Blogia

ARTEVIRGO, desde La Aldea, miradas y voces

CARTA A JUAN ANTONIO

CARTA A JUAN ANTONIO

Hola, Juan Antonio:
 De nuevo nos volvemos a encontrar, aunque sólo sea en las páginas de Artevirgo, y nos alegramos enormemente de ello. No sé en qué parte del mundo te encuentras en este momento, pero lo cierto es que continúas ahí, en contacto con los que seguimos siendo aldeanos... sintiendo La Aldea donde quiera que estemos y, a pesar de la distancia, todavía nos queda un huequito en el corazón para dedicarle un poema a nuestro terruño, o bien un relato en el que se palpa la nostalgia y la emoción de los recuerdos. Yo te había conocido como un profesional de la educación, como un amigo al que le disputaba el balón en los partidos de fútbol sala, pero no sabía que detrás de esa apariencia -que en absoluto es superflua- se escondía un alma de poeta, un dibujante de sensaciones a través de la palabra.
 Oscarito (Óscar Valencia) y yo estamos en la grabación de un trabajo CD discográfico que comprende tres volúmenes en los que van insertadas las canciones más populares de La Aldea. Esperamos grabar alrededor de unas 30 canciones. El Primer Volumen de este trabajo lo presentaremos, D. m., durante el primer trimestre del 2009.
 Como regalo de Reyes, en el próximo comunicado te enviaremos (en formato MP3) dos o tres temas interpretados por nosotros mismos que, estoy seguro, te van a gustar y, probablemente a emocionar.

 Recibe un abrazo de tus amigos que no te olvidan: NÉSTOR JOSÉ LEÓN y ÓSCAR VALENCIA.

MARÍA LA DEL PARRAL. Nuevas andanzas y jechuras de una vieja conocida

MARÍA LA DEL PARRAL. Nuevas andanzas y jechuras de una vieja conocida

Es veinticuatro de diciembre y, en día tan señalado, cruzó el Tocomán que corría María la del Parral.  Iba  ca’ de Achón y José el de  Benina, los  que ahora le dan fiao, a comprar unos cachillos para untarle el bezo a los suyos y poder pasar la fiestas  como cualquier cristiano.  Cruzó la pasadera, con cuidado, saltándola  de bola en bola allá por El Estanco. Se agarraba la barriga por mor de unos jilorios que traía enroñados, también por los  nueve meses casi cumplidos de su embarazo y, sobre  todo, por  los jalíos que en el vientre le venían tirando por  el canto abajo. Apoyaba  un cereto vacío en su cuadril; en la cabeza llevaba la urgente necesidad  de estibarlo, un  pañuelo nuevo y la idea de su mala suerte o, que un maloficio le habían echado:  ni  un mísero real que gastar, las dos cabras que no parían, los tomateros esmirriados, drogas en media Aldea y ni las gallinas le querían poner: tenían el culo amulao

 

Se encontró con las de Antoñito Ramona y se quedó alegando un rato; acechaba la  esquinilla de Fotingo de vez en cuando, le tenía media droga hecha al señor Matías  entre pan redondo, cumplío y bizcochado. A escotero, siguió mi María  andando sin dejar de pensar en el mal año que  estaba  pasando. Saludó  por el camino a Lengo  y a Nito, uno de Los Gemelos, que rejertiaba (no supo bien de qué) con una jetúa e inefable Amparo.  El Callejón lo cogió a puño evitando mirar los lagartos.  Paró un pisco en la casa de la partera para que le echara un ojo al balayo.  Anduvo un poco  más y se botó en los quiciales de Juana la de mana Estebana, ahora para darle a su bombo un descanso. Sería el sexto familio, después de tanta  agua de perejil, de tanta friega y de tanto vaho. Estaba segura, lo suyo no era por buena mano...

 

Como tenía el barrenillo y el reconcomo supersticioso, dejó la tienda para más tarde y se fue en  un volío al Molino Viento cruzando surtita Los Llanos.  Los mil rezaos le dijo Eugenita, le hizo con pilfos viejos un hinsopo contra el mal de ojo, le dio un gajillo de ruda florecida y  una lista de santos que los males quitan por ser sus mejores abogados: san Lázaro contra quemaduras, san Benito que  sana el mal de orina , santo Domingo Savio patrón de parturientas, san Fermín la  hidropesía, san Rufo de los afligidos, san Manuel que quita el mal del costado...y  doce  más que escribió al corre-corre  en  papel bazo. Al salir (nada convencida) se encontró con Pancho Malena que parecía estarla esperando.  Le traía, de parte de su mujer -que la había visto llegar- , unas papillas nuevas recién escarbadas, batatas de yema güevo y, un cabillo de ajos del país que se lo tenía ofrecío desde  que  estuvieron ca’ de Pilarito Franco descamisando.

 

Con su ceretillo medio lleno se encaminó, contenta como unas pascuas, por el camino del Tanque de los Majanos a comprar lo que le faltaba para matar la gazuza  que los hechizos de la curandera no le habían quitado. Le apuntaron el fiado hasta que Panchito  Ramírez, a cuenta de la zafra, le anticipara un algo. Como ella quería darse  un antojo, que desde  agosto arrastraba, pidió con anhelo de embarazada unos trozos masusitos  de un buen cherne  salado: un burro grande, más mulo que otra cosa, los pobres tenderos le acabaron  pesando en la inestable balanza. Con la ventrecha, la mitad de la cabeza y parte de la cola haría  un  buen reparto, Mariquita Guía, su comadrona, también saldría ganando.

 

Coronaron la compra: una botella de vino jerezquina y de turrón de barra unos truscos  más bien medianos.  La brindaron con una copita de anís  los hombres que,  al fondo del mostrador, se estaban mojando el pico y enyescando.  Uno de ellos, Luis, el yerno de su coma Pepa,  fue el que le dijo que en los Betancores estaban   ya casi listos  los  adelantos.  Bebió, hizo las  correspondientes regañizas al licor, dio las gracias, cogió la carga,  salió a la calle, dobló  la esquina del comercio y, en un singuío, se puso en el barranco.  Para atravesarlo, se hizo con  el delantal un rodete para calzar mejor el inesperado aguinaldo. Peonó por la pasadera pisando con mucho cuidado y, a la mitad del vado... (sin ton ni son) le da a la mujer una risa floja seguida de un arrebato. En lo que Barrabás  se restriega un ojo, sacó y bandió al agua que bajaba: el hisopo contra el mal hecho, la apestosa ruda y la lista que tenía  en el papel bazo.  Pudo ser que, al estar  gandía, el anisao  la hubiera  desarretado; ella no sabía,  pero... lo que se dice ahora, veía que de repente todo iba requetebién, que sus agonías y preocupaciones no eran para tanto.

 

¡No le hacían falta sortilegios, ni atadillos, ni yerbas, ni listas de lejanos y desconocidos beatos!  Ella  confiaba más  en los que hoy mismo  habían sido sus protectores y sus verdaderos santos: santa Achón, san José Benina, la buena de Sampedrito y su marido san Pancho.

 

No había  zafado de cruzar el  barranco cuando  pegó  a llover del Hoyo pa’bajo, lluvia granadita de la que no hace daño. Una buena rociá para los pendejos de tomateros que no le quieren medrar ni por Dios ni por su poderosa mano. Para no enchumbarse eslapó a correr  y, entre resuellos  y risitas nerviosas,  pensó en el rico "santoral" que para mañana ya tenía muy bien cifrado: sancocho, santurrón de Alicante, san Clemente (quinado), santas Pascuas aleluya y... sanseacabó amén, ya  vería (lo vislumbraba) a qué beatitudes patronales se iba a engrampar en los siguientes meses del próximo año. FIN

 

 

Colofón. Por mor de las carreras y del sangoloteo (otro santo) se puso nuestra amiga  de función alumbratoria un poco después de las cuatro; y dio a luz pariendo el fruto de su vientre Jesús en la  forma de una niña preciosa, Daniela la llamaron.  Llovía a chuzos y asustaban a los pobres cristianos los cientos de truenos y los tantos  miles de relámpagos. La lánguida y rotunda cascada de Las Güesas y el impetuoso caidero del Raborratón, eternos enamorados separados durante todo el año, se desgajaban saltando ruidosos montaña abajo y besándose en Chaparra estaban, al juntar sus aguas en fraternal y apretado abrazo, sus respectivos barrancos.

 

La recién nacida -ajena a todo eso en su belén particular- mamaba tranquila arrullada por la maría-Dácil de turno que, entre suspiro y suspiro, la mecía suavemente en su protector regazo mientras que su josé-Santiago pugnaba, sin conseguirlo, poner remedio a las goteras que, desde el flinfle techo construido con torta de paja y barro, caían monótonamente en la palangana, en el lebrillo, en el balde de ordeñar, en la bacinilla grande de pisa y en las latas con bico que usaron en los primeros meses de zafra para regar "a cacharro".

 

Enrique García Valencia, niñojesús allá por el año 1949 de nuestro Señor.

 

 

Imagen tomada del usuario rodchile de flickr.com:  http://www.flickr.com/photos/rodchile/374953182/

 

LOS RANCHOS DE ÁNIMAS EN CANARIAS. Aspectos históricos en la cumbre y suroeste de Gran Canaria

LOS RANCHOS DE ÁNIMAS EN CANARIAS. Aspectos históricos en la cumbre y suroeste de Gran Canaria

El pasado, 8 de diciembre de 2008, fecha en que se acaba de componer esta producción digital, debían estar saliendo a la calle los pocos Ranchos de Ánimas o de Pascua que sobreviven en Gran Canaria. Además, ya se iluminan calles de pueblos y ciudades y los anuncios publicitarios de la sociedad de consumo se extreman para unas fechas tan singulares como la Pascua, Año Nuevo y Reyes, pero tiempo de crisis.

