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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

DE UN GRAN ÁRBOL COMUNAL

DE UN GRAN ÁRBOL COMUNAL

Ahora que todavía mi memoria está fresca y mi tino permanece sano, relatarles quiero de ciertas personas, vivencias y lugares en una entrañable semblanza que con un enorme árbol genealógico comparo. De él hablo al imaginármelo con su poderoso tronco, ramas y hojas e, incluso, me lo puedo figurar extendiendo la familiar sombra de su entramado desde el borde de Los Manantiales —donde con su profunda raíz retorcida el agua busca porfiado— hasta el canto abajo de La Marciega, los alrededores que lindan con La Playa y Los Caserones, por la parte de allá del barranco.

 

Ése es el laborioso intento que me ocupa con este escrito y sé que lo voy a lograr como Tinda que me llamo; porque además de mi esfuerzo, con dos ayudantes cuento para conformar este agradable trabajo: uno es Pepe —el padre de mis hijos, mi marido e inseparable compañero—, el otro,  un amigo escribano, hijo de Demetria Valencia y nieto de coma Pepa Montesdeoca, la de Las Briginias de Los Llanos.

 

Empezaré diciendo que vivían en aquellos ventosos parajes que antes he citado—escapando como pobres a su amparo— una gran insalla de personajes con su parentela; unos de afuera, como quien dice... recién llegados, y la mayoría formando parte de aquel paisaje desde los tiempos inmemorables que se pierden en el pasado.

 

Si fuera a nombrarlos usando algún orden, comenzaría por la punta de abajo, en la zona más cercana al Charco, y así lo haré, iniciando el somero repaso con: Teófilo, los Ramos, los García, Vicente Benítez, Pepito el del agua, y Maximiano —ni qué decir tiene que, todos ellos, con sus familias y parientes más cercanos—.

 

Seguiría el avance hacia arriba mencionando a mi tío Nicolás, Quevedo y su hermano, Periquito Saavedra, Mariquita la de mastro Tomás, Adita, los de Guayedra, y los Moganeros con todo su rancho.

 

Empato con las Godoy, Pancho Gloria, mi tía Elisa, los de Juan García, los de Sarita, Nicolasito Rodríguez, tía Consuelo, las de seña Florentina y mi padre: Pedro Rodríguez, rodeado de mis seis hermanas y de mi único hermano.

 

Allá, Rafael Pistoleras; más acá, Saturnino, el padre de Fidelia, sumados a Juan Guerra, Panchito Suárez, los del Barranco María, los Calixtos y Vicente el Indiano.

 

Ya la jurria de gente voy cerrando con Ezequiel, Panchito Díaz, Domingo Rodríguez, Pepito Sosa, seña Mariquita, los de Abranito, Pepa Martel, Jesús, una abuela de Maruca (la de Pepe el de Camilo), los García, y Miguel Valencia que, junto con Vicente el Indio, eran hijos de Fermina Ojeda y de cho Damiano.

 

Todo un champurriado de apellidos, algunos apodos o sobrenombres, más sitios y rincones que —al canto atrás de mi cabeza— perviven reunidos o mixturados en un conjunto de vivencias entrelazadas e inseparables, como inseparables son las raíces, tronco y ramas de ese árbol comunal e imaginario del cual les comencé hablando, y que sus buenos frutos, como lo son: Saavedras, Ramos, Seguras, Morenos, Herreras, Valencias, Ojedas, Díaz, etcétera, acrecientan a los anteriormente nombrados y se unen al Bienestar de los apelativos amigables formulados en una forma cariñosa y nada ofensiva; así, había y hay: Chas, Jurguillas, Isleños, Pilatos, del Guardia, Grandes y Beninas varias, Blancos, Calixtos, Valentines e Indios de ultramar o Indianos.

 

Del Roque hasta La Cruz, del Alambique a la Carretera y al Camino Real, de la Cuestilla del Cruce al Callejón, al Badén, a la Vuelta, a  las Casas Grandes de la  Era y, cruzando desde la punta de arriba hasta el mismito Charco, ligándolo todo, el Barranco Grande de La Aldea encorsetado entre monturrios y majanos: inquietante, pedregoso, torrencial, imprevisible, marrullero, húmedo arenal orlado con los cien tonos verdosos de higueras achaparradas, tarajales, bandos de tuneras, orillas de espigado carrizo, escasos frutales y centenarias palmeras e, incluso, bastante productivo también por mor de los pequeños oasis que se definían en llanos y cercados donde se plantaba de todo lo que se tenía como sementera, de todo aquello que germinara y diera básicamente para refañar algo  que llevarse a la boca, o con la idea de llenar un poco más nuestros tristes platos.

