho, santurrón de Alicante, san Clemente (quinado), santas Pascuas aleluya y... sanseacabó amén, ya vería (lo vislumbraba) a qué beatitudes patronales se iba a engrampar en los siguientes meses del próximo año. FIN
Colofón. Por mor de las carreras y del sangoloteo (otro santo) se puso nuestra amiga de función alumbratoria un poco después de las cuatro; y dio a luz pariendo el fruto de su vientre Jesús en la forma de una niña preciosa, Daniela la llamaron. Llovía a chuzos y asustaban a los pobres cristianos los cientos de truenos y los tantos miles de relámpagos. La lánguida y rotunda cascada de Las Güesas y el impetuoso caidero del Raborratón, eternos enamorados separados durante todo el año, se desgajaban saltando ruidosos montaña abajo y besándose en Chaparra estaban, al juntar sus aguas en fraternal y apretado abrazo, sus respectivos barrancos.
La recién nacida -ajena a todo eso en su belén particular- mamaba tranquila arrullada por la maría-Dácil de turno que, entre suspiro y suspiro, la mecía suavemente en su protector regazo mientras que su josé-Santiago pugnaba, sin conseguirlo, poner remedio a las goteras que, desde el flinfle techo construido con torta de paja y barro, caían monótonamente en la palangana, en el lebrillo, en el balde de ordeñar, en la bacinilla grande de pisa y en las latas con bico que usaron en los primeros meses de zafra para regar "a cacharro".
Enrique García Valencia, niñojesús allá por el año 1949 de nuestro Señor.
Imagen tomada del usuario rodchile de flickr.com: http://www.flickr.com/photos/rodchile/374953182/
32 comentarios
Daniela Díaz Cabrera -
Mi papá -la otra parte de la otra parte- no dejaba de sacar fotos y de poner caras graciosas que abarcaban toda la gama de los progenitores primerizos, las cuales iban desde la más recia incredulidad hasta los umbrales de la más ramplona ñoñería de lágrima incipiente: yo, a lo mío, ¡a mamar!
Un saludo para todo el Mundo desde el regazo de Dácil, mi sabrosa mamá.
Enrique García del Parral -
Un abrazo fuerte para los dos, antes del bautizo nos veremos (seguro), salud.
José Barrameda -
Un abrazo y que el año nuevo te dejes ver a menudo por la torre.
Enrique García del Parral -
Tu hermana Marisita tiene copia remitida por mí, se la puedes pedir si te apetece leer algo más de este escribano diletante y empedernido.
Si has leído los comentarios a "María la del Parral" sabrás de la droga (pagada) que tu madre le permitió a aquella andarina de tiendas y colmados.
Un abrazo.
Juan Antonio -
Es una gran alegría recordar a la gente de nuestro pueblo y sus cuitas por salir p´alante.
Es emocionante recorrer con la imaginación los lugares, las tiendas, y las personas que mencionas, que ya eran mayores cuando nosotros éramos unos chiquillos.
Un abrazo.
Juan Antonio
Enrique García del Parral -
-¡En esta dichosa Navidad no vamos a poder comer ni un mísero bocado de turrón!
Yo te deseo a ti y a todos lo tuyos un Año Nuevo lleno de dicha y de satisfacciones.
Juan ignacio -
Saludos, Juan Ignacio
Enrique Tío del Parral -
Daniela llegará, como llegó Alessandra, con un gran pan de alegría bajo el brazo para disfrute y dicha de toda su familia.
Besos cibernéticos para ti.
Enrique García del Parral -
Solución: Cuando nos casemos tendremos muchos quéledijitos.
Respuesta normal para aquella época sin planificación familiar y con pluses por familia numerosa de primera, de segunda y de tercera.
A Isidrito Sosa, a Pepito Hassán y a Juan Francisco les solía hacer cuenta la del Parral de mi cuento.
Besos muchos.
Virginia Correa García -
Como siempre tus relatos trasmiten valores de tradición, esperanza y respeto a los mayores.