Poco queda del ambiente navideño que se generaba antaño a partir de estos primeros días de diciembre. La preparación de belenes, las Misas de la Luz, los Ranchos de Pascua… unos en el olvido y otros modificados ahí están o no en el inexorable paso del tiempo.

www.bienMeSabe.org, www.infonortedigital.com, Artevirgo, www.ieslaaldea.com, ediciones digitales que son de ese nuevo devenir de los tiempos en los medios de comunicación social, presentan este regalo a sus lectores: Los Ranchos de Ánimas en Canarias. Aspectos históricos en la cumbre y suroeste de Gran Canaria, escrito por Francisco Suárez Moreno, Cronista Oficial de La Aldea y compañero de trabajo docente de los responsables de estas revistas digitales, en el Instituto de La Aldea.

Es un ensayo histórico que recopila información de otras publicaciones y ponencias de este autor sobre los Ranchos de Ánimas complementado de una generosa referencia bibliográfica. Y está escrito desde una óptica multifocal, con cristales de docencia, periodismo e historia. Sus anexos y abundantes ilustraciones, donde destacan dibujos de recreación histórica, fotografías retrospectivas, copia de prensa histórica… hacen un texto atractivo, como lo deben ser los regalos de estas próximas fiestas.

Nos dice el autor en la introducción de este ensayo sobre los Ranchos de Ánimas o de Pascua en Canarias que, hasta ahora, casi todos los estudios sobre los mismos se han circunscrito geográficamen¬te a las Canarias orientales por ser éstas las islas donde han sub¬sistido, o recuperado en su caso, y sobre los que se han realizado algunos estudios etnográficos, parte de los cuales se han difundido en jornadas de folclore, periódicos y revistas de carácter divulgativo. Además, disponen de varias referencias discográficas. Pero muy poco se ha avanzado en el aspecto histórico con el objetivo de encontrar sus raíces y evolución a lo largo del tiempo; sí en el aspecto lingüístico-literario y musical de algunos de ellos.

Esta aportación histórica al estudio de los ranchos de Canarias tiene un marco geográfico muy definido: los municipios de la cumbre y suroeste de Gran Canaria, donde hace pocos años se ha recuperado uno de ellos, el que hasta mediados del presente siglo actuaba en La Aldea de San Nicolás. No vamos a profundizar en los elementos y las estructuras musicales de estas agrupaciones ni en su composición o identidad como grupo social, para lo que ofrecemos la bibliografía más completa que hemos podido localizar; sino en su evolución histórica desde el siglo XVIII hasta el presente, centrándonos más en los avatares del único rancho superviviente, localizado en La Aldea. muchos casos contrastada con la información manuscrita de los archivos locales.

Este trabajo se basa, fundamentalmente, en el testimonio directo de unos 25 testigos de nuestra tradición oral, en su mayoría pertenecientes a los distintos ranchos, naturales o vecinos de La Aldea, Mogán, Tejeda, Juncalillo de Gáldar y Artenara, en edades comprendidas entre 62 y 93 años y en un período de investigación comprendido entre 1984 y 1996, más nuevas aportaciones recibidas en 2008 tras remodelar contenidos de trabajos anteriores. También se han consultado manuscritos de los archivos de la Catedral de Canarias (Las Palmas de Gran Canaria) y de las parroquias de la comarca; una desperdigada bibliografía de temas canarios sobre la muerte, las creencias populares y la Navidad, y los trabajos desarrolla¬dos en las Jornadas Regionales de Folclore celebradas en La Aldea de San Nicolás desde 1992, organizadas por el Proyecto Comunitario de La Aldea, en las que, en aquellos años participó el autor.

Otro elemento que aporta Suárez Moreno, según su propias palabras son «nuestras vivencias personales y familiares; primero, siendo un niño de corta edad cuando oía, muy cerca de nuestra casa, en Los Espinos de La Aldea, las últimas canciones de aquel Rancho desparecido en 1956, y luego, ya mayor, al conocer viejos rancheros deseosos de recuperarlo y todo aquel proceso de difusión periodística y rescate, como cronista de Canarias 7, iniciado con nuestro primer reportaje en 1984 y hasta 1992; y segundo, conocer desde nuestra propia tradición familiar la historia del Rancho de Tasarte, al ser mi bisabuelo materno Luciano Afonso, entre finales del siglo XIX y principios del XX, ranchero mayor y director del mismo, labor que continuó su descendencia, en el primer tercio del siglo XX»

A los editores sólo nos resta el dar las gracias Francisco Suárez Moreno, amigo Siso, por este regalo navideño y a ustedes, queridos lectores y lectoras, felicitarles por estas fiestas y que disfruten de este nuevo trabajo que se halla en PDF en nuestra sección de publicaciones.

Para descargar el libro en formato PDF, se puede pulsar sobre la imagen:



Amor en libertad

Amor en libertad

 

Libertad, sublime palabra.
¿Cómo podremos ser libres?
Nos condicionan las emociones
y los sentimientos de nuestra rosa.
Tal vez no la acariciamos como a ella le gustaría.
Quizás no le sonreímos como ella prefiere,
o no la cuidamos como a ella le place.
Nosotros nos quejamos que pierde su olor de noche
que algunas veces nos pinchamos con sus espinas.
Libertad de corazón abierto
de mujer enamorada del amor
de mujer en busca de su destino
destino incierto.
Expulsa de tu mente el pasado
los falsos amores
los amores frustrantes
las reconciliaciones
los miedos, los temores, las falacias
limpia todo resquicio del pasado
eso es lo que entorpece nuestro avance
es lo que ennegrece nuestra alma.
¡Qué bella sería la vida
disfrutando de un alma nueva, mente nueva
y nuevos encuentros, nuevas emociones!
Pero llegará la primavera a tu alma
florecerán las más lindas flores en tu jardín
sonreirás al viento, al mar
llegarán a tu ventana nuevas golondrinas
que te harán feliz
que te llevarán por el camino
de la armonía, de la paz y del amor.

 

DE UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO

DE UN ENTRAÑABLE Y VIEJO AMIGO

Sólo una vez vivió (malvivió), por apremiantes motivos laborales, alejado de su casa y de su familia, en un lugar frío, bastante extraño por su aspecto e infausto según mi propia catalogación. Seguro que, no me atreví a preguntárselo aunque por intuición y empatía siempre lo supe, nunca llegó a entender del todo el motivo de aquel fastidioso paréntesis que duró demasiados meses.

Tuvo que residir todo ese tiempo en la calle Aguadulce, en el domicilio oficial de las guaguas cuando todavía eran de madera. Era un sitio poblado de ruidos y rebullicio, de gente rara a la que no comprendía, de suciedad y olores extraños, de un frenesí y jiribillas lejanas a su idiosincrasia, muy distantes de su saber estar. En mis esporádicas visitas al lugar, por algún mandado de mi madre, no me gustaba verlo metido en aquel salpafuera de gentes rudas en el trato. Yo sentía tener que volverme a casa y dejarlo allí mientras él intentaba disimularme su pesadumbre con una media sonrisa de contrariedad.

Estaba acompañado de otros congéneres, pero no llegó a hacer buenas migas con ellos. Se le antojaba que eran anodinos, que tenían muy poca personalidad y que vivían allí vegetando o resignados con su suerte. Él no se sentía así y lo dejaba traslucir. Era (siempre lo ha sido) demasiado casero y familiar hasta las vetas más profundas para intentar amañarse siquiera a aquel ambiente. Añoraba mucho su hogar y se le notaba demasiado. Él nos había ido conociendo desde el gateo, nos ayudó con los primeros peninos, nos había majado los dedos a todos, nos escondió cuando jugábamos a virgo, nos había servido muchas veces de pasarela circense, de grupa paquidérmica, de templete escénico, de diversión, de apoyo, de consuelo, de refugio…

El banco de carpintero de mi padre nos ha acompañado siempre. Por años y años ha permanecido en nuestra casa, forma parte de ella y figura como uno más de los seres con los que hemos crecido, convivido y madurado. Fue, es y será siempre un cachorro de banco: fuerte, pesado, útil y poderoso. Nunca lo vimos hacer una mueca de disgusto, ni le oímos refunfuñar o protestar; ni siquiera cuando (por estúpidas razones de espacio) mutilaron su excesiva longitud arrojó una queja o produjo un gemido, nada de nada. Aquella vez, cuando le cortaron un trozo, si acaso, exhaló un largo y prolongado suspiro oloroso: el hálito de la buena madera seccionada.

Jamás se quejaba por nuestro trato torpe y un tanto brusco: si le dábamos un tambucazo al errar nuestros golpes con el pesado martillo del carpintero, disimulaba; si -por impericia- clavábamos alguna tacha en su recia estructura, miraba hacia otro lado; o si, al limpiarlo de serrín lo rascábamos más de la cuenta por nuestra prisa y urgencias de juego, simulaba estremecimientos de perruno placer.

Había que estar muy atento, y en el momento adecuado, para poder oírle algún tipo de manifestación sonora; sólo leves crujidos producía su maderamen cada vez que, para su traslado, lo desarmaban (odiaba eso). Emitía, entonces, una especie de ronroneo cadencioso que dejaba traslucir el desasosiego que le invadía por lo incierto de su futura ubicación, inquietud lógica en todo ser con un mínimo de sentimientos (y de tino).