 

Aquí y allá casas de piedra seca con tejas de barro, gañanías, corrales, chiqueros, alpendes y demás chupencos para los animales, amén de las rotundas  e incontables cercas de cañas trenzadas con varas erigidas (ilusamente) para  combatir el rebumbio constante del diablo viento que nos traía la Barda; ventanero que —al soplar como un inclemente Barrabás de los demonios— solía apandar sin compasión todo lo que se encontrara a su paso.

 

Y, detrás, alrededor, en medio de todo eso: la gente, las personas, el rancho de familias, los buenos vecinos como hermanos..., un gran grupo imbuido y reforzado por la solidaridad, por la alegría de contentarse con lo poco que tenía, pues las mínimas cosas corrientes que la circunstancia o el azar pudieran ofrecerle, eran apreciadas y valoradas como si fueran el mejor de los regalos inesperados.

 

Para sacar las familias adelante —en aquellos tiempos remotos— había que trabajar mucho y, encima, soportar resignados las mil penas, penurias o enfermedades que intermitentemente pasábamos aquí abajo, ya que —allá arriba—, un sólo Dios Misericordioso no podía dar abasto a la hora de tender su santa mano benefactora sobre tanta preocupación y sobre tanto cristiano necesitado.

 

De esto que les digo hace ya más de sesenta años y aún lo recuerdo tal como se imprimió en mi memoria de entonces (no sé si con el afán y zangoloteo de mi mente alguna cosilla he trastocado, debiendo aducir que si hubiera dejado a alguien atrás, no ha sido intencionado).

 

Lo tengo casi todo presente, lo evoco con soltura y lo veo como si fueran antiguos retratos; aunque debo añadir que para ayudarme he tenido que usar: lápiz, papel, la emoción de un tiempo ya acabado y todos estos garabatos que con mucho gusto, una servidora: Tinda Rodríguez Ojeda, para ustedes escribió, y que ha puesto en limpio el hijo de un tal Luis García Vega, el de Panchito el del Sindicato.

 

 

 

 

                        Tinda  y  Enrique,  La  Aldea  de  San  Nicolás,  invierno  de  2012*

 

 

*Acotación:

El presente escrito fue acabado en enero de este joven calendario, y empezado a esbozar,  e intentar definir como tal, desde noviembre del pasado año.

33 comentarios

suso Valencia -

Mi querido amigo y compañero de tantas partidas de majos y rondas de tantas expresiones y de tantas tardes de playa en nuestro amado virilillo darte mil gracias por este y otros relatos que con tu empeño y asombrosa capacidad para transmitir haces que me sienta más orgulloso si cabe del pedazo de isla que me vio nacer.un abrazo

laura gonzalez -

si admiracion ya tenia por escuchar sus escritos mas admiracion le tengo por ser esa persona afable bondadosa y sonriente por donde quiera que va que la vida le de todo loque nesecite porque es usted el angel aldeano y de corazon yo le aprecio mucho siga adelante siempre un saludo

Jesús Melián Martín -

Estimado Enrique,antes que nada agradecerte tu deferencia para conmigo;ésta hace que me sienta algo más aliviado y reconforta todos y cada uno de mis sentidos. Por otro lado,aprovecho para felicitarte por el nuevo relato que acabas de leer en Radio La Ladera,con el que una vez más,tu buen hacer e impecable prosa al plasmar las andanzas de nuestra querida y respetada Tinda. A propòsito,cuando tú mismo te tíldas de diletante,eso te engrandece y dice más cosas buenas de tí.Yo no acierto a ver nada de eso,ni aún releyéndolos con avidez.Por eso desde aquí te aliento a que nos sigas deleitando para que continúes con la pasión que te caracteriza y que te hace único e ireemplazable. Que la vida te atalante,memorias muchas desde El Convento y que nunca las mañas pierdas...

Enrique el de Demetria -

Querido Suso, nunca las mañas perderé y eso sucederá así por varios motivos, uno de los más importantes es el aliento (y alimento) de los comentarios de ustedes, son tan importantes para mí que sin sus cariñoso estímulo me atraparía la más tonta indolencia.