Solamente espero que esta cybermanera de trasmición siga por muchos años. Así que pido a Santa Tecla protectora de los ordenadores junto a San Blaster Bendito patroón de los blogs para que la niña Daniela llegue cuando quiera llegar envuelta en la mayor de nuestras alegrías.
Digna Belen García Valencia -
Enrique García del Parral -
Memorias, besos, salud y suerte.
Luci Delgado -
Yo tengo una imagen de las embarazadas (mi madre) que no se si los demás recuerdan. La barriga de ocho meses y los trajes de siempre, flojos en la cremallera de la cintura, largos por detras y cortos por delante, enseñando las rodillas blancas y el final de las medias con ligas caseras, de películas de Almodovar.
Muchos recuerdos, besos.
Enrique García del Parral -
Tú sabes lo santero que puedo llegar a ser yo; me va todo el abanico onomástico, desde sanguango hasta sanaca.
Besos mil.
Enrique García del Parral -
Hermana, muchas marías nos tocó conocer en aquella Aldea de nuestra feliz niñez; en cada casa había, al menos, una del Parral geitosa, geniosa y decidida que aquellaba todas sus traquinas sin apenas quejarse.
Besos, muchísimos.
Pepita García Valencia -
Gracias por el guiño a la niña de este año Daniela , mi nieta , tu sobrina nieta .
Pepita , la hermana de Enrique el del parral.
Pancho Primo -
Mi zona de acción era algo más arriba, hacia donde el Tocodomán formaba una gran explanada entre El Pinillo y Los Llanos con el Fuerte de Villanueva dividiéndola.
No quiere decir esto que me limitara a jugar en esta parte de la ribera: Rafael Camejo, Oscarito Valencia, el ínclito Vicente el del Barranquillo Santo, Antonio Molina, Pito el de Sanita, Suso el de María la del Parral y mil más patrullábamos todo el cauce, desde cerca de La Cardonera hasta Chaparra. Nuestras diversiones: hacer riñas y guirreas con pandillas rivales, jugar con la pelota de trapo en el Campillo, escenificar la película del domingo anterior, cazar lagartos, bañarnos en los charcos...
A veces, entre el rebullicio del juego, oíamos los esperríos de María llamando a Jesús, y lo veíamos a él enfilando hacia el Parral sin despedirse; era llegar pronto y a la carrera o recibir moquenque del bueno.
María cruzaba también por la zona baja del Pinillo (nosotros la veíamos) escondiéndose de su tendero Augusto si iba a comprar de tapadillo ca' de Rafael, el hermano de Naso; esas veces no daba esperríos ni llamaba a su hijo, iba surtita, con el pañuelo bien amarrado y haciendo bico por debajo de la frente.
Benjamín -
Estaba sobre el mostrador pero protegida por una cerca de barillas de hierro, tenía ruedillas en las patas para nivelarla y un burbuja que era el nivel. Las marias del parral que compraban fiado llevaban una libretilla donde el tendero les apuntaba la cuenta, él tenía su libreta pero era mas grande gorda y con las hojas muy gastadas.
Nos vemos, un abrazo.
Pancho el Chico -
Atrás vendrían luego María la del Parral y otras muchas marías de otros tantos lugares, con una amenazante (solo eso) caña verde en la mano, en busca de sus consumíos muchachos antes que anocheciera.
Gracias de nuevo, Enrique, por compartirlo con nosotros. Y muchas felicidades.
Olga Vega -
De tods los santos SANGOLOTEO es el que más me hizo gracia. De San Clemente jeresquina ya ni me acordaba.
Como siempre paso momentos de verdadera ilusión cuando comienzo a leer un escrito tuyo. Gracias, besos y felicidades.
Enrique García del Parral -
La de José el de Benina y su mujer Achón era de un verde galvanizado muy atrayente; allí le pesaron a María el pescado salado de su tardío antojo (ella les exigió que quitaran la demasía de sal que el burro llevaba en su interior).
Nos veremos pronto, memorias y besos para tu jarquilla.
Benjamín -
Un abrazo.