Algunos inaudibles gruñidos de protesta quejosa le pude oír cuando, poco a poco, fueron desapareciendo la mayoría de sus íntimos amigos e inquilinos: murió de peritonitis aguda Calderillo Engrudo, quedó tullida y algo asmática la compañera Garlopa Grande, la artrosis degenerativa se llevó por delante al camarada Berbiquí Brocas, sesteando su jubilación quedaron Gubia y Barrenas, el garrotejo inclemente inmovilizó al estilizado Gramil Doble, mi querido cepillo Guillame (preferido entre todos) sufrió una depresión cuando vio las primeras maderas con rebajes hechos a máquina… y, así o de forma parecida, casi toda la jarquilla primera fue siendo sustituida por un nuevo personal especializado más acorde a los tiempos y a los avances de la técnica.

Así mismo, cuando fueron llegando los advenedizos: don Engrudo Blanco, doña Sierra Circular, su hijo Cepillo Integral Bosch, las hermanas Fresa Dora, Cala Dora y Lija Dora, mister Black and Decker y otros, él fue aceptándolos a todos e intentando una mediación amistosa, una aproximación gradual de los recién llegados con los de siempre: con las férreas sargentas trinca maderas, a los martillos de orejas, a los cepillos que no entendían la escasez de garepas en el entorno, con el pesado nivel de burbuja, al metro articulado y hacia todos los enseres que en su interior se guardaban -o se cobijaban buscando la seguridad de su enmarañado marsupio- y que él se empeñaba en tutelar.

taladro

Los avances del voraz progreso se fueron llevando por delante a las jardineras guaguas que circulaban por la capital de la provincia. Unos vehículos más ligeros, modernos y metálicos sustituyeron gradualmente a los pesados anteriores, más lentos y de madera. El transporte de pasajeros en Las Palmas de Gran Canaria ganó en rapidez y eficacia. Ganó también nuestro banco porque, entonces, los guagueros dejaron de contratar carpinteros, los chapistas ocuparon lugar destacado en las reparaciones, y él pudo retomar con nosotros al barrio de San José. Ya nunca nos ha abandonado, se trasladó con nuestra postrer mudanza hasta Miller Bajo y allí continúa tan campante, haciendo gala de ese buen carácter de palo recio que Dios le dio.

No cumple ahora la misión para la que fue creado: pero no le importa, está en su casa y eso es lo que cuenta para nuestro amigo. Si tiene que servir de armario, poyo de cocina, estantería u otra cosa, no se corta ni un pisco, pone su mejor cara y coopera; sólo el haber conocido a la cuarta generación: los hijos> de los hijos> de los hijos >del carpintero y de Demetria, ya compensa y le vale la pena.

Todo es un volver a empezar. Como antaño, participando con ellos en sus diversiones, sirviéndoles de escondite en el juego de trapo-quemao, siendo la pasarela de sus desfiles, convirtiéndose en casita de muñecas, dándoles su amistad, su apoyo… y quizá, hasta majando los dedos a los chicos, aunque la bisabuela grite y Luis, desde lo alto, le eche pestes y pétimas al sargento-trincador y que, de broma (entre guzpatas para consolar a los familios), lo amenace a él con desarmarlo: por bruto y por malo.

Enrique García Valencia, segunda generación / 1949

BAJADA DE LA RAMA DE LA ALDEA 2008

BAJADA DE LA RAMA DE LA ALDEA 2008

Aunque en principio, por tratarse de un día entre semana, se esperaba poca participación, la Bajada de la Rama de La Aldea acabó por congregar una cantidad considerable de personas.

Con diez o quince minutos de retraso, salió del Almacén de Los Picos, pero se atrasó en más de una hora y cuarto en un tramo de apenas doscientos metros, de forma que a las ocho no llegó, como era de esperar al Barranquillo de La Plaza, para proceder al cambio de banda. Éste se produjo aun más arriba que el año pasado y muchos tuvieron que correr para dar más abajo con la Banda del Charco.

A destacar la excesiva cantidad de personas con las camisetas escritas, pasadas de copas más allá de lo conveniente y la falta de control por haber optado este año por no proteger a las bandas con policía. Se prestaron para ello, en cambio, voluntarios que o por las copas que llevaban o por el poco respeto que inspiraron, se vieron incapaces de agilizar la marcha y de impedir que como siempre algunas personas vengan a La Rama expresamente a empujar, molestar, bailar a contra corriente y, en fin, a lograr que cada vez esto dé más grima.

En el primer tramo, el que amenizó la Banda de Agaete, mis ojos no contemplaron a más de cien personas, de las miles que podría haber, que bailaban. El resto se limitaban a beberse sus pizcos, a conversar tranquilamente en medio de la carretera por donde debería transcurrir el baile, a tocar tambores y chucufletas y a lograr también que esto vaya a peor. Y así no son las cosas.

No llegué hasta el final, pero me cuentan que la banda de jóvenes aldeanos llegó hasta el Barranquillo Hondo sin protección ninguna y aguantaron, les tiraron agua y aguantaron y, encima, les regalaron a los danzantes tres o cuatro piezas de más, fuera ya de horario. No nos los merecemos.

No dudo de que mucha gente se divirtiera, pero tampoco dudo de que muchos, como yo, asisten asombrados a la degradación de esta parte tradicional de la fiesta.

Y todo por pensar que la gente se gobierna sola.

Nanay.

 

 

GALERÍA DE FOTOS DE LA RAMA DE LA ALDEA 2008

Chonis en el bar de Yoyo

Chonis en el bar de Yoyo

Terminaba la década de los cincuenta, o principios de los sesenta, La Aldea era un pueblo tranquilo, donde todos los aldeanos pasaban los días sin grandes novedades y sin que nadie alterara su vida cotidina.

Era una tarde fresquita de mayo cuando un hecho relevante fue a darle un sabor extraordinario al pueblo, mejor dicho, al centro del pueblo, a la Plaza y a la Placeta.

Corrió de boca en boca que algunos chonis habían llegado al bar de Yoyo.

Yoyo era una persona muy querida, por su afabilidad y bonhomía. Él había habilitado una habitación, que daba a la calle, como bar que regentaba su hijo Pepito.

Todos los niños y muchachos de la zona nos acercamos al bar prestos a observar a los primeros turistas que llegaban al pueblo.

Había un ambiente festivo, tomaban alegremente sus cervezas y comían los enyesques que le preparaban con esmero.

Como la gente se arremolinaba en la entrada y a fuerza de empujones iban pasando hacia el interior, Yoyo los iba invitando a salir a casi todos. Conmigo hacía una excepción, no en vano era su pariente. Por lo tanto, me gocé en primera fila la fiesta que tenía lugar en el bar.

Yo me quedaba absorto escuchándolos hablar en un idioma extraño, pero para mí parecía música celestial, observando los lindos ojos verdes de aquellas preciosas mujeres, sus grandes pechos que pugnaban por escaparse de los sostenes. ¡Hermosas damas de pelo rubio y de piel tostada por el sol!-pensaba yo, mientras mi corazón latía a toda prisa.

Las acompañaban unos hombres que no nos llamaban mucho la atención, sólo que bebían una cerveza tras otra, hablaban estentóreamente y reían a carcajadas.

Por fuera se hacían cábalas, mirando con ojos como platos a las ninfas :

-Son suecas, ¿no ves lo rubias que son? -comentaba uno.

-No, son alemanas, ¿no te das cuenta que tienen unos pechos enormes?- interpelaba otro.

-Yo creo que son inglesas, pues hablan en ese idioma- exclamaba uno que entendía algo de esa lengua.

Mientras tanto, yo no me perdía detalle de todo lo que sucedía. Por sus gestos, por los movimientos de las manos, por sus carcajadas  iba interpretando todo lo que acontecía en el bar.

Cuando se pusieron a cantar canciones en su idioma, ya fue el entusiasmo general. Se tarareaban sus melodías, se daban palmas y se aplaudía al terminar.

Así continuó la fiesta en el bar de Yoyo. Los espectadores no nos íbamos, todo nos parecía extraordinario. Queríamos que siguiera el espectáculo horas y horas, no nos importaba que se quedaran días o meses.

Lamentablemente, llegó el momento de marcharse. Se levantaron y se despidieron animadamente de todos.

 

Nosotros fuimos bajando de la nube, hasta darnos cuenta que ya teníamos que volver a la realidad del monótono transcurrir de los días, asistiendo a clase, dándole patadas a la pelota y jugando con los carros hechos a mano con cañas, ruedas de lata y algunas tablas de deshecho.

La primera visita de esos chonis marcó mi vida en el sentido de dar importancia a los idiomas para poder relacionarme con gente de todos los países.

En el colegio estudiábamos francés, impartido por don Juan Sosa. El inglés llegaría poco tiempo después de la mano de don Rafael Marrero. Allí tomé mis primeras lecciones del idioma de Shakespeare, lecciones que nunca abandonaré mientras viva, pues los idiomas no se dejan nunca de aprender, ni de practicar.

 

De las casillas viejas y su patio

De las casillas viejas y su patio

Preludio. Este pequeño relato tiene que ver con un entrañable lugar: el particular patio de la vieja casa de Los Llanos, escenario de mis recuerdos iniciales, mis incipientes experiencias con el entorno y mis primeros contactos conscientes con el cariño y arropamientos familiares.