Gracias por tanto por tu seguimiento y tu manifestación por escrito de que conectas con mi forma de expresar vivencias y sentimientos.

Gracias tantas y... las mañas no pierdas, Suso.

Jesús Melián Martín -

Querido y admirado Enrique,este es el primer comentario por escrito que desde mi modesta opiniòn,envío,no sin ciertas dudas,pues no soy muy dado en estas lides.Hoy lunes 17 de Spbre,te recuerdo que despues de tanta algarabía y gente por doquier,vuelven las promesas,los sacrificios,las labores del campo y el discurrir apacible y tranquilo al que muchos,entre ellos "yo",echamos de menos.Me gustaría recalcar que participo de todos y cada uno de tus relatos como si cada vez fuera el primero.Me encanta y tú lo sabes...Agradezco el comentario de tu amigo,desde aquí un saludo y un sincero y cariñoso abrazo para él...en verdad sus comentarios, por sí solos, me hacen ver y sentir lo que una labrada amistad conlleva y difiere bastante del concepto que algunos tienen de ella.Sin más preámbulos me despido hasta la próxima,ah...y que nunca la maña pierdas...

Tinda-Enrique -

Gracias, Pepito Valencia, por enrique-cer las memorias de Tinda con tu propia aportación con vivencias de los lugares comunes.
Como dice tu poesía "para no olvidarnos", para que al menos quede algo de memoria escrita recuperable por y para otros.

Un abrazo GRANDE, Pepe (grande pero breve, pues... con estos calores, tú me dirás). Nos vemos, quizá en la cuevilla de Hilario o entre ola y ola del Verilillo.

Enrique Segudilla de Corazón -

Siempre he sido mucho de Las Marciegas, Los Manantiales y de Los Llanos, además de seguirilla vía Sunción (casi mi madrina); Teresita, me alegro tanto de leerte e identificarte a ti y a los tuyos con tres lugares emblemáticos para mí: La Marciega, el Almacén de los Picos y La Alameda-Plaz, todos relativos a nosotros.

Besotes también para una de mis segidillas preferidas: tú.

Pepe Valencia -

¡Ay Tinda, qué buenos recuerdos! Leyendo tu recorrido memorístico, me despierta imágenes adormecidas de mi infancia compartidas con gran parte de las personas que mencionas y que forman parte de nuestras vivencias en estos lugares y recovecos llenos de senderos entre nuestro barranco y que unían de alguna manera los entornos de nuestras familias. Me viene a la memoria cantidad de caminillos por los bordes de cada finca y que nosotros poníamos nombres según nos llevaban a ellas, por ejemplo: camino de Maestro Jacintito, el camino del majano de Manuela, el callejón de Juan García... y tantos otros. ¡Cómo pasa el tiempo! Pero siempre quedan los buenos recuerdos y las gentes con las que compartimos vecindad a pesar de marchar a otros lares. Precisamente los recordamos por todo eso y como escribí en un poema " Como agua de un barranco fresco, se llevaron nuestro canto lejos, allá donde empezaron de nuevo, que está aclarando y vamos queriendo, laborar con acierto, para no olvidarnos como aldeanos, y para... seguir viviendo. Gracias Tinda y gracias amigo Enrique.

Teresita seguidilla -

Hola guapeton,por fin te puedo contestar.Un saludo a todos los aldedanos/as.A ti gracias por hacerme recordar mi niñes en los cascajos y en el barranco,me siento muy orgullosa de haberme criado jugando en el mejor parque de ocio que puede existir que es jugar en un barranco.Gracias mil.Besotes a todos los tuyos.

Enrique el de Demetria -

Qiuerida prima Malu, la colaboración entre Tinda y yo se realizó por etapas, dando viajes a su casa, abordándola por la calle, conversando con ella en el Muelle..., y cada vez que lo hacíamos me aportaba datos nuevos , matizaba los anteriores o me corregía; nunca hizo un gesto de fastidio por mi "acoso" ni tampoco aplazó nustras entrevistas para otro día.

De todos los trajines para conformar el escrito y hacerlo lo más universal posible para que se entendiera fuera de La Aldea: LA CARA ILUSIONADA DE LA GESTORA DEL MISMO: BENIGNA (Tinda).