Marifé de Erratas y del Parral -
Cuando los primeros míos empezaron atrabajar, uno en la ferretería del alcalde Pepito Rodríguez, en Lomito Blanco, y la otra en el almacén de empaquetado de tomates de mister "Lico", acabé de pagar todos mis atrasos y drogas; eso, por favor, que quede claro.
Besos y memorias tantas de una vieja amiga.
Enrique García del Parral -
Para llegar a la tienda de Purita (sin ser vista por Rafael el Compa -le debía unos cachillos-) echó por La Matazón, cruzó por los majanos de Los Cascajos y atravezó por las orillas de las fincas hasta salir al Callejón del Cine Nuevo.
Ese año, en el Parral, hubo pistolillas de mixtos haciendo ruido y muñequillas de cartón durmiendo en sus cunitas.
Besos muchos para Marisa y para recordada madre.
Enrique García del Parral -
Todas nuestras madres, incluída Damianita, son o fueron maríasdelparral y muchas cosas más para bien nuestro.
Un abrazo grande.
Enrique García del Parral y Valencia -
Mª Luisa Quintana Hdez -
Jose Ramon yvañez Araujo -
José Saavedra Molina -
Enrique García del Parral -
Un abrazo fuerte de un aldeano que se pasó media infancia jugando en el barranco Tocomán de sus entretelas.
Manuel Reyna Guedes -
Muchas dichas para tí y los tuyos en el 2009.
Me encantó María la del Parral, con sus explicaciones geográficas de nuestra querida Aldea. ¡Qué poco la conozco todavía! Tengo que patearla mucho, mucho.
A pesar de saber por tí que María es fruto de tu "desbordante imaginación" la veo muy real y pienso en la cantidad de Marías que hubieron en Canarias y siguen habiendo en tantas partes de nuestro pequeño mundo. ¿Qué difícil debe ser sacar p'alante una familia cuando no hay cuartos suficientes? Y que grandes las matriarcas, siempre luchando para sacar a su gente adelante.
Disfruto muchísimo con tus historias. Un abrazo sincero de Manuel, y a seguir escribiendo que para eso estás jubilado jejeje...
ACERCA DEL PERSONAJE -
Durante todo el calendario le va haciendo la droga (y pagando pisco a pisco) al pobre tendero de sus penas y de sus entretelas: Augusto el del Pinillo, el cual le queda un tiro de piedra, la oye, le alivia sus penas y le evita cruzar el barranco hacia tiendas de ultramarinos más reacias al fiao y al eterno entrampe; pero, por Pascua, el golosineo de los suyos la obliga a buscar en otros "delicatessen" de La Aldea algo con que untar el bezo a esa jarquilla de tragones que Dios a querido darle.
En su banda del citado torrente Tocodomán lo más refinado es la carne de cochino de hila y el tocino entreverado; por consiguiente, antojadiza ella e impertinentes sus comensales, se dedica a coger fiado a todo el que se le ponga por delante.
Sus recorridos (a estudiar) pueden ir desde la tienda de Maruca Quintana, en La Placeta, hasta ca' de Pi el de Los Cardones, en tal lugar; desde ca' Tomasito Valencia, en Los Llanos, hasta donde Antoñito María, en el Barranquillo Hondo. Ha llegado, en sus correrías, a la tienda de Pepe el de La Cardonera y a la de Siso en La Hoyilla; incluso, le comenzó cuenta sinfín al pobre Cubano.
No hay límites ni veredas que la susodicha no haya usado para llegar, sin ser vista por los demás acreedores, a los nuevos mercados; no hay vericuetos por los que ella no haya transitado con su cereto vacío a la ida y, por los que la tal se nos haya vuelto al Parral con todito él de comida estibado.
*Sólo una vez me pareció verla (enralá) por tiempo de Carnavales; creo que era ella -si les digo... los engaño- la que iba forrada de colchas jarabandingas y zancajiando todo el pueblo en su graciosa labor de pedir huevos y demás prevenciones para las tortillas que la tal mascarita tenía el antojo de hacerse.