La pala mecánica puso fin al sitio al que ahora me refiero pero, reconvertido por mor del sentimiento en patio interior de vivencias felices, me acompañará siempre, estará al canto atrás de mi corazón –metido entre los repliegues del Recuerdo- hasta que el tractor de la muerte pelona me sorribe y me mande pa’ La Julaguilla, y aun así (durmiendo el Sueño de los Justos), creo sin sombra alguna de duda, que voy a soñar eternamente con el solar que tanta impronta me dejó y que ahora, hilando estas frases de diletante empedernido, evoco para ustedes… y para mí.

 

De las casillas viejas y su patio

Amanece al golpito, lenta y perezosamente. Huele a limpio y el aire admite aromas del agua guisada de apio recién hecha. Había llovido a chuzos durante toda la madrugada y las lajas del patio brillan como espejos de azabache pulido. Los melindros dejan caer monótonamente sus últimas lágrimas de plata compitiendo en su llorar con las santamarías y con los alerones del tejado de la casa de en medio. El techo de la cocina (cubierto con tierra verde de San Clemente), compinchado con el aguacero y la noche, dibujó curiosos graffitti esmeralda sobre la tachonada pared de piedras enjalbegadas que lo sostiene. Las nubes siguen escupiendo alguna chispilla.

Mi tía Josefa, con un saco vacío de guano en la cabeza a modo de chubasquero, se protege de las tres garujillas que siguen cayendo. Va y viene, aquellando no sé qué, entre el llano y el pajar; parece ser que la jaldúa se puso anoche de parto y acabó pariendo esta mañana.

Retumban los truenos alejándose del valle, hacia Tasartico, y justo a rente de las tejas que cubren la casa de arriba, se ve al Raborratón saltar en todo su apogeo buscando al Tocomán que bajará bramando entre Villanueva y el Pinillo.

Juego a no mojarme los pies, voy a la laja, y para ello peono sobre el empedrado que ahora se parece a un gran damero con muchas posibilidades para moverme. Giro y salto entre los charcos, miro el cielo intentando descubrir por ca’ Cha Lijandra el arco iris que no aparece todavía y vigilo a mi madre para que no me vea descalzo: es demasiado temprano para recibir moquenque.

Por entre las agujas del pino amigo silba el poco viento que queda. Un chuchango enorme se arrastra parsimoniosamente dejando tras de sí una brillante estela de baba. En la vecindad cantan y se contestan los madrugadores gallos. Mi abuela, caña en mano e intentando no mojarse el borde de sus naguas canelas, inspecciona el patio de su casa que es particular y se moja cuando llueve como los demás. Jardín de mi infancia, amplio, enlajado, resguardado, cálido… Puente de mando de un matriarcado que se escalona desde la Briginia mayor hasta la Demetria menor y maire. No cuento la insalla de hermanas, primas, tías, parientas y allegadas.

Casi todo en él es femenino y acogedor, tutelador y gestor de cariñoso trato. Matriz a cielo abierto tapizada de doméstico confort. Están presentes muchos elementos de esta ágora de la ginecocracia familiar: las flores, las plantas, la talla, la palma, la tienda, la tierra verde que chorrea, las hormigas, las gatas que dormitan y amamantan, las macetas y jardineras de Carmen, la cocina, la cocinilla de fuelle y la de mecha, las barbas-del-diablo que florecen de relancia, la olorosa comida que me llama…

chuchangos

Hoy nos movemos a gusto en este impluvio: mi padre, mi tío Tomás, yo mismo, el perro Caracol, algún gato galán forastero y el pino camarada que se mece, proyectando su sombra en nosotros, al paso de las horas que marca efectivo. Bajo el árbol, un poyo circular, goro de muchas reuniones, de algunas decisiones y de vespertino descanso. Hacia el cielo un laberinto de ramas entrelazadas y los celajes más gandules que se deslizan perezosos con sus panzas ya blancas y livianas.

Las telarañas, perladas de gotitas minúsculas, ponen cortinillas de fantasía a los machinales de la pared del cuarto de atrás y esconden eficazmente a las tejedoras. Un oscuro alcalde, cual experto albañil, no pierde el tiempo y va formando su casa-cuna con hileras de barro que amontona al soco de la cornisa de la casa nueva.

Patio interior lleno de briginias que al calor del fuego, en el tiempo de la cena, te cuentan de brujas, de ir por leña y suspiran hondamente mientras protegen sus manos callosas e hinchadas bajo faldriqueras de dril. Decimos adivinanzas, chascarrillos, retajilas y los rezados de la doctrina. Las mayores se resisten a contarnos cómo se jugaba a pámpano roto, se miran entre ellas y se ríen, no sé muy bien de qué.

Brilla la Sajarita, buscamos el Carro, las Cabrillas y las fugaces que atraviesan el cielo de banda a banda: formulamos deseos en lo que se calienta la comida y ponen la mesa. Pedimos un niño para mi madre al paso de una estrella; ríe y me pega con su caña mi abuela. Caza un perinquel cerca del bombillo que con su luz atrae a las pajaritas nocturnas. Se oscurece más y se enfría la noche con el terral que baja y se aposenta como un manto helado.

Te eriza el frío como si estuvieras en pelete, te tientan las sábanas pero el terror infantil a los moros y demás parafernalia de los cuentos de miedo no te dejan ir solo al catre. Contigo van tus tías que te arropan y resignadas echan, por tu mandato, el antepenúltimo vistazo bajo la cama.

santamaria

Mañana, si no llueve, alimentaremos a las hormigas con pisquitos de pan, haremos un remo en el pino con la soga larga, jugaremos a las tienditas, iremos a ver la jaldúa que parió dos baifillas: una berrenda y otra culeta: dicen que el ubre no le cabe en medio de las patas. Pondremos el falsete en la mimosa por si cae algún linacero de los que rondan las jaulas de los canarios…

Después del almuerzo, para combatir el tedio de la tarde: la lotería. Alguien coge la banca; cinco almendras el cartón, el que gane se llevará una buena embozada, medio almud para garapiñadas. Se escarruja la vocalista y sangolotea las bolas mientras canta:

-¡Las banderitas de Italia!

Virgo!

-¡Los gallegos al trancazo!

Ambos!

-¡Los dos patitos!

Terno!

-¡Caga y tuerce!

Premio!

-¡La edad de Cristo!

Alto la bola! ¡Pa mí la embozá de almendras, la banca y la calabaza!

ECLIPSE DE LUNA

ECLIPSE DE LUNA

Menos promocionados que los de sol, los eclipses de luna pasan a veces desapercibidos.

Anoche me preguntaron qué le pasaba a la luna, que parecía menguante en vez de llena. Corrí a la azotea con los trastos y me topé con una luna a la que le habían dado un mordisco.

Aquí una imagen, que estaría más lucida si, por ejemplo, hubiera pasado alguna nube decorativa. En fin, el eclipse pelao.

Las fiestas están al caer

Las fiestas están al caer

Muy sugerente imagen del día en infonortedigital.com. En ella vemos el tractor que comienza a remover y dragar los fondajes acumulados en el charco durante todo un año. Se termina una vez más el letargo de las aguas medio dulces medio saladas que recibirán la alegría del rito, la euforia que cierra cada ciclo anual de esta tierra olvidada.

Como desde hace 28 años, Quico Suárez se encarga de revolver con maestría las piedras y el fango sobrantes (le salieron los dientes en el tractor). Le agradecemos su dedicación, las fatigas que pasa y su imprescindible quehacer, para que nuestra fiesta no decaiga nunca. Aquí quiero dedicarle mi alabanza, porque en estos años también se ha preocupado por limpiar La Caletilla, por no faltar a la cita con la Romería del Pino, por colaborar en todo lo que le pidieron e, incluso, en lo que no le pidieron ni le agradecieron . Ojalá en La Aldea tuviéramos mil como él. Otro gallo nos cantaría.

Ayúdanos a parar su ejecución

Ayúdanos a parar su ejecución

REMITIDO POR AMNISTÍA INTERNACIONAL

Alrededor del próximo día 12 de agosto dos jóvenes iraníes, Behnoud y Mohammad, de 20 y 21 años, pueden ser ejecutados. Probablemente serán colgados de una grúa. Fueron condenados a pena de muerte por delitos cometidos cuando eran menores de edad.
Irán es el país que más menores ejecuta, en contra de sus compromisos internacionales y del derecho internacional. Sin embargo, ya se ha conseguido incluso el perdón de otros sentenciados, como recientemente en el caso de Saeed Jazee.
Poder salvar las vidas de Mohammad y Behnoud es cuestión de muy poco tiempo, pero si actuamos juntos podemos lograrlo. Por eso te pido dos cosas:

  • Firma para salvar a Behnoud y a Mohammad y
  • Reenvía este mensaje a tus contactos

En nombre de Behnoud y Mohammad, recibe nuestro más sincero agradecimiento,
Esteban Beltrán
Director – Amnistía Internacional
Sección Española

Cuando una estrella se cruza en tu camino

Cuando una estrella se cruza en tu camino

Cuando una estrella se cruza en tu camino, mírala detenidamente, obsérvala en profundidad. Te está hablando al espíritu. Se produce un diálogo telépatico que te estremece, te subyuga, te hace pensar en geniales utopías amorosas con esa estrella.
Cuando esa estrella te sigue mirando insistentemente, cuando te provoca sentimientos encontrados de amor profundo, al mismo tiempo que observas que se encuentra muy lejos, inalcanzable a tus reales posibilidades, te preguntas ¿qué puedo hacer?
Cuando te percatas de que esa estrella te toma de la mano suavemente, te susurra palabras bellas al oído sensible al amor, te besa rozando sus cálidos labios en tu mejilla, que al momento enrojece de emoción, satisfacción y regocijo, en ese momento eres consciente de que esa estrella te está pidiendo que la acompañes por los inmensos espacios siderales.
Cuando esa estrella más brillante que los mayores resplandores naturales, te hace bajar al mundo real, observas que el amor con esa admirable estrella es factible.
¿Qué tendré que hacer yo, mortal terrestre, para merecer el amor de una estrella tan preciosa? ¿Será un sueño? ¿Será una utopía?
Miré hacia mi interior y fui examinándome y me sentí capaz de enamorar a tan gran estrella. Al fin me decidí a tomar la mano tendida y caminar juntos por el Camino del Amor.
Ya hemos recorrido intrincados caminos, hemos cruzado caudalosos ríos, montañas escarpadas e inaccesibles, inmensos y plácidos lagos, enormes desiertos... Y, al fin, llegamos a la meta deseada. A tener una perspectiva real de amor, de paz y de felicidad.
Cuando te mire una estrella, habla con ella, quizás te está tendiendo la mano para tomar impulso hacia el amor. El amor definitivo. Aquél que siempre hemos esperado.
Con el tiempo esa maravillosa estrella se convertirá en una linda y hermosa Princesa que te ha cautivado, fascinado e ilusionado.
Esa Princesa te acompañará siempre de la mano hasta el fin de los días, con un tequiero en los labios y un inmenso amor en el corazón.