Un beso GRANDÍSIMO, prima.

malu -

Querido primo Enrique, otra vez gracias por tus cuentos, historias, leyendas, escritos, ……. todo lo que quieran decir de ellos; solo diré que para mi son una gran dosis de adrenalina en mi corazón aletargado. Sonrío al imaginarte y ahora al hacerlo con mi querida Tinda mi alegría es mayor.
Muchos nombres los reconozco y de ellos tengo recuerdos y no me importa de que lado de las Marciegas estén, lo que si sé es que ya están en la memoria de muchos otros y encima con rima, alegría y buen humor aldeano.
Te quiero Tinda, te quiero primo. Gracias.

Enrique -

Luci, mi colaboración con Tinda (aparte del cariño que nos profesamos) fue una gozada y un un ejercicio de aprendizaje mutuo, un ten con ten enriquecedor donde la tradición oral estuvo presente todo el tiempo.

Le daré a Tinda tus felicitaciones, gracias. Un beso GRANDE:

Enrique -

Querido SISO, repetir el comentario tres veces es una muestra de cariño por mí y por mi diletante obra que no puedo pasar por alto: GRACIAS.

El paisaje existencial (Maragall abandera esta tendencia) es para un servidor EL PAISAJE con mayúsculas; no podría, ni aunque quisiera, separar lo sensorial y lo emotivo de los elementos móviles que lo comparten y lo conforman: LOS CRISTIANOS.

Ahora mismo, si recreara en mi mente el paisaje de Artejeves no sería sin los de Miguelito Zarazá y mis vivencias en el lugar junto a esa familia y a otras, ya que la impronta del espacio físico se grabó junto a ellos (por ejemplo) y ya es una marca existencial e indeleble tatuada al canto atrás de mis retinas, alma y corazón aldeano.

Tinda, cuando me contaba su HISTORIA adoptaba un tono como de romancera, giraba a través de unos elementos e iba agrandando el círculo incluyendo más y más elementos de forma concéntrica, como las ondas en el agua de un estanque algo agitado por el esfuerzo de hacer uso de la evocación y de la memoria algo adormecida.
Su maestría en el relato oral fue lo que yo intente plasmar intentado sumar algo de rima asonante que le diera al artículo ese tonillo de "romance del ciego" que te atrapa y te mete en la trama.

Gracias de nuevo por tu aportación, interés, paciencia con este aficionado y... por tu amigable muestra de cariño.

luci Delgado -

Estoy ante el texto y los otros comentarios y me agrada ver las distintas conexiones que se forman de unos y de otros alrededor del mismo tema, las vivencias de nuestras generacines anteriores. Tu colaboración con Tinda tuvo que ser una gozada conociendo el paño y tu amor por la tierra y su historia.
Besos y enhorabuena a los dos por este relato tan próximo en sentimientos y no tan lejano en el tiempo, gracias. Luci

Siso -

He tenido mala suerte con dos textos ya escritos y borrados por el mal tecleado de estos benditos cacharros de las nuevas tecnología sobre este nuevo texto de Enrique.
Este que ahora sí que deje llegar es el tercero y ya no me acuerdo o mejor no he podido enlazar contenidos del primero y del segundo.
Más o menos quería decirle a Tinda y a Enrique que cuentan de un pasaje y sus gentes que es un todo común con tanta gente; en mi caso nací primero y luego pasé muchos días y noches allá abajo en La Marciega donde vivió mi familia. Y, por tanto decía que era de agradecer revivir esos cliches intangibles pero recordables. Y hasta fantaseé con conceptos del paisaje existencial término que acuñó hace más de un siglo la generación de escritores del 98.
Sobre este tipo de composición que suele hacer el amigo Enrique, esta vez con los recuerdos de Tinda y los suyos quisiera decir que, no sé si me entenderán, que en la vida cotidiana los sentimientos estéticos engendrados en y por el paisaje forman parte de vivencias personales; el paisaje es una realidad subjetiva y… un sentimiento estético; en una persona que no observa no hay paisaje aunque haya territorio; por ello, sin criterios estéticos y emocionales no se conceptualiza el paisaje. Mas si queremos darle un barniz literario, estético y emocional como lo suele dar nuestro amigo hay que haber vivido, haber observado y todo ello caligrafiarlo estéticamente. Pero, en alusión a cuando alguien dice: “te faltó nombrar a éste o a el otro”, de un paisaje y de sus gentes en bionomio inseparable, yo estoy convencido que el paisaje existencial lo crea cada persona con sus mundos vividos. A lo mejor mi Marciega empezaba en las Casas, la Era de las Casa Grandes, El Callejón abajo hasta el llano de Dominguito, el cercado de Cha Eulalia y allá en Los Mantiales las casas de mi tía Eladia Oliva y el de Tinda, Pistolera y otros que vivían en Los Mantiales tenía dirección contraria. Clao que sí o sii yo recapitulara con Tinda ella me recordaría cuando me cogían en brazos y me llevaban para su casa para que mi madre y mi tía Felipa descansaran un poco.
Dicho todo esto, un abrazo a Tinda y un golpito de ánimo, de adelante… a Enrique para que siga escribiendo que nos tenía sin la golosina. Se lo damos con la letra en estribillo de varias canciones como la de Naiara Ruz una de cuyas estrofas dice:

