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ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

El amor de los aldeanos

El amor de los aldeanos

 

 

Embelesado observo esta perspectiva
del pueblo que un lejano día me vio nacer.

¡Que impresionantes montañas se alejan
de los pétreos monumentos comandados por Los Cedros,
que se encuentran esculpidos a fuego en mi memoria!

¡Qué valle tan hermoso se extiende, siguiendo los cauces
de los barrancos de La Aldea y de Tocodomán,
y que plácidamente desemboca junto al ancestral Charco!

¡Qué claro e inmenso mar que nos acoge amoroso
en sus límpidas aguas cada día en mi memoria
y que nos acuna en sus tibios brazos de nácar!

Se llenó de pena mi corazón al pensar que nuestros antepasados
nunca pudieron disfrutar de este increíble y maravilloso paraje
que llena de gozo y esplendor nuestro más íntimo ser.

Pronto llegó alto la voz de mi padre susurrándome
que desde hace tiempo ellos disfrutaban cada día de esos paisajes
y rezaban para que algún día nosotros tuviéramos esa posibilidad.

Feliz de que cada uno, desde su perspectiva, estemos embebidos de amor
por esta plácida y encantadora tierra que nos acoge, nos seduce
y nos mima a los aldeanos con sus amorosos, tiernos y cálidos abrazos.

© Juan Antonio Quintana Hernández

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