A modo de preterición

A modo de preterición

En la umbría, desde la fresca escocia del risco y a su soco, incapaz de expresar con palabras la armoniosa conjunción del entorno, y después de vanos intentos sin poder atrapar ni un ápice, opto por relajarme procurando (sin conseguirlo) atesorar el estallido de sensaciones fugaces que me circunda inundando totalmente todos mis sentidos.

Rápido se mueve el viento sobre la mar, allá, más afuera, cercano ya al trazo horizontal. Lo dicen aquí: el alargado diseño de los celajes -binzas en lo alto- y la brisonera que, desarretada, le silba sin poder parar a los filos del sufrido Veril. Las olas intentan poner rítmica monotonía y tempo adecuado en la sinfonía total del entorno.

El titilar del reflejo de los charcos se sitúa en la pared del risco y la yerba que tapiza sus fondos se mueve valseando al son y compás de flujo y reflujo.

Tres cabozos, tres, van tras sus sombras persiguiéndolas con el afán de los que viven su propio juego; son los dueños del biótopo costero y campean a sus anchas por él.

Flota una cáscara de semillas de girasol sobre el fulgor del agua inquieta. Con el paso de las horas arrecia el calor y el color de la jornada se fija en las cansadas retinas. Todo se anima al mediodía con la pleamar en las charcas y barranqueras del estero.

Debajo de la aparente barahúnda, subyace la ubicua calma del lugar que me llena y me sosiega. Me voy, enrolado en la barquita de pipa vacía, por las procelosas aguas cercanas navegando de poza en poza. La brisa de la imaginación es la mejor aliada del piloto que parece timonear la nao con un desgobierno intencionado.

Los roques desde El Veril

A rente del agua, ahora algo aquietada, veo los dos roques. Allá son, lejanos e íntimos, familiares y distantes; negro el uno y colorado el otro, combinan sus perfiles eternos con la cambiante luz del día que los matiza al paso solar del tiempo.

Me amodorro pellizcando un poco de sueño, y el Sueño me apotala en su dulce ensenada con la fuerte maroma de sus pellizcones certeros…

 

Enrique García Valencia, La Aldea / 2007

arcoiris en El Perchel

 

(Fotografías: Francisco Suárez Moreno)

Historias cruzadas con “La casa de La Aldea”

mgm0900911.jpg

El desarrollo y acontecer de estos pequeños escritos comparten varias cosas: lugar, tiempo, tempo y amorosa dedicación (creo). Surgieron en la Semana Santa de hace unos años…

El primero sucedió el sábado anterior al Domingo de Ramos. La jornada era un clásico de esas fechas: brisonera incipiente e indina y día perezoso más largo de luz y de calor.

mgm090400.jpg

Estaba entrando el agua, Demetria y un servidor nos habíamos dado el tute limpiador y, después de zafar, nos estábamos premiando: yo disfrutaba con un botellín fresquito y ella se satisfacía poniendo las patas en alto mientras veía las novelerías que vomitaba la tele.

A mediodía en peso, cuando el resol del patio es más brillante, quizá deslumbrado por tanta reverberación de luces y sonidos apareció. Era un abejorro de culo blanco, de esos que esclavizan en los invernaderos para fertilizar cosecha, zafras y cuentas corrientes. Entró en el patio atropelladamente pero también ligero, más como un experto singue que como un panzudo avión tipo Hércules o DC3 de la moderna aeronáutica del siglo XX.

Desorientado y errático él, yo curioso e interesado en sus evoluciones, nos cruzamos por unos minutos en el cómputo total del Tiempo, luego… la vida siguió su curso y deriva.

El segundo tema, cortito e intenso, habla de la relación de fiel cariño entre la buganvilla (la que tiene una bicolor sonrisa en cascada) y su amiga, dueña y cuidadora: Deme, guía local de la ya nombrada almunia y catalizadora de su biocenosis.

mgm090071.jpg

=Bombus canariensis=

Gordo, negro, amenazante, velludo, clónico, y torpe por su borrachera de solitario valor, llegó dando tumbos de pared a pared, aquel Espartaco furtivo.

Planeó desde la buganvilla hasta la mesa vacía, giró por entre la cerveza rozando la espuma rebosante de mi vaso, cruzó luego a través del pendular vaivén del helecho y tocó el envés de sus hojas tachonadas con esporas de vida. El roce inesperado desequilibró su timón y lo hizo errar como un spitfire herido pero, cerca de la puerta de la cocina, pudo enderezar sus flexibles alerones y remontar buscando esa salida que se le resistía.

Sol, sombra, sillas, espejo y la pila del agua. Fregona, escocia de una columna, hojas de un poto que cuelga, otra silla, toldo, jardineras, piedras de la playa y tambucazo con y contra el teso frío que aguardaba pacientemente sus evoluciones.

La manifiesta torpeza en el suelo de sus grotescas patas contrasta con su ímpetu y cuasi ligereza en el aire amigo: giros, planeos sosegados, ascensos, barriletes, descensos en picado, fintas, breves aterrizajes y, giros… demasiados giiiirooosss. El encuentro (encontronazo) con una violeta africana determina el final de su tormentosa derrota, punto final en su cuaderno de bitácora. La prevista colusión de Vida y Destino ponen reposo al indómito abejorro que nunca ha sabido, que no ha querido resistir ni adaptarse; que no deseó nunca cooperar, ni morir entre rafia, envuelto en la esclavitud de las sutiles mallas del cómodo invernadero.

Gordo, negro, saturnino, quieto, amenazante, muerto y velludo: simplemente un himenóptero rebelde y fugitivo…

Llegó visita: Paca y la mía le dan a la taramela rivalizando con la tele que berrea sus noticia (ellas hacen lo mismo pero media octava más alto que el dichoso aparato). Mientras, ajeno al guineo que suena, yo contemplo el cadáver del animal sobre una aterciopelada hoja con la que él compite. Admiro su tersura, su callada presencia, su porte guerrero rebelde y, en el temblor espasmódico de sus nervudas alas: el victorioso gesto por su ansiada liberación, su adiós definitivo…

 

 

mgm0707018.jpg

 

 

La Papelera


Del muro añejo de piedra
y en su socaire que la ensombrece,
se teje y crece de savia henchida,
desgajando con ahínco lo tejido
en multicolor cascada de flores,
la papelera amiga.

Pone sus gracias con rosa y plata
la coqueta buganvilla agradecida
en su faz enramada de verde,
y loca por corresponderte, Deme,
la mata trepa, yergue y se mece
a la sombra del añejo sostén de roca,
que como tú, también la protege y quiere.

 

 

Enrique García Valencia, La Aldea / 2007

Te conozco, mascarita

Te conozco, mascarita

Prolegómenos. Este pequeño trabajo fabula acerca de hechos que pudieron haber ocurrido en los años cincuenta y tantos cuando (en el paréntesis franquista) todavía estaba prohibido vestirse de máscara y se perseguía a los devotos que celebraban alegremente los Carnavales como-Dios-manda, tal como el Relajo aconseja y la bambolla del Alma reclama periódicamente en su loca catarsis anual.

Debajo de los farfalanes que usa el personaje central de este relato, creo reconocer a una buena amiga mía (nuestra), no estoy seguro del todo: su jango al mover los brazos, algo en su forma de callar, su caminar a escotero, el deje melifluo e impostado de su fingida voz, la jiribilla de sus gestos y un nosequé en sus amaneradas poses forzadas de machona me hacen pensar que...

No lo puedo descubrir pero, si me llamaran a jurar, estaría por decir (casi seguro) que tiene que ser ella: la misma que viste y calza.

Va dedicada esta historia a todas las personas que son para las Carnestolendas “como cho Rivero pa' lapas” y, en especial, para una entrañable cómplice de aquella época y lances: Cornelia la de Celerina, la cual me solía prestar los zapatos con los que me disfrazaba; una vez me dejó unos, en charol encarnado y punta fina, que eran una maravilla. Sus taconcillos de aguja (no muy altos) estilizaban mi angulosa figura “sin virtú”, proporcionaban un cierto contoneo gracioso al desgarbado porte mío y también (lo que más me gustaba) tarareaban en allegro un repiqueteo frenético que anunciaba mi presencia y poderío -debo decir que se los despelucé huyendo de los municipales que, en los setenta, ya medio consentían la mascarada doméstico popular-. No me atreví a devolvérselos (ni pa' qué), quedaron que no servían ni para echarlos “al traer”; todavía los recuerdo con una borrosa nostalgia y con el eterno agradecimiento de mis incipientes callos de entonces que, en otra horma más angosta, hubieran sufrido los rigores de las indinas calles aldeanas.