Adelante por los sueños que aún nos quedan
adelante por aquellos que están por venir.
Adelante porque no importa la meta
el destino es la promesa de seguir…
Adelante.


Enrique -

Juani, el barranco del que se habla es el escenario del relato de Tinda, un lugar conocido por La(s) Marciega(a), muy cerca del mar, allí se reunía toda el agua del recorrido Tejeda-Artenara-La Aldea y, entonces, con toda la fuerza de su poder acuático ejercía (antes de la construcción de las presas)de marrullero, farruco y vengador, se cebaba en todos aquellos cercados y fincas que los habitantes del lugar habían osado ratiñarle en épocas de sequía invadiendo sus dominios naturales; en tiempo de lluvias copiosas él bajaba torrentero y con "las escrituras bajo el brazo" poniendo a cada cual en su sitio e, indudablemente, añadiendo desolació y más penurias a sus atribulados vecinos de cauce.

Me gusta que te guste el relato del TÁNDEM. Un abrazo.

Enrique -

Pepe Saavedra, otras veces hemos hablado del valor del los comentarios al texto, como complementarios y enriquecedores del mismo en cuanto que los demás lectores aportan su visión, crítica, propios recuerdos..., esta vez resulta que tus parrafadas amistosas "han llegado" más allá y han servido a un asiduo lector para descubrir aspectos, guiños, giros, sutilezas y sensibilidades entre tus aportaciones, y, en el fondo e incluso la forma, de eso se trata. ¡Bien!

La señora, Tinda para toda La Aldea, realmente se llama Benigna que, por otra parte, es también el sobrenombre de su familia materna: Las Beninas, título que ella lleva con mucho orgullo y distinción.

Un abrazo, Pepe.

Juani -

Describen el lugar de tal forma que uno se lo puede imaginar, por ejemplo el barranco y sus alrededores se pueden comparar con muchos de nueestros barrancos. Ese de La Aldea tiene muchos adjetivos. uno de ellos me hizo mucha gracia, marrullero era la palabra que emplearon y me lo imaginé haciendo de las suyas en tiempos de mucha lluvia.
Muy bonito el relato en total con unas fotos que innspiran ternura.
Un saludo y muchos ánimos.

José Saavedra Molina -

Hola, de nuevo, mi querido y admirado AMIGO Enrique. En primer lugar quiero agradecerte tu amable comentario. Y, seguidamente, quiero tener un "detalle" para esa persona que me comentaste esta mañana, en tu llamada, a la que le gustan las cosas que, de corazón, te escribo. No menciono su nombre por descreción y por respeto a su persona. Pero, estoy seguro que, sin duda, sabrá a quién me estoy refiriendo. Te prometo que me llevé una agradabilísima sorpresa cuando me lo contaste. Y, lo mismo que te lo comento a tí, espero que ésto le llegue a lo más profundo de su ser. Sin duda que así será y espero que le sirva para su regocijo. Yo también me sentí muy halagado cuando me lo dijiste. Un saludo muy cordial para ambos. Y, como casi siempre suelo decirte, "que nunca las mañas pierdas". Un abrazo.

Enrique Saavedra y Molina -

Querido amigo Pepe Saavedra, las vivencias de todos los pueblos canarios deben ser muy, muy parecidas, así que te tienen que sonar aunque haya otros nombres, caras y apellidos en Nido Cuervo, Juncalillo o Montaña de Gáldar (se me van a molestar los de Guía).

Rafael Pistoleras era uno de los personajes mas atrayentes que yo admiraba de pequeño (hace un milenio), me parecía de películas o de tebeos de héroes y villanos.

El relato de Tinda fue hecho en borrador y a mano y enriquecido con su relato oral mitad romance y mitad artículo-ensayo gesticulado o escenificado por ella. Una gozada para mi haber cooperado con mi granito de arena, más ún: un privilegio.

Memorias tantas desde (en todos los sentidos) una calurosa Aldea.

Enrique -

Gloria querida, tus achuchoncitos son muy apreciados por mí, así que no sé si el correspondiente a Tinda se lo llegaré a trasvasar.

La señora, aunque octogenaria, NO TIENE EDAD, su vitalidad y simpatía e inmensa empatía por todos la hace inmune, para nuestros ojos, al paso del tiempo que no cesa.

Gracias mil por tu comentario y "conexión" con lo aldeano, querida amiga y vecina artenarense. Besos, memorias mil.

Enrique -

Papito Reyes, Sí que era una gran familia unida, más que por lazos de sangre, por los mismos avatares y sobresaltos de la vida.
Había que arrimar el hombro y usar todos los recursos para tirar pa'lante y no había otra manera sino la de usr la cooperación y la SOLIDARIDAD.

Tinda, al contarme las cosas y las vivencias, se emocionaba y retrocedía con su mente al pasado quedando , momentáneamente, suspendido su relato, luego continuaba con su smpiterna sonrisa hilándolo para un sevidor y para todos.

Nayala nunca se olvida de mí, yo tampoco de todos ustedes, abrazos.

Enrique -

Benjamín, hablar aldeano (tú lo sabes) es algo de lo que no puedo prescindir ni estando de remojo en Rejonia todo el año.
Gracias por tu interés; se lo traspasaré a Tinda.
Un saludo, aldeano, también.

Enrique -

Antonio, gracias por tu bonito comentario (más valioso si cabe por la lesión en tu hombro) que me sonaba y se me parecía a otro, oral y anterior, referente al mismo tema, ya que hicimos un espacio radiofónico usando como soporte del mismo las vivencias de Tinda.
Mis dotes literarias (pocas) las veo muy enrique-cidas por tu entusiasmo hacia mis escritos y artículos.
Gracias, tío. Memorias.

DE LAS FOTOS -

Los doe retratos son una delicia. En el primero podemos ver a la madre de Tinda con dos de sus hermanas y ella en su regazo.
En la segunda, Tinda en EDAD DE MERECER se muestra al fotógrafo en una pose estudiada, mitad artificio y mitad naturalidad.

José Saavedra Molina -

De nuevo, Enrique, como no podía ser menos, nos has vuelto a sorprender a todos los seguidores de tus escritos; esta vez con la inestimable aportación de Tinda y su prodigiosa memoria. Pero, estoy convencido de que sin tu colaboración el escrito no habría resultado tan hermoso.

Aparte de los lugares que mencionan me ha llamado muchísimo la atención que entre los apellidos aparezca, precisamente, el mío y entre los nombres uno como el de mi hermana que, como sabes procede de un diminutivo. No sé si ocurrirá así en el mencionado en el escrito. Y, por último, otro nombre que me sorprendió fue el de Rafael "pistoleras". Supongo que sabrás que su existencia la compartió sobre todo, y que yo sepa, entre tu querida Aldea y Gáldar. Precisamente uno de sus nietos, que lleva su mismo nombre, fue un gran amigo mío durante nuestra infancia, en la etapa de estudios secundarios. Yo recuerdo a "pistoleras" montado siempre en su caballo, con sus características pistoleras, bigote y sombrero tejano.

Así que, Enrique, como ya te he dicho en tantas otras ocasiones, muchísimas gracias por tus escritos. Siempre consigues sacarnos de dentro los mejores recuerdos y sentimientos. Y, por supuesto, yo también me uno a las peticiones de las otras personas que te han dejado sus comentarios. Espero que no se demore tanto como éste el siguiente escrito. Un abrazo.

Gloria Bertrana -

¡Qué bonito relato, Enrique! Toda una vuelta al pasado. No sé la edad que tendrá ahora Tinda, pero es admirable la memoria que tiene. Apoyo la moción de un comentarista anterior de ver publicados algún día todas estas vivencias que has escrito. Un achuchón grande para ti y...otro para ella.