Te conozco, mascarita

-¡Le digo a usted que se pare! -se desgañitaba añulgado, gritando sin poder decir su orden un asmático policía, y, ligera cual zepelín (corriendo a tropa teñía), de la autoridad competente intenta ocultarse una aterrada mascarita.

Empolvada de talco, emboza su cara entre los pliegues de unas colchas de mora jarabandinga con las que se forra desde los tobillos hasta la coronilla; atrás queda el Celador Chico, mientras, ella eslapa a trompicones por La Palmilla pa' arriba.

Luce de rodete una listada toalla revejía y en las manos unos guantes rotos de cabritilla; se encajó en El Surtidor en un volío, se esconde también del guardia Antoñito Medina que, resoplando su trotecillo apático, por La Pasadera iba.

Calza unas grandes alpargatas de esparto, unas medias de cordoncillo de las que Yuse vendía y desalada va porque el Cabo Vega le había dado el alto por ca' Titita. Sangolotea en un cestillo de caña: una limeta de anís de garrafa que le dio Maruca Quintana, media docena de huevos de gallina y de quíquera, un cuartillo de aceite, azúcar, harina del fondajo de un saco que le dieron en la Panificadora Matías y algunos paquetillos de matalahúva que le aperruñaron en la mano Nela y Agapita.

-Lo que tanto me ha costado conseguir -masculló- ésos a mí no me lo quitan-. Aferró su laborioso botín, protegiéndolo del salpafuera formado, y tocó ca' las de la Fonda para ver si le abrían enseguida. Lo que oyó, sonaba totalmente contrario a lo que ella pretendía: bajó corriendo las escaleras Asunción y puso la aldaba para que no entrara la desconocida. Aliando, contrariada y sin resuello, siguió la máscara pa' Los Llanos intentándolo con Pedrito y Angelinita que, tampoco le hicieron caso, le cerrraron la puerta y el postigo pequeño; miedosos, le dijeron hasta rejodíngana.

Arrastrando sus brillantes telas de raso tiró pa'l Barrio por el callejón de José el de Benina y, con su impudicia de tapada, a la hija de mana Estebana y a la mujer de José Gloria les dijo:

-¿Me conoces, Juana, me conoce, Amalita?

-Arranca pa'l Parral corriendo -contestan risueñas las amigas-, tira pa'l Parral y arrejunde, morita... no sea que los celadores te trinquen y te den una buena tollina.

Lo mismo le gritó Achón que miraba la novelería desde su esquina:

-¡Unas gorrillas grises ya vienen, las veo por ca' las de Navarro y por la Herrería!

Mentira que surtió el efecto deseado entre el sofoco que, a la tendera, le producían sus reprimidos conatos de carcajadas al ver los apuros de la que huía.

Casito le da un fatuto a la mora de la morería, que se vio ya presa y llevada ante la Justicia de Guía y, armando en aquel mismo momento un remolino de colchas mientras se las subía, saltó pa'l Tocomán como una salpatrica, se sisnió geniosa de bola en bola por el barranco y maldijo incluso a las piedras del camino por donde iba; llegó a sus quiciales: desarretada, con un ataque de alferecía, despacio -no fuera que los perrangos se le tiraran- y surtita para que no la oyeran sus noveleras vecinas.

La casa estaba en silencio: los familios y su marido fueron, por ser domingo, a visitar a la abuela Fermina. Así que, cuando se le fue el susto del cuerpo, se quitó el jaique, el turbante y las enagüillas; resolló suspirando, voló como un singue pa' la cocina y, con todos los preparativos de su cuestación, aquelló una docena larga de hermosas tortillas (no torrijas), añadiéndoles de su cosecha: cáscara rallada de limón, un chilgo de leche clara, y la harina que cernió con mucho cuidado en un cedazo más lleno de laboriosos zurcidos que de tela fina. Aceite, que la infeliz poco consiguió (pues-no-lo-había), fue echar algún que otro goto en la sartén de vez en cuando -al estilo de la inefable María Locera- virando la torta antes de que ajumara demasiado y supliendo la escasez del oleaginoso elemento, a golpe de jeito y de mucha pericia.

En zagalejo como estaba, sentada ya a la mesa y bien repollinada en su mejor silla, abrió la pequeña botella de anís, golió el tapón de corcho aspirando su aroma dulzón y, sin hacer ninguna regañiza, se jincó sus tres buenos macanacitos mientras mordía con deleite la sabrosa comida. Y, un pisquito más tarde -en la cuarta o quinta tortilla-, sin saber cómo ni en qué momento, le entró la risa floja a la solitaria comensal mientras bebía y engullía los frutos de su requisa. Pasado un buen ratito, siempre entre risillas tontas y sonoros irutos (enralá, nerviosa, espasmódica e incontinente de vejiga), se vio a sí misma brindando nuestra mascarita, limeta en alto, por los involuntarios compañeros de su previsible aventura del día: por el Celador Chico, por el Cabo Vega y... por el pobre Antoñito Medina.

Enrique García Valencia / La Aldea / 2008

PAISAJES EN EL RECUERDO.TENERIFE, TAN CERCA… AL ALCANCE DE LA MANO

PAISAJES EN EL RECUERDO.TENERIFE, TAN CERCA… AL ALCANCE DE LA MANO

Recuerdo siendo niño de corta edad, cuando iba para La Marciega a casa de mi tía Felipa, en las mañanas de los días de calma, brillantes y nítidos, de enero, ver abajo, sobre un mar esmeralda, llano, sin las banderitas blancas del viento alisio, el encanto de la silueta azul de Tenerife, salpicada de casas blancas que nos parecían estar al alcance de la mano o, más a la izquierda, donde la isla iba creciendo en altura y, por este tiempo, cubriéndose de nieve en la parte del Teide. Era un niño, juguetón como todos, pero observador. Recuerdo que en el atarceder, las empinadas montañas de La Gambuecilla se ponían negras y la vista la tornabámos hacia el mar, embelesándonos cómo los celestes, esmeraldas y cianes de la isla de enfrente se tornaban ahora en tonos violáceos, plateados, para continuar con los rojizos y anaranjados, cuando los colores cálidos subían hacia la vertical del cielo y también pintaban las nubes. Cirilita la de Ezequiel el Isleño me decía “Paquito… la virgen está planchando”. Al anochecer, vista al mar, por unos momentos los pueblos y sobre todo Santa Cruz, se difuminaban hasta desaparecer; pero… pronto se encendían sus luces, algunas fijas, otras relampagueantes que se fugaban de un lado a otro. Volvía otro encanto, en un barrio donde aún no había llegado la luz eléctrica, el de aquellas luces de Tenerife que ahora parecía estar más cerca. Llegué a soñar muchas veces el estar desde nuestra orilla a pocos pasos de la azulada isla de Tenerife, alcanzarla y visitarla.

 


 

También nos llegaba de aquella parte de enfrente el sonido familiar de Radio Juventud y Radio Club Tenerife E.A.J.43. Sobre todo años después, cuando la radio se generalizó y llegaron los primeros transitores. Sólo podíamos oír las radios de Santa Cruz, ciudad que nos era muy familiar, como si camináramos por las calles comerciales de Imeldo Serís, Castillo, Rambla de Pulido… y hasta éramos partícipes de sus canciones nostálgicas, como la Vieja Farola del Mar.

Hoy, más de medio siglo después, casi siempre por enero, vuelvo a contemplar la misma estampa de los intensos blancos y azules de nuestra isla de enfrente, de lo que nunca me canso. Año tras año, repito la misma obturación del paisaje, antes con cámaras analógicas, para cuyo resultado tenía que esperar al revelado en un estudio fotográfico y ahora con la técnica digital lo obtengo al momento. Y seguimos oyendo la red de emisoras de radio de toda su fachada naciente. Hasta nuestras antenas de televisión, y más ahora con la digital, las enfocamos hacia El Teide.

Aparte de mis vivencias y manías de observación, la realidad es que, para nuestra colectividad, Tenerife es algo tan cerca y familiar que forma parte de nuestro patrimonio paisajístico y cultural. Es lo que pretendo exponer en los recuerdos en este capítulo de paisajes en el recuerdo.

La historia de ambas orillas desde Sardina hasta La Aldea o de Santa Cruz hasta Güímar tienen tantas cosas en común. Les cuento algo. Empiezo con el mismo cuento de aquello de “Nosotros no somos gentes, somos unos pobrecillos de La Aldea que venimos a comprar camisuelas”, cuando hace más de un siglo, a un grupo de aldeanos se les dio el “¡Alto! ¿Qué gente está ahí?”, en una noche dentro del puerto de Santa Cruz, cuando dormían esperando para coger el barco de vuelta a La Aldea. Santa Cruz de Tenerife fue durante siglos el destino de nuestros productos agropecuarios, el lugar de las transacciones comerciales y compras minoristas. Luego, a este puerto llegaban en vapores los primeros tomates que cultivamos, entre finales del siglo XIX y principios del XX, ya que era allí donde la multinacional de Fyffes centralizaba la fruta que reenviaba a Londres. Carlos Jaack, cónsul alemán en Santa Cruz a principios del siglo XX, fue el arrendatario de la Hacienda Aldea, el que enseñó por primera vez a los aldeanos a cultivar los tomates, el que construyó el muelle y su almacén.

Santa Cruz, en barco, también estaba al alcance de la mano, incluso cuando el alisio daba casi de frente, a cuatro cuartas, con lo que había que bolinear con el velero, es decir, halando las bolinas, con el velamen “a rabiar”, cuando se iba en dirección a su puerto, desde La Aldea. En unas cuatro horas se avistaba el puerto ciñendo constantemente por babor. De regreso, el viento soplaba a favor; daba por aleta, y con las velas hinchadas, en menos de tres horas se llegaba a La Aldea. Los últimos veleros en hacer esta ruta interinsular fueron el Adán, La Luz… en el que estaban enrolados muchos vecinos a los que conocimos ya ancianos; creo que Abelito Suárez, de La Ladera, fue el último de aquellos marineros de los históricos veleros del cabotaje interinsular. Aquellos enlaces periódicos entre ambas orillas generaron estrechas relaciones hoy poco investigadas. Muchos son los casos de gentes de La Aldea establecidas en Santa Cruz. Por citar algunos ejemplos: el abuelo del actual Delegado de Gobierno en Canarias el tinerfeño Segura Clavel, fue uno de los que habían emigrado a Santa Cruz; o algunas familias de marineros que iban y venían, y que buscaban acomodos y trabajos a sus familias, como los Armas Navarro: enrolados en un velero se llevaron a su hermana Francisca para que aprendiera el corte y la confección, siendo durante muchos años una especialista en el pueblo en trajes de hombres.

Más cosas. Los dueños antiguos de La Aldea, los marqueses de Villanueva del Prado, eran de La Laguna y los arrendatarios o mayordomos casi todos venían de allí, algunos de triste recuerdo, en la segunda mitad del siglo XVIII, por lo explotadores y especuladores que fueron, como Fulgencio Melo y Calzadilla, natural de La Orotava; otros se murieron en La Aldea como José Hidalgo. Siempre suelo decir a mis alumnos cuando pasamos por la Plaza del Adelantado, de La Laguna, frente al palacete de los Nava Grimón o en el Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, que fueron levantados con dinero procedente del sudor de nuestros antepasados, medianeros perpetuos de la gran hacienda de La Aldea, que de “pobrecillos aldeanos nada”, pues muchos quebraderos de cabeza dieron a esta casa nobiliaria y a los sucesivos dueños del fundo hasta 1927, en que intervino el Estado expropiándoles. Precisamente, en aquellos años finales del Pleito de La Aldea, los aldeanos tuvieron en Santa Cruz y en La Laguna sus mejores aliados, e incluso en los litigios de años atrás. Les explico algún caso: el periódico republicano-progresista de Santa Cruz, El Memorándum, fue el periódico que más apoyó, en toda Canarias, a los aldeanos en el conflictivo ciclo de 1874-1876, que acabó con el asesinato del Secretario municipal, Diego Remón de la Rosa, quien había sido contratado por el alcalde y a la vez socio del marqués de Villanueva del Prado, el odiado Marcial Melián, ambos de la vecina isla. En cambio, de grata memoria lo fue fray Albino, el obispo de la diócesis nivariense en la década de 1920, que apoyó en la Corte y en el gobierno de Madrid a los aldeanos, frente a la actitud contraria de nuestro obispo que estaba de parte de los propietarios.

Otra de las relaciones entre ambas orillas la ha generado la migración más reciente. Yo recuerdo cuando la crisis de los tomates en los años sesenta del siglo pasado, que se fue tanta gente nuestra a trabajar al sur de Tenerife, como fue el caso de Eladia Oliva, tía de mi padre, que luego se estableció en La Laguna, adonde iban a parar todos los soldados de La Aldea, en los tiempos del Cuartel de Hoya Fría. Hace unos años, recuerdo que el Ayuntamiento de La Aldea organizó un encuentro con esos emigrantes que se fueron para Tenerife, lo que generó una verdadera fiesta en nuestra Plaza o Alameda. Y ya que hablamos de este principal punto de encuentro de nuestro municipio, hoy Plaza Vieja, les cuento que, entre mediados de los años sesenta y muy avanzados los setenta, fueron orquestas de Tenerife las que animaban nuestras verbenas de la Fiesta, tales como la Arafo o la Copacabana, de tan grato recuerdo y amistades que han dejado, incluso en nuestras canciones populares.

Los estudios en La Laguna, la enseñanza de formación profesional y secundaria en nuestros institutos han tenido, en el alumnado y profesorado de ambas orillas, también estrechas relaciones que aún siguen vigentes, de lo que se podía hacer otro capítulo, sobre todo en aquellas movidas estudiantiles de los años setenta y ochenta. De ello les digo cuántas veces veíamos por televisión a nuestros estudiantes, chicos y chicas, revolviendo el gallinero de la política y la sociedad lagunera.

Historias muchas son de nuestras conexiones con Tenerife, isla que la tenemos siempre en el amanecer o en el ocaso del día, dándonos sobre el mar, las perspectivas naturales más encantadoras, no sólo en estos días de marcada nitidez de la atmósfera que siempre presagia lluvia, sino en las semanas de los equinoccios (mayo y septiembre) que dan los mil colores cálidos, momentos antes de esconderse el sol, de lo que les puedo decir que tengo cientos de clichés fotográficos de esos momentos mágicos, que son de pocos minutos, por lo que hay que andar muy prestos con la cámara fotográfica para captarlos y cuántas imágenes se nos escapan de esos momentos. Colores esos del sol en su momento de languidez que parecen coincidir con el del calor que los seres humanos generamos, de una a otra orilla.

 



 

QUERIDO AMIGO ENRIQUE

QUERIDO AMIGO ENRIQUE

 

Palmira Palacios Reyes

Camino de Samarra s/n

Nabat - Siria

 

Querido amigo Enrique:

 

Esperamos que al recibir la presente misiva te encuentres, con todos los tuyos, tan bien como deseas que estemos nosotros y nuestras familias, cultivamos ese gran anhelo en agradecimiento a tu siempre buena voluntad; por aquí, la mayoría bien, a Dios gracias.

Ésta es en respuesta a la temprana correspondencia que de ti nos llegó el pasado noviembre y la más tardía de diciembre -cada año se va adelantando el correo estacional en una incipiente progresión geométrica un tanto dislocada-. Por ella vemos que tus buenas intenciones de no pedirnos nada especial de orden personal (hacemos alusión al periodo 2004-2005) han ido derivando y dirigiéndose hacia derroteros menos ilusos en la estructura, más pragmáticos en el fondo de la famosa forma.

Hemos congelado, siguiendo tus postreras instrucciones, el suplicatorio de la primera carta (un tanto febril, según el Departamento General de Concesiones) y contemplamos la actual epístola -que ahora mismo tenemos ante nos releyéndola- con un pisquito de desazón y, al mismo tiempo, con bastante complacencia por lo anulado y lo elegido posteriormente: tu desiderátum del presente año.

Colegimos, pues, que renuncias a todo lo anteriormente expuesto y listado en función de que las nuevas peticiones (realmente eliges sólo una) sean, además de prácticas, conseguibles y que puedan quedar dentro de los cánones que nuestra Casa ha logrado mantener vigentes a través de los tiempos gracias a la bondad petitoria de los escribanos.

Dedicamos entonces un somero repaso fmal a tu mensaje para así evitarnos reclamaciones y palinodias propias de mediados de enero, para poner tono definitivo a tu última solicitud y para recapacitar antes de lanzar nuestro definitivo asentimiento: haces expresa renuncia, por el momento, a la retahíla de todas las cosas que enumerabas como deseables en tu penúltima del pasado mes, las cuales pospones (hasta que la marea esté baja y consigamos golpear la lapa) pero que no vas a olvidar, a saber:

 

-La carretera de La Aldea, a comenzar en el 2008 sin más subterfugios, ni más mentiras, ni oportunismos políticos, ni desvíos de presupuestos económicos, ni... oséase: ¡ya!

-Una Televisión que conjugue el entretenimiento con la cultura. No: a los granhermanos, ventiladores, tomates, corazones de no sé qué y todos los demás programas-porquería.

-Neutralización de la prensa amarilla, tendenciosa, manipuladora, sustentadora, vocera y barragana de Conferencias o de cualquier grupo político del espectro que sea.

-Desaparición rápida de la pandemia de las drogas ilegales y de sus efectos perniciosos, también la paulatina eliminación del vampirismo estatal que ampara las legales.

-Desterramiento de la música rap y de su chabacana estética (porfavor-porfavor).

-Promoción de todas las becas, ayudas y facilidades para el Estudio, el Perfeccionamiento y la Investigación de cualquier tipo que, de alguna manera, revierta en la Sociedad.

-Acabar con el actual tráfico europeo de esclavos (punto).

-Una Palestina Libre, zafada del yugo judío, sin bulldozers arrasadores de tierra, justicia terrenal y haciendas (un año, Vuestras Ilustrísimas irán a Belén y no la encontrarán, en su lugar hallarán un kibutz repleto de sionistas ortodoxos, ¡no lo quiera Alá!).

-Neutralizar, con vuestra magia, a los prestidigitadores mundiales de los llamados efectos colaterales y demás masacres que, en nombre del Derecho, no les importa nada cambar a los infelices que cogen por delante porque les sale a ellos de sus mismísimos centrales.

-Esfumamiento del Pleito Insular y de las cerriles tendencias insularistas.

-Empleo adecuado para todo el mundo. Trabajo, sansimonismo y "omnes labore uniti".

-Eliminación de los flecos del Concordato: expulsión de los mercaderes, neutralización de su mercadeo y de su sibilina mercadotecnia.

-...


Leída la totalidad de tu elaborada lista con entrañables demandas anuladas -entre sonrisas y suspiros de alivio- venimos a concederte ese único pedido-regalo que, al no ser directamente para ti (remarcamos), entra de forma automática en la lista preferente y que nos place enunciar con el protocolo ad hoc que sutilmente dejas caer:


Nosotros, en el ejercicio de la mágica facultad que asiste y ampara a nuestro cargo, tenemos a bien y decidimos por unanimidad otorgar, concediéndola de forma vitalicia, la siguiente enseña de prestigio, prebenda de honor y de merecida enjundia:


Título de Alcaldesa Mayor Pedánea, Potestativa, Perenne (Dios lo quiera) y Miembro destacado de Honor del Centro Aldeano de Ocio y Polideportivo, sito en Los Cascajos, a favor de una excelente señora, natural y vecina renovada de La Aldea, por ser (a ojos vista) envidiable Esther Williams, nereida diletante, veterana Sirenita de la piscina y usufructuaria fiel de todas las facilidades saludables que el citado lugar oferta, de las cuales ella sabe extraer substanciosas mejoras para su cuerpo, su espíritu y demás bambollas adyacentes: Doña Demetria Valencia Montesdeoca (la madre que te parió).


Para que surta efecto tal demanda y resolución, lo firmamos y rubricamos en documento especial que haremos llegar a la susodicha en las fechas adecuadas del mes que entra.

Ponemos fin a este despacho, amigo Enrique, deseándote por partida triple que la Salud presida tu vida, la de toda tu familia y, por supuesto, la de tus queridas amistades del alma y del corazón. Feliz Adviento y Epifanía te desean:


Serdap (por orden de Gaspar)*, Baltasar y Melchor /2008



*En su último viaje por la zona, una camella de la caravana de Gaspar pisó una "bomba de racimo" (regalito del ejército israelí) y parte del séquito del rey fue herido de relativa gravedad; el monarca sufrió una caída bastante aparatosa que le fracturó el hombro y lo dejó postrado varios meses. Todos ellos se recuperan ahora en: "Los Cascajos del Éufrates", Pabellón Polideportivo de Natación Terapéutica y de Disfrute del distrito siete, Damasco.

 

 

LOS DÍAS QUEBRADOS, Quién será mi enemigo... de Berbel

LOS DÍAS QUEBRADOS, Quién será mi enemigo... de Berbel

Quién será mi enemigo,

en qué lugar del corazón me crece.

Contra qué paredones me tiene temblando

esperando disparos de un pelotón de odios y crueldades.

Con qué machetes le arrancaré los ojos

sin medirnos la sangre y las propias miserias.

Cuántos rencores invadieron nuestras vidas

para quedarnos muertos, uno al lado del otro

y así una vez y otra.

Quién será mi enemigo esta noche.

En qué lugar del corazón yace otro muerto mío.

 


Presentación de Zarapito. Crónica de Canarias

Presentación de Zarapito. Crónica de Canarias

El próximo 11 de diciembre de 2007 a las 20.00 h., en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés (última planta del antiguo Galerías Preciados), Anroart Ediciones, SL presenta la obra Zarapito. Crónica de Canarias. En el acto intervendrán Alberto Anaya y los autores, Luis Pérez Aguado y Justo Pérez Aguado.

ZARAPITO. CRÓNICAS DE CANARIAS es una obra ambiciosa, no sólo por su contenido, sino por su presentación. Un tomo de formato muy atractivo (28 x 24 centímetros), a todo color sobre un papel de máxima calidad y encuadernado en tapa dura.

Hace ya cerca de treinta años, que apareció por primera vez esta Historia de Canarias que hoy, con las lógicas adaptaciones de las nuevas investigaciones que nos traen los nuevos tiempos, les volvemos a mostrar.

Nació con la intención de enseñar divirtiendo. Y con el mismo ánimo vuelve a presentarse en esta ocasión. Los dibujos han sido respetados en su mayoría, a pesar de las reservas del dibujante –por aquello de que los nuevos tiempos requieren soluciones diferentes y la propia evolución del artista–.

El texto, que pretende ser serio y riguroso, está acompañado de ilustraciones en ocasiones escoltadas de algún anacronismo. Estos usos e inventos, generalmente contemporáneos, que los autores colocan o atribuyen a otras épocas, tienen como objetivo el de acercarnos a la historia a través del humorismo, al mismo tiempo que interesar por el contenido.

Los autores se han saltado, a la torera, como ellos mismos expresan, los “prejuicios conservadores” con que muchos adultos tratan por todos los medios de conservar y se apoyan en que la fantasía es una fuerza fundamental del espíritu, porque, aunque con anacronismos, la historia siempre seguirá siendo historia, y acercarnos a ella a través de la ironía y la “trola” ya es un notable paso hacia adelante. No olvidemos, por otro lado, la curiosidad del niño, cuyo proceso de conocimiento se desarrolla con frecuencia irregularmente, y las ideas y cosas que, en ocasiones, a los adultos nos parecen necias o superfluas, son las que a ellos les interesa.

Los autores se muestran persuadidos, por ello, de que la rigurosidad del texto y la estimulación de la fantasía a través de la parodia en las ilustraciones, forman parte de un adecuado combinado didáctico, que llevará a los chicos a comprender la verdad histórica que, de nuestras islas, le mostramos.

 

FICHA:

Pérez Aguado, Luis; Pérez Aguado, Justo. Zarapito. Crónicas de Canarias.

Anroart Ediciones. 252 páginas. 28 x 24 cm. Tapa dura, color (papel satinado 150 gramos). PVP 35,00 €. ISBN: 978-84-96887-43

 

C/ Santa Juana de Arco, 46

35004 Las Palmas de Gran Canaria

Teléfono: 928 339021

mailto:manroart_ediciones@yahoo.es

Anroart Ediciones, SL

 


 

Desde mi punto de vista

Desde mi punto de vista

Prolegómenos. Vivimos en un mundo donde nos emperramos en remarcar las diferencias entre las mujeres y los hombres; nos empeñamos, con desaforado ahínco, en resaltarlas en un intento (baldío en el tiempo) de poner fronteras y barreras cuasi infranqueables donde no debería haberlas, ya que sólo sirven para marginar, compartimentar y dificultar nuestra relación como seres humanos en este ir nuestro que la Vida es.

La anatomía ya se encarga de hacer gratificantes distinciones entre los sexos (loado sea el Sumo Hacedor por tales distingos) y, desde la noche de los tiempos, cada cual sabe a qué atenerse y cómo manejarse interpretando la Ley de la No Igualdad Morfológica en su libre albedrío a la hora de relacionarse con los demás. Si me llamaran a jurar, yo diría que, desde el sexto día de la Creación (por la tarde), hemos venido obviando esas necesarias particularidades de hombres y mujeres que no hacen diferencias en nuestros iguales derechos-deberes como seres racionales.

Este trabajillo fue escrito en un intento de focalizar lo que es común entre el género humano, lo que nos acerca, une y relaciona como semejantes. Está escrito casi como una retahíla porque, muchas veces, las relaciones humanas también se convierten en eso: en la retajila de la Vieja Revejía. Se elaboró en 1990 para un programa de radio; desde entonces hasta ahora han pasado muchas cosas, entre ellas una bastante significativa y útil como herramienta legal de relación: la Ley Orgánica de Igualdad.

Hoy, que vuelvo a releer estas líneas, hago repaso de estas dos décadas pretéritas e intento evaluar las mejoras en nuestra relación como iguales y acabo decidiendo que necesito diez años más para emitir alguna conclusión fiable; mientras, esbozo la particular forma de pensar de uno que se crió en una familia matriarcal, cariñosa y guardiana de los derechos inalienables de todos sus componentes, femeninos y masculinos (nótese el orden alfabético). Esto fue lo que garabateé a principios de los noventa, en marzo, en el Día Internacional de la Mujer:

 

Desde mi punto de vista

 

Tú naciste ser humano, yo nací ser humano. Tú eres una mujer, yo soy un hombre.

Tú, tienes una envoltura de hembra. Yo, tengo una envoltura de varón.

 

A ti te educaron en el papel de niña: "¡Una señorita no está con machurrangos!"

A mí me educaron en el rol de niño: "¡Los hombres no lloran!"

 

Aún así, tú posees algún aspecto masculino.

Aún así, yo poseo algún aspecto femenino.

 

Tú escondes tu masculinidad depilándote y maquillando toda tu cara.

Yo escondo mi feminidad escupiendo y rascándome la entrepierna.

 

Yo maquillaré mi componente femenino: no voy a llorar.

Tú escupirás tu componente masculino: tendrás sólo amigas.

 

Yo refuerzo con mis maneras mi envoltura y rol de hombre.

Tú refuerzas con tus maneras tu envoltura y rol de mujer.

 

Aunque yo soy yo donde quiera que vaya y, aunque tú eres tú donde quiera que vayas: yo podría ser tú si yo tuviera la otra envoltura, tú podrías ser yo si tú tuvieras la otra envoltura.

 

Yo seguiría siendo yo con tu apariencia. Tú seguirías siendo tú con mí apariencia.

Tú podrías, en ese caso, tener amigos y amigas. Yo podría, en ese caso, no llorar o llorar a moco tendido. Tú podrías actuar como yo. Yo podría actuar como tú.

 

A fin de cuentas, yo soy solamente un ser.

A fin de cuentas, tú eres solamente un ser.


Sólo y simplemente, dos seres racionales con envoltura humana.

 

Enrique García Valencia, La Aldea / 2007