Francisco Reyes -

Me avisaste del relato y lo estoy leyendo con los compañeros. Muy bonita y entrañable la ilusión de la narradora y sus experienecias en la vida Me imagino que hace 60 años o 70, las cosas no eran tan buenas como las de ahora y la pelea por la supervivencia no era de broma, ni mucho menos.
Como sabes nuestra aventura en Colombia se desarrollaba en el campo y ya te he contado casi todas las peripecias y vainas que tuvimos que sortear.
Repito que me ha gustado la historia de ese grupo de personas en ese tiempo viviendo como una gran familia.
Nos vemos una semana de esta, besos de Nayala y de la costilla.

Benjamín -

Estamos reunidos donde siempre, estos dias hay menos personal por lo de las vacaciones pero siempre aparece alguien.
Me imagino a esa señora del relato y a ti mano a mano hablando aldeano y contando anecdotas de aquellos tiempos. Me emociona la parte en que cuenta que se contentaban con lo poco que había y que eran capaces de alegrarse con los pequeños regalos inesperados que el azar les ofrecia der vez en cuando.
Te echamos de menos enRejonia y en el blog. No nos dejes tanto tiempo abandonados. Un abrazo y pasa por Ferreras aunque se de csualidad.

Antonio Rodríguez Martín -

Como siempre, Enrique, tus escritos, para mí que no tuve la fortuna de nacer en La Aldea, despiertan en mi alma sensaciones nuevas, desconocidas o, al menos, algo olvidadas de mi infancia agüimense, con resabios nostálgicos irreprimibles, y con deseos de volver a vivir aquellos primeros años en el escenario apacible, bucólico y hasta idílico, que tan magistralmente describes, en el lecho del Barranco de Tejeda a su paso por el Valle de los Mil Molinos.
Como siempre, juegas con ventaja, amigo. De una parte, por contar con un testimonio y personaje de excepción, la muy querida y apreciada Tinda, reencarnación viviente del prototipo de canariedad que para mí tengo por modelo: humana, cariñosa, sencilla, dispuesta a la colaboración, alegre,... Y de otra, por las dotes literarias y de gusto exquisito con que Dios te ha dotado, tú has descubierto y difundido y yo quisiera para mí.
Sí. Te sobran cualidades. Pero..., tal vez te falte un punto de decisión para emprender el camino que apetecemos realices los que bien te queremos: ver publicados en formato libro todos tus trabajos periodísticos.
Espero no demores el compromiso contraído con muchos de tus lectores y que ansiamos ver cuanto antes. ¿Vale?
Un abrazo.

Enrique el de Demetria -

Querida Maria Luisa, nunca las mañas perderé si sigo contando con el aliento y el entusiasmo de personas como tú que te ilusionas con lo mínimo que huela a nuestro, al pasarme tu bocanada de aliento me insuflas también ganas de seguir haciendo cosas como la presente e intentar mejorarme
Gracias mil, memorias tantas.

TÁNDEM Tinda-Enrique -

Tinda puso todos los recuerdos de aquella época y su estilo de contar las cosa, mezcla de vocabulario y giros locales más unas gotitas del agridulce champurriado con sabor a fatalismo, resignación e inmensas ganas de valorar el presente a través de un pasado de penurias y trabajos.
Yo hilé el relato y puse también mi vocabulario y giros propios de las torpes herramientas académicas que he ido atesorando.
La intención común de ambos era la de contar; los motivos privados de TINDA se podrían resumir en su ilusión por la vida futura de sus recuerdos; mi intento primordial fue el de conservar y reflejar la frescura del trabajo inicial realizado por la primera parte del TÁNDEM.
Esperamos que les guste y que disfruten tanto como nosotros. Memorias tantas.

Mª Luisa Quintana Hdez -

¡Gracias amigo Enrique!.Estaba esperando tus bonitos relatos como agua de mayo. Tinda es una persona que ha sabido superarse día a día con empeño.Como se ve tiene todavía una memoria y una lucidez prodigiosa.Recuerda con bastante precisión familias y lugares de nuestro bonito y apreciado pueblo. Las fotografías son un fiel reflejo del paso de los años. Me ha gustado bastante y como decimos en La Aldea, nunca la maña pierdas. memorias tantas para tu madre y para